10.05.10

Mayo en el blog: Aurora siempre hermosa

Frendense nos ofrece un bello texto, impregnado de amor a María. Ella es la “Aurora", la Madre, que obtiene de su Hijo signos del mundo nuevo, donde ya no habrá luto, ni llanto, ni dolor. Me ha emocionado el recuerdo que el autor hace de la Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Polonia en 1991, con el Papa Juan Pablo II - ¡la historia interior de muchos de nosotros debe tanto a esas iniciativas, que en absoluto se reducían a la espectacularidad externa! - . El 15 de agosto de 1991, yo era un sacerdote recién ordenado que, por primera vez, concelebraba la Santa Misa con el Papa en esa solemnidad de la Virgen.

AURORA SIEMPRE HERMOSA
(por Fredense)

Escribirle a la Virgen María me da vértigo. Al principio, porque la mente se me queda en blanco. Más tarde, porque cuanto más lo pienso más me doy cuenta de que Ella ha estado presente siempre, en cada instante de mi vida. ¿Cómo contarlo? ¿Cómo merecerlo?

Probablemente el recuerdo más antiguo que conservo es el de mi abuela rezando conmigo al ir a dormir. Era invierno, hacía frío y en la mesilla de noche había una figurita fosforescente de la Virgen de Fátima. Si le dabas cuerda, sonaba el famoso Avemaría de los pastorcillos. No sé por qué he empezado a contar esto, porque si sigo a este ritmo no voy a acabar nunca.

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9.05.10

Mayo en el blog: La Virgen y la Iglesia

La Virgen y la Iglesia

Los siglos XIX y XX han sido testigos de un resurgir mariano en la vida de la Iglesia. En el siglo XIX, en 1848, se proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción y, en el XX, en 1950, el de la Asunción de María.

El “movimiento mariano”, junto con el movimiento bíblico y litúrgico, ha supuesto un elemento importante en la renovación de la vida católica. En 1958 se celebró en Lourdes un congreso mariológico, en el que se reconocían dos tendencias: una “cristotípica”, que contemplaba a la Virgen en relación con Cristo, y otra “eclesiotípica”, en la que se daba prioridad a la relación de María con la Iglesia.

Importantes teólogos, como el Cardenal Journet, vinculaban a María con la Iglesia. Antes del Concilio Vaticano II, llegaron a Roma múltiples peticiones para pedir una declaración sobre la mediación de María. Ya en el Concilio, en 1963, el cardenal F. Koenig, de Viena, defendió la inclusión del tratamiento sobre la Santísima Virgen en el documento sobre la Iglesia. Por su parte, el cardenal R. Santos, de Manila, abogaba por un texto aparte. Una pequeña diferencia de votos (1114 frente a 1074) decidió que se hablase de María al abordar la Constitución sobre la Iglesia.

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8.05.10

Mayo en el blog: El rayo paciente

Una narración, la que nos ofrece RockyMarciano, que enlaza, si así podemos decirlo, la teología y la tecnología. La metáfora de la luz se convierte en un símbolo del anuncio del ángel a María, del desarrollo técnico de la modernidad - el cine y los automóviles - y, en definitiva, de la redención del ser humano.

El rayo paciente
(por RockyMarciano)

Fiat lux: así comienza Dios a crear el mundo en la versión latina de la Vulgata. La Palabra de Dios ordena el universo: tras la luz vendrán el espacio y el tiempo; con ellos, la velocidad.

Mas la Palabra no se apresura. Su trabajo fecundo y dilatadísimo culmina con Adán y Eva, varón y varona, ambos imagen y semejanza de Dios, quien vio que todo era muy bueno y descansó. Adán y Eva conversaban con Él paseando al atardecer por el jardín del Edén, pero escucharon la voz de la serpiente, también llamada Lucifer. Éste, ‘portador de luz’, no había querido reconocer que su brillo era un don y cayó del cielo como un rayo impaciente. Perdida la amistad con Dios, el hombre y su mujer son expulsados del Edén. Empero, hay esperanza, pues la serpiente oye: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Él te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón".

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La morada de Dios

Homilía para el Domingo VI de Pascua (Ciclo C)

La relación de Dios con nosotros no constituye un vínculo puramente exterior, sino que se trata de una unión interior. Sin perder su trascendencia y sin anular nuestro ser de criaturas, Dios mismo quiere habitar en nuestro corazón: “El que me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a Él y haremos morada en él” (Jn 14,23).

El Espíritu Santo, que une al Padre y al Hijo, nos une también a nosotros con Cristo y, de este modo, nos hace hijos del Padre. Los santos han sido conscientes de esta inhabitación de la Trinidad en el alma: “Ha sido el hermoso sueño que ha iluminado toda mi vida, convirtiéndola en un paraíso anticipado”, escribía la Beata Isabel de la Trinidad.

El Espíritu Santo es ese principio interior que siembra en nosotros el amor a Cristo, que nos recuerda constantemente su enseñanza y que nos da la fuerza para cumplirla: “Él nos hace vivir en la presencia de Dios, en la escucha de su Palabra, sin inquietud ni temor, teniendo en el corazón la paz que Jesús nos dejó y que el mundo no puede dar” (Benedicto XVI).

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7.05.10