Dos fallecimientos
No es la finalidad de este blog hacer necrológicas. Pero, a veces, vienen a cuento. Esta mañana he estado en el funeral, celebrado en la Catedral de Tui, por un canónigo que había sido – en mis años de Bachillerato – mi profesor de Historia. Un hombre exuberante, generoso en kilos, en palabras y en bondad.
Recuerdo nuestra malicia de estudiantes. Se esforzaba Don José – así se llamaba – por explicarnos qué era un escorzo. Se trataba, nos decía, de una característica de la escultura barroca. Un alumno, que lo había entendido a la primera, pidió más explicaciones: “Don José, no acabo de entenderlo. Si pudiese usted hacerlo…”. Y Don José, con toda su humanidad, encaramado en la tarima del profesor, simuló un escorzo, emulando casi al Laooconte. No hace falta explicar que con gran regocijo de toda la clase. Él sabía, sin duda, de las aviesas intenciones que animaban la petición. Pero no le importaba hacernos reír. Un punto a su favor.