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15.12.14

El aborto no tiene lógica, ¿o sí?

Abortar es interrumpir, de forma natural o provocada, el desarrollo del feto durante el embarazo. Si se trata de un feto humano nos encontramos, nos guste o no, con un ser humano en proceso de gestación. Porque no se puede ser cuasi-humano o medio humano; o se es humano o no se es.

 

Pero no es suficiente con eso. Humanos pueden ser el sudor, la sangre o las heces. Pero nadie dirá que el sudor, la sangre o las heces - o que un cabello o una uña - , son “un ser humano”. Un ser humano no es un “algo”, sino “alguien”, distinto y diferente de otros. En suma, una persona humana, otra persona humana. Humanidad y alteridad nos salen al paso. A un feto humano solo le falta - para ser, clara y visiblemente otro, para ser similar a nosotros -  llegar al final de su desarrollo y poder preguntarnos, él: ¿Tú, quién eres?

 

Un aborto natural es un accidente. Un aborto provocado es una acción. No es lo mismo caerse involuntariamente por las escaleras, con resultado de muerte, que descuartizar a una persona porque nos la hemos encontrado en las escaleras, en un momento en el que no nos resulta particularmente propicio habernos encontrado con esa persona.

 

Defender el derecho al aborto, el derecho a eliminar - por las razones que sean-  a un ser humano, a una persona humana en proceso de gestación, es, a mi modo de ver, defender cualquier cosa; cualquier atropello; cualquier abuso. Es consagrar el principio de que “solo sobreviven los más fuertes”.

 

El aborto provocado es un acto de violencia; de una violencia, a veces, respaldada por las leyes y hasta por la ayuda de determinados médicos. Algo similar sucede, en ocasiones, con la tortura, en la que colaboran legisladores – o ejecutores del poder – y supuestos expertos en medicina, o, más bien, expertos en los límites de resistencia de la naturaleza humana.

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