InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Categoría: General

26.01.10

El segundo número de “Telmus”

“Telmus” es el título del Anuario del Instituto Teológico San José/Seminario Mayor San José, de Vigo (ISSN 1889-0237). Se trata de una publicación dedicada a los Estudios Eclesiásticos.

Acaba de salir el número 2 (II/2009), de 262 páginas. Su director es el Prof. Ángel Marzoa, Dr. en Derecho Canónico y en Derecho Civil, y, además de Director de Publicaciones, Rector del Seminario Mayor de Vigo.

La revista está dividida en tres secciones: Estudios, comentarios y recensiones y reseñas. En la sección de “Estudios”, se presentan nueve artículos, que paso a citar: “El Seminario Mayor de Vigo. 50 años de Historia”, a cargo de Mons. Antonio Hernández Matías; “Un Sínodo en la Iglesia. La Palabra Encarnada”, texto de Mons. Alfonso Carrasco Rouco, Obispo de Lugo; “Palabra de Cristo”, de Uxío Nerga Menduíña; “El Sínodo de los Obispos sobre la ‘Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia’", de Salvador Pié-Ninot; “’Un sabroso saber’. El conocimiento de Dios en Santo Tomás”, de Guillermo Juan Morado. Además de los estudios de Avelino Bouzón Gallego (“La ‘Passio’ de San Bartolomé. Estudio de transcripción y traducción”); de José Ramón Portela Alonso (“Estudio sobre la religiosidad de ‘El Quijote’ ”); de Jorge Miras Pouso (“Un apunte sobre el Derecho Administrativo canónico”) y de Félix María Arocena (“A propósito del ‘Ars Celebrandi’ ”).

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25.01.10

10 razones a favor de una parroquia virtual

Basándose en el Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, es muy fácil encontrar diez razones, como poco, para cuidar una “parroquia virtual”:

1.Porque el mundo digital ofrece a un sacerdote nuevas posibilidades de servir a la Palabra de Dios.

2.Porque, ante Internet, hay que decir, como San Pablo: “¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!”.

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23.01.10

Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él

Jesús se presenta en la sinagoga de Nazaret como el Evangelio de Dios: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír” (Lc 4,21); se cumple la profecía que anunciaba la llegada del Señor para librar al pueblo de sus aflicciones. Jesús es el Ungido por el Espíritu Santo para evangelizar a los pobres, para anunciar la redención, para devolver la vista, para liberar a los oprimidos.

La palabra “evangelio” la empleaban los emperadores romanos, que se consideraban salvadores del mundo. Las proclamas que procedían del emperador se llamaban “evangelios”, mensajes de salvación que transformaban el mundo hacia el bien. Con Jesús acontece realmente lo que los emperadores, en vano, pretendían. Con Él Dios – el Dios verdadero – se hace presente en el mundo para salvarlo y transformarlo: “No son los emperadores los que pueden salvar al mundo, sino Dios” (Benedicto XVI).

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22.01.10

Una mirada de ira

Lo hemos leído hace poco: “Echando en torno una mirada de ira y dolido de su obstinación…”, dice el evangelista San Marcos, refiriéndose a Jesús (Mc 3, 5). El Señor se entristece y se indigna por la actitud hipócrita de fariseos y herodianos. Porque ambas cosas, tristeza y enojo, causa esa pasión del alma que llamamos “ira”.

La ira de Jesús es expresión humana de la ira, o de la cólera, de Dios, ya que “todo en la humanidad de Jesucristo debe ser atribuido a su persona divina como a su propio sujeto (Catecismo 468). Que Jesús, perfecto hombre y hombre perfecto, es “apasionado” es indudable. La pasión más fundamental es el amor, que causa el deseo del bien y la esperanza de obtenerlo. En cambio, la aprehensión del mal causa la ira. Somos, todos, razón y pasión, voluntad y afectos, sensibilidad y espíritu.

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20.01.10

Nadie sabe su lengua

He estado, en ese rato de relativa intimidad que sucede al almuerzo, acompañado por el runrún lejano de la televisión - con sus noticias, sus tragedias, sus frivolidades - , repasando un manual de Homilética: Francisco Javier Calvo Guinda, “Homilética” (BAC Manuales 29), Madrid 2006.

Me he dirigido al capítulo IX de ese libro, que trata sobre el lenguaje. Y ahí, apenas empezar, el premio. Una cita de Sertillanges – un dominico ilustre - . Decía el sabio tomista: “El orador cristiano debe conocer su lengua en el grado en que es posible por ser una cosa que huye a medida que se coge y que, además, es variable. Hablando en términos generales, nadie sabe su lengua; pero se la puede ignorar más o menos, y un apóstol debe estar en esta materia a la altura de las gentes elevadas y distinguidas aun entre los oradores y los escritores. Sin esto, rebaja la palabra de Dios y, además, se priva de un elemento esencial de cultura general y, por consiguiente, de un medio de acción y de expresión”.

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