InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Archivos para: Abril 2018

30.04.18

El pequeño gladiador

Durante estas últimas semanas hemos estado pendientes del desenlace de un drama: la muerte, anunciada, de un niño pequeño, hijo de unos padres muy jóvenes que se han desvivido por cuidarlo y por defenderlo.

Cabe decir aquello que “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”. Pecado y gracia. Mal y misericordia. Ceguera y visión. La vida, y la muerte, es un poco todo eso. Pero yo estoy cada vez más convencido de que la misericordia pone un límite al mal. Lo cual es lógico, porque Dios es el Señor de todo. Y, por consiguiente, pone freno al mal. Puede parecer que el mal lo invade todo, pero nunca logra realmente invadirlo todo.

Ante la última batalla del “pequeño gladiador”, he de confesar que pocas veces recé tanto para que se produjese un milagro. Pero el milagro no se produjo, o sí, seguramente sí, pero no como yo lo deseaba en un primer momento. Yo deseaba que ese niño, ese gladiador, se curase del todo, para que públicamente se viese que no nos está reservada, a ninguno de nosotros, la última palabra sobre nada. Ni tampoco a los médicos ni a los jueces. Que ya dan miedo, médicos y jueces, cuando van muy sobrados en “ultimidades”.

Los médicos y los jueces dan miedo, mucho, pero una opinión pública que, con los votos, da el poder a los que legislan y juzgan, da casi más miedo. Porque esa opinión, traducida en votos – al final todo es cuestión de números – se convierte, antes o después en ley. Y la ley obliga. Y puede obligar a cometer, por acción u omisión, los peores excesos.

Y esos excesos dan miedo. Da miedo que triunfe una razón sin sentimientos, sin afectos, una razón de la pura – sola – funcionalidad. Da mucho miedo.

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1.04.18

¡Qué bonita es nuestra religión!

Esa exclamación: “¡Qué bonita es nuestra religión!” la decía a cada paso un compañero que vivía en el mismo pasillo del Colegio Mayor en el que yo también residía durante mis estudios en Roma.

Cada vez que le oía decir eso yo pensaba: “Esto es folclore”. Y lo pensaba con un cierto desdén. “Bonito” se puede decir de un coche, de unos zapatos, de una casa, que puede ser “bonita”, pero decir eso – que es “bonita” - de una religión, y no de una cualquiera, sino de la nuestra, me parecía, sencillamente, una frivolidad.

Lo “bonito” es lo lindo y agraciado. No es, simplemente, lo “bello”. Lo bello es más universal y, muchas veces, más abstracto. Lo bonito es menos pretencioso, pero más concreto, está más a nuestro alcance.

Ahora, que ya soy mucho más mayor de lo que era, lo empiezo a ver de otro modo. Para muchas personas lo “bonito” puede ser un primer escalón para descubrir lo “bello”. Y lo bello puede ser – esa potencialidad la tiene – un medio para llegar a lo bueno y a lo verdadero.

La Semana Santa en muchas de sus expresiones populares es bonita. Yo diría que es hasta bella. Pero, si se profundiza un poco más, se verá que la Semana Santa – incluso en sus exponentes más folclóricos – es más que folclore. Es un medio – muy vinculado a la sensibilidad – gracias al cual se sigue transmitiendo y anunciando la fe.

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