(05) Decálogo para las reformas de la Iglesia -I
–¿Y usted cree que una Iglesia que en su conjunto se ha torcido a un lado, supongamos, al lado izquierdo, podrá recuperar la verticalidad de la verdad católica?
–Por supuesto que sí. Y lo confieso con la fe de la Iglesia: creo «en el Espíritu Santo… y en la Iglesia una, santa, católica y apostólica».
Pero tanto en Israel como en la Iglesia, así lo comprobamos en su historia, solamente se producen las verdaderas reformas necesarias cuando, por obra del Espíritu Santo, se dan al mismo tiempo varias condiciones fundamentales.
1.– El reconocimiento de los males. Los falsos profetas y los Pastores sagrados que van con ellos no reconocen los errores y desviaciones del pueblo, o los subestiman en su gravedad, en buena parte porque ellos son, por acción u omisión, los responsables principales de esos males. Por eso dicen con aparente piedad: «vamos bien; paz, paz, confianza en el Señor; calamidades como las actuales, o peores, siempre las ha habido». Éstos no se asustan por nada: ni por la difusión de gravísimos errores contra la fe, ni por la falta extrema de vocaciones, ni por el absentismo masivo en la Misa dominical, ni por la difusión generalizada de la anticoncepción, etc. Y así se tienen por «hombres de esperanza».