14.12.09

13.12.09

Ante la ofensiva laicista

El laicismo pretende expulsar lo religioso de la vida pública. La religión, de tener algún espacio, habría de conformarse con la interioridad de cada conciencia. Pero sin que se note, sin que se mueva, sin que traspase.

El laicismo desconoce la realidad de la fe y, a la postre, la misma realidad del hombre. Una característica de la fe es la totalidad: Engloba a todo el hombre. Compromete su pensamiento, su libertad, su acción. No se puede ser parcialmente religioso. O se es religioso o no se es. Y lo que uno es se transparenta en todo lo que uno hace: privadamente, socialmente, políticamente, públicamente.

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Una entrevista a un religioso

Como las cosas buenas deben darse a conocer, me permito sugerir a los lectores del blog que lean la entrevista al Hno. Donaire, director de los Hermanos Misioneros de los Enfermos Pobres de Vigo, que publica hoy el “Faro de Vigo” en el suplemento “Estela” (páginas 4 y 5).

[Enlace: http://medias.farodevigo.es/documentos/2010-01-12_DOC_2009-12-12_21_20_17_estela.pdf ]

Con frecuencia se difunde en los medios de comunicación una imagen muy negativa, e injusta, de la Iglesia. Es bueno que esta imagen sea contrastada con la realidad. Y la realidad es, también, la de tantas personas que, en la Iglesia, dedican su vida al servicio de los demás; en concreto, a la atención a los más pobres y desfavorecidos.

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12.12.09

¿Probar la existencia de Dios?

En contra de lo que a veces se piensa, no han sido tantos los esfuerzos que los filósofos y teólogos cristianos han dedicado a “probar” la existencia de Dios. Y es que el reconocimiento de la existencia de Dios es más una cuestión de sentido común, de apertura a la realidad, que de complicadas elaboraciones intelectuales. San Agustín no se agobiada ideando pruebas. En sus múltiples idas y venidas por filosofías y escuelas de pensamiento, el santo africano jamás había dudado de la existencia de Dios. La Escritura advierte: “Los necios dicen en su corazón: no hay Dios”. Si sólo el necio niega la existencia de Dios, sólo el necio necesita una prueba de su existencia, razonaba el Obispo de Hipona.

Santo Tomás, hombre inteligente y realista, no se hacía ilusiones sobre la posibilidad de dialogar con los ateos acerca de cuestiones concernientes a la fe: “si el adversario no concede nada, toda discusión es imposible”. ¿Qué se puede hacer en ese caso? Resta sólo “refutar sus razones” (“solvere rationes”), manifestando que son falsos o no necesarios los argumentos que van contra la fe.

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Estad alegres. El Señor está cerca

Tercer Domingo de Adviento

(Sofonías 3,14-18ª; Is 12,2-3.4bcd.5-6; Filipenses 4,4-7; Lc 3,10-18).


El domingo III de Adviento constituye una invitación a la alegría. Pero no se trata de una exhortación inmotivada, sino de una advertencia que va acompañada de la indicación del fundamento de ese júbilo: “El Señor está cerca”. La proximidad del Señor es la razón de la alegría.

El Señor viene a cancelar nuestra condena; Él es “un guerrero que salva” (cf Sofonías 3, 14-18a). Por eso la Iglesia, y a través de ella la humanidad entera, es convocada a gritar con júbilo: “¡Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel”. Y, en la Iglesia, cada uno de nosotros pedimos a Dios que nos conceda “llegar a la Navidad – fiesta de gozo y salvación – y poder celebrarla con alegría desbordante” (oración colecta de la Misa).

Sin la luz de la fe, una mirada dirigida al mundo no siempre suscitaría en nosotros la alegría. A lo sumo, encontraríamos una alegría momentánea, experimentando, en ocasiones, un sentimiento grato por los acontecimientos amables que nos toca vivir o de los que somos espectadores. Pero ese sentimiento se vería continuamente empañado por las nubes del dolor y del sufrimiento que, a poco que abramos los ojos, descubrimos en todas partes.

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