¿Qué es y qué no es un sacerdote?
Una de las causas – a mi modo de ver – de que no surjan, o de que no cuajen, en algunas zonas de la Iglesia, las suficientes vocaciones al sacerdocio ministerial puede estar relacionada con la pérdida, en la conciencia de los fieles, de la clara identidad del sacerdote ministerial.
Digamos qué no es el sacerdote ministerial – es decir, el obispo y el presbítero, ya que el diácono no es ordenado para ejercer el sacerdocio -:
1. No es un delegado “de” la comunidad.
2. No es “uno más”.
3. No es un “súper-laico”, ni un “súper-cristiano”.
4. No es un mero “oficiante” de ritos.
5. No es un “súper-hombre”, ni el “más listo de la clase” (aunque, eventualmente, pueda serlo), ni un ser impecable.
6. No es el señor de la grey.
7. No es alguien que haya ganado unas oposiciones.
¿Y qué es el sacerdote ministerial? Pues, en una síntesis incompleta, podríamos indicar: