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23.09.16

¿Hacia un ecumenismo moral?

Cardenal Christoph Schönborn

 

Una propuesta del Cardenal Schönborn

Desde 2014 se discute muchísimo en la Iglesia Católica acerca de la situación de los católicos casados válidamente, divorciados, vueltos a casar por lo civil y no arrepentidos de su pecado de adulterio. Los partidarios de que se dé el sacramento de la Eucaristía a personas que están en esa situación irregular han ensayado muchos argumentos a favor de su tesis: por ejemplo, los argumentos de la “economía” de los ortodoxos, del camino penitencial, de la comunión espiritual, de la inimputabilidad subjetiva, etc. Algunos de esos argumentos son incoherentes entre sí, como por ejemplo la inimputabilidad subjetiva y el camino penitencial. Sin embargo, en cierto momento pareció que todos los argumentos favorables a esa causa eran bienvenidos por sus partidarios, más allá de su consistencia lógica.

Actualmente, después de la publicación de la exhortación apostólica Amoris Laetitia, parece haberse impuesto, dentro de esa corriente de pensamiento, el argumento del “discernimiento pastoral”. En este artículo no analizaré ese argumento, sino que volveré a una etapa anterior del debate. Reconsideraré un argumento que, según sus declaraciones a La Civiltà Cattolica, fue propuesto en el Sínodo de la Familia de 2014 por el Cardenal Christoph Schönborn, Arzobispo de Viena. Este argumento, que algunos llaman “ecumenismo de estilos de vida”, pese a suscitar fuertes discusiones, fue recogido en el informe intermedio de ese Sínodo (la tristemente célebre Relatio Post Disceptationem, en adelante RPD), pero luego, al parecer, fue dejado de lado. Quiero volver sobre ese argumento porque creo que, aunque es erróneo, tiene bastante apariencia de verdad como para atraer a muchas mentes, haciendo así daño a muchas almas. 

La RPD del Sínodo de 2014 (*) presenta ese argumento en sus numerales 17-20. En esencia el argumento se basa en una analogía entre las llamadas “familias heridas” (es decir, las familias en situaciones irregulares) y los cristianos no católicos. Así como –se nos dice– el Concilio Vaticano II reconoce que existen distintos grados de comunión con la Iglesia Católica y que hay elementos de verdad y de santificación en los cristianos que no están en comunión plena con Ella, corresponde “reconocer elementos positivos también en las formas imperfectas que se encuentran fuera de tal realidad nupcial [el matrimonio sacramental válido], a ella de todos modos ordenada” (RPD, n. 18).

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