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24.02.17

"Reinterpretar"

magnetófono

Esta es una de las claves de todo el desmantelamiento de la Iglesia que se está gestando desde dentro de ella misma: “reinterpretar” todo, empezando por las mismas palabras de Jesús, toda vez que su Persona ya está desmantelada: la separación del “Cristo de la Fe” del “Cristo histórico” lleva necesariamente a este despreciar lo que ha dicho y hecho, porque “a saber lo que ha dicho y hecho".

El nivel intelectual -y moral- de tal posición lo ha dado el señor este que está de jefe de la Compañía -antes, “de Jesús"; ahora, ya no lo saben ni ellos; así que los demás…- cuando ha dicho a modo de gracieta -como para despistar, supongo; o porque ese es su nivel de buen humor- que, “en la época de Jesús no había nadie grabándole en magnetofón lo que iba diciendo".

En ese mismo nivel, tampoco había nadie filmándo lo que hacía. En conclusión, y es la que saca el hombre: ¿qué sabemos nosotros lo que hizo y lo que dijo Jesús? ¡Nada absolutamente! Y, por tanto, lo que está recogido -en los Evangelios: “Palabra de Dios"- que dijo e hizo Jesús hay que “reinterpretarlo” para que sea “entendible y aplicable” a día de hoy; y a las orejas de la gente de hoy. Bueno, también a otros órganos, que no solo tenemos orejas.

Pero claro, con este posicionamiento, pretender seguir hablando de Jesús es ridículo. Así que lo que menos entiendo es cómo este buen señor -cuyo nombre no recuerdo para nada- pretende seguir, dale que dale, con Jesús. No entiendo que quiera seguir escudándose en Jesús -bien que, como es ya cuasi preceptivo por la “nueva iglesia", “reinterpretado": por él, ¡of course!- para decir nada a nadie: ¡que diga lo que quiera! Si al fin y al cabo es lo que está haciendo él, y que nunca será lo que ha dicho y hecho Jesús…

Lógicamente y desde esta postura, tampoco queda nada de la Iglesia; porque ésta, sin Jesús, su Fundador, su Piedra Angular, ni habría existido, ni existiría hoy, ni tendría ningún futuro. Cosa, por cierto, que es por donde les falla el argumento a estos tíos; porque no es solo éste el que está por la tarea -sobrehumana, por cierto- de desmantelar a la Iglesia.

La mera constatación histórica de la perdurabilidad de la Iglesia no se explica por sí misma, y menos como “producción humana": solo desde la realidad de la asistencia del Espíritu Santo “hasta el fin de los tiempos", con la misión de “enseñaros todo lo que Yo os he dicho", y de ayudarnos a llevarlo a la práctica en nuestra vida diaria; y solo desde la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía, “se explica y se demuestra” -científicamente- que la Iglesia, a pesar de los pesares, haya sido, sea, y siga siendo: Una, Santa, Católica y Apostólica.

Y no hay quien la mueva. “A pesar de los pesares": a pesar de Lutero, del señor este, y de otros como este, de ayer y de hoy, a un nivel u otro: por hacer corta la lista, aunque es bastante larga.

Supongo que cuando se ordenó sacerdote no pensaría así. ¿Cómo ha llegado a esto? Lo sabrá él, y Jesús. ¿Cómo se llega a esto? Eso sí lo sabemos, porque está perfecta y sabiamente descrito en cualquier libro decente de vida espiritual: por las rendijas que se abren voluntariamente en el alma y que el Maligno, como buen “mercenario” -solo llega a esto-, aprovecha “al vuelo” para “entrar, y arrasar", para “matar y destruir". Y, una vez dentro, inocula ese mismo virus destructor en las almas que se le rinden, para que sigan luego ellas la “labor” que él ha sembrado en sus corazones.

Pero claro, estos posicionamientos dejan con el antifonario al aire al más pintado. Dejan el alma desguarnecida y a merced de toda vileza: hasta traicionar a Cristo y a su Iglesia, aunque no lo quieran reconocer, y pretendan incluso que están prestando un servicio a Dios (Hch 3, 17). Dejan el corazón tan herido y destrozado que solo un milagro, un verdadero milagro, puede reconstruirlo.

Y, como es lógico, a la institución que deberían representar y servir la dejan hecha unos zorros, y la echan además a los pies de los caballos. El fin de la Compañía lo ha firmado, de su puño y letra, este buen señor -por algo es el jefe-, del que siento no recordar su nombre. Que materialmente ésta tarde más o menos tiempo en desaparecer, en sí mismo es irrelevante, porque está ya herida de muerte. Y me da que no es solo de hoy y ahora: la elección de este buen señor como "cabeza” es el precipitado perfecto, de laboratorio, de la deriva de muchos años ya, de la antes denominada -porque lo era- “Compañía".

13.02.17

El "pensamiento débil" instalado en la Iglesia.

El título del artículo viene a cuento de la presentación que ha hecho el cardenal, don Luis Martínez Sistach, de su libro Cómo aplicar Amoris Laetitia, que pretende “manual” -literalmente: tenerlo siempre a mano- para ayudar a concretar -a obispos, sacerdotes, religiosos y fieles-, los principios y orientaciones presentes y sugeridas en la última exhortación pastoral del papa Francisco. En especial, y como no podía ser de otra manera por razones evidentes, en relación al tan traído y llevado cap. VIII de la citada exhortación.

Para decirlo todo al princiipio y de una vez: el sr. cardenal está totalmente a favor -aboga por ello sin ningún resquicio- de la comunión a los católicos divorciados y arrejuntados con otra, sin mediar sentencia de nulidad respecto a su matrimonio. Matrimonio, por tanto, que está vigente y que le sigue comprometiendo: “en conciencia", por cierto.

Y aquí, en este concepto y en la realidad que significa -la conciencia-, el sr. cardenal pone toda la justificación de la pastoral que ha de ser llevada a la práctica por todos aquellos a quienes compete tal menester; porque -y son palabras del sr. arzobispo de Madrid, don Carlos Osoro, en la misma presentación en la que flanqueaba a mons. Martínez-, “es importante conseguir que la Iglesia sea familia en la que se vive, se ama, se perdona, se construye". Palabras -¡qué duda cabe!- a las que nadie en su sano juicio puede poner, objetivamente, el menor pero. El problema es que, de palabras bonitas y biensonantes, en la Iglesia estamos más que saturados. El problema viene al pretender que signifiquen lo que a cada uno le parezca mejor. O peor.

Porque el punto no es ese: la Iglesia, Madre y amorosamente Maternal. El punto son sus hijos: las locuras que hacemos y que luego pretendemos que nos las arregle la Iglesia, pagando ella el pato, y yéndonos nosotros de rositas, que para eso es Madre.

Se centra el cardenal en las líneas de la polémica -cap. VIII-, y hace bien, porque ahí es donde está todo el meollo del asunto: “Si el interesado [el interesado es el católico casado, divorciado por lo civil, que convive maritalmente con otra, sin que haya sentencia de nulidad de su matrimonio], en conciencia y ante Dios, constata que se da alguna circunstancia que hace que a la situación objetiva de pecado no le corresponde imputabilidad subjetiva grave, puede acceder a los sacramentos".

Así de fácil, así de sencillo, y así de lejanías de disquisiciones que “no hacen más que liarla", como me dijo hace años un individuo que me espetó: -"Y usted, ¿qué quitaría de la Misa?". Yo, la verdad, no supe qué contestarle; y notando mi vacilación y viendo mi mutismo, me soltó: -"Pues yo, la homilía; porque algunos, en la homilía, no hacen más que liarla". Pues eso.

Como es cardenal, al abogar por “la primacía de la conciencia", añade: “rectamente formada, pero de la conciencia". Y puntualiza: “Estamos llamados [obispos, sacerdotes] a formar las conciencias, no a pretender sustituirlas". Porque -explica el sr cardenal- “si no damos importancia a la conciencia en la Iglesia, hacemos un teatro", añadiendo sin solución de continuidad y con ánimo ligeramente graciosillo: “¿Le pedimos a la gente la partida de bautismo o si han confesado antes de darles la comunión?".

Por si no fuera poco lo que ha dicho y de lo que se ha reído, le echa un poquito más de leña al fuego: “Hoy, más importante que la pastoral de los fracasos, es el esfuerzo para consolidar los matrimonios y no las rupturas. Es preferible prevenir que curar”; para rematar con lo que se ha hecho ya un verdadero sonsonete -desvirtuado y huero ya desde el primer momento- que, tal como están las cosas, nada significa: “Acompañar, discernir e integrar".

Para liarla más se envuelve en un sin fin de declaraciones acerca de las actitudes a tener en cuenta en la pastoral con estas personas: la misericordia hacia las familias, integrar más en la comunidad cristiana, doctrina moral de las circunstancias atenuantes y eximentes aplicables a los actos humanos, discernimietno de los divorciados y vueltos a casar civilmente sobre el precedente matrimonio y sobre la nueva unión…, sin que pudiese faltar lo de los obispos de la Región de Buenos Aires.

Pues vamos a entrarle; porque aquí es donde viene a cuento lo del “pensamiento débil” del título: “il pensiero debole", acuñado por Vattimo, marxista confeso y confuso, como exponenete del movimiento intelectual más influyente de la postmodernidad; el castellano, en su lenguaje más coloquial, usa unos términos que no son reproducibles aquí, y no los voy a poner por tanto. “Pensamiento” y “debilidad" que, en la Iglesia, tiene efectos devastadores, como vemos en la exposición bienintencionada del sr. cardenal.

Al “mezclar churras con merinas", al enfatizar lo obvio, al mezclar lo esencial con lo accidental puesto todo en el mismo plano…; es decir, al “emborronar” la situación y el problema -a eso lleva un “pensamiento” que ha renunciado a serlo y, por tanto, no es que sea “débil", es que está muerto-, se crea tal confusión que entonces puede meterse, como el que no quiere la cosa, lo que a uno le interese meter. Y se mete, claro: si cuela, cuela.

Porque, ¿qué tiene que ver una “pastoral de los fracasos” con aceptar -por las bravas- que “una situación objetiva de pecado" se convierta en una situación moralmente aceptable en la Iglesia? ¿El esfuerzo por “consolidar los matrimonios y no las rupturas” debe traducirse en la práctica pastoral de obispos y sacerdotes en aceptar las muy bien llamadas -las nombra así incluso el papa Francisco- “situaciones irregulares"? Si obispos y sacerdotes no hacemos las cosas así, como nos dice el sr. cardenal, ¿nos convertimos ipso facto en actores teatrales, titiriteros, saltimbanquis y asimilados?

Lo que está en juego, ni más nimenos, es el acceso libre a la comunión de unas personas en situación objetiva de pecado grave, para las que no hay circunstancias atenuantes que valgan. Y todo desde la “primacia de la conciencia” que se arroga el posicionarse como instancia última y unica contra las mismas palabras de Jesucristo, que no dejan el menor resquicio; por ejemplo: lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre; o contra los mismos Mandamientos de la Ley de Dios: No cometerás actos impuros. Y la fornicación y el adulterio lo son -como actos esporádicos; mucho más como situacionesn consolidadas y asumidas como “normales, inmodificables e irrenunciables"-, sin atenuantes que valgan; porque en el capítulo de la pureza, ‘no hay parvedad de materia".

Para más inri, ¿qué significa “acompañar, discernir e integrar” en este contexto? Si el fiel de la balanza está en la propia conciencia, ¿para qué necesita “compañía"? Si es la propia conciencia la que juzga si sus “circunstacias personales", y no la objetividad de la situación grave de pecado es lo determinante, ¿qué significa “discernir” en este marco? Y en esa situación, ¿"integrar” en la Iglesia es, lisa y llanamente, “llevarla a comulgar tal cual, porque su conciencia se lo dice, y sufre sobremanera si no comulga"?

Efectivamente, así no hay ningún peligro de “sustituir” a las conciencias. Pero entonces y frente a una mera posibilidad, en realidad se crea un problema mayor: el dejar a las conciencias a solas con ellas mismas, dejarlas sin ese “rectamente formadas", con lo que en realidad la conciencia, al hacerse autónoma de toda norma, se corrompe y desaparece.

Como muy bien ha enseñado siempre nuestra Madre la Iglesia Santa, solo “la conciencia recta, cierta y verdadera", además de “la conciencia invenciblemente errónea", es norma moral, y hay, por tanto, obligación de seguirla. Ninguna de las otras situaciones de la conciencia -dudosa, torcida, falsa, venciblemente errónea, perpleja- ha de ser seguida como norma moral; lo que hay que hacer -y es una “obligación en conciencia"- es salir precisamente de esas situaciones. Y para ello tiene a mano dos agarraderos: (1) la Ley Moral -los Mandamientos- con la Doctrina de la Iglesia, y (2) la dirección espiritual: todo ese “acompañar, discernir e integrar” que la Iglesia ha ofrecido siempre, y sigue ofreciendo.

Seamos intelectualmente serios. Pero, sobre todo y en la Iglesia, respetemos la verdad de Dios y la verdad de la persona.

2.02.17

Puedo. Pero,¿debo?

niños india

La siempre insuficientemente y mal ponderada Presidenta de la Comunidad de Madrid, la Exma. Sra. Dña. Cifuentes, ha tenido a bien posicionarse y abogar a favor de la legislación -dar cobertura legal- a lo que ella prefiere llamar “maternidad subrogada”, para evitar -en su opinión y según sus delicados oídos-, el malsonante término -quizá incluso también algo despectivo: siempre según sus personales y finas modulaciones acústicas- de “vientre de alquiler".

Término, por cierto -"vientre de alquiler"-, que no es más que otro eufemismo -igual que el que prefiere utilizar la Sra. Presidenta de “maternidad subrogada"- para no llamar a las cosas por su nombre: “vientre femenino comprado": vientre esclavizado, preñado, y niño dado a luz, que se vende al que pone el dinerito, lo compra y se lo lleva. Así de claro.

Todo, por supuesto, bien pagado: en especial a los explotadores y a los intermediarios; menos a la mujer: que es la que más pone, a la que se desprecia y la que menos se lleva. Todo vendido y comprado. Y todo el infame tinglado al servicio de las “parejitas", especialmente las homosex -gays y lesbis- que, como “natura non dat", acuden con su buenas perras en mano a las “granjas” de mujeres muy pobres de países pobres. En esto, el mundillo del orgullo es totalmente “realista”: se dejan de tonterías de “matrimonio", “amor” y demás zarandajas, y van al grano: -"que preñen a una tía, que me llevo al chaval".

Granjas donde, además de “aprovecharse” de su extrema pobreza, “explotan” sexualmente -si no, no hay “hijo"- a las susodichas mujeres, a las que primero “se” embarazan, luego “se estabulan” en condiciones que no comparten ninguna de las mascotas de esas “parejitas” -el mismo SEPRONA denunciaría de oficio a sus dueños, y les caería una buena- y, una vez que han dado a luz, se les retira cruelmente el fruto de su vientre: lo que de toda la vida se ha venido en llamar “hijo” (su hijo) hasta ahora al menos; y la tal criaturita “se vende” -como bien ha dicho la Sra Presidenta que nos ocupa: “maternidad subrogada”, dice ella- a las “parejitas” -no especifica “circunstancias” pero nos las sabemos de sobra- que, como no puede ser de otra manera, "no pueden tener hijos".

Un inciso:: las bien llamadas “femen", enfadadas consigo mismas y con todo el mundo por ser mujeres, y que vociferan frente a la TV con las domingas al aire, y muy bien rotuladas: “nosotras parimos, nosotras decidimos", y otras cosas al uso -si no hay TV no salen, que hace frío, sobre todo en invierno-, y que afirman defender a la mujer, en concreto y rabiosamente contra todo asomo de “preñez” -nada más machista que dejarse “embarazar": y no van a darles a los “hombres” esa victoria: antes matarlos a todos-, tendrían aquí, en el caso de las granjas de estabular mujeres preñadas, una elevadísima y justísima causa de protesta, ¡¡¡y esta vez con toda la razón!!! 

Quizá por eso mismo, ni lo intentan, claro. ¡Cómo van a protestar “justamente y con razón"! Sería la primera vez, y no se lo pueden permitir. Porque vamos a ver: unas “mujeres” pobrísimas, de un país pobre, marchacadas en su dignidad y esclavizadas, que “se dejan embarazar” -el método es lo de menos, y de seguro que no usan ninguna sutileza…-, ¡no son dignas de ser defendidas! ¿Por qué no? Porque son las que proporcionan “mascotas” a las susodichas “parejitas": y todo método es bueno cuando la causa es del orgullo LGTBI. Y no van a ir contra su propio orgullo, que lo tienen y en grado superlativo: son absoluta y “científicamente orgullosas".

Sigamos. Luego, una vez que las parejitas han recibido el “paquete” -por servicio urgente y especializado-, se dan mucha prisa en acudir a los mass media: porque los tales “receptores" tienen que mostrar al mundo su “orgullo” de “padres” o “madres"; y, por tanto, los “frutos” de su “amor” en parejo/a: frutos falsos, infames, inmorales, generadores de tragedias…; pero ¡pelillos a la mar! Realmente, tienen de padr@s lo que yo de astronauta. Pero, y a estas alturas, ¿quién les va a decir que van desnudos, si todos ya van "in puribus"? Así están montadas las cosas para bien de la ideología de género y a mayor gloria del “orgullo". 

A la Sra. Presidenta, todo esto le parece no solo bien, sino que es “de justicia” que parejitas que no pueden tener hijos, los tengan. Y el “método” no va a ser ningún problema, porque si hay “demanda social” y si “se puede", ¿por qué no se va a hacer? Se legisla - se “ajusta a ley"- a favor de estas inmorales infamias, y todos tan contentos.

Esta Eminentísima Señora -que no sé qué preparación ha tenido para llegar a donde ha llegado; claro que cuanto más alto, las caídas son más gordas y hacen más pupa- no ha pasado del “si se puede…, ¿por qué no se va a hacer?”. O sea y según ella: si se puede hacer una cosa, se puede hacer y se hace y sanseacabó la cuestión. Es el mismo argumento “moral” de los violadores, de los ladrones, de los saqueadores de países enteros, de los mangantes de los ERES, de los falsificadores, de los asesinos, de los políticos de curriculum y nómina, etc. ¡Buena gente donde la haya!

Esta Excelsa Sra no ha caído en la cuenta -o no quiere caer, que será lo más seguro- que no basta “poder” hacer una cosa para que sea “legítimo” hacerlo y, entonces, tenga uno “derecho” a hacerlo. Y la “legitimidad” y el “derecho” del actuar humano no provienen del “voluntarismo” con el que se construyen las leyes hoy en día; y así nos va: es anterior a cualquier “ley” -siempre construcción humana- porque pertenece al “ser persona". Porque con ese “procedimiento” justifica el nazismo -con sus leyes y sus obras-, por ejemplo, que fue encumbrado de un modo mucho más democrático que los actuales: y no creo que la señora Presidenta estuviese por la labor o le gustase que se la catalogara como tal, o que se dijera que apoyaba tales cosas.

La materialidad del “poder hacer” siempre ha de enfrentarse con la “impertinente” pero “absolutamente necesaria” cuestión del “deber hacer"; es decir, si lo que puedo hacer materialmente -matar, por ejemplo-, “debo o no” hacerlo. En otras palabras: si tengo “derecho", si es “justo"; es decir, si es conforme “a justicia": a lo que me debo a mí mismo, y a lo que debo a los demás. Porque si no lo es, “no debo” hacerlo, aunque pudiera hacerlo materialmente. Que se le ha debido pasar por alto este detallito a la señora Presidenta. “O no", que diría su ejemplar Presidente.

Precisamente por la ineludible cuestión del “debo o no debo” a una persona se le pueden “pedir responsabilidades"; y no porque haya una ley “humana” -infame, en este caso, como todas las que se refieren al mundillo arcoiris y a la impuesta y por lo mismo injusta “ingeniería social"-; porque si es un problema de “ley", mientras no me pillen…, “que le den” a la ley. En todo caso, y supuesta una ley “justa” -conforme a la dignidad humana-, también y siempre se presenta el tema de que “debía” seguirla, y “no debía” conculcarla. Y por eso es justo exigir rseponsabilidades. Y siempre es injusta la “impunidad”

Es lo que tiene ser persona humana, en relación con uno mismo y en relación a las demás personas. Si eres una vaca, o enfrente tienes una vaca, las cosas son distintas. Al menos, distintas eran hasta no hace mucho; porque hay una tendencia -que se ha instalado ya en el imaginario del mundo actual- que empezó por traspasar a los animales los derechos de las personas…, y se ha llegado al punto de que ya se les conceden más derechos a ellos. Vamos, que casi estoy empezando a tener envidia de los bichos.

Hace muy mal, Sra. Presidenta con su “cruzada” taliban-laicista. Luego no se queje si alguien se siente con derecho a asaltarle la casa, simplemente porque “puede” hacerlo. Podrá mandarle a los guardias, pero no tendrá ni medio argumento para afearle la conducta. Porque sin el “no debía hacerlo” porque la casa no era suya, ni se le puede echar nada en cara, ni se le puede pedir ninguna responsabilidad. Solo queda “el peso de la ley", que por cierto y en España ese peso es muy liviano, especialmente para los políticos, sindicalistas y “ladrones de guante blanco".

Y entonces, con ese tipo de leyes que arrasan con la dignidad de las personas, si uno no hace una cosa es “porque no puedo"; y nunca “porque no debo": que es lo que nos debería salvar a unos de otros: y no si hay un poli de guardia, que es lo que está pasando.

Y así nos luce el pelo.