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31.12.15

Un prólogo amable, de Mons. Alberto Cuevas

En la visita que hizo a san Felipe Neri un ministro del gobierno italiano de la época, le impresionó ver con qué alegría y eficacia obedecían al santo sus frailes. Bastaba un gesto, una mirada, una insinuación o sugerencia, para que inmediatamente ejecutasen lo que se les había indicado. Intrigado y admirado preguntó a san Felipe cómo se las arreglaba para que sus frailes le obedeciesen así. Y el santo contestó: “Mandando muy poco”. Cuando alguien ha tomado voluntariamente decisiones firmes, por motivos fundados y con ánimo decidido, no hace falta exigir, amenazar o forzarle a que actué de manera coherente; hará lo que tenga que hacer, saliéndole del alma. Y esa actitud rezumará espontáneamente al exterior.

Varias veces a lo largo de la lectura del libro que tienes en tus manos me vino a la memoria tan sencilla como ilustrativa  anécdota. Porque descubre que la confianza, la fe, la obediencia en definitiva   –hacer lo que hay que hacer, llevar a cabo la misión propia, cumplir los deberes- , es una  preciosa virtud de extraordinarias consecuencias en la vida personal y en la convivencia social, que nos hace vivir felices – como los frailes envidiados por el ministro-,  o en perpetuo amargor, si es que no se captó el meollo del “y por qué tengo que hacer eso”… La ignorancia o el desconocimiento voluntario de las razones y porqués, condenan a muchas personas a una rebelde e inmadura adolescencia a perpetuidad. De ahí que sea tan gratificante querer saber, para poder entender y amar; o al menos  para no dejarse engatusar con bisuterías…  La clave en la vida está, por tanto,  en saber por qué entregamos nuestra voluntad al amado o a lo que aspiramos, pues solo entonces la libertad se hará entrega confiada…  Dicho de otro modo, llena de gozo y satisfacción, y rebaja los resquemores, cumplir el deber, conociendo el sentido  y el valor de la aportación personal al objetivo pretendido o al ideal programado. De hecho en los trabajos mecanizados y  “alienantes”, se recomienda, casi como medicina,  “hacer ver  al operario qué lugar ocupa y qué aporta su trabajo personal al conjunto general”.  Dicen los psicólogos que solo así se liberan depresiones, malhumores,  y aparece el optimismo de quien descubrió  por fin que no es un tornillo suelto, alocado y  neutro en un hasta entonces  delirante universo inexplicable…

La obediencia del ser.Reflexiones sobre la vida cristiana es una escalinata suave y entretenida por la que se asciende y accede a montones de respuestas a fundamentales porqués de  la vida cristiana: ¿qué creemos y su sentido, es razonable o más bien cursi e infantiloide creer, es científico…?. ¿Hay  argumentario,  como se dice ahora, para cimentar y explicar la adhesión a la Iglesia y cómo debe ser el compromiso con ella? Y otra que  pudiera ser: eso de creer ¿sirve para algo? o ¿para cambiar el mundo tengo que cambiar también yo…?

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