Jansenismo y progresismo en la conciencia cristiana actual (1-2)


Hace un tiempo publicábamos aquí y aquí un texto acerca de la moral conyugal que desató cierta polémica (el texto completo puede descargarse aquí).

La inmensa mayoría de los lectores, tanto en los comentarios como en mensajes privados se mostraron agradecidos de que hubiésemos tocado un tema tan delicado, aunque otros se vieron molestos e “invadidos".

Como complemento presentamos aquí dos artículos publicados por el psicólogo católico argentino, Don Abelardo Pithod donde analiza la estrechísima relación que hay entre el progresismo y el rigorismo jansenista de corte tradicional.

A quien le quepa el sayo, que se lo ponga.

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

 



JANSENISMO Y PROGRESISMO EN LA CONCIENCIA CRISTIANA ACTUAL

Abelardo Pithod

Mendoza : Universidad Católica Argentina, 1967

“… el moralismo tampoco ha perdonado al mundo católico.

Apenas se termina en nuestros días la liquidación del jansenismo”.

Gustave Thibon

Hay una pasión del miedo como hay una pasión del odio, de los celos, una pasión sensual. Solo que el miedo puede ser tan salvaje como el odio, violento como la carne, más enloquecedor que los celos.

El miedo anida en lo profundo del alma humana como un fantasma ancestral, siempre pronto a convertir nuestra vida en pesadilla. Belloc, al hablar de la religión terrorífica de Calvino, dice que “existe un oscuro instinto de horror”, “agazapado o patente”, fuerza cavernaria que se presenta como “una exigencia de víctimas y un anhelo de postración ante un poder terrible” (1) 

La actitud religiosa, la virtud de religión, por su índole misma corre constantemente el peligro de ser arrastrada, sofocada por la vorágine del miedo. Es que una de las raíces psicológicas de la “religación” religiosa es, sin duda, el temor. Claro que, así como hay un temor sano y necesario, está el miedo, enfermizo, disolvente, que puede alcanzar el terror.

Es esta realidad fundamental la que psicológicamente explica y condiciona tantas desviaciones religiosas, tantas deformaciones de la conciencia, en particular de la conciencia moral. Hemos conocido los estragos de esa pasión en el alma de personas cuya psicología tal vez las predisponía a ello, pero que fueron empujadas al miedo por una mala formación. Eran las infiltraciones de una herejía que subrepticiamente ha contaminado nuestra conciencia cristiana; es el moralismo del que nos habla Thibon, de raíz jansenista y protestante y, más allá, seudo agustiniana. En última instancia maniquea.

La raíz de toda relación auténtica con Dios, que eso es religión, no puede inherir, alimentarse y crecer sino, primero, en el “timor Domini” y en la “veneración respetuosa”; luego, sobre todo en la perspectiva de la revelación evangélica, en el Amor. Reemplazados éstos o sofocados por el miedo, toda religión va camino de la desvirtuación y la muerte. Por enajenación o por reacción.

 

Una historia sin final feliz

Para aquellos que, habiendo sido formados en el ámbito católico,  cuentan hoy más de sesenta o setenta años, la primera parte del presente trabajo servirá simplemente de recordatorio de algo que, de seguro, conocen bien y tal vez por propia experiencia. Para los jóvenes lo más probable es que sea un mundo del que no pueden haber tenido ni tener experiencia directa, porque hace tiempo que parece estar muerto y enterrado.

Intentaremos rememorarlo comenzado por lo que tenemos al mismo tiempo más en claro y relativamente más cerca, que es el pasado mediato. Este resulta más nítido que el presente, en el que estamos inmersos y por ello un poco confundidos, y es lo más próximo de todo lo que, por pasado, podemos ya mirar en perspectiva.

 

Cómo sucedió aquella historia

            Después del gnosticismo maniqueo de los primeros tiempos, la cristiandad vuelve a conocer un impresionante rebrote de estas tendencias con el movimiento albigense. Fue, dice Belloc, “una perversión particularmente vil, maniquea (o, como decimos hoy, puritana)…”(2). En las postrimerías de la Edad Media, inmediatamente antes de la Reforma, se repite el fenómeno. Es curioso que la misma expresión de Belloc, “religión del terror” sea usada por un teólogo protestante de comienzos del siglo XX, el Rev. T. M. Lindsay, para aludir al clima religiosa en que se crió Lutero (3). Lindsay cree ver una de las raíces de la rebeldía del Reformador en su reacción contra tal clima. De todos modos esta reacción resultaría estéril y hasta contraproducente, conforme lo demuestra la ola de puritanismo que poco después la Reforma desencadena, tras los primeros momentos de aparente “liberación”. El protestantismo, particularmente calvinista, influirá sobre el mundo católico a través del jansenismo. Jansenio, sus seguidores o simplemente los influidos por él, reaccionan contra los excesos molinistas de cierta teología jesuita, en la moral, y, quizá, del materialismo neopagano que se infiltró en Europa con el Humanismo y Renacimiento.

            El actual modernismo o progresismo dentro de la Iglesia es una suerte de reacción contra el rigorismo jansenista, aunque no sólo eso, por supuesto. Pero una reacción desafortunada, pues se constituye en una suerte de rechazo a la llamada Contra Reforma católica que se inicia a partir del Concilio de Trento. 

 Pero detengámonos todavía un momento en lo que podríamos llamar la fenomenología del jansenismo. Jean de la Varende en su novela “El centauro de Dios“(4) ha mostrado su fuerza rediviva en la Francia de la segunda mitad del siglo XIX y, creemos, de la primera mitad del XX.  En una descripción que nos servirá para adentrarnos en la atmósfera psicológica que rastreamos, hace así el retrato de un personaje típico de aquel medio religioso, un cura rural:

 

“…su debilidad se revela por una boca incierta, que tartamudea tanto en la emoción como en la cólera. Cuando llegue a viejo morirá de escrúpulos; la idea de que una partícula de la hostia quede olvidada durante la misa, le pondrá en la imposibilidad de celebrar, le conducirá a una especie de demencia”. “El abate abandona pronto el amor donde su alma no encuentra apoyo bastante firme, y se lanza a los castigos amenazando a las generaciones hasta la séptima”.

“La religión en Normandía -prosigue de la Varende- en esa época, no se explicaba sino por una supervivencia del jansenismo y uno de sus últimos sobresaltos”. “La secta austera de Jansenio presentaba al espíritu no sé qué idealismo de hierro que extasiaba a las almas endurecidas; el alejamiento de toda facilidad, y, a fuerza de vivir en lo absoluto, el desdén de la  práctica, el gusto por las soluciones fuertes, las condenaciones, atracción por lo excepcional y la fatalidad melancólica de la gracia. Ese renuevo de jansenimo fue el retardado romanticismo de la Iglesia”. Nosotros, cuando niños, muchas veces oímos decir a nuestros religiosos educadores aquella tremenda sentencia “Cristo pasa y no vuelve”.

 

Estamos frente al tipo religioso y al clima espiritual que buscábamos. Nosotros también los conocimos: rigurosos, formalistas, descarnados –hubiéramos escrito desencarnados-, pero, también, sinceros y rectos como verdaderos ministros del “más allá”. En el modo de decir de la Varende, tras sí iban dejando a los que desesperaban de tanto rigor:

 

“No obraron como prosaicos, sino como poetas de lo sobrehumano; sus enseñanzas alcanzaban alturas donde los mejor dispuestos confesaban: “es imposible llegar”. “Más vale no ir a escucharles”. “He aquí las reacciones de las buenas gentes que nos rodeaban. Sus pastores las descorazonaban. ¿La prueba? El vacío de los actuales templos (segunda mitad del siglo XIX), que no son sino una tercera parte de las Iglesias que existían en 1830. Prefirieron no reflexionar, ni aun en esa dispersión que es la plegaria, pues la condenación los esperaba a cada vuelta del pensamiento; y sin la oración, la fe se escapa lentamente del ser, la fe no se retiene sino con las manos juntas”.

 

Pareciera que en un similar clima espiritual se formó Lutero. Los tormentos de esos años le durarán siempre, incluso después de la “liberación”, dice un autor protestante, Lindsay, ya citado. El pequeño Martín temblaba al entrar en la Iglesia parroquial y enfrentarse con la imagen de Cristo Juez. “La religión del terror se había apoderado por completo de su imaginación”, afirma Lindsay. Cuenta la impresión que le causó, adolescente, un cuadro expuesto en Magdeburgo que “fue su pesadilla durante muchos años” (5). Se trataba de un retablo que representaba así el negocio de la salvación humana: un mar proceloso, agitado por la tempestad; lo navega una barca y a bordo el Papa, los obispos, sacerdotes y religiosos. Alrededor de la embarcación ahogándose unos y debatiéndose el resto, se hallan los simples laicos, a quienes los eclesiásticos que acaparan la nave arrojan cabos para rescatarlos del seguro hundimiento. Ni un solo eclesiástico se veía en el agua, se apresura a decir Lindsay, ni un solo hábito clerical. Viceversa, ningún seglar hallábase a seguro.

No pudimos dejar de sonreírnos con la anécdota y ante la indignación del biógrafo… sobre todo que nosotros habíamos oído, sino visto, la misma imagen, utilizada por alguno de nuestros maestros religiosos cuando nos hablaban del mundo y sus peligros o de las ventajas del estado clerical. No necesitábamos remontarnos, pues, a aquel turbulento siglo XV. Pero Lindsay, protestante al fin, interpreta la anécdota haciendo hincapié en lo que puede mostrar de “clericalismo”. Seguramente es una forma velada de clericalismo. Pero hay algo más hondo y más sutil. En ambas situaciones, la de nuestro recuerdo y la de Lutero, se trata de una de las típicas actitudes puritanas, de evidente raigambre maniquea: la subrepticia identificación de lo profano, de lo laico, con el “mundo” como enemigo del alma; de lo natural con lo enemigo de lo sobrenatural. No eran pocos, me parece, los religiosos que tenían una duda práctica respecto de las posibilidades de salvación de aquellos que “se quedan en el mundo”. No es que creyeran que seguramente se condenarían, sino que les iba a resultar bastante difícil. Según el autor que venimos citando Lutero, víctima de aquella imagen representada en el retablo de Magdeburgo, parece haber entrado en la vida religiosa menos atraído vocacionalmente que arrastrado por su temor a la condenación.

Retornemos a nuestra experiencia personal, que fue la de muchos cristianos. Recordemos los internados religiosos. Oigamos la queja de una    sus víctimas.

“¡Aquella tristeza de la vida de piedad! Postrimerías y novísimos, exámenes de conciencia y confesiones y nuevos exámenes, rondados siempre por la predestinación y el temor a la infidelidad frente a una gracia despiadada y sin retornos. ¡Aquella tristeza de los días de retiro! ¿Cómo escapar al Dios celoso? Y en lo cotidiano, el puritanismo. De la gota de agua que podía romper el ayuno eucarístico a los pantalones de trapo negro con que había que tomar la ducha”. 

Las niñas de los colegios de monjas debían ducharse con camisón. En un colegio de nuestra Mendoza las hermanas no permitían visitas de las exalumnas embarazadas para “evitar malos pensamientos”.

Recuerdo aquellos pequeños seminaristas (chicos de la primaria) que alguna vez veíamos, el pelo cortado al rape, en largas filas silenciosas, la vista baja, por las calles de algún pueblo. El peso de la tradición monástica sobre niños de ocho, diez, once años. En seminarios y casas de formación era común tener las comidas en silencio, leyendo libros de espiritualidad, alguna vez una novela edificante, con lo que, sobre la moralina probablemente el mal gusto… Y esas cosas tan graves como “el silencio de la noche”. Se iba a la cama en total silencio. Niños que pasaban sin solución de continuidad de la alegría de la sobremesa familiar y el beso materno antes de ir a dormir, a los fríos dormitorios semicastrenses del seminario, sumidos en largos recogimientos claustrales.

La jornada de aquellos niños, incluso en los internados que no eran seminarios, comenzaba, oscuro todavía, saltando militarmente de la cama, sin concesiones. Y luego oración, misa, desayuno y estudio. Eran conocidos los egresados de una congregación que salían diciendo que habían oído tantas misas que ya no volverían a asistir a ella. No nos sorprenda que muchos no hayan podido ver el gozo tras el cristianismo. Comprendemos el resentimiento que esconden. Pero sobre todo el resentimiento de clérigos y religiosos/as hasta el Concilio y la posterior desbandada y pedidos de reducción al estado laical. Un tercio de la Compañía de Jesús (jesuitas) abandonó su estado religioso y el ministerio sacerdotal. Por todas partes se vaciaban los seminarios. En Mendoza se produjo un alzamiento de 27 sacerdotes diocesanos que pedían la renuncia del Arzobispo. Del grupo la gran mayoría abandonó después el ministerio. En fin, una hecatombe que, personalmente, creo que tuvo que ver con la reacción contra el puritanismo anterior. Ustedes se sorprenderán pero, en el mundo protestante cuando se alude al puritanismo se piensa en los católicos.

Monseñor Jorge Luis Lona me contaba, siendo aún laico, que en un viaje por la  Francia rural, se detuvo un domingo en un pequeño pueblo para asistir a la Santa Misa.  La iglesia estaba llena de gente. Pues bien, él fue el único que comulgó. Al terminar, se apersonó al párroco y le preguntó por qué nadie había comulgado, y éste, sin hesitar, lo contestó: “son jansenistas”.

 Frente a la enorme deserción postconciliar en el estamento clerical, alguien que contemplaba de afuera la crisis, me preguntó: “¿De qué tienen tanta rabia”? Era la impresión que daban, que los habían tenido sojuzgados. Por supuesto que el puritanismo no explica todo en este sacudón progresista en el seno del catolicismo.

 Aquella atmósfera no era exclusiva, ciertamente, de los seminarios o internados religiosos. También podía alcanzarlo a uno en el mundo. En el colegio, en la parroquia, en la propia casa.  En Mendoza las chicas de Acción Católica (hablo de alrededor de 1954/55) debían impedir la entrada a Misa de mujeres sin medias, aún en pleno verano, y las que no iban con mangas largas eran provistas de unos “manguitos” para que pudieran entrar. ¿Extraña que hoy entren vestidas de cualquier modo y pasen así a comulgar? Los extremos se tocan. El hombre, decía Balmes, es como un borracho que va a caballo y que al inclinarse peligrosamente hacia un lado, da un fuerte envión para enderezarse, quedando inclinado para el otro.  

El principal campo de batalla era, naturalmente, el sexto mandamiento. Se había vuelto tan importante que los otros languidecían a su sombra. El nombre mismo de ciertas virtudes se había olvidado. ¿Quién predicaría sobre la magnanimidad?¿Quiénes repararían en los pecados de pusilanimidad de la conciencia timorata? Una actitud formalista y negativa, olvidada de que existe la omisión, daba la tónica de la vida interior. No es que se pensara en negar explícitamente al amor como ley primera, pero se lo vaciaba de contenido entendiéndolo más como un “cumplimiento” que como donación y entrega. Con este escamoteo se invertían exactamente los términos del “ama et fac quod vis” agustiniano. La desconfianza instintiva respecto del amor que padecía esa conciencia timorata hacía que la vida espiritual se concibiera como una empresa en la que el principal actor era el sujeto. El que no ama, no confía más que en sí mismo; el que no ama está solo y tiene miedo. Un miedo desconfiado que constituía a los practicantes en celosos guardianes de un jardín interior al que había que desbrozar escrupulosamente, en el que se pasearían un Cristo celoso también, y lejano. Era la inversa de la imagen del Jardinero Divino que va cultivando con su Gracia el erial interior y a Quien más que ayuda debemos ofrecerle disponibilidad. He aquí la revolución que a fines del siglo XIX vino a producir Santa Teresita del Niño Jesús.

 

La moral del Sexto Mandamiento

            Conocemos los estragos de la “moral del sexto mandamiento”; imaginémosla hecha obsesión de un escrupuloso. Uno de nuestros maestros religiosos nos perseguía constantemente armado de ese instrumento de tortura. Maestro de primer o segundo grado, los inocentes “juegos de manos” de los chicos (así los llamaban), le desazonaban hasta hacerle estallar en escrupulosas furias. No hace falta ser psicoanalista para darse cuenta del servicio que así prestaba a la formación del “tabú” y cómo ajaba con su malicia nuestra inocencia. Vigilante y malicioso de pura suspicacia, nos escrutaba continuamente, hasta las intenciones. Es de imaginar el enredo de quienes apenas si teníamos remotas sospechas de un “tema prohibido” en torno a terribles actos también prohibidos.

Era una moral mezquina que tenía algo de sucia o maliciosa. Sabemos de niños que han creído que sus padres vivían en el pecado por estar casados. Cosas de niños, pero había no pocos adultos que en el fondo no veían al matrimonio sino como un “pecado permitido”. Increíble que, almas rectas, pudieran distorsionar los sentimientos vitales más espontáneos: cómo podía dejar de serles conmovedor y admirable el espectáculo de un ser que lleva una vida humana en su seno, puesta, además, allí por el Creador. El puritanismo se ciega a la visión pura de las cosas; a esa visión de los limpios de corazón, únicos que, como en este caso, pueden ver en todo a Dios.

Desencarnar a Dios es realmente una gran tentación del demonio. Pantalones o camisones para la ducha, mil precauciones que enturbian, más que preservan, la limpia visión de los verdaderamente puros. Los tabúes puritanos afectaron la vida emocional y sexual de varias generaciones.

Terminemos con el sexto mandamiento, ese coto cerrado del moralismo. Un buen amigo, con el que conversábamos de estos temas, recordaba cómo uno de sus maestros religiosos, al hablar del sacrificio de San Luis Gonzaga de no mirar el rostro de su madre, lo distorsionaba a tal punto que quedaba interpretado como “modestia”, es decir, en vinculación con la virtud de la pureza. Singular anticipación edípica de Freud.

Tan grave como todo esto es la interpretación retorcida del sentido del amor y del matrimonio cristianos. En el prólogo al ensayo  “Sobre el amor humano” de Thibon, el psicólogo español Miguel Siguan cuenta que “en un libro de moral popular bastante difundido en España a finales del siglo pasado (s.XIX)  al hablar de las razones que los hijos oponen a los padres cuando éstos deciden sobre su matrimonio, se cita el “amor y niñerías parecidas” (6). Romero Carranza (7) señala que en la vida de Ozanan debida nada menos que a Lacordaire, el gran apologeta y predicador francés del XIX, se habla del matrimonio del ilustre vicentino como de una ”trampa que no supo evitar”. Se cuenta que al leer esto Pío Nono exclamó: “No sabía que existieran seis sacramentos y una trampa”.

 

(Continuará)


(1) Belloc, H. (1945). Cómo aconteció la Reforma. Emecé. Buenos Aires.

(2) Op. Cit., p. 30.

(3) (1913). Historia del Mundo en la Edad Moderna. Edit. Cast. La Nación. Buenos Aires. Dice Lindsay (p. 227) que “presenció la última mitad del siglo XV una forma de devoción muy distinta de la que imperó durante la infancia de la religión cristiana. El pueblo se sintió poseído de un terror extraño”.

(4) (1942). Madrid: Anfora. P. 45 y ss.

(5) Op. Cit., p. 234.

(6) (1995). Madrid: Rialp, p. 13.

(7) (1953). Ozanam y sus contemporáneos. Buenos Aires.

 

 

 

24 comentarios

  
Palas Atenea
En el Catolicismo sí que todos hemos visto esta influencia de tristeza que tal vez tenga un origen herético. La misma imagen de la Virgen del Carmen sacando a aquellas pobres almas del Purgatorio en medio de un mar de llamas podía ser ilustrativa de lo que dice el profesor Phitod.
Creo que en las familias católicas había una especie de sentido común que evitaba los excesos, pero los que se educaron en colegios pueden tener una visión distinta y a eso le achaco yo el abandono de la fe en muchas personas de mi generación. De todas las profesoras de mi colegio yo fui la única que no abandoné nunca el hogar familiar y siempre fue externa en los colegios, razón por la cual no estuve nunca sometida a ningún tipo de terror porque cada uno de los miembros de mi familia representaba un tipo de católico diferente: mi madre y mi abuelo eran muy piadosos, mi padre y mi abuela no tanto, aunque eran practicantes y no colidían con los otros dos en lo fundamental.
Mi madre solía mortificarse mucho ante cualquier situación de emergencia y mi abuela le decía que eso estaba bien siempre que no intentara "comprar" con ello los favores de Dios. Así que sus diversas visiones del Catolicismo me enriquecieron mucho y estoy sumamente agradecida de haber sido educada en el seno de una familia católica que ha demostrado dejar una huella mucho más indeleble que aquellos que fueron educados demasiado clericalmente.
23/07/17 1:47 PM
  
Palas Atenea
Mi madre, con el tiempo, se volvió mucho menos puritana, hasta el punto que, cerca de su muerte, me dijo que no temía al Purgatorio sino al Infierno porque el Purgatorio era lugar de purificación y se mantenía la Esperanza, virtud teologal que llegó a ser muy importante para ella. Creo que la gran armonía y la fe que había en todos les benefició a ellos y, sobre todo, a sus descendientes. En la encíclica "Mit Brennender Sorge" el Papa Pío XI se fía más de las buenas familias católicas que de los mismos sacerdotes, a no ser que fueran aprobados por los padres de familia que habían sido educados en la fe y, de hecho, fueron las familias católicas las que respondieron contrabalanceando la propaganda, ayudados por fieles sacerdotes y ellos dirigieron a sus hijos hacia aquellos que debían ser escuchados.
23/07/17 2:04 PM
  
Tulkas
Siga en esta línea, y mucho.

23/07/17 5:26 PM
  
Jordi
No estoy de acuerdo.

La moral era estricta antes de 1960 porque no había ningún método anticonceptivo. Se debía de confiar en la continencia personal.

Desde 1960, con la pastilla anticonceptiva, se ha pasado a una moral de consumo mercantil de la banalidad, donde se ha añadido el aborto, la eutanasia, la tecnología anticonceptiva, la reproducción artificial, la cirugía reconstructiva, la farmacología, la cirugía estética, los productos de belleza y estética, la moda por internet y móviles...

A lo que se añadirá la nanotecnología, la inteligencia artificial, la manipulación genética, la robótica...

En 60 años, se completará toda una revolución humana...
23/07/17 9:01 PM
  
Palas Atenea
Como ya he dicho yo si recuerdo anécdotas de sacerdotes estrictos hasta el exceso. En una ocasión volviendo a casa del instituto una amiga y yo nos desviamos para entrar en un templo a rezar, era por la tarde y estaba vacío pero, cuando estábamos arrodilladas, salió el sacerdote y nos echó con bastantes malos modos porque no llevábamos velo, y recuerdo que mi amiga le contestó: "Venimos del instituto y hemos entrado a rezar, usted sabrá que es más agradable a Dios si el hecho de venir a visitarle y a honrarle o llevar algo en la cabeza". Mis padres me dijeron que había hecho muy bien y que la actitud del sacerdote se parecía a la de los fariseos que no distinguían lo fundamental de lo accesorio pero que había que tener paciencia con esas cosas. Siempre me decían eso pero se hablaba en familia cuando notábamos algún detalle de esa clase. Afortunadamente nuestro párroco no era así y estoy segura de que si hubiera entrado en mi parroquia no nos habría echado. Yo nunca fui de Acción Católica, sin embargo mi hermano se apuntó a la Adoración Nocturna con sólo 16 años y lo gracioso es que le tocaba una noche a la semana con un compañero fijo que era coronel del ejército ¡extraña pareja! Nos enteramos porque un día paseando toda la familia venía de frente un militar con su esposa y al pasar junto a nosotros nos saludó afablemente. Por la dirección de la mirada mi padre, que conocía bien las graduaciones, le dijo a mi hermano: "¿De qué conoces tú a un coronel de artillería" y él le contestó: "Es mi compañero de la Adoración, pero suele venir de paisano, aunque yo ya sabía que era coronel porque después de la Adoración nos vamos a desayunar a un bar de pescadores y hablamos" Ahora puede parecer raro una conversación de un niño con un coronel en un bar de pescadores, pero entonces las cosas eran, por un lado más estrictas y, por otro, más naturales: no se consideraba la edad sino la madurez de las personas y mi hermano tenía una edad mental por lo menos cuatro años superior a su edad cronológica, como demuestra el hecho de apuntarse a la Adoración Nocturna y no faltar ni un solo día.
23/07/17 9:51 PM
  
Jesús Alberto Ortega
En primer lugar, muchas gracias. Sus artículos nos dan mucha luz sobre aspectos poco conocidos de la historia de la iglesia y las múltiples desviaciones, que en nombre de de ella, ha sufrido por particulares interpretaciones personales.
Todo extremo, resulta inconveniente, salvo en el amor.
El nuevo catecismo de la Iglesia, es una guía excelente y muy completa para oír, comprender y aplicar en todos los aspectos importantes de la vida de un buen católico.
Padre, siga instruyendonos y que el Espíritu Santo le ilumine, para beneficio de todos.
jao,
23/07/17 10:08 PM
  
Alberto el retrogrado reaccionario y rigido
El que el autor utiliza a Freud ya lo desacredita ante mis ojos. El Jansenismo puede ser todo eso y el luteranismo también, pero es mezcla del temor con lo sexual es o peor aún, la relación velada que el autor hace entre el miedo y la represión sexual no es de recibo No viene a cuento y me parece burda. Por cierto Lutero era al mismo tiempo un gran pecador en todos los palos especialmente el sexto y no por eso dejaba de ser un atormentado. El escruto para mi es un poco decepcionante por esa desafortunada inferencia tipicamente freudiana y casi por ser tal, falsa.
-------------
El autor, don Abelardo Pithod, psicólogo reconocido en Argentina, no es freudiano, aunque pueda tomar algún concepto del psicoanálisis. De todos modos, me parece poco acertado descalificar un texto por un intento de refutación ad auctorem nomás. Dios lo guarde. PJOR
23/07/17 10:18 PM
  
Oscar
Que yo sepa el preservativo, con diferentes materiales, existía de siglos (también me hace pensar por que darle tanto mérito a la Humanae Vita, cuando solo hacia repetir la doctrina de siempre)
Lo de las raíces del desmadre actual vienen de antes del CV2, no es una reacción contra un rigorismo anterior, mas bien la aceleración de lo que ya estaba en curso. Es la primera vez que leo la interpretación del artículo, los análisis que he leído dicen lo contrario, que la progresiia pujaba ya antes del concilio.
Y hay cosas que quizá no son como a primera vista parecen. Por ejemplo, en la catolica España preconciliar, me contaban que si una soltera se quedaba embarazada, casos concretos, intentaban irse lejos, o quedarse medio escondidas, y después lo ideal era dar en adopción. Ambas cosas me parecían fatal, incluso una madre soltera es un testimonio contra el aborto en la dificultad. Pero hete aquí que leo una visión tradicional justificando el esconder a las madres solteras, porque la embarazada soltera suponia exhibir públicamente el pecado que cometió, en vez de recogerse, digamos para no dar mal ejemplo social. Y bien mirado, esta visión tiene su justificación no rigorista, aunque yo no la comparto.
23/07/17 11:15 PM
  
Palas Atenea
A mi no me cuadran las fechas: en un artículo de 1967 parece extraño que el autor diga que los que tenían 60 o 70 años podían recordar ese mundo católico porque en 1967 parte de ese mundo estaba vivo aún y no hacía falta tener esa edad para darse cuenta, y tampoco se entiende que en esa fecha hable de "desbandada postconciliar" cuando sólo hacía dos años que se había clausurado el Concilio. Parece como si el artículo fuera de fecha muy posterior, y si a eso le añadimos su nota en la que parece que el autor está vivo menos se comprende la datación del artículo porque han pasado cincuenta años. O era muy joven cuando lo escribió o debe ser muy mayor ahora. Yo tenía 23 años en esa fecha y lo que dice lo recuerdo muy bien, si no en su totalidad sí en muchas cosas porque uno nace antes de nacer en sus padres y abuelos y había sacerdotes en esa fecha que habían nacido al filo del s. XX y estaban en activo.

-----
Abelardo Pithod (1933- ), Doctor en Sociología por la Universidad de París-Sorbona, Master en Psicología por la Univesidad Complutense de Madrid y Licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional de Cuyo. Se ha especializado en psicología social. Es Investigador Principal del CONICET. Integra el Instituto de Bioética de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas y es miembro del Groupe d'épistémologie et éthique de la sociologie de la Maison des Sciences de l'Homme, de Paris. Ha publicado veinte libros y alrededor de doscientos trabajos científicos, numerosos ensayos y artículos periodísticos. Entre sus libros recientes se cuentan El alma y su cuerpo. Una síntesis psicológico-antropológica; Comportamiento organizacional; Algo bueno para recordar; Dios y el hombre contemporáneo Psicología y ética de la conducta; Breviario de psicología, entre otros.
23/07/17 11:35 PM
  
Tulkas
Al caso de la embarazada soltera no hay que darle muchas vueltas. Si al considerarlon se percibe el pecado de fornicación en primer lugar, y si esta perecepción no queda eclipsada por el Don de la vida humana gestante... tenemos un grave grave problema de puritanismo, jansenismo, rigorismo o cómo se llame todo ello junto: FARISEÍSMO.

24/07/17 12:42 AM
  
Anastasia
Buen artículo, espero la segunda parte. ....Pero ay ay ay Palas Atenea: què tiene que ver el retablo de Magdeburgo con la imagen de la Virgen del Carmen??? La significación de ambas figuras es completamente distinta.
24/07/17 1:09 AM
  
Lector asiduo
Como ya menciono en el nombre, frecuentemente leo sus artículos, considerándolos de gran edificación y comentándolos en alguna ocasión.

Hoy sin embargo escribo anónimamente no sin cierta decepción. No me malinterprete, este artículo en sí me es muy grato, pues habla de un mal reciente y cercano que ha hecho y hace un gran daño a la Iglesia.

Sin embargo, me parece injusto y hasta inadecuado su revanchismo. Más aún después de cortar los comentarios, espero que porque la cosa se estuviera saliendo de madre en los comentarios no publicados, pero nada me produce más indignación que una acusación sin derecho a réplica... especialmente si primero se quita la posibilidad de exponer y luego se asigna conveniente y cómodamente una posición al contrario.

No solo resulta fácil, también es simplón. Si me permite hablarle sin rodeos.

Leyendo los comentarios no me parece que abundaran en puritanismo, como usted acusa, de hecho en líneas generales mucha gente estaba de acuerdo con usted. La controversia giraba en torno a un punto muy concreto: El sexo oral. Así que tachar de puritano a todo aquel "a quien le quepa el sayo" (forma muy cómoda de acusar y esconder la mano) es inaceptable.

Concedo que alguna persona también entendía erróneamente como masturbación las caricias que pueden anteceder o culminar la entrega matrimonial. Pero no eran muchos y esto siempre pasa.

En cuanto a su postura sobre el sexo oral, siento decirle que por mucho que se apoye en buenos moralistas, al no ser un tema aclarado por el magisterio (que seguramente nunca tocara estas intimidades) la discrepancia es perfectamente posible sin poder ser tachado de puritano.

Hay un aspecto que ninguno de esos moralistas se planteo, y es lo que dice San Pablo:

"Más aún, los miembros del cuerpo que consideramos más débiles también son necesarios, y los que consideramos menos decorosos son los que tratamos más decorosamente. Así nuestros miembros menos dignos son tratados con mayor respeto, ya que los otros no necesitan ser tratados de esa manera." Cita completa: Cor 12:12-26.

Si bien la enseñanza de Pablo no versa sobre moral sexual, sino sobre los miembros de la Iglesia y sus diferentes funciones, implícitamente señala que consideramos unos miembros del cuerpo más decorosos que otros, y tratamos con más respeto a los menos decorosos. No interprete aquí que estoy tratando de cubrir de indignidad los órganos sexuales, pero, si nosotros mismos no tocaríamos con nuestra boca dichos órganos (y no solo por no llegar), ¿cómo pedirle a nuestra pareja que haga algo que nosotros no haríamos? Si nosotros mismos tocamos con nuestras manos u otras partes de nuestro cuerpo esas zonas, ¿qué problema hay en que haga lo mismo nuestra mujer o nuestro marido?

Dentro del matrimonio tiene que existir también el decoro y el buen trato del cuerpo (el propio y el que se ha hecho "propio" por la acción del sacramento). Puede que de cara a ciertas consideraciones no exista problema alguno, pero desde otras perspectivas hay actuaciones que no son adecuadas, salvo que sea para suplir algún tipo de enfermedad o carencia grave que justifique el olvidar este tipo de reparos.

Como usted señaló, muchas veces nos movemos pendularmente, y es fácil por evitar el puritanismo acabar justificando conductas impropias que no por nada son una obsesión permanente en las películas pornográficas.

Le escribo esto seriamente pero con estima. Creo que la combatividad puede jugar también malas pasadas. Aunque prefiero los excesos del combativo que del tibio.

-------------
Gracias. Si debí cerrar los comentarios fue porque la discusión no daba para mucho más luego de las argumentaciones. De hecho, respondí en privado a algunos de los interesados. Algunos contestaron y otros simplemente no. Algunos querían simplemente "publicar" sus planteos en la web.
Su argumentación es interesante. Entiendo que habrá diversas sensibilidades en los distintos y diversos matrimonios que el buen Dios unión, pero me pregunto: si Dios Espíritu Santo obra en las almas en gracia al modo del instinto en los animales (es decir, inspirándoles qué deben hacer), ¿no podrá inspirar a unos, de recta conciencia católica, hacer algunas cosas que a otros no querrían hacer, siempre y cuando -repito por enésima vez- terminen bien el acto conyugal? Y si es así y la Iglesia no ha dado un magisterio kamasútrico (con perdón de la ironía), ¿por qué ponerse estaría mal citar a varios autores serios que plantean la licitud de ciertos actos?
Dios lo guarde
PJOR
24/07/17 1:51 PM
  
Palas Atenea
La imagen de la Virgen del Carmen a la antigua usanza, puesta en un pasillo oscuro y si se levanta de noche, puede provocar insomnio a un niño, porque se lo provocó a mi padre. Yo no estaba haciendo comparación alguna con ningún retablo, lo que digo es que continuas predicaciones sobre el Infierno y el uso de determinados iconos pueden contribuir, y no poco, a un Temor de Dios desviado. El equilibrio entre no hablar de los Novísimos o hablar continuamente de ellos es algo que se debe encontrar: ni tanto ni tan calvo.
La luz eléctrica, como decía mi abuela, se llevó a los fantasmas y también a muchos miedos añadidos, pero juntamente con esa inclinación puritana que denuncia Pithod, se divulgó una estética ad hoc que resultaba bastante tétrica además de dudosamente artística.
El Greco, que fue un pintor con inclinaciones místicas, no produce esa sensación, pero en las casas corrientes no había reproducciones de grandes cuadros cristianos sino malos cuadros o estampitas de autores desconocidos que se complacían en lo macabro y, encima, mal iluminadas y esparciendo sombras. Los pintores bizantinos saben que el uso del rojo y del pan de oro llevan a imaginar la Grandeza de Dios, pero los marrones, ocres y colores oscuros en casas mal iluminadas producen pesadillas y dan una idea muy equivocada del sentimiento de gozo que debe sentir un católico ante la presencia de Dios, aunque sea una representación. La función del arte es acercar a Dios no alejarnos de Él.
24/07/17 2:18 PM
  
Birlibirloque
Muy bueno, espero la 2da parte.
24/07/17 2:21 PM
  
anastasia
Eso significa Palas Atenea que no es cierto que una imagen valga más que mil palabras, como dicen por ahí algunos. Toda iconografía debe ir acompañada de una catequesis que oriente la fe hacia un santo temor de Dios o hacia un aumento en el amor a Dios. ( aunque comprendo que sí es verdad que existen imágenes tétricas como así, imágenes ridículas y sobre todo feas).
24/07/17 3:04 PM
  
Jordi
El autor descontextualiza.

Hasta la década de 1960, la moral sexual era estricta porque sólo podía confiarse en la continencia personal.

Eso pasaba en los países católicos, protestantes, anglicanos, ortodoxos y los países comunistas del Telón de Acero: la moral sexual comunista también era rígida.

Incluso Rumanía tuvo que contolar el aborto y abandonarlo como contracepción, pues recuerdo que llegó a 600.000 anuales.

La moral familiar y matrimonial, en todo el mundo, en las metrópolis, colonias y estados recientemente independientes, en los 1960, eran íntegra y estricta, por pura necesidad, lógica y congruencia con la moral natural.

Y hacían bien.
24/07/17 3:48 PM
  
Jordi
La actual moral relativista es infinitamente peor que la moral estricta del pasado.

Tolera que millones de niños y jóvenes queden expuestos a lo intrinsece malum per se semper et pro semper: aborto, adulterio, eutanasia, contracepción, prostitución, promiscuidad, homosexualidad, transgénero, reproducción asistida, vientres de alquiler, pornografía, relaciones precoces...

Y la Iglesia ya no enseña las postrimerías y la teología espiritual y escatológica: cielo, purgatorio, infierno, pecado, tentación, demonio, posesión, gracia, confesión, dones, frutos y carismas, gran apostasía, Anticristo, Falso Profeta, Reinado Social, Reino de Jesús y los santos, los tres septenarios, la derrota y el encierro del Anticristo y Satanás...

Hoy es infinitamente peor que el pasado por indiferentismo, relajacionismo, relativismo y omisión eclesial del deber de emitir la decisión en verdad y en justicia debidas...

Los tiempos de hoy son más terribles que los del pasado...
24/07/17 4:01 PM
  
Palas Atenea
Toda iconografía debe ser bella, transmita lo que transmita. La Virgen del Carmen sacando a las almas del Purgatorio envuelta en un manto de luz, no es lo mismo que la Virgen del Carmen con un tono predominantemente ocre dónde el único color esté precisamente en las llamas crepitantes del Purgatorio. La primera imagen transmite esperanza porque el color está arriba, van hacia la luz, en cambio la segunda se regodea con los tormentos y no enfatiza lo importante que es la subida a la Gloria de las almas purificadas. Yo tengo inteligencia verbal y para mi una imagen no vale más que mil palabras, pero hay quién tiene inteligencia visual y puede ocurrirle al revés.
Solzhenitsyn escribió "Archipiélago Gulag", Nikolai Getman lo pintó y no sabría cual de los dos transmite mejor lo que fueron los campos de trabajo. Mira los cuadros del segundo y verás lo que consigue con el rojo y el azul: el azul siberiano envuelve el exterior con un frío gélido y el campo cercado por los troncos tiene un tono rojo ominoso, de sufrimiento, que no se parece en nada al rojo de un icono. No es que sea especialmente experta en arte pero tengo sentido del color.
En las casas los cuadros más hermosos son los múltiples que hay de La Anunciación y, como contraste, la Crucifixión. No hay muchos cuadros sobre La Resurrección pero encontrarse cada mañana con Ella es una buena manera de empezar el día.
24/07/17 4:15 PM
  
Lector asiduo
La cuestión es que el demonio también engaña a las almas invitándoles a obrar de diversas formas. Así que que un acto se produzca con cierta naturalidad o buena intención no tiene por qué significar que sea en sí sea bueno, saludable o recto.

Su ironía no pudo evitar hacerme pensar que estos autores y usted mismo parecieran ofrecer una moral "orgásmica". Es decir, mayoritariamente todo esta bien si acabamos como debemos.

Insiste en que no esta mal citar a varios autores serios, lo cual es innegable, pero esto no conlleva que tengan razón. Incluso en temas doctrinales, aclarados posteriormente por el magisterio, hubo Santos que tuvieron equivocaciones importantes por centrarse en una parte de la cuestión y considerar menos importante otras áreas. Cierto que no son condenables porque la enseñanza firme sólo existió tras ellos, pero aún así erraron y erraban.

Volviendo al tema que nos ocupa. No soy moralista, y por ello no pretendo exponer mi postura con la finura de detalles y palabras que puede utilizar un moralista. Pero considero que yerran en diversos puntos por olvidarlos o no darles suficiente relevancia:

- Olvidar que somos seres corporales y simbólicos. La gestualidad del cuerpo en muchos momentos es universal, hay gestos entendibles independientemente de la cultura y el contexto (salvo que exista una educación viciada), tanto para bien como para mal.
Ejemplo: arrodillarse delante de lo que se considera sagrado.

- La higiene va muy unida a la consideración que tenemos sobre la dignidad o decoro de las diferentes partes del cuerpo. De forma que esto se vuelve independiente de que acaben de limpiarse. Por tanto, hay gestos que crean reparos naturales y por tanto universales (que se unen o dan contenido al entendimiento general de la acción).

- En una relación todos los gestos de intimidad han de ser del uno hacia al otro. No se trata de que si no nos miramos a la cara pequemos, pero el movimiento ha de ser hacia la persona en vez de hacia el mero placer. De esta forma el sexo oral por innecesario y por centrar la cabeza (fuente de la mirada) en la genitalidad, es dificilmente separable de una búsqueda del placer separada de le relación natural... aunque volvamos a esta para concluir el acto como se debe.

- Estamos en una cultura fundamentalmente pornográfica. Podría ser que nuestros abuelos tuvieran ocurrencias semejantes en privado sin darles ningún tipo de contenido inadecuado (cosa que personalmente dudo por lo que he intentado exponer antes), pero hoy en día es más que dudoso que sea así.

De hecho, la mayoría de la gente no rechaza esto por tener una mentalidad puritana, sino por rechazar lo que tiene de mentalidad pornográfica.
24/07/17 4:59 PM
  
emilio
--------------------
Cerré esos comentarios porque había gente que estaba promocionándose a sí misma allí colocando links de un ignoto moralista. Respondí en privado las consultas y no me fueron refutadas. Ahora publiqué allí mis respuestas y están abiertos los comentarios.
Ud. puede comentar y refutar allí todo lo que desee, siempre y cuando tenga fundamentos. Entiendo que es un tema delicado, pero hasta ahora, creo que el debate ha sido legítimo y respuetuoso.
Vaya, si desea, directamente a la segunda entrada: http://infocatolica.com/blog/notelacuenten.php/1706261054-moral-conyugal-tabues-licitud-2
Dios lo guarde. PJOR
24/07/17 11:12 PM
  
Escrupuloso anónimo
El artículo no sabe descubrir los aspectos buenos de aquella formación. El que se permite todo lo permitido cae en lo no permitido. Ojo con la onda amor y paz que muchas veces pretende contrabalancear algunos excesos. En el fondo no se toca lo más hondo que es el pecado original, se cree en una bondad que solo la tienen los que se encuentran en la séptima morada de Santa Teresa, que por otra parte les parece muy aburrida, porque hay que pasar por la noche de los sentidos y del alma. Cristo habló de siervos y amigos. Son pocos los amigos, la mayoría son siervos a quienes les conviene manejar el temor que los aleja del pecado. Es muy romántico pretender el amor para quien todavía no sale del pecado.
25/07/17 1:22 AM
  
anastasia
lector asiduo, le hago una pregunta, ud dice que el padre Ravasi cita autores serios pero que finalmente el Magisterio dice otra cosa . Me puede decir dónde , particularmente del tema que veo que tanto le preocupa?
25/07/17 1:44 AM
  
Lector asiduo
Anastasia, me ha entendido usted mal. Lo que digo es precisamente que el magisterio no entra en estos detalles y , por tanto, por más que el padre Ravasi cite autores serios no son autores indiscutibles.

Después hablaba de como en otros temas, totalmente aclarados por el Magisterio pero que no tienen que ver con este, hubo Santos que tuvieron errores importantes antes de que existiera dicha aclaración magisterial (pues si ya estuviera aclarado se estarían enfrentando a enseñanzas claras de la Iglesia y por tanto no habría inocencia en su error, sino herejía).

Esto lo mencione para dejar claro que por más que sean buenos moralistas es lícito e incluso recomendable pensar que tal vez se equivocan. Siempre y cuando encontremos otros aspectos no considerados por ellos, como los que intente exponer yo mismo, o un error importante en alguna de sus argumentaciones.

Por tanto, no podemos quedarnos tranquilos diciendo: Si no hay actos magisteriales puedo tratar lo que dicen los buenos moralistas como si lo fueran.
25/07/17 8:35 AM
  
anastasia
lector asiduo me parece contradictorio lo suyo: por un lado dice:..." (pues si ya estuviera aclarado se estarían enfrentando a enseñanzas claras de la Iglesia y por tanto no habría inocencia en su error, sino herejía)."...lo cual es cierto . y después dice:
"...Por tanto, no podemos quedarnos tranquilos diciendo: Si no hay actos magisteriales puedo tratar lo que dicen los buenos moralistas como si lo fueran."..¡?¡?¡?.....Aunque yo, particularmente no acepto tampoco esa práctica sexual, entendida por supuesto como acto preparatorio, no veo que se pueda obligar en conciencia a nadie si no hay nada establecido. La pregunta es: por qué no está establecido específicamente como ud. desea o no entra en "detalles" el Magisterio?. No será porque se trate de algo moderno, porque debe ser más viejo que el mundo. En todo caso quizá sea porque se entiende que no se debe realizar lo específicamente prohibido( es decir, obstaculizar el acto coyugal o viciarlo), y prudencialmente se puede realizar lo que no está específicamente prohibido, porque podría llegar a realizarse sin obstaculizar ni viciar el acto conyugal.
25/07/17 9:08 PM

Dejar un comentario



No se aceptan los comentarios ajenos al tema, sin sentido, repetidos o que contengan publicidad o spam. Tampoco comentarios insultantes, blasfemos o que inciten a la violencia, discriminación o a cualesquiera otros actos contrarios a la legislación española, así como aquéllos que contengan ataques o insultos a los otros comentaristas, a los bloggers o al Director.

Los comentarios no reflejan la opinión de InfoCatólica, sino la de los comentaristas. InfoCatólica se reserva el derecho a eliminar los comentarios que considere que no se ajusten a estas normas.