Entrevista a mi padre espiritual: el P. Horacio Bojorge, SJ

Mucho es lo que un hijo espiritual le debe a su padre en Cristo.

El R.P. Horacio Bojorge, SJ, nuestro padre espiritual hace ya algunos años, ha sido no sólo una guía segura y un fino maestro del discernimiento, sino también un ejemplo apostólico a seguir que impide cansarnos al momento de tener que arar en este maremundi.

Su lucha por mantener un auténtico espíritu ignaciano, su humildad y su fortaleza para combatir el error, siguen siendo asombrosos a pesar de sus más de ocho décadas de vida.

Siempre dispuesto a aconsejar, ha sabido transmitirnos que  la caridad en la verdad debe vivida y predicada desde los tejados y desiertos, a pesar incluso, de la incomprensión de los “buenos".

Hay sólo un pecado que Dios no le perdonará: el haber aceptado aconsejarme espiritualmente… En fin. Nadie es perfecto.

Venga entonces la entrevista que accedió a concederme hace unas semanas para,

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi


 1)      ¿Cómo descubrió su vocación sacerdotal y a la Compañía de Jesús?

Respondo: No diría que la descubrí yo, sino que me la mostraron. Me fueron preparando para que al mostrármela, la reconociera y siguiera.

Me resulta muy difícil responder a esa pregunta en forma breve. Porque es una historia que no puedo resumir. La he puesto por escrito cuando hace unos años me pidieron la historia de mi vocación para un libro con historias de vocaciones que luego no se publicó. Se encuentra aquí

               

2) Ud. se formó en Holanda en plena época de efervescencia y se ordenó durante el Concilio Vaticano II. ¿Qué recuerdos tiene acerca de esa época tempestuosa de la Iglesia? ¿Cómo debemos evaluar lo que sucedió en la Iglesia con el Vaticano II y después de él?

Respondo: En Holanda sólo tuve una etapa de mi formación: La teología. En realidad mi formación comenzó en el Noviciado en Montevideo, continuó con el Juniorado en Chile, la Filosofía en San Miguel (BA) en Argentina, la Teología en Holanda, el Instituto Bíblico en Roma y mi Tercera probación en Buenos Aires.

Holanda fue una etapa.

Para decirlo brevemente mirando hacia atrás los caminos que recorrí sin la perspectiva que vino con los años, vi y viví el proceso de protestantización del catolicismo y el desborde de la marea modernista que quiso embalsar san Pío X con la Pascendi.

 

3)      Hace poco ha escrito un trabajo acerca de la protestantización del catolicismo. ¿Le parece que, si Lutero se levantara hoy se sentiría a gusto? ¿Por qué?

Respondo: El proceso de protestantización al que me refería antes lo fui viviendo sin darme cuenta de lo que era. Recién en estos últimos años pude ponerle el nombre y comprender su esencia. Los escritos sobre la protestantización son en realidad más de uno, son cuatro que me gustaría ver reunidos en un solo libro. Han ido apareciendo impresos gracias a la hospitalidad de la revista Gladius.

                Pienso que Lutero mediría la magnitud del mal a cuyo desborde contribuyó substancialmente. Si está condenado para siempre, no me atrevo a decir lo que siente un condenado. Si está en el purgatorio, estará llorando el mal que hizo.

                La esencia de la herejía protestante ya tiene claros antecedentes cuya existencia señala ya la primera carta de San Juan.

 

4)      Alguna vez ud. habló de una cierta “conversión” que Ud. sufrió dentro de su propio ministerio, hacia un sacerdocio más clásico, tanto en lo teológico como en lo litúrgico: ¿podría explayarse un poco más?

Respondo: Yo hablaría más bien de una reconversión. Los comienzos de mi sacerdocio en Holanda están marcados por la secularización que se vivía en la Iglesia en Holanda, donde cursé mis estudios teológicos y fui ordenado sacerdote. Esa secularización impregnaba también la liturgia eucarística. Entre mis compañeros de teología se contaba Huub Oosterhuis y Ton Van der Stap (n. del entrevistador: dos famosos teólogos progresistas) y otros que lideraban la “renovación litúrgica” en Holanda y desde Holanda en el exterior. Yo no tenía capacidad entonces, ni había entre mis superiores ni formadores quienes me pusiesen en guardia contra lo que vivía. Eso contaba con el aval de mis superiores religiosos y no era objeto de crítica sino por parte de unos pocos jesuitas holandeses desprestigiados. La solución era para ellos irse a alguna capellanía en Alemania. En Holanda, tuve, como mis compañeros, una carpeta con variedad de Cánones optativos.

Después de Holanda fui a Roma donde estuve tres años hasta obtener mi licenciatura en Sagrada Escritura. En todos esos años celebré la misa diaria solo en una capillita en un entrepiso del Instituto Bíblico.

Cuando volví al Río de la Plata en agosto de 1969 estaban llegando aquí los oleajes de la anarquía litúrgica postconciliar.

El efecto más deletéreo de este fenómeno era que calcinaba la piedad interior. Y eso lo padecí. Aun tratando de recuperar el espíritu de oración y los consuelos de la piedad, durante varios años.

Y esto seguía pasando aun cuando gracias a la lucidez de algunos compañeros y jesuitas mayores fui recuperando la memoria de las gracias iniciales, añoradas nostálgicamente, pero que parecían perdidas para siempre.

 

5)      Si todo esto es así, algunos se preguntan cómo es que se volcó en un momento hacia ciertos grupos carismáticos los cuales, muchas veces, dejan bastante que desear en el ámbito litúrgico.

Respondo: En la misa transformada después del Concilio, que se había hecho próxima a la misa reformada no sólo en las formas, sino en su esencia, es decir en su debilitada calidad cultual, no encontraba yo alimento no sólo de la devoción sensible, sino del fervor de la fe. Y eso reducía los efectos de mi predicación, que se movía en un estilo de docencia en el plano intelectual más que en el propiamente religioso, es decir religante con Dios y a los hombres con Dios.

Sufría con la incapacidad de reencender el fervor de los fieles, porque me experimentaba yo mismo carente del fuego a contagiar.

El antiguo carisma católico del fervor eucarístico había desaparecido del ambiente, aunque subsistiera en las almas de los combatidos “conservadores”. Aquel fervor que me había enseñado a comulgar y adorar en íntimo diálogo, se había extinguido en mí y en el mundo católico. Eran años en que desaparecieron las adoraciones eucarísticas, el incienso, la procesión de Corpus. El fervor era ahora político y se cultivaba en las comunidades de base.

Eso a mí ya no me ilusionaba ni me engañaba más.

El movimiento carismático y en particular la “Comunidad de Convivencias” con Dios fundada por el jesuita Alberto Ibáñez, fue el lugar donde pude reencontrarme con lo carismático en la Iglesia.

Había desaparecido el rito tradicional de la Misa. El principio anárquico protegía la eclosión carismática. Y la Comunidad de Convivencias brindaba una forma de Ejercicios Espirituales, a la vez bíblica, ignaciana y encauzada en moldes libres pero acotados y protegidos de los desbordes del movimiento carismático carente de moldes.

Allí empecé a ejercitar la oración en espíritu, en lenguas, y puedo decir que recuperé el fervor, el espíritu de adoración, alabanza, acción de gracias. En suma un espíritu religioso, que el tsunami postconciliar había barrido.

 

6)      Dentro de su enorme gama apostólica, varias almas se han visto beneficiadas por su consejo espiritual; incluso hay algunos que lo han llamado “el profeta oriental” por ese don de discernimiento raras veces visto; ¿podría dar un consejo espiritual o lecturas a realizar en vistas de afinar el discernimiento propio al momento de tener que analizar cuál es la voluntad de Dios para cada una de nuestras vidas?

Respondo: En el postconcilio, los secularizados habían declarado anticuados los ejercicios de San Ignacio. Habían abandonado el discernimiento ignaciano. A lo más se aplicaba ahora el llamado discernimiento comunitario que iba a la par con las dinámicas de grupo y las comunidades de base.

Pero algunos jesuitas habían permanecido fieles a los ejercicios y se destacaron en el cultivo de los estudios ignacianos y la práctica del discernimiento y de acompañar ejercicios. Yo fui invitado a participar de un grupo pequeñísimo de estudios de los ejercicios y en particular de las reglas de discernimiento, que dirigía el jesuita argentino Miguel Angel Fiorito al que acompañaba otro jesuita mayor, el P. Jaime H. Amadeo, el entonces Maestro de Novicios de la Provincia Argentina, P. Andrés Swinnen, el jesuita uruguayo Daniel Gil Zorrilla (que luego fue obispo primero de Tacuarembó y luego de Salto, Uruguay). Este grupo que se reunió dos veces por año en 1976 y  1977 en el Noviciado de la Provincia Argentina en San Miguel. Mi integración a él fue a título de biblista, como asesor en asuntos exegéticos.

El P. Daniel Gil, dejó el resultado de aquellos estudios en un libro hoy desgraciadamente olvidado e inhallable: Discernimiento según San Ignacio. Editorial Centrum Ignatianum spiritualitatis, Roma 1980, 390 págs. Es una “Exposición y Comentario Práctico de las dos series de reglas de discernimiento de Espíritu contenidas en el libro de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola”.

Es fue el fundamento de mi conocimiento teórico-práctico del discernimiento espiritual ignaciano. Ese conocimiento se completó acompañando retiros de mes personalizados (no predicados) durante años, a religiosas, religiosos, sacerdotes, seminaristas y algunos laicos.

Fue además un conocimiento y experiencia que se ampliaba en todas las instancias pastorales.

Afortunadamente, mi docencia a seminaristas duró poco y pronto me vi liberado para viajar por todas partes en el interior del Uruguay y por casi todas las Provincias argentinas. De esta manera, el confesonario también fue un lugar donde se me enseñaba el discernimiento. Y creo que, como reconocen algunos fieles, se me concedió el carisma de discernimiento para el bien de los fieles.

 

7) Ud. ha escrito y hablado mucho acerca del matrimonio y la familia cristiana ¿Cómo se puede de un modo concreto vivir una vida de testimonio cristiano cuando a veces las familias se encuentran desalentadas incluso por la jerarquía eclesiástica?

Respondo: Me resulta difícil responder a esa pregunta en abstracto y de manera universal aprovechable o útil para todos. Depende mucho de los recursos que pueden tener los esposos. En primer los recursos humanos: algún sacerdote, otros esposos amigos. En Argentina quizás eso sea más factible. En Uruguay es un asunto tenebroso y conozco a pocos que se les plantee angustiosamente. Así es, desgraciadamente, aquí.

 

8)      “La Iglesia hace agua por todos lados”, llegó a decir Benedicto XVI hace unos años; ¿por dónde cree que es necesario comenzar para reparar la Barca?

Responder: Los Apóstoles nos dejaron la respuesta cuando acudieron al Señor que dormía a popa. Darnos por incapaces de hacer nada y acudir al Señor confiadamente y aguardar que actúe él. La Barca es suya. Y de hecho ¿Qué hizo S.S. Benedicto cuando ya no pudo nada? La entregó al Señor.

                En cuanto a nosotros, por lo pronto, no temer que nos ahoguemos nosotros, le pase lo que le pase a la barca, ya que los hechos nos dicen – y nuestro Dios habla con hechos – que esas olas no han podido con nosotros. No somos ni navegantes, ni tripulantes, ni marineros, somos simplemente pasajeros en la barca azotada por los vientos, como dice el P. Alfredo Sáenz. Nuestro chaleco salvavidas es la confianza, no admitir desconfianza y confiar en Aquél que me ha preservado hasta ahora en la fe y en la amistad con Dios. Más aún, que me ha hecho progresar en fe y en amor en medio de estas tormentas, donde hemos visto desaparecer en el oleaje a tantos y tantos.

Así que no nos hagamos acreedores al mismo reproche del Maestro, al parecer asombrado al despertarse: “¡hombres de poca fe! ¿por qué han dudado?”. “Lo que no mata, engorda”, dice un refrán. Me ha hecho pasar por el desierto de la desolación secularista y me ha sacado vivo de él, y mejor.

 

9)      Estamos a 100 años de las apariciones de la Virgen de Fátima y, según se ve, los errores de Rusia se han esparcido por todos lados: ¿Se podría pensar que esta suerte de dictadura de la teoría de género y de la homosexualidad tiene relación con los errores que según la Virgen se esparcirían por el mundo? ¿Cómo afecta esto a la Iglesia?

Respondo: Me importa siempre, cuando se habla de los errores de Rusia, precisar que la Virgen se refería a la Rusia Soviética que ella veía sobrevenir. Y a ellos pertenecía ya el amor libre, es decir el sexo sin amor. Así que sin duda lo que vemos promovido por la escuela de Frankfurt, esta revolución cultural anticristiana y antitea era aquello a lo que Nuestra Señora se refería sin lugar a dudas.

En cuánto cómo afecta esto a la Iglesia, pienso que es para la Iglesia parte de la gran tribulación y del ataque del dragón que arrastra con su cola dos terceras partes de las estrellas. Por eso va junto con la gran apostasía, pero a la vez con la manifestación de que quienes salieron de entre nosotros no eran de los nuestros. Si durante los tiempos del catolicismo en la Iglesia estaba mezclado el trigo con la cizaña creo que puede ser el momento y lo está siendo en que la cizaña es apartada por los Ángeles y el trigo reunido para el granero. ¿El fin del catolicismo iría junto con la plenitud de los salvados? Sobre estos temas sólo tengo preguntas y conjeturas de posibles…

 

 

10) ¿Cree Ud. que nos encontramos cerca del “fin de los tiempos” o más bien cerca de una época próxima al reinado del Corazón Inmaculado de la Virgen?

Respondo: Si la plenitud de los tiempos comienza con la concepción virginal y el parto virginal y me pregunto si no termina con el triunfo de su Corazón Inmaculado. O si acaso el triunfo de su Corazón Inmaculado no es o no coincide con el fin de los tiempos, es decir la consumación de la Iglesia y las Bodas del Cordero. Pero son preguntas pues no tengo conocimientos para proponer nada al respecto.

 

Entrevista realizada por el P. Javier Olivera Ravasi

8 de Julio de 2017

Que no te la cuenten…