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23.04.16

Ya cerca de los 25 años de sacerdocio

La vida pasa. Y los años de sacerdocio, también. Casi sin darme cuenta son ya, o van camino de serlo, 25.

En mi etapa de seminarista, cuando pensaba y deliberaba sobre cuál sería mi futuro – yo, casi por instinto, deseaba ser, entonces, profesor de Lengua y Literatura, o, en su defecto, de Historia del Arte – , tuvo una gran influencia el magisterio y el ejemplo de San Juan Pablo II.

El Papa, en esa época, dejó un mensaje escrito en Valencia dirigido a los seminaristas. Nos decía: “Me limitaré a recordar que os preparáis para ser “ministros de Cristo y administradores de los misterios de Dios” (1 Cor. 4-1). Y es bien sabido que, en los administradores, lo primero que “se busca es que sean fieles” (Ibid. 4, 2). ¡Sedlo vosotros, de veras y con todo el corazón!”. E insistía en una triple fidelidad: a Cristo, a la Iglesia y a la propia vocación y misión. No podría exagerar la importancia que la palabra y el ejemplo del Papa tuvo en mi propia trayectoria vocacional.

Por mi gusto hubiera optado por estudiar lo mencionado: o Lengua y Literatura o, subsidiariamente, Historia del Arte. Al acabar COU, inicié mis Estudios Eclesiásticos, aunque haciéndolos compatibles, en lo que podía, con la carrera civil de Filosofía – no era la que más me gustaba, pero era, dadas las circunstancias, la más afín -. Yo siempre he creído que, como sacerdote, debía tener una carrera civil. No digo que todos tengan que hacerla. Hablo por mí.

Mi ordenación tuvo lugar en la solemnidad de San Pedro y San Pablo, el 29 de junio de 1991, en la Concatedral de Vigo. El Obispo que nos ordenó fue Mons. José Cerviño Cerviño, ya fallecido.

Tras la Ordenación, una etapa en parroquias rurales y luego la posibilidad de ampliar estudios en Roma. No era lo que yo había pensado: yo esperaba poder acabar Filosofía y doctorarme en una Universidad de prestigio. Me enviaron a Roma: a una Universidad de prestigio, pero en Teología, con la especialidad de Teología Fundamental. Así lo hice y, siguiendo ese campo de estudio, me doctoré en la Gregoriana.

Incluso tuve la oportunidad, ya siendo licenciado (civil) en Filosofía, de obtener la licenciatura eclesiástica, también en la Gregoriana. Mis años de estudios han sido muchos. Y doy gracias a Dios, y a la Iglesia, por ellos.

Ya cuando me aproximo a los 25 años de sacerdocio y a los 50 de vida – media vida, y un poco más, siendo sacerdote – tengo una sensación extraña: Me parece que no es posible; pero es obvio que, si es real, es posible.

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