InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Archivos para: Mayo 2014

31.05.14

La Ascensión del Señor

Homilía para la solemnidad de la Ascensión del Señor (Ciclo A)

Cuarenta días después de la Resurrección, durante los cuales “come y bebe familiarmente con sus discípulos y les instruye sobre el Reino” (Catecismo 659), el Señor entra de modo irreversible con su humanidad en la gloria de Dios. El acontecimiento histórico y trascendente de la Ascensión supone la exaltación de Cristo a la derecha del Padre, obteniendo el señorío sobre todas las fuerzas creadas: “Y todo lo puso bajo sus pies”, escribe San Pablo (Ef 1,22).

La Ascensión del Señor no equivale a su ausencia, sino a un modo nuevo de presencia. Él, que tiene “pleno poder en el cielo y en la tierra”, les dice a los discípulos: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (cf Mt 28,16-20). Jesús, que por su Encarnación se hizo el “Emmanuel”, sigue siendo el “Dios con nosotros”. Su presencia es, a la vez, un consuelo – ya que nunca estaremos solos – y un desafío, que nos tiene que mover a descubrirlo continuamente en los hambrientos, en los pequeños y en los marginados (cf Mt 25, 31-46).

La presencia de Jesús es incondicional: “Yo estoy con vosotros”. Nada ni nadie puede destruir esta presencia, ni siquiera la muerte o nuestra imperfección. Él siempre está y, por consiguiente, siempre podemos estar con Él o retornar a Él si nos hemos alejado del Señor por nuestro pecado. Igualmente, a pesar de las crisis que le toque padecer a la Iglesia en su caminar por la historia, tenemos la certeza de que el Señor sigue estando en ella y con ella.

San Mateo, en el final de su Evangelio, recoge esta promesa de Jesús; una promesa que va acompañada de un encargo: “Id y haced discípulos de todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado” (Mt 28,19-20). A unos discípulos que no son perfectos - al menos, no todos, ya que, aunque “se postraron” reconociendo a Cristo, “algunos vacilaban” – el Señor les confía la misión de hacer nuevos discípulos.

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30.05.14

Cristología: núcleos y perspectivas. XXVIII Conversaciones de Salamanca

Acabo de regresar de Salamanca, tras haber participado en las “XXVIII Conversaciones de Salamanca”, organizadas por la Facultad de Teología de la UPSA los días 29 y 30 de mayo de 2014. Hemos estado presentes, además de algunos profesores de la Facultad, los directores de los Centros asociados y afiliados, así como numerosos profesores de Cristología de estas instituciones académicas.

Con el apoyo del Decano, el Dr. Jacinto Núñez Regodón, el coordinador de estas sesiones ha sido el Prof. Dr. D. Francisco García Martínez. El título de las “Conversaciones” es suficientemente indicativo: “Cristología: núcleos y perspectivas”.

¿Qué núcleos y qué perspectivas? Yo creo que cada “núcleo” se corresponde con cada una de las ponencias centrales. Han sido tres, sobre tres elementos fundamentales: la historia, el dogma, el contexto.

No se puede pensar la Cristología sin atender a los estudios históricos sobre Jesús. Se trata, ni más ni menos, de la compleja temática del “Jesús histórico”, que no es el “Jesús real”, sino solamente – ni menos ni más – lo que sobre Jesús podemos saber, en cada época, basándonos en los “métodos”, permítaseme el plural, “histórico-críticos”. Sobre este tema ha disertado el Dr. Luis Manuel Romero Sánchez, de Mérida-Badajoz. Como nos ha dicho: “Los resultados de la investigación histórica sobre Jesús no son norma de fe ni el criterio exclusivo que marca el modo de hacer Cristología”.

El segundo núcleo: el dogma. La necesidad del dogma, su aportación y los límites del estudio dogmático sobre Jesucristo. El “dogma” supone una decisión de tipo doctrinal, la fijación de un mapa conceptual y de una norma del lenguaje. Esta ponencia no ha estado a cargo de un profesor, sin más, sino de un maestro, D. Olegario González de Cardedal. Ha considerado algunas cuestiones previas: la relación entre historia y dogma, la posmodernidad como nuestro actual punto de partida y la relación entre dogmática y metafísica. En un segundo momento ha reflexionado sobre el dogma y su lugar en teología, sobre sus criterios de recepción, así como sobre la actualidad y esencia del cristianismo en su luz. Y una constatación, o una sospecha, ha sido planteada: Parece, casi, que nos quedamos sin asideros antropológicos para presentar la verdad sobre Jesucristo. Algo así como la situación de Pablo en Corinto, un ejemplo del contraste entre la sabiduría de este mundo y la sabiduría (“locura”) de la cruz.

El tercer núcleo: el contexto en la configuración de la Cristología. Una ponencia del Prof. Dr. D. Francisco García Martínez. Toda reflexión sobre Cristo tiene, y debe tener, un contexto. Y esta constatación no carece de consecuencias metodológicas para la enseñanza de la Cristología. Lo importante, en cualquier caso, es la voluntad de ser cristiano en un lugar y en un tiempo concretos.

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24.05.14

El que ama tiene ya al Espíritu Santo

Homilía para el Domingo sexto de Pascua (Ciclo A)

La fe es la adhesión personal de cada uno de nosotros a Jesucristo, el Señor. Creer supone conocer y amar, sin que podamos establecer una separación tajante entre ambas dimensiones. En la medida en que amemos más a Jesucristo, mejor lo conoceremos y, a su vez, cuanto más lo conozcamos más lo amaremos.

En este proceso de identificación con el Señor se hace concreta la vocación fundamental de todo hombre, que no es otra que participar en la plenitud de la vida divina: “Dios, infinitamente Perfecto y Bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para que tenga parte en su vida bienaventurada” (Catecismo 1).

La adhesión a Jesucristo comporta querer lo que Él quiere y hacer lo que Él hace. Como ha explicado Benedicto XVI: “Idem velle, idem nolle, querer lo mismo y rechazar lo mismo, es lo que los antiguos han reconocido como el auténtico contenido del amor: hacerse uno semejante al otro, que lleva a un pensar y desear común”(Deus caritas est 17). Este pensar y desear común se expresa, para el seguidor de Cristo, en el cumplimiento de los mandamientos: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos”, dice el Señor (Jn 14,15).

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21.05.14

Solo la fe permanece

El beato Newman escribió: “Las opiniones cambian, las conclusiones se debilitan, las investigaciones se agotan, la razón se detiene: solo la fe llega hasta el final, solo la fe permanece” (J.H. Newman, “Discursos sobre la fe”, Madrid 1981, 197).

La fe se asocia a la estabilidad, a la permanencia. Jesús no enseñaba algo distinto: “permaneced en mí y yo en vosotros” (cf Jn 15,1-8). Permanecer es mantenerse en el mismo lugar, en el mismo estado.

Necesitamos, como el agua, la permanencia. Necesitamos, como el agua, que nuestros padres permanezcan en el amor hacia nosotros. Difícilmente un niño podrá madurar sometido a una duda continua: ¿Mis padres me quieren o no?, ¿me siguen queriendo o ya no?, ¿mañana me querrán o no?

La instalación en la perplejidad, en la confusión, en la falta de confianza, goza de alta cotización en la actual bolsa de los valores. ¿Por qué seguimos hablando tanto de “valores” y menos de “bienes”?. Si nos quejamos de los altibajos de la bolsa, de los sustos que nos proporciona la economía – cada vez más financiera, más de diseño y menos real, menos apegada a la tierra - , ¿por qué anhelamos en el ámbito de la vida el mismo nivel de riesgo?

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19.05.14

Sobre Dios y el mundo. Una autobiografía dialogada

R. SPAEMANN, Sobre Dios y el mundo. Una autobiografía dialogada, Biblioteca Palabra 47, Ed. Palabra, Madrid 2014, ISBN 978-849061-034-3, 396 p., 13 euros.

1. Robert Spaemann (1927) es un filósofo alemán, catedrático emérito de Filosofía. Como se lee en la contraportada de la obra que recensionamos: Sus padres –ella bailarina, él historiador del arte – “eran ateos y vivían en el Berlín bohemio pero se convirtieron y le bautizaron a los 3 años de edad. En 1944 desertó y se escondió en una granja; si le hubieran descubierto habría sido fusilado inmediatamente. Posteriormente inició su carrera académica con su doctorado en filosofía en 1952 en Münster. De 1962 a 1992 ejerció como Profesor de Filosofía en Stuttgart y en las Universidades de Heidelberg y München compaginando la dedicación al estudio con su compromiso docente, particularmente en los turbulentos años 60. En München fue nombrado Profesor Emérito en 1992. Ha obtenido varios doctorados honoris causa y sus obras han sido traducidas a catorce lenguas. En una larga conversación con Stephan Sattler narra su vida y expone sus principales ideas desde la altura de décadas de reflexión y compromiso, ofreciéndonos un apasionante relato intelectual del siglo XX”.

2. Creo que este resumen de la contraportada ofrece una adecuada introducción a la vida de Spaemann y al libro del que se trata. El subtítulo del mimo dice que es “una autobiografía dialogada”. Stephan Sattler recoge en diez capítulos las conversaciones mantenidas con R. Spaemann, en las que el filósofo “narra su trayectoria vital a la par que expone las líneas principales de su pensamiento” (p. 5). Como añade Sattler, “a Robert Spaemann le encajan las palabras de Goethe: ‘Quien filosofa no está de acuerdo con las ideas de su tiempo’” (p. 7). Y este desacuerdo con las ideologías imperantes se manifiesta, sobre todo, en su ética y en su filosofía de la naturaleza. Su pensamiento gira sobre una cuestión fundamental: “Los dos intereses de la razón”; una cosa es “dominar” la naturaleza y otra “habitar” en ella.

El libro está articulado en diez capítulos: I. Juventud en el Tercer Reich. II. Estudio en el tiempo de posguerra. III. En torno al año 1950. IV. Regreso a la Universidad de Münster. V. Cátedras en Stuttgart y Heidelberg. VI. Llegada a München. VII. Captar la conciencia de la época. VIII. Sobre felicidad y benevolencia. IX. Después de ser nombrado emérito. X. Los dos intereses de la razón.

3. Creo que el recopilador – e interlocutor - de las conversaciones, S. Sattler, acierta cuando dice que este libro es “la mejor introducción a la filosofía de Robert Spaemann” (p. 10). Una filosofía extraordinariamente abierta al diálogo: con la tradición filosófica, con el pensamiento contemporáneo, con la ciencia y también con la fe y la teología.

No teme, ciertamente, Spaemann cuestionar la opinión dominante, desde una búsqueda de la “intentio recta”, de ocuparse de las cosas mismas (cf p. 63). Jean Paul se preguntaba si debería educarse a los niños para su época o más bien contra ella. Y Spaemann contesta: “Siempre hay que prepararles frente a su tiempo, pues el tiempo es tan poderoso que él mismo ya se cuida de que todos vayan en su dirección” (p.244).

O, más específicamente, añade: “El espíritu de la época – todo espíritu epocal- consiste en una colección de prejuicios para los que se reclama una especie de autoevidencia. La tarea de la Filosofía consiste en reflexionar sobre esas evidencias” (p. 310).

La ética, la filosofía práctica, reivindica la importancia de la conciencia, que no es “un molesto aguafiestas” (cf p. 281). En este sentido, ocupa un relevante papel el reconocimiento del “estatus de persona para todos los hombres”, sin negársela a los no nacidos, a los embriones, a los dementes y a los dementes seniles (cf p. 320).

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