Las palabras las carga el diablo...

“Las palabras las carga el diablo…, y las disparan sus acólitos”. Este sería su título completo. Se lo he robado al refrán español que dice: “Las armas las carga el diablo”, sin más añadidos. Pero he apostado por ese alargamiento: me parece aún más expresivo, por más exacto y más real.

¡Cuántas veces, en efecto, se ha producido una desgracia irreparable con un arma de fuego que se suponía descargada, o con el seguro echado! Por supuesto, no había ninguna intención de herir o de matar; como mucho, imprudencia, porque con las armas -"que las carga el diablo"- toda prudencia es poca.

Pero es mucho peor -y no solo en el plano moral, también en el plano antropológico- disparar, no con balas y sin intención malévola, sino con las PALABRAS, con lo que representan, con la realidad que encierran, para corromper -intencionadamente- voluntades, entendimientos y corazones. A lo que hay que añadir todos los efectos colaterales, a corto y más largo plazo, que son imposibles de predecir, de abarcar y de valorar…, aunque las cosas -¡qué duda cabe!- se hacen siempre con una intención precisa; pero sus efectos nunca se circunscriben a lo querido y previsto. 

Pongo un ejemplo: el ABORTO. Mucho hay que corromper a una mujer -y a un médico: ¡qué cinismo y qué sarcasmo!; y a unos políticos; y a unos periodistas, etc- para “convencerla” de que la “solución", necesaria y única, es MATAR al niño -su HIJO- que está en camino: tan en camino que, si no le matan, nacería naturalmente.

Se corrompen así, para lograr la deconstrucción de la persona humana,  palabras como “mujer", “hijo", “dar a luz", “seno materno” y “maternidad", “matrimonio” -lo que es, para qué es-, las mismas relaciones “normales” entre hombre y mujer, la “dignidad de la persona humana", empezando por el mismo “lenguaje” y “significado” del “cuerpo", el sentido del “amor conyugal", el valor y el sentido del “sexo", etc., etc.

Desde el mismo momento en que se instala legalmente el aborto, todas esas palabras, y más que podríamos añadir -"moral", “bien” y “mal", por ejemplo-, dejan de significar lo que significaban: quedan “tocadas"; más aún: “corrompidas". Y se convierten en trampas dialéticas, en meros “sonidos guturales". Y la comunicación entre las personas para en nada, porque se ha roto. ¿Qué nos vamos a “comunicar” si, con las palabras vaciadas, ya no hay posibilidad de comunicar “nada"? Como no se puede dar de beber a nadie de una botella vacía.

El mismo empeño existe en la Iglesia, especialmente desde el último Concilio. Y han reverdecidos esos intentos, después de haber estado invernados -enterrados- durante más de 30 años, con los Pontificados de san Juan Pablo II y de Benedicto XVI.

Hemos llegado a un punto en el que, en la Iglesia, ya no se sabe muy bien qué significan realidades que hasta no hace mucho estaban claras en todas partes; y si uno pretendía pasarse de listillo, pues se le decía, y se reconducían las cosas más o menos a corto plazo.

Así, palabras como “pecado” y “gracia", “vocación cristiana", “católico” y “lo católico", “sacramentos” y las condiciones para recibirlos con fruto espiritual, “Iglesia Católica” -su ser y su misión; sus notas de autenticidad-, “conversión", “ecumenismo", “pastoral", “Papado y Jerarquía", “Fe", “misericordia", “pobres", “sacerdote” y “sacerdocio", “vida consagrada"…, y muchas otras -aunque sobran con estas-, ya no se sabe qué significan, ni para qué están.

Nos hemos metido en un marasmo de buenismo, de infantilismo, de ignorancia, de falta de convicciones, de “luteranismo", de irenismo, de dejación en la “defensa de la Verdad” -a la que se pretende mostrar como “ofensa” a los demás-: Verdad, por cierto, que NO ES NUESTRA, SINO RECIBIDA de Dios mismo… que se está instalando, en la gente buena, un estupor y un no saber a qué carta quedarse que más se parece a desconcierto que a otra cosa. Y, por cierto, así se cargan el “ecumenismo", término con el que se les llena la boca a los mismos que vacían y liquidan a la Iglesia.

¿Cómo va un sacerdote bueno, con sentido de su sacerdocio, a sentarse en el confesonario para atender almas, si se le han quitado los criterios doctrinales y morales para hacerlo? Si basta con el “fuero interno", ¿qué pinta la Confesión, y la Dirección Espiritual? Si se puede comulgar en pecado mortal, ¿a qué se reduce la eucaristía? No puede ponerse ya con mayúscula, porque no significa nada, porque queda reducida a nada: a lo mismo que la supuesta “eucaristía” de algunas  otras “iglesias".

Si unos luteranos finlandeses, de gira por Roma junto a otros fieles católicos, también finlandeses, asisten a la Misa del grupo católico, y se acercan a comulgar -como ha pasado hace unos días en Roma-, y el sacerdote católico -sabiéndolo: iba en el grupo- les da la Comunión como si tal cosa… Pues ¡apaga y vámonos!

Es un ejemplo que pone indignación y vergüenza en el corazón de muchos católicos que quieren ser fieles a la Iglesia, y luchan por serlo.

6 comentarios

  
J. S.
Además de lo fundamental, que es vivir en gracia y rezar ¿Qué podemos hacer los laicos para combatir todos estos ataques?
26/01/16 12:44 PM
  
Ramvel
¡Dichosa la comunidad que cuente con un párroco que "viva" su sacerdocio, aspire a la santidad y sea guía "fiable" para sus fieles hacia el camino de la salvación!
La confusión que se ha generado en el mundo y que ha penetrado profundamente en la iglesia es de tan grandes proporciones que los fieles tenemos que tomar con pinzas cada homilía que presenciamos porque con mucha ligereza nos sueltan algunas herejías o ideas contrapuestas con la fe católica.
Parecen cumplirse las palabras de San Mateo "si aquellos días no fueran acortados, nadie se salvaría".
Necesitamos de santos, fieles santos, ¡pero cuánto más de pastores santos!
Seguiremos orando, sin desfallecer por santas vocaciones.
Gracias P. Aberasturi.
26/01/16 12:56 PM
  
Mª Virginia
J.S.: Ante todo, los laicos lo que podemos y debemos hacer es formarnos sólidamente y exponer cada vez que se presente la oportunidad (se presentan a menudo, más de lo que uno espera), la verdad católica -la que se nos brinda en el Catecismo- lo más claramente posible, a tiempo y a destiempo. No es poco, se lo aseguro.
26/01/16 6:25 PM
  
Juan
Sin mas que agregar Sr. Juez......
26/01/16 6:51 PM
  
Fran
Con todos mis respetos, porque no pueden comulgar luteranos junto católicos a través del sacerdote católico, Jesús se sentaba a comer con hermanos de diferentes pensamientos y en la EUCARISTIA nos sentamos todos a comer con ÉL a recibir su persona y su vida. Y otra cosa, el testimonio de vida cristiana Católica de muchos católicos españoles deja mucho que desear. Que Dios les bendiga, un abrazo.
27/01/16 9:12 PM
  
José Luis Aberasturi
Para Fran:

Comer, sentarse a comer no es COMULGAR. Jesús se sentaba a comer con quien fuese -yo mismo también lo hago-, pero solo dio la Comunión a los Once: hay autores que afirman que Judas no comulgó.
Si no percibes la distinción entre comer. sentarse a comer -un buen chuletón, por ejemplo-, y Comulgar, no tengo más argumentos que dar. Pero tienes un grave problema de apreciación. Y un déficit más que notable de Doctrina Católica. Quizá ni seas católico; y por eso dices lo que dices.
29/01/16 9:10 AM

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