4.01.22

Una Novena a san José, una (posible) publicación futura

El mundo secularizado necesita imaginar de nuevo motivos para ser humanos. La Navidad es una de esas poderosas razones, que nos mueve a no desperdiciar lo mejor de nosotros mismos: la capacidad de estar despiertos, de velar, para impedir que triunfe la oscuridad del egoísmo y del sinsentido. Dejemos que Jesús camine, en favor nuestro, “desde el Oriente al Occidente”.

Con este deseo, he escrito esta Novena a san José. En cada uno de los días se propone un tema de reflexión. San José, estrechamente vinculado al misterio de la Encarnación, aparece en la Sagrada Escritura como un creyente y un hombre justo. A él se le encomendó la misión de ser custodio del Redentor. La Iglesia lo invoca como patrono. Se presenta como obrero, trabajando en el taller de Nazaret, y como perseguido, por defender a Jesús y a su Madre.

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1.01.22

El Belén monumental del Ayuntamiento de Vigo

Desde el 27 de noviembre de 2021 al 6 de enero de 2022, el Ayuntamiento de Vigo nos ofrece la posibilidad de visitar un Belén, instalado en la “Casa de las Artes”, en pleno centro de la ciudad.

El título de este año es “Vamos a Belén”. La Agrupación Belenista “La Morana” ha escogido más de doscientas figuras, surgidas de los talleres imagineros de Olot.

Los pastores, los Reyes, los ángeles, el portal… se incardinan en un paisaje muy de Vigo: por todas partes, el signo del olivo, distintivo de la ciudad, y, como escenarios de fondo, lugares tan de aquí como el mercado del Berbés, la villa romana de Toralla o el puente romano de Castrelos.

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26.12.21

Los Magos y el Camino de Santiago

Una de las narraciones más fascinantes de toda la Biblia – y de la literatura universal - es el relato de la visita de los Magos a Belén, que se encuentra casi al comienzo del evangelio según san Mateo, justo después de haber hablado del nacimiento de Jesús. Se suele admitir que los Magos eran, probablemente, astrónomos babilonios, especialistas en escudriñar los fenómenos naturales.

El profeta pagano Balaán había anunciado una promesa de salvación, un porvenir glorioso para Israel: “Lo veo, pero no es ahora, lo contemplo, pero no será pronto: Avanza una estrella de Jacob, y surge un cetro de Israel” (Números 24,17). La estrella era signo de un dios y, luego, de un rey divinizado. En la profecía de Balaán, la estrella ha de ser el rey de Israel y, andando el tiempo, el Mesías.

Los Magos no eran solo astrónomos. Benedicto XVI escribe que eran “sabios”: “representaban el dinamismo inherente a las religiones de ir más allá de sí mismas; un dinamismo que es búsqueda de la verdad, la búsqueda del verdadero Dios, y por tanto filosofía en el sentido originario de la palabra”.

En cuanto a la estrella, puede aventurarse que no se trata solamente de una imagen para hablar del rey futuro, sino que posiblemente haya sido, además, un astro. Kepler calculó que en el año en el que, de modo verosímil, nació Jesús, se produjo una conjunción de los planetas Júpiter, Saturno y Marte; una conjunción asociada, presumiblemente, a una supernova, una estrella extraordinariamente luminosa, como la que brilló en Belén.

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25.12.21

“Lo envolvió en pañales”. El servicio y el sacrificio de Cristo

El evangelio según san Lucas dice que María “dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada” (Lc 2,7).

El papa Benedicto XVI en su libro La infancia de Jesús comenta el sentido de este “lo envolvió en pañales”. Según la tradición de los iconos y de la teología de los Padres, “el niño envuelto y bien ceñido en pañales aparece como una referencia anticipada a la hora de su muerte: es desde el principio el Inmolado […] Por eso el pesebre se representa como una especie de altar”.

La vinculación entre Encarnación y misterio pascual queda atestiguada por el tradicional deseo de “felices pascuas”. No es menor el paso de la divinidad a la humanidad que el de la muerte a la vida.

El significado de la Encarnación se centra en el hecho “de que el Hijo de Dios haya asumido una naturaleza humana para llevar a cabo por ella nuestra salvación”, nos recuerda el Catecismo. La fe en la Encarnación es el signo distintivo de lo cristiano.

A la pregunta de por qué el Verbo, el Hijo de Dios, se hizo carne, la fe contesta que “por nosotros los hombres y por nuestra salvación”. Es decir, el Verbo se hizo carne para reconciliarnos con Dios, como propiciación por nuestros pecados (1 Jn 4,10). Para salvar al mundo (1 Jn 4,14). Para quitar los pecados (1 Jn 3,5).

Por la Encarnación, el Verbo nos salvó reconciliándonos con Dios. Por la Encarnación, el Verbo hizo posible que conociésemos el amor de Dios (1 Jn 4,9). Por la Encarnación, el Verbo se hizo nuestro modelo de santidad: “aprended de mí” (Mt 11,29). Por la Encarnación, el Verbo nos hace partícipes de la naturaleza divina (2 P 1,4).

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19.12.21

Lecturas. R. Strange, "Newman, El corazón de la santidad"

R. Strange, Newman. El corazón de la santidad, Desclée De Brouwer, Bilbao 2021, ISBN: 978-84-330-3161-7, 184 páginas.

 

Roderick Strange (1954) es un sacerdote inglés, ordenado en 1969, especialista en el pensamiento de Newman. Desde 2015, ocupa el cargo de profesor de Teología en la Universidad de Santa María, Twickenham, la única universidad confesional del área de Londres.

En el prólogo de este libro, se recoge una sentencia de Newman: “Como todo el mundo sabe, no tengo nada de santo”. Y añadía: “es una severa (y saludable) mortificación que piensen que uno está a punto de serlo” (p.21). Decía, el célebre cardenal inglés, que, en el cielo, se contentaría “con limpiarles los zapatos a los santos; a san Felipe [Neri], si usa betún”. La Iglesia no ha pensado, en este punto, lo mismo que Newman. La prueba es que fue beatificado por Benedicto XVI en Birmingham, el 19 de septiembre de 2010, y canonizado por Francisco en el Vaticano, el 13 de octubre de 2019.

R. Strange pretende en esta obra “desvelar las diferentes capas de su espiritualidad a fin de explorar de forma respetuosa el corazón de su santidad” (p.24). La palabra “corazón” es elegida a propósito. Newman aspiraba a tocar los corazones de los demás, porque, cuando hablaba, lo que decía provenía de la profundidad de su corazón; es decir, comunicaba lo que creía que era verdad. No es superfluo recordar su lema cardenalicio: “Cor ad cor Loquitur”, “el corazón habla al corazón”. Ya como anglicano, Newman estaba persuadido del vínculo que unía a lo visible con lo invisible, y de que ese vínculo se reveló de manera suprema en Jesús de Nazaret, la Palabra hecha carne (cf. p.27).

A lo largo de diez capítulos, el autor nos ayuda a adentrarnos en las capas de la espiritualidad newmaniana. En el capítulo 1, “El viaje de Newman”, traza una panorámica de su vida, señalando los grandes momentos que han marcado su itinerario interior: su participación en el Movimiento de Oxford, su recepción en la Iglesia católica, su ordenación como sacerdote católico y las muchas amarguras y controversias que siguieron a su conversión: “Desde que soy católico, me parece que, en lo personal, no he tenido más que fracasos” (p. 36). Muchos anglicanos dudaron de su integridad y muchos católicos desconfiaban de su catolicismo. Su creación como cardenal por León XIII en 1879 disipó los recelos de los católicos. En 1873 supo anticiparse, como en tantos otros temas, a lo que vendría más tarde: “El cristianismo no ha tenido todavía la experiencia de un mundo simplemente irreligioso”. Hablaba, en aquel entonces, de un futuro en el que la gente de Gran Bretaña ya no creería. Para nosotros, ese futuro es ya presente, no solo en Gran Bretaña, sino en casi todo el mundo. En medio de las disputas doctrinales, Newman trató de mantenerse en una “vía media”, moderada, defendiendo la integridad de la verdad católica, apartándose del error, pero evitando caer en los excesos. Sus grandes preocupaciones eran la revelación y la Iglesia; preocupaciones que serían fundamentales, como sabemos, en el concilio Vaticano II. El interés por ambas cuestiones se basaba en la profunda fe de Newman en Dios y en la motivación pastoral que animó toda su vida. Siempre se ocupaba de la gente. No tenía interés alguno en vencer los razonamientos de nadie “sin tocar sus corazones”.

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