InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Archivos para: Febrero 2018

23.02.18

Miscelánea en honor de Mons. Julián Barrio Barrio

Instituto Teológico Compostelano, “Sembrar en surcos de esperanza”. Miscelánea en honor de Mons. Julián Barrio Barrio, Santiago de Compostela 2018, ISBN 978-84-944163-8-5, 555 páginas.

El Instituto Teológico Compostelano, que dirige D. Segundo Pérez López y que tiene, como Secretario del Centro, a D. Francisco Javier Buide del Real, se ha implicado a fondo en la celebración del vigésimo quinto aniversario de la ordenación episcopal de D. Julián Barrio Barrio, arzobispo de Santiago de Compostela.

D. Julián fue ordenado obispo el día 7 de febrero de 1993. En un primer momento, para ser obispo auxiliar del arzobispo Rouco Varela. Luego, en 1996, fue nombrado arzobispo de esa archidiócesis, tomando posesión de la misma el 25 de febrero.

D. Julián Barrio es nada menos que Arzobispo de Santiago de Compostela. Esa ciudad, Santiago de Compostela, está en el mapa del mundo y en el cómputo de la historia gracias a alguien tan significativo como un Apóstol, un compañero de Jesús, un testigo autorizado de su Resurrección.

Cuando hablamos de Santiago, y cuando hablamos de Jesús, no estamos elaborando un relato mítico, sin día ni hora, sin lugar ni espacio. Nos estamos refiriendo a alguien real, que padeció “bajo el poder de Poncio Pilato”. Nos estamos refiriendo a Jesús, y, de paso, a Santiago.

El Instituto Teológico Compostelano, en su “Collectanea Scientifica Compostellana” (40), ha querido titular la “Miscelánea en honor de Mons. Julián Barrio Barrio” del siguiente modo: “Sembrar en surcos de esperanza”.

Yo creo que eso es lo que ha hecho Mons. Barrio: Sembrar sin cansarse en los surcos del Camino de Santiago; en los surcos de su Archidiócesis; en los surcos de la Iglesia, en los surcos de Galicia y de la Iglesia universal. En los surcos de la fe y de la caridad, porque, esos, a fin de cuentas, son también los de la esperanza.

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15.02.18

En el contexto de la miseria moral: La blasfemia y la gentuza

En el mundo hay un tanto por ciento no pequeño de gentuza, de gente que tiene actitudes y comportamientos despreciables. Hay sujetos que, en su indigencia intelectual y moral, están dispuestos a justificar casi cualquier cosa. Les basta con apelar al “contexto subversivo”, cuando el único contexto en el que se mueven es el de la cobardía y el de la falta de respeto a los demás.

A justificar cualquier cosa, tampoco; deberíamos decir más bien que son propensos a justificar cualquier cosa que les salga gratis. Y es sabido que blasfemar contra lo más sagrado sale gratis. Al menos en el contexto cristiano. Que, en esto, la gentuza es selectiva y no arriesga nada, no vaya a ser que alguien – no cristiano – la ponga en su sitio.

Pretender que en el “contexto subversivo” del carnaval cabe insultar a la Virgen y hacer mofa, de un modo soez, de un apóstol es tan absurdo como justificar que, en el “contexto subversivo” que le parezca a cada cual, uno podría hacer lo que le viniese en gana, incluso agrediendo a los demás.

Si es el “contexto subversivo” de Halloween, se podría, pongamos por caso, desenterrar cadáveres en los cementerios. Si se tratase del “contexto subversivo” de los Sanfermines, tan dados a los excesos, se podría violar a quien se pusiese a tiro. Si, en cambio, el “contexto subversivo” fuese el del aniversario de la subida al poder de Adolfo Hitler sería legítimo quemar a los judíos en los hornos.

Puestos a imaginar “contextos subversivos”, ¿por qué limitarlos solo al carnaval? Indudablemente es absurdo sostener que un “contexto subversivo” lo legitima todo. No es así. Hay cosas, como profanar cadáveres, violar a las personas, o quemar a los judíos, que nunca, sea cual sea el contexto, se pueden hacer. Y quien las haga, sea cual sea el contexto, es, como mínimo, una mala persona y un impresentable.

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Un libro que hay que leer: R. Spaemann, “Meditaciones de un cristiano. Sobre los Salmos 1-51”, BAC, Madrid 2015, 412 páginas.

Recomendar la lectura de un libro de Robert Spaemann equivale a no arriesgar nada. Todo lo que dice este filósofo alemán es digno de ser tenido en cuenta. En su día, he comentado en este blog la impresión causada en mí por su autobiografía “Sobre Dios y el mundo” (2014).

Ahora me hago eco de un primer volumen – son dos – de sus “Meditaciones de un cristiano. Sobre los Salmos 1-51”. Es un ensayo más que notable. Y proporciona una perspectiva sobre los Salmos de un metafísico que no deja de serlo y que, quizá por eso mismo, es un creyente que se ha esforzado en pensar la fe.

Hace apenas dos días me comentaba un sacerdote sobre otro que, en su momento, dirigió una revista teológica. Sostenía, este primer sacerdote, que, a la hora de elegir los textos a publicar en la revista, el segundo daba prioridad a los que planteaban un fondo de teología natural, de fundamentación racional de la fe.

Me parece que es un criterio muy acertado. La razón y la fe no pueden ir por separado. Han de converger. Pero, para hacerlo, han de coincidir en un mismo sujeto. El diálogo fe y razón solo se solventa en un mismo sujeto: Newman, Ratzinger, Spaemann. Son sujetos extraordinarios, pero, para que no olvidemos la vigencia de la humildad, Dios pone en nuestro camino a sacerdotes, o a autores, menos famosos, pero no menos formados.

Yo le hablaba a mi paciente interlocutor – él, también cura – de mi convencimiento de la sabiduría acumulada en los “Salmos”; de lo difícil que es progresar en su conocimiento. Y él, sin ningún alarde, me dijo: “Los he traducido todos del hebreo, para comprender qué decían”.

No puedo traducir del hebreo ni un solo Salmo. Yo no sé hebreo. Pero los Salmos no están escritos solo para los hebreos. Los Salmos hablan al corazón y ayudan a descifrar las estructuras más básicas de lo humano.

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13.02.18

Miércoles de Ceniza: "Ahora, convertíos a mí de todo corazón"

El adverbio “ahora” modifica, en el sentido de hacerla más urgente, la llamada a la conversión: “Ahora – oráculo del Señor - , convertíos a mí de todo corazón” (cf Jl 2,12-18), “ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación” (cf 2 Cor 5,20-6,2). El cambio profundo de la vida, tan hondo que atañe al corazón, no es un programa que se pueda posponer de modo indefinido, sino que ha de emprenderse en el momento actual, “ahora”.

El teólogo Romano Guardini definió la adoración – el reconocimiento de la soberanía de Dios, de su grandeza, de su gloria – como “la obediencia del ser”. En el hombre, esta obediencia de lo creado puede convertirse en un auténtico cumplimiento de la voluntad divina, siguiendo el modelo de Jesús, “hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz” (Flp 2,8). La adoración es obediencia y la obediencia no se detiene ante la muerte. La obediencia tiene la forma de Cristo, la forma de la cruz.

La Cuaresma nos exhorta a vivir el ahora. Nos impulsa a no buscar excusas que eviten reconocer a Dios como Señor. Nos empuja, suavemente, a morir para poder vivir de verdad. Nos invita, en suma, a adecuarnos a lo que Dios, desde el principio, ha querido que fuésemos: imagen y semejanza suya.

En cierto modo, la Cuaresma es, como la obediencia, un camino, un itinerario, que conduce a la realidad de nosotros mismos. Y esta efectividad se encuentra no en los mundos de la fantasía, sino en la concreta existencia de Jesús, el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre, el Hijo de Dios hecho hombre. La peregrinación hacia Dios, el sendero que conduce a Él - la fuente de la misericordia - , es una tierra conocida. Recorrer esa vía es seguir a Jesucristo. Caminar con Él y ser sostenidos por Él en el camino, en el Via Crucis.

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10.02.18

Monseñor Alberto Cuevas, sacerdote y periodista

Entre los muchos dones que he recibido de Dios me gustaría destacar la ayuda y el ejemplo – también la amistad – que me han brindado otros sacerdotes. A estas alturas de mi vida veo claramente que han sido muchísimos. Y con ellos, como con quienes en el fondo me han querido y ayudado, soy y seré siempre un desagradecido. No porque no valore esa amistad, sino porque uno se queda corto a la hora de corresponder a la misma.

Podría citar nombres y nombres: D. Vicente, D. Benito, D. Bienvenido… Y tantos otros, compañeros de camino y de etapa de viaje, tantas veces acabada porque tocaba, quizá, bajarse del autobús. No por no durar toda la vida las amistades dejan de ser lo que fueron. En lo que me compete a mí, si he sido amigo de alguien, lo he sido sin reservas, a pesar de mis límites y defectos.

Pero toca hablar de D. Alberto Cuevas, “sacerdote y periodista”. Y no hay en él, y no lo hay en absoluto, contradicción entre un título y otro. “Sacerdote” es equivalente a “mediador” y “periodista”, en cierto modo, también. Un periodista establece una mediación entre la realidad – lo que acontece – y nuestra toma de conciencia de eso que sucede – la noticia - . D. Alberto ejerce esa mediación con una enorme habilidad y con una enorme finura. Él es así. No finge, sino que le sale de dentro.

D. Alberto, que – dicho sea de paso – ha tenido la gentileza de prologar uno de mis libros: “La obediencia del ser. Reflexiones sobre la vida cristiana”, Barcelona 2015, es una persona a la que siempre he admirado.

Él quizá no lo recuerde, pero yo sí, perfectamente, cuando escribió, el 29 de junio de 1991, el día de mi ordenación presbiteral, un artículo en “Faro de Vigo” titulado “Cuatro sacerdotes al Ángelus”. Un título que respondía – ahí está la buena mediación – a la realidad: Sobre las 12.00 horas de ese día, mis compañeros y yo, éramos ordenados sacerdotes por Monseñor Cerviño en la Concatedral de Vigo.

Y D. Alberto ha estado siempre, para mí y para todos, cuando le pedíamos que una noticia de nuestra parroquia fuese “noticia” para muchos más. Y él estaba – y está – para hacer este milagro posible.

A mí me ha servido de puente entre mis artículos y los medios de comunicación. Yo estoy enormemente agradecido a los periódicos de mi ciudad – a “Faro de Vigo” y a “Atlántico Diario” – y a los demás medios. Pero si me han ayudado tanto, si me han dejado asomarme a sus páginas, ha sido, en buena parte, gracias a D. Alberto.

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