18.07.18

(279) El rebaño en el desfiladero

Hay buenos pastores en la Iglesia católica, pero la abundancia de malos ha puesto a la grey de Cristo en el desfiladero. Son pastores sin voz o de voz confusa, que no hablan claro y pierden ovejas, arrimadas en exceso al acantilado.

Viven los fieles, en esta crisis, como caminantes entre nubes, como jinetes del Paso de Imladris, por donde pasó Elendil. 

Y es que tiene el camino eclesial actual peligros abundantes; y a falta, demasiado a menudo, de una sólida predicación en que consolidar la fe, el católico superviviente ha de buscarse la buena doctrina por su cuenta, que es como buscarse la vida.

La travesía es difícil. Los orcos llegaron a las Montañas Nubladas. Sea el católico, por eso, cual caballero del abismo, y precisando el paso, sobre caballo recio, sujete bien las riendas con el socorro de Nuestra Señora, para llegar a Rivendel.

 

1.- Pastores turbados y canes mudos.— No es que no haya pastores, o que no tengan voz, sino que muchos hablan confuso, y sus ovejas no les reconocen, se desconciertan, el rebaño se desordena junto al precipicio, la turbación las aproxima al abismo.

Sus canes son mudos, de nada les sirven sino para reñir entre sí. Frecuentan chacales, compadrean con lobos. Gustan del activismo de la ociosidad y no corren los campos ni reagrupan la grey. Se apuntaron, tal vez, a congresos de licántropos, firmaron la paz con jaurías; o asistieron a eventos de la alta sociedad canina, llegando tarde al rebaño y sin ladrido.

 

2.- Con palabra irreconocible.— Hay buenos pastores, sin duda: las ovejas escuchan su voz, y se enmiendan y pastan seguras. Pero también los hay malos, que hablan extraño, y abundan —por eso, principalmente, hay crisis—. Y a falta de un verbo preciso, confunden la grey. Los cristianos, sin guía en el desfiladero, buscan pasajes y atajos por su propia cuenta y riesgo, sin brújula ni mapa, ni Dardos que brillen contra los orcos.

El pastor, en sus actos de gobierno, debe ser la vanguardia de la buena doctrina. Enseña San Gregorio Magno que «el prelado debe ser siempre el primero en obrar, para que, con su ejemplo, muestre a los súbditos el camino de la vida, y para que la grey que sigue la voz y las costumbres del pastor camine guiada» (Regla pastoral, 2, 3)

 

3.- El azúcar, pero no la sal, en la voz del pastor.— No es misión de los pastores desalar la doctrina, ni intoxicar conceptos con malas cavilaciones, que elucubrar no es hacer magisterio. Aténganse a saberes heredados, que son brújula perenne para el rebaño. Doctrina sin sal es doctrina sin sabor, doctrina inútil que para nada vale, aunque guste al nuevo sistema mundial de trasgos. No es misión de los pastores, tampoco, endulzar nociones, ni edulcorar misterios con valores añadidos. Aténganse a predicar lo verdadero, que es el acto de liberación más potente que existe, y es saludable en todo momento aunque suponga el martirio. Voz sin sal es voz inútil.

El mal pastor puede ser piadoso, pero mal pastor. Por eso la culpa principal del descalabro es del que, debiendo pastorear, no pastorea. Pudo haber sido en sus ratos libres piadoso y limosnero, pero no fue pastor. Y sus ovejas caminaron precipicios y muchas cayeron.

 

AÑADIMIENTOS

4.- Remedios saludables.— Gracias a Dios, también hay buenos pastores, con buenos canes. No abundan, pero los hay. Sus rasgos distintivos son remedio:

Primer punto, saber gobernar: 1) tener autoridad (saber y enseñar la sana doctrina) y 2) tener potestad (mandar, sancionar, regir, ordenar, organizar, hacerse obedecer, hacerse todo a todos, delegar, etc).

Segundo punto de buena pastoría, ser defensor del rebaño y buen guía.

Tercer punto, que es primero en importancia: andar en santidad (estar en gracia, actuar al modo sobrenatural, ser varón teologal, cultivador en especial de las cuatro virtudes viriles —según decían los romanos: gravedad, racionalidad, serenidad y fortaleza)

Cuarto punto, ser bandera de la Transustanciación, embajador del único medio de salvación que es la Iglesia. Faro de la ley natural, rescatador del sacramento de la penitencia, defensor del derecho natural y divino y del derecho penal, con todas sus consecuencias.

 

5.-Más remedios.— Sepa el buen pastor callar cuando sea preciso, que hay silencios más potentes que cualquier palabra. Conforme a la enseñanza de San Ignacio de Antioquía, que dice: «maravillado estoy de la serenidad de un hombre que puede más con su silencio que otros con su vana garrulería» (Carta a los filadelfos, 1, 1).

Sepa el buen pastor ser fiel y veraz, no un mercenario, conforme explica el Santo de Hipona: «¿Quién es el mercenario? El que viendo venir al lobo, huye, porque busca su interés, no el de Jesucristo; el que no se atreve a reprender con libertad al que peca; [el que] por no perder la satisfacción de la amistad de un hombre y soportar las molestias de la enemistad, calla y no lo reprende.» (Tratado sobre el Evangelio de San Juan, 46, 8)

 
6.- Y otros más.— Cruce el buen pastor los umbrales precisos, no puertas traseras, ni huecos de ladrones. Sea su pastoreo participación del único pastoreo, para que se cumpla la Escritura, que dice: 

«En verdad, en verdad os digo que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador; pero el que entra por la puerta, ése es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero y las ovejas oyen su voz, y llama a las ovejas por su nombre y las saca fuera; y cuando las ha sacado todas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz; pero no seguirán al extraño; antes huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.» (Jn 10, 1-5)

 

y 7.- En conclusión, no tema.— Sepa el buen pastor hablar con sal de Cristo, para que le reconozcan sus ovejas y su voz sea como antorcha que ilumina las tinieblas. No hable, por eso, con tonos extraños, sino heredados. No pierda en su discurso el sí sí no no evangélico. 

Sea su predicación y su silencio mapa de ruta para la salvación de las almas. Sea su doctrina salada claridad. No olvide apoyar su labor en fieles y bravos canes, de los de antes, buenos perros ladradores y enfrentadores de leones. Y no tema desfiladero ni cañada, porque, si Dios con él, ¿quien contra él?

 

David Glez. Alonso Gracián

 

15.07.18

(278) A Mordor en tren

1.- No perdamos el tino.— Que hoy es muy fácil. Tiene la atmósfera teológica que nos envuelve, en general, una resaca de locura, una mar picada de inconsciencia, un canto de Sirenas en que es muy fácil perderse. Tan pronto se sumerge uno en el discurso eclesiástico hodierno, comienza a malentenderse y ahogarse en fenomenologías. Tanto parece que la nueva teología ha invadido la mente de la Iglesia. Quien no sepa nadar entre malas ideas, como entre tiburones, quédese en casa, al amparo de la piedad y del silencio, y no se dedique a pastorales temerarias ni a alemanas filosofías. Quien no sepa contrastar doctrinas, no se meta en agua tapá, como se dice por estos lares. No sea que, por falta de preparación, se descubra modernista, que es como no saber nadar y no hacer pie.

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4.07.18

(277) Iglesia, levántate y predica el Retorno del Rey

1.- La modernidad es el subjetivismo tiranizando las sociedades, esclavizándolas con la nada.

 

2.- El subjetivismo nihilista, aplicado a la razón, degenera en racionalismo. Si el racionalismo se estira hasta el límite, se convierte en irracionalismo.

 

3.- Racionalismo e irracionalismo nihilistas son etapas en el mismo proceso de absolutización de la subjetividad. El nihilismo, en este sentido, es la descatolización misma de Europa, es decir, su hundimiento en la subjetividad jurídica, social y cultural.

 

4.- La modernidad es racionalismo moderno y también irracionalismo posmoderno.

 

5.- El subjetivismo convertido en derecho positivo se llama revolución. Y su principio, la libertad negativa, el principio de autodeterminación.

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29.06.18

(276) Los Mandamientos en Veritatis splendor

Frente a la ideosincrasia personalista, que suele explicar los Mandamientos en clave de diálogo, la encíclica de San Juan Pablo II Veritatis splendor de 1993, los presenta como lo que son, Mandamientos. Sin falsas dicotomías fenomenológicas.

Los personalismos posmodernos, en sintonía con la ética globalista del nuevo orden mundial, contextualizan el Decálogo en un marco democratizante o semipelagiano que maximiza la autonomía humana. Los reinterpreta en clave hegeliana, al servicio del principio de autodeterminación,  como guía, ideal, diálogo, propuesta, invitación, inspiración, más que como propiamente Mandamientos.

Son minusvalorados en cuanto tienen de deberes, como si por sí mismos dificultaran la experiencia personal y amorosa con Dios. La ley, se dice, no está antes que la fe, como diciendo que el Decálogo es sólo para creyentes.

Los personalismos posmodernos suelen presentar, también, la vida cristiana, como vida de liberación, pero no como vida en la ley moral por la gracia. Su concepto de libertad es la libertad negativa moderna.

Es común, entre los humanismos surgidos del rompimiento de la Cristiandad, considerar los mandamientos como obligaciones convencionales, compromisos arbitrarios, normas positivistas, pesadas, que aplastan el amor.

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23.06.18

(275) Normas generales y ley moral universal. Una falsa sinonimia

Presentación del acorde de ideas de este post:

En el contexto de la presente crisis del catolicismo, la confusión teológica reinante abarca conceptos clave en teología moral, como son las nociones de ley y norma.

Por influencia de Kant, Hegel, Kierkegaard, Heidegger y otros autores, la concepción personalista de la ley moral —como en Bernhard Häring o Karl Rahner, por ejemplo— ha suscitado un desenfoque doctrinal considerable.

Uno de los frutos más notables de este desenfoque doctrinal es la exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia. La confusión entre norma y ley, sin embargo, no es un invento de la teología católica contemporánea, sino de la Modernidad, formando parte de la esencia misma del Estado positivista surgido de la Reforma. La teología moral personalista, al asimilar elementos del pensamiento moderno, ha introducido este virus en el pensamiento católico.

 

1ª.- La anomia contemporánea, que es nihilista, no es rechazo de la norma sino rechazo de la ley.

 

Es común en la teología moral personalista que la noción de norma ocupe el lugar de la noción de ley: los Mandamientos, la ley natural universal, ya no son presentados como la misma ley eterna, sino como las normas generales. La ley natural deja de identificarse con la ley eterna participada por la criatura, sino con un conjunto de normas creadas por ella de forma convencional.

 

3ª.- Al referirse a la ley eterna como norma, se rebaja de rango la ley y se sube de rango la norma. Pero la ley eterna no es la norma eterna sino la ley eterna, sabiduría misma de Dios. Por lo que manteniendo la falsa sinonimia se genera una tensión en la moral cristiana que pretende desahogarse acudiendo a la esfera de la subjetividad. En ella pretende encontrarse la absolutización necesaria que compense el desequilibrio: rebajando la ley y elevando la norma, se ponen en plano de igualdad la parte divina y la parte humana. La procedencia semipelagiana, voluntarista, del artificio es evidente. 

Una reelaboración de esto lo encontramos en Rahner, que en Peligros en el catolicismo basándose en el principio de implenitud, como hace Amoris laetitia—  habla de una ética particular inasequible a la ley universal.

Esta ética particular pretende ir allende las fronteras de las “normas generales". Sin explícitamente contradecirlas, se propone ir más allá, a una supuesta esfera privada en que ni la Iglesia ni la ley en general tienen jurisdicción: la norma particular pretende así elevarse hasta la ley “general” y equilibrar la balanza norma/ley, o lo que es lo mismo, hombre/Dios. La antropologización horizontalista es evidente.  De esta ética individual, de este equilibrio artificial, se encargaría no la conciencia, según Rahner, sino el discernimiento. Así surge una dicotomía subjetivista: la conciencia se encargaría de las normas generales y el discernimiento se encargaría de las normas particulares, nivelando conciencia y discernimiento.

 

El nihilismo se fortalece con sistemas supernormativos de gobierno. Necesita 1) destruir el orden del ser, para lo cual acude a la anomia como rechazo de la ley eterna (que es el mismo orden del ser) y 2) implantar un nuevo orden normativo que garantice su supervivencia (que es el orden de la norma positiva en sentido positivista).

 

y 5ª.- Se da el caso de Estados intensamente normativos, como el comunista, que son sin embargo profundamente anómicos. Pasa lo mismo con el estado constitucional moderno. Es supernormativo siendo al mismo tiempo anómico. No es más que la paradoja revolucionaria: para afirmar la libertad negativa del hombre, se rechaza la ley al mismo tiempo que se supernormatiza, para reforzarlo, el nuevo estado de cosas. Es la forma en que se abre la puerta al totalitarismo, al fascismo, a la ideología de género, al democratismo global, etc.

La clarificación, por tanto, de este asunto, es urgente. Una vez más, proponemos volver al pensamiento iusnaturalista clásico, a la doctrina antimodernista, a los principios fundamentales de la teología moral católica. Respetemos el legado recibido y no nos apartemos ni un ápice de su numen tradicional.

 
David Glez Alonso Gracián