30.08.16

¿Cómo hay que votar en el referendo por la paz en Colombia?

Muchas personas me lo han preguntado: ¿Cómo debemos votar en el referendo por la paz?

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Mi respuesta ha sido siempre la que nos han ofrecido nuestros obispos: cada colombiano debe estudiar los acuerdos; reflexionar; si es creyente, hacer oración; y luego votar en conciencia.

Nadie debe interpretar esta postura de la Iglesia como un abandono a sus feligreses, según decía algún irresponsable en una página web. Ese tipo de personas son las mismas que, cuando la Iglesia toma una postura que no les gusta, por ejemplo: en una votación en el senado sobre adopción de niños por parejas del mismo sexo, insisten en que la Iglesia no debe “meterse en política.” O sea que si, en casos moralmente graves y claros la Iglesia habla, se está “metiendo en política;” pero si en casos dudosos y controvertidos apela a la conciencia de las personas, está “abandonando el rebaño.” Todo indica que para algunas personas cualquier ocasión es buena para despreciar y vituperar a la Iglesia Católica.

En mi caso, que es el de millones de colombianos, veo algunas cosas buenas y varias cosas muy malas en los acuerdos firmados entre el gobierno y las FARC.

Es bueno que el jefe máximo de las FARC ordene un cese al fuego. No es un favor que nos hacen pero es de agradecer que podemos esperar mucha menos violencia en términos de secuestros, narcotráfico de guerrilleros y amenazas a la población civil.

Es muy bueno que la comunidad internacional se haya hecho y se siga haciendo presente, especialmente a través de la ONU. La veeduría internacional es un dato importante, que da credibilidad al proceso.

Es mala la sensación de impunidad que ha quedado en millones de nosotros. Simplificando las cosas, parece que los mandos medios y los guerrilleros rasos quedan mayormente exonerados porque la responsabilidad pesará sobre los máximos dirigentes. Pero estos tampoco pagarán gran cosa ni restituirán prácticamente nada porque pasan a ser parte de un movimiento político, y por supuesto, eso requiere que estén plenamente activos en la vida civil. El resumen y sensación es de impunidad. Cosa que choca cuando se tiene en cuenta la dureza de las penas–penas justas, por lo demás–que se han aplicado a algunos militares.

Es muy dañino que en un acuerdo de paz con las FARC haya amplias porciones de texto que consagran como parte del ordenamiento legal colombiano la ideología de género. Muchos miles de colombianos somos lo suficientemente informados e inteligentes como para ver el juego del presidente Juan Manuel Santos: hace unas pocas semanas, cientos de miles de colombianos, principalmente papás y mamás, se manifestaron en contra de la imposición de la ideología de género. El señor presidente anunció ante las cámaras que no se impondría a través del Ministerio de Educación una reglamentación supuestamente “anti-discriminatoria” que dejaba sin derechos a los papás que no quisieran que sus hijos fueran indoctrinados en la mencionada ideología. Pero, ¡sorpresa!, el caballo de Troya vuelve a entrar como un subcapítulo del larguísimo acuerdo con las FARC.

Claramente estamos ante un mandatario capaz de mentir con sus “juegos de póker,” usando la expresión que él mismo ha tomado para referirse con cierto cinismo a sus estrategias y su astucia. ¿Es de fiar lo que pacte un personaje así? ¿Qué otras trampas y bombas de tiempo están por ahí escondidas? ¿Cuántos de los que románticamente votarán por la “paz” darán aprobación a cosas que son realmente muy difíciles de descubrir, salvo para los expertos?

Reitero: cada quien tendrá que votar en conciencia. Son muchos los factores implicados, y mucha la luz que necesitamos para dar el mejor paso en esta coyuntura de la historia de Colombia.

18.08.16

No olvidar

  1. La CLARIDAD de las ideas no debe reñir con la CARIDAD hacia las personas. #NoOlvidar
  2. #NoOlvidar que es distinto ser prudente a ser cobarde, y distinto ser valiente a ser imprudente o agresivo.
  3. Que te “horrorice” lo que está pasando en el mundo, o con la familia, o con los niños, todavía no produce nada. Hay que ACTUAR. #NoOlvidar
  4. Si nadie te insulta o te persigue por tu condición de cristiano, quizás es que dejaste de serlo, y ni cuenta te diste. #NoOlvidar
  5. Al Estado le estorban las familias en que el amor y la autoridad de los papás y mamás forman hijos fuertes e independientes. #NoOlvidar
  6. Católicos “moderados": ¿Por qué no se extrañan de que LOS MISMOS proyectos de ley estén imponiéndose a la vez en tantos países? #NoOlvidar
  7. #NoOlvidar que “comprensivo” y “cómplice” empiezan con las mismas letras pero no terminan en el mismo lugar.
  8. #NoOlvidar que somos responsables de lo que decimos ¡pero también de lo que callamos!
  9. A pesar de lo que vive hoy la familia, #NoOlvidar que hay muchas otras causas de dolor e injusticia… que son ocasiones de misericordia.
  10. Piensa en un millón de formas de destruir la familia: todas pasan por que los hombres no sean papás ni las mujeres mamás. #NoOlvidar
  11. #NoOlvidar que todo lo que se declare ACEPTABLE será considerado NORMAL, y todo lo NORMAL será de obligatoria enseñanza en los colegios.
  12. Si una marcha confirma lo que dice el Pensamiento Único: “El pueblo ha hablado"; si dice lo contrario: “Han manipulado al pueblo” #NoOlvidar

29.07.16

El peligro de pelear contra un solo monstruo

La figura del monstruo evoca aquello que tiene que ser combatido o de lo cual uno huye porque es un peligro inminente. Una parte considerable de la literatura universal contiene temas épicos en los que siempre sobresale un gran combate; a menudo se trata de luchar contra distintas clases de bestias potentes y crueles, persistentes y despiadados: auténticos monstruos, incluso si se trata de seres humanos.

Existe sin embargo el peligro, alimentado por Hollywood, de ver todo drama como una lucha contra  un solo monstruo, con lo cual fácilmente se pierde de vista la complejidad que trae la vida misma y además se pierden del radar algunos enemigos.

Esto es particularmente cierto cuando se trata de nuestra vida cristiana. Es fácil concentrar las fuerzas en derribar a un enemigo que se considera muy peligroso y muy dañino pero sólo para caer en las fauces de otro monstruo que nos esperaba exactamente en el extremo opuesto.

Consideremos, por vía de ejemplo, el caso de una persona que ha quedado traumatizada porque alguna vez que fue a confesarse el sacerdote, de una manera insistente y casi enfermiza, le repetía preguntas y más preguntas. A un cierto punto el penitente ya no sabe distinguir entre los interrogantes oportunos y las cuestiones que parecen brotar de alguna forma de morbosidad. La experiencia que esta persona ha tenido confesándose puede describirse como una sala de torturas. Si luego esa persona va a hablar sobre el sacramento de la confesión, es muy posible que describa ante todo lo que la confesión no debe ser: una sala de torturas. Y por supuesto, eso es verdad, pero sucede que ese no es el único peligro que acecha con respecto a la confesión: y al concentrar toda la atención en un extremo, a saber, en el monstruo del rigor, esta persona puede olvidar que existen otros monstruos que también quieren destruir nuestra vida, como por ejemplo el monstruo del relativismo.

Lo contrario también puede pasar: una persona fastidiada del relativismo que encuentra en tantos lugares de la Iglesia considerará probablemente que el verdadero cristianismo tiene que ser estricto y tiene que estar marcado por el rigor. Por ese camino puede llegar a la intransigencia e incluso a la agresividad–que no es sino el resultado de haberse entregado al monstruo que nunca llegó a ver.

Por eso digo que hay gran peligro en eso de luchar contra un solo monstruo: si nos concentramos en el rigor, para rechazarlo, podemos caer en el relativismo; si por el contrario vemos como único enemigo al relativismo podemos caer en el rigor y volver al rigor nuestra religión. Lo trágico de ambas historias es que cada uno justificará su opción describiendo con detalle los horrores del monstruo dle que está huyendo–sin atinar a ver al mosntruo al que se está dando.

Hay ejemplos semejantes a la pareja dialéctica rigorismo - relativismo. Pero será mejor que los lectores interesados los añadan en sus comentarios.

17.07.16

Anuncio de gracia

No se pueden hacer las obras de Dios si Dios no ha obrado primero en nosotros: tal es el mensaje central de esta homilía para Domingo XVI de Tiempo Ordinario, en el ciclo C. Predicación ofrecida en el Monasterio de Dominicas de Palencia, España.

Las lecturas a que se hace referencia son: Lucas 10, 38-42 y Génesis 18, 1-10a.

24.06.16

El sofisma más repetido de nuestro tiempo

La comparación entre racismo y homosexualismo ha sido una estrategia constante de imposición de la agenda LGBT. Obama por ejemplo, la ha usado repetidamente para presentar como un avance en la lucha contra la discriminación todo aquello que haga avanzar la ideología de género.

Pero, ¿es lógicamente consecuente ese modo de pensar? ¿De verdad es igual el hecho de tener piel blanca, cobriza o negra, al hecho de ser hetero- bi- u homosexual?

Es fácil darse cuenta de que el argumento que iguala discriminación racial con “discriminación” por orientación sexual simplemente prospera por la pereza mental que es tan frecuente en la raza humana y que dificulta hacer las necesarias distinciones.

Doy razones:

1. Cada niño nace con un color de piel. Nadie hasta ahora ha demostrado que se “nazca” homosexual o “trans.” El famoso, muy financiado y nunca encontrado “gen homosexual” es sólo un mito. De modo que no hay base natural en la orientación sexual que sea comparable con la concentración verificable de melanina.

2. Lo anterior implica que los abanderados de la ideología de genero deben echar mano de un argumento distinto: cada quien tiene derecho a definirse como quiera ante la sociedad; si alguien quiere ser socialmente algo distinto de lo que la biología manda, entonces la sociedad misma, y el Estado, deben respaldar esa decisión. Por ejemplo: si alguien nació biológicamente hombre pero quiere cambiar su registro civil y empezar a ser mujer desde hoy a las 12 de la noche, el Estado debe apoyar tal decisión. ¿Puede hacerse algo parecido con la raza? ¿Ha propuesto alguien seriamente que el Estado permita a todos que sus pasaportes digan “tez negra” si la persona es de raza blanca? Claro que no.

3. Una historia muy socorrida para suscitar simpatía hacia la fluidez en la orientación sexual es aquello de “Yo era una mujer encerrada en el cuerpo de un hombre…” Aparte de la antropología de juguete que una afirmación tal implica, que no equivale menos que a una especie de platonismo recocinado sin la menor crítica, imaginemos que alguien dijera: “Yo soy un blanco encerrado en el cuerpo de un negro” O en términos de nacionalidades y etnias: “Yo soy un europeo encerrado en el cuerpo de un colombiano…” Esas historias nadie las recibe. ¿Por qué? Porque no son comparables la raza y la orientación sexual.

4. Si uno pudiera hipotéticamente trasladar la argumentación de la discriminación racial a una discriminación como la que se supone que se da por orientación sexual, ¿cuál sería la razón lógica para no aplicarlo a otros tipos de comportamiento? Por ejemplo: el incesto. En este sentido, son más consecuentes los que sacan la consecuencia obvia de una postura voluntarista y subjetivista: puestos a aprobar el comportamiento homosexual, aprobemos de una vez todo lo que sea consentimiento entre adultos. Las sociedades sin embargo han tenido buenas razones, basadas de fondo en la biología y al corporalidad misma del ser humano, para no admitir que la voluntad humana es omnipotente–con lo que ello implicaría como sobrecarga para la sociedad.

5. Las opciones raciales no tienen de suyo ninguna consecuencia en cuanto al modo como se engendran y educan seres humanos, y por ello no cambian esencialmente el futuro de la sociedad. La admisión de la homosexualidad implica en cambio un hecho biológico sin precedentes por la sencilla razón de que la naturaleza ha ligado la procreación a la diferenciación sexual.

Se ve, pues, que la comparación con el racismo es insostenible y se ve que sobre la base de un sofisma no hay por qué admitir recursos legales.

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[Editado a partir de la respuesta a un comentario en este mismo blog.]