31.12.09

Santa María, Madre de Dios

Cada año nuevo comienza bajo la protección maternal de la Santísima Virgen: “concédenos – le pedimos a Dios en la Santa Misa – experimentar la intercesión de aquélla de quien hemos recibido a tu Hijo Jesucristo, el autor de la vida”. Dios da a todo bien principio y cumplimiento, en la historia de la salvación y en nuestra propia historia personal. Y un reflejo de ese principio y de ese cumplimiento lo tenemos en Santa María, la Inmaculada, la Madre de Dios, la Asunta en cuerpo y alma a los cielos.

San Pablo sintetiza en una frase la relación que vincula a María con Jesús: “nacido de una mujer” (Ga 4,4). El Hijo de Dios ha venido a la tierra en una humanidad como la nuestra; una humanidad que recibió de Dios a través de la Virgen. De Ella asumió el cuerpo sagrado dotado de un alma racional que, en la Encarnación, se unió perfectamente a la Persona divina de Cristo. Jesucristo es, a la vez, verdadero Dios y verdadero hombre.

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27.12.09

26.12.09

Fiesta de la Sagrada Familia

Al lado de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, contemplamos a María y a José. Dios ha querido tener su familia en la tierra, un hogar caracterizado por la fidelidad y el trabajo, por la honradez y la obediencia, por el respeto mutuo entre los padres y el hijo.

La Sagrada Escritura ensalza el precepto de honrar al padre y a la madre: “El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros” (cf Si 3). Una alabanza que hace suya el apóstol San Pablo en la Carta a los Colosenses. Todas las relaciones humanas y, en concreto, las relaciones familiares adquieren un nuevo sentido si se viven desde la caridad, que es “vínculo de la perfección” (Col 3,14).

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24.12.09

Te diré mi amor, Rey mío

Solemnidad de la Natividad del Señor

“Mientras Dios está en la tierra, nosotros podemos subir al cielo”, decía San León Magno. Dios se ha hecho presente en la tierra, de modo discreto, humilde, para compartir nuestra vida a fin de que nosotros podamos compartir la suya: “Concédenos compartir la vida divina de aquél que hoy se ha dignado compartir con el hombre la condición humana”, reza la Liturgia.

El signo de la presencia de Dios entre nosotros es un niño: “Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; lleva a hombros el principado, y es su nombre: ‘Mensajero del designio divino’ ”. Un mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria. En Él, reflejo de la gloria del Padre e impronta de su ser, Dios nos ha hablado.

Todas las naciones, y cada uno de nosotros, estamos convocados a adorar al Señor, porque “hoy una gran luz ha bajado a la tierra”. Una luz que es vida, que brilla en la tiniebla, que proporciona orientación y sentido a nuestro caminar por el mundo. La gloria de Dios no es una majestad lejana, aislada, sino la grandeza divina que “acampó entre nosotros” y que nos trae, como regalo inmerecido, la gracia y la verdad.

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22.12.09

No todo error es herejía

Lejos de los estereotipos, la Iglesia Católica es una institución bastante “garantista” – salvo, quizá, en los últimos tiempos, en algunos temas, debido a una especie “estado de excepción”, desencadenado por escándalos tristemente conocidos - .

Es tradicional el esfuerzo de precisar las diferentes “notas teológicas” o “censuras”. Las proposiciones relativas a la fe cristiana pueden ser más o menos ciertas, más o menos concordantes con la revelación. La revelación es la revelación. Las opiniones de lo teólogos son opiniones, por más ilustres que sean quienes las sustenten.

“Ninguna persona privada tiene derecho a declarar una nota teológica y a extender la censura más allá de los límites del grado de autoridad que le haya confiado la misma Iglesia, sin cometer un acto ilegítimo”, escribe Gf. Coffele. Es decir, ningún “entusiasta” puede llamar, sin más, pongamos por caso, “hereje” a quien defiende una proposición arriesgada. Podrá decir, sí, que esa proposición parece herética, pero no puede, sin otro expediente, decretar o declarar el delito canónico de herejía si carece de autoridad para ello.

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