8.06.10

Una recensión: "La bondad de nuestro Dios"

Flavia ha tenido la amabilidad de recensionar mi último libro, titulado “La bondad de nuestro Dios". Agradezco esta colaboración, de la que les hago partícipes en este post:

Libro.- La bondad de nuestro Dios. Treinta y un textos para la reflexión y la oración.

Autor.- Guillermo Juan Morado.

Editorial.- Centre de Pastoral Litúrgica. Barcelona, mayo 2010.

EL AUTOR.- Guillermo Juan Morado ( Mondariz, 1966 ), sacerdote diocesano de Tui-Vigo, es doctor en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y Licenciado en Filosofía, director del Instituto Teológico de Vigo, párroco de la parroquia de San Pablo y canónigo del Cabildo de Tui-Vigo. Ha publicado diversos libros y artículos, de teología y espiritualidad. Su actividad docente no se circunscribe únicamente al Instituto Teológico que dirige, sino que se extiende a su participación en diversas páginas de Internet y blogs, como el denominado La puerta de Damasco, alojado en el portal InfoCatólica.com, seguido por numerosos lectores y comentaristas, debido a la profundidad de los temas tratados y su claridad expositiva.

Leer más... »

7.06.10

El Sagrado Corazón: El amor que trasciende toda filosofía

La acción salvadora de Dios revela no solamente lo que Dios “hace”, sino también lo que Dios “es” . En su primera carta, el apóstol San Juan “define” el ser de Dios con estas palabras: “Dios es amor” (cf 1 Juan 4, 7-16). Ése es su misterio, su “secreto más íntimo” . Él es una eterna comunicación de amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

La revelación consiste en la manifestación de este “secreto divino”, que se nos da a conocer por el envío del Hijo y del Espíritu Santo. Conocer este secreto va más allá de las posibilidades del entendimiento humano; para adentrarse en él se necesita el conocimiento del amor; un conocimiento que no se aproxima desde fuera a la realidad conocida, sino desde dentro, en una relación que sólo puede describirse como comunión . Es Dios quien, dándonos su Espíritu, nos permite amar, y amando, hace posible que confesemos que Jesús es el Hijo de Dios y el Salvador del mundo.

San Pablo, en la carta a los Efesios, pide para los cristianos que el amor sea su raíz y su cimiento (cf Efesios 3, 17), para que, habitando Cristo en sus corazones por la fe, puedan comprender “lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano” (Efesios 3, 19). Lo que trasciende toda filosofía, toda sabiduría humana, es lo que sólo Dios puede dar: su propio amor que se hace visible en la Cruz de Jesucristo.

Leer más... »

5.06.10

Expresar nuestra fe en la presencia real

Homilía para la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Ciclo C)

La solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo nos empuja a expresar nuestra fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía; a “expresar”, es decir, a manifestarla con palabras, miradas o gestos. La fe tiene su raíz en la acción de la gracia en nuestro corazón, pero abarca la totalidad de lo que somos y, por consiguiente, como la alegría o el amor, necesita ser expresada.

La Iglesia no ahorra las palabras, no silencia la emoción que suscita la presencia del Señor en el Santísimo Sacramento y acude a la Escritura Santa para hacer resonar, en el canto del Aleluya de la Misa, la afirmación del mismo Jesús: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, dice el Señor; quien coma de este pan vivirá para siempre” (cf Jn 6,51-52). Y en uno de los prefacios proclama: “Su carne, inmolada por nosotros, es alimento que nos fortalece; su sangre, derramada por nosotros, es bebida que nos purifica”. Y en el himno eucarístico compuesto por Santo Tomás se dice que la lengua cante el misterio del glorioso Cuerpo de Cristo: “Pange, lingua, gloriosi Corporis mysterium”.

Leer más... »

4.06.10

La solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús: La grandeza del amor de Dios

En Junio de 2006 publiqué en la revista Liturgia y Espiritualidad XXXVII/6, 287-299, un artículo titulado: “La solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús: La grandeza del amor de Dios". Ofrezco ahora un epígrafe de ese artículo.

Un Dios que ama a su Pueblo

El Leccionario propone, para cada ciclo, sendas lecturas del Antiguo Testamento para la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús: Deuteronomio 7, 6-11, para el ciclo A; Oseas 11, 1b.3-4.8c-9, para el ciclo B; y Ezequiel 34, 11-16, para el ciclo C.

La consideración conjunta de estas tres lecturas proporciona una bella caracterización del amor de Dios por su Pueblo: Un amor gratuito y fiel, paternal y misericordioso, que se describe recurriendo a la imagen del pastor que apacienta y hace sestear a sus ovejas.

El pueblo santo tiene su origen en el enamoramiento, en la elección y en la fidelidad de Dios. Un amor que comporta la liberación de la esclavitud y que pide, como respuesta, el cumplimiento de los mandamientos (cf Deuteronomio 7, 6-11).

Leer más... »

1.06.10

El Corazón de Cristo

Apenas ha pasado mayo y ya hemos entrado en junio. La vida es así, un pasar, un ir de un momento al siguiente, aunque sabemos que no sin sentido ni finalidad. En junio, los cristianos se vuelven al Corazón de Cristo. La iconografía al uso no nos ha hecho, por regla general, un gran favor y, si uno no profundiza un poco, podría pensar, sin duda erróneamente, que, al hablar de la devoción al Corazón del Verbo encarnado, nos remitimos a épocas pasadas de la historia.

No es así. El corazón es la profundidad del ser, la raíz última de lo que uno es. Si decimos de alguien: “Es una persona de buen corazón”, estamos diciendo que, más allá, tal vez, de las apariencias, esa persona merece la pena; se puede contar con ella, es digna de confianza.

Nadie es más digno de confianza que Dios. Y Dios se ha hecho hombre, porque Jesucristo es la Palabra que se hizo carne. Dios, que ama como sólo Él puede hacerlo, tiene, por consiguiente, un “corazón” humano. El amor divino es, por el misterio de la Encarnación, un amor humano. Palpamos así la verdad concreta de la llamada “comunicación de idiomas”: todo en la humanidad de Jesucristo, y obviamente su centro, su corazón, debe ser atribuido a su Persona como a su sujeto propio. Los milagros y el sufrimiento. Y hasta la muerte.

Leer más... »