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17.05.17

(180) En que el P. Vetusto se encara con el P. Anomio, profesor de teología moral y promotor de la anticoncepción

Tiempo ha que el P. Martín Anomio, prestigioso profesor de teología moral,  visitaba asociaciones familiaristas de laicos, y predicaba y daba sermones y homilías y conferencias de prensa en los medios. Su tema estrella no podía ser otro que la supuesta enemistad entre la gracia y la ley, dando embestidas furibundas a la Humanae Vitae.

—Si tienes la gracia, ¿para qué quieres la ley? Reconoce tu conciencia creativa, que es señora de tu matrimonio, y no la ley que te esclaviza— solía decir, entre jocoso y tentador.

No escatimaba horas ni luz de lámpara, con tal de difundir su proyecto antilegalista, como él lo llamaba: demostrar a los rigoristas católicos que la prohibición de la anticoncepción es legalismo, y ha de ser reconsiderada bajo una nueva perspectiva: la de la opción fundamental por la gracia, y la responsabilidad de los esposos. Y he aquí que predicaba resueltamente, con escandalosa facilidad, este y otros muy graves y dañosos disparates contra la salud del matrimonio.

Sus libros reventaron escaparates, colonizaron librerías católicas, hirieron obispos, despeñaron ovejas, recibieron premios prestigiosos de los centros docentes católicos, y fueron incluidos en los planes de formación de seminarios, institutos de ciencias religiosas, cátedras universitarias y planes pastorales: es el apóstol del matrimonio, dijeron. Y le colmaron de halagos y distinciones honoríficas, y le nombraron el renovador de la teología moral católica. Memorable fue su apología proluterana en una muy famosa conferencia en el Rodolfianum.

 

Y es que el redentorista Don Martín Anomio, desde sus primeras lecciones docentes, ya enemistaba Ley y Gracia. En su celebérrima obra Argumentos cristianos contra la Humanae vitae afirmaba textualmente:

El uso de preservativos no profana las relaciones conyugales. Por el contrario, es una muestra de la primacía de la conciencia sobre el fariseísmo magisterial.  Nada impide que, si ha habido un profundo discerniento ético, sin duda por etapas y procesos de descubrimiento de valores, una pareja de sujeto y sujeta utilice anticonceptivos regularmente y pueda crecer en gracia santificante, virtudes teologales y una mayor vivencia de los valores evangélicos.

 

Pues bien, dicho esto, cual proemio, toca hablar de su Némesis, es decir, del enemigo mortal de Don Anomio, que no podía ser otro que nuestro muy apreciado y admirado Padre Vetusto. Y con ello proseguimos, de paso, nuestra entrevista de anteayer. Escuchemos al bizarro sacerdote. Le pregunto:

—Padre Vetusto, sabido es que tuvo ud algún encontronazo con el famoso Don Anomio, cuando era profesor de teología moral en el seminario de Vitruvia.

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9.05.17

(179) Entrevista al P. Gabriel Vetusto

—Hijo mío, ya va siendo hora me hagas una entrevista, ¿no te parece?

—Por supuesto, Padre.

—Es que me tienen que oir. Y ya estabas tardando mucho en proponérmelo.

—Es que… —intentar justificarme ante el Padre Gabriel es cosa inútil— no tengo excusa, Padre.

—Así me gusta, que seas humilde. Ahora, hale, comienza.

 

—Don Gabriel, tengo entendido que ud de chico era mariscaor.

—¿Cómo? ¡Y eso a quién puede importarle! Mal empezamos.

—Bueno, y sobre qué quiere que le pregunte.

—Pregunta sobre lo que quieras, claro, no quiero coartarte.

—Ejem, bueno, a ver, ¿cuándo surgió en ud la vocación sacerdotal?

—Ah bueno, eso, pues desde siempre, hijo, desde siempre. Yo era mariscaor, mariscaba con mi padre. Él acostumbraba rezaba algo, casi siempre el Santo Rosario, antes de salir a pescar en la barca de trasmallo, o a lanzar la red de acedía, cuando había vendaval. Sobre todo rezaba cuando soplaba levante, que decía venía del cielo, a barré el pecado. Y me decía: “los buenos sacerdotes son como el levante, llegan a un sitio y no paran de soplar hasta que el mal salió volando. Porque en verdá no soplan ellos, sino el Todopoderoso.”

Mi buen padre tuvo claro que el mundo es mal teatro, y que ante sus falacias sólo cabe una estrategia: ser partisano de la gracia. Y así nació esta expresión, que yo aplico a la lucha contra el ejército modernista, a mi vocación sacerdotal, al heroico oficio de ser santo en esta época.

 

—Tengo entendido que tuvo ud problemas en el seminario de Vitruvia.

—Ah, sí, bueno, me peleaba con todo el mundo, jeje. Uno de mis profesores, que era todo un personaje, (un fenomenólogo cristiano, se apellidaba), escribió un librejo sobre la doctrina del conocimiento en Santo Tomás que se titulaba: Nihil Scitur, y yo le dije un día: Padre Eudemo, ¿cómo es que ha escrito ud un libro sobre el Aquinate, que se intitula «Que no se sabe nada?» ¿No es eso, aparte de especialmente antitomista, una completa memez?” Pero no le sentó bien, y me suspendió metafísica.

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8.05.17

(178) El Padre Gabriel se enfada conmigo y me pone a escribir

El Padre Gabriel llamome hoy, y díjome:

—Alonso, hijo, ¿qué cosa escribiste recién, para el católico portal —o séase, Infocatólica.

—Pues algo sobre aire fresco, Padre, sobre la necesidad de respirar, y un poco de poesía, que es buena la belleza.

—Eso está bien, hijito, pero no te pases, que es tiempo de mazazos y no de aromas.

—Muy cierto, don Gabriel, pero dígame, ¿a qué error quiere ud que endiñe?

—Al Modernismo, claro está, qué pregunta….Mira el asturiano, que no para de darle mamporros, o mejor hachazos, como de Gimli. ¿Acaso crees que hay otra ocupación mejor, por urgente? ¿No parece que proponen caminos embarrados, pastorales a tientas, neodoctrinas a esbozos, situacionismos a mansalva, y que creemos como si no creyéremos, de tan grande y morrocotuda que es la crisis? Mira Bruno, contra el elogio heterodoxo, el marcianovidalismo de la moral. Hale, ponte a escribir, y no se diga que se nos enviaron profetas, y no les obedecimos. Obedezcámosles.

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6.05.17

(177) De un poco de aire fresco

Con este post, amigo mío, sólo quisiera darte una migaja de oración, para animarte a orar y no lo dejaras. Y que fueras como el perro, siempre querencioso de su Dueño, vaya donde vaya.

 

Como una parva retahíla de pequeñas perlas. Es poca cosa. Pero el Señor las pronuncia, y tú oras. Es el tesoro escondido del Rosario.

 

Recién se ora salió el sol, y maduraron los membrillos. El Hortelano trabaja.

 

La frescura del cielo, qué puertas colosales tiene abiertas. Son pequeñas, sólo puertecitas, tal vez, al aire de la mañana. Pero qué grande historia parece que nos cuentan. Sólo cerrar los ojos, y orar. Y se arrodilla el horizonte. Mira, asómate: es el Nombre que está sobre todo Nombre.

 

Cuán sutiles las cosas cotidianas con que el Señor nos adorna su gracia, para darnos que queramos más, y nos engatusemos con ella. Como el aroma de las manzanas, recién cortadas y ya tan frescas, tan nuevas, luminosas entre los dedos, que no quisiéramos comerlas sino sólo contemplarlas. Y así sucede con estas cosas, que no quisiéramos ni vivirlas, para que no pasaran, y que siguieran siempre oliendo a Cristo.

 

No sea tu oración como joyero impaciente, que trata con mano imprudente la perla y el oro.

 

Oras, y es como si se abriera una ventana. Entra el aire fresco, y no hace falta más. Y cómo huele a Madre el alma, cuando el umbral se abre, y es la Iglesia.

 

Pasó el alma que ora el muro de romero, y se quedó prendida. 
—No pase a Este Lado aún— dijo en voz baja, muy baja, el Hortelano.
Y se regresa oliendo a especia y a romero, y al frescor de la mañana.
—Señor mío y Dios mío, quédate conmigo, que aún hay tiempo —quejose el alma— y a la intemperie se precisa abrigo.
—Haré una tienda en la gracia, y moraremos en ti.
Y como un ciervo en el río, se apercibe el alma de silencio y bebe Agua, que ya amaneció.

 

5.05.17

(176) La ventanilla indiscreta.- Una mirada inmoderada, impertinente, inactual

Muchas horas de autobús o de tren son muchas horas de ventanilla. Se ve pasar el mundo, se lee, se ora; se reflexiona, se considera la actualidad, ante todo eclesial, —siempre incorrectamente, sin gregarismos, con prudencia, con razón, —tal vez sin ella, lo diga el lector.

Estas son miradas de ventanilla, en que se espía la crisis, cual emboscado; en que se piensa la crisis, cual mente de emboscado; en que se quiere reformar, o proponer reformas para la crisis, cual mente de católico.

Somos partisanos de la gracia, como dirían Pedro L. Llera o Luis Fernando. El ejército de ocupación es, ante todo, el semipelagianismo nominalista decadente buenista anómico sentimental y miserincordiante, es decir, el Modernismo. Y como no hay victoria de frente, hay que combatirlo de esquina. Desde los bosques, en el estómago del Leviatán.

Pues eso, miradas de ventanilla, de partisano, de francotirador de herejías, como en un Diario. Espero sean de vuestro agrado. Santidad o muerte.

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