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23.08.17

(206) No perdamos el camino. Cómo conducirse en la crisis

Conducirse en medio de una crisis no es tarea fácil. Pero es posible por la gracia. Lo principal es no perder el camino heredado, y atenerse a él. Teniendo en cuenta la advertencia del Señor: «Sin Mí no podéis hacer nada» (Jn 15, 5).

No desconfiemos de la Iglesia. Es Madre y Maestra, como la Inmaculada Concepción, su figura y signo de predestinación. A ella, que es nuestro faro, confiamos las naves en la tormenta.

 

Toda crisis es un extravío, un oscurecimiento del camino. Pero la sana doctrina católica es brújula, conforme nos enseñaron:

«¿Qué es la doctrina cristiana?

Doctrina Cristiana es la doctrina que nos enseñó Nuestro Señor Jesucristo para mostrarnos el camino de la salvación.» (Catecismo de San Pío X, 3)

 

De nuestro entendimiento de la crisis depende, en gran parte, que no perdamos el camino.

1.- Si por crisis entendemos un cambio profundo, de consecuencias importantes, entonces hay que permanecer inmóvil, para que lo inmutable prevalezca sobre la mutación.  Para ello, es necesario aferrarse a la Tradición y a las tradiciones. Cultivar nuestra mente bíblico-tradicional. Pisar fuerte, donde el Magisterio pisó fuerte.

 

2.- Si por crisis entendemos la intensificación de los síntomas de una dolencia, entonces hay que mantenerse sano a toda costa. Para ello, es necesario aferrarse a los sacramentos y a los sacramentales. Sea la santa Eucaristía cumbre y fundamento de nuestra vida cristiana, y la confesión, bautismo trabajoso por el que recuperamos el estado de gracia. Una buena provisión de agua bendita es importante, para limpiar el sendero de demonios y que florezcan botánicas, frescor y verdor. Y fomentar el culto de dulía, bandera de catolicidad: que buenas luces proceden de la Comunión de los Santos.

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16.08.17

(205) Inconveniencias eclesiales, XIV: sobre el principio de conciencia creativa y la crisis de Amoris laetitia

I.- ADVERTENCIA DE VERITATIS SPLENDOR, 55

El parágrafo 55 de Veritatis splendor, carta encíclica sobre algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de la Iglesia, dada por San Juan Pablo II en 1993advierte contra uno de los errores más graves en teología moral: la tesis de la creatividad de la conciencia.

Este error, típico y tópico de la moral de situación, es descrito con claridad por el Pontífice:

«Algunos autores, queriendo poner de relieve el carácter creativo de la conciencia, ya no llaman a sus actos con el nombre de juicios, sino con el de decisionesSólo tomando autónomamente estas decisiones el hombre podría alcanzar su madurez moral. No falta quien piensa que este proceso de maduración sería obstaculizado por la postura demasiado categórica que, en muchas cuestiones morales, asume el Magisterio de la Iglesia, cuyas intervenciones originarían, entre los fieles, la aparición de inútiles conflictos de conciencia

La sustitución del juicio moral objetivo por la decisión subjetiva (en base a la propia situación existencial), amplía indebidamente el papel de la conciencia, que se autoconcede, autónomamente, el poder de crear valores y tomar decisiones en contra del precepto moral dado por Dios. El sujeto se cree con potestad para incumplir la ley moral inculpablemente: su conciencia, amparada en un estado de fragilidad supuestamente insalvable, pretende apoyarse en valores propios más allá de los límites marcados por la ley moral.

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9.08.17

(203) Por qué es importante para un cristiano ser tradicional. Más signos de identidad

1.- El tradicional no gusta de substituir virtudes por valores, ni religión del Dios Uno y Trino por religión del hombre; ni afirma que Dios no castiga, ni que Dios no condena, ni que Dios perdona incondicionalmente a todos,  hagan lo que hagan, sin arrepentirse. Se centra en el culto de dulía como esencia de su identidad católica. Incluye en su apostolado la ciencia de los santos, su manera, y el orden de las mediaciones como esencial para la conversión; orden sacramental, orden de mediación, orden de la justificación mediada y de la necesidad de la virtud —posible por gracia.

 

2.- El tradicional gusta de Liturgia, gusta de doxología, gusta de alabanza, gusta de adoración, gusta de hacerlo todo en Nombre de Cristo; gusta de una sola identidad para dar gloria —alter Christus, ipse Christus— y odia la supuestamente piadosa doble membresía —media persona para Dios, media persona para la democracia moderna.

 

3.- El tradicional no cree que lo ñoño es piadoso, ni cree que ser cristiano es estar siempre alegre; no confunde la sal con el azúcar; no gusta de cursilerías antropocéntricas, ni sentimentaladas propias de la devotio moderna. Afirma que ser cristiano, además de creer en el Redentor, es retener su doctrina y profesar catecismos—su fe es dogmática ante todo. Y por eso cree que las religiones adámicas están en tinieblas, y sus fieles en grave peligro de condenación. ¡Hay que misionarles!

 

4.- El tradicional gusta de la Veterum Sapientia, de la sabiduría antigua, su lenguaje, su logos, su épica, sus preámbulos de la fe. No considera que la mente grecolatina sea admirable por sí misma, sino que el cristianismo la redimió y la convirtió en preparación de la fe. No tiene horror a la Escolástica ni mira por encima del hombro la Cristiandad medieval; no quiere dar saltos de quince siglos, ni grita libertad, igualdad y fraternidad con falsa garganta humanista.

 

6.- El tradicional da su vida por conservar el Depósito. Es el único sentido en que es conservador.

 

7.- El tradicional huye de psicologismos posmodernos, piensa filialmente, con la mirada puesta en Padres y Doctores, y no en los intelectuales de la Modernidad. La Iglesia es su Madre, figurada por María.

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6.08.17

(202) Diez distintivos de ser católico tradicional

1.- Ser tradicional es creer en la verdad, no poner en un segundo plano la doctrina, en pos de la experiencia; ni reducir la fe a un “encuentro personal". El relativismo fiducial no es católico.

 

2.- Ser tradicional es ser objetivo, ni sobreoptimista ni superpesimista. Mirar cara a cara a la realidad, y defender ante el mundo la razón. El irracionalismo subjetivista no es católico.

 

3.-Ser tradicional es defender la palabra Transubstanciación y todo lo que conceptualmente implica. Minusvalorarla no es católico, porque el valor de esta palabra es crucial.

 

4.- Ser tradicional es defender con la vida la ley moral. La Teología de la Anomia no es católica.

 

5.- Ser tradicional es llamar al pan pan y al vino vino. El eufemismo no es católico.

 

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6.- Ser tradicional es no firmar la paz con los cuatro enemigos: demonio, mundo, carne y modernismo. El pacifismo no es católico.

 

7.- Ser tradicional es predicar contra la apostasía de la anticoncepción. La demagogia situacionista no es católica.

 

8.- Ser tradicional es clamar contra el pecado, atricionando almas para Cristo, y hablar del cielo y del infierno, del purgatorio y del juicio, particular y final. La inmanencia humanista no es católica.

 
9- Ser tradicional es combatir el adulterio y no trapichearlo con el mundo. El situacionismo, aquí de nuevo, no es católico.
 
y 10.- Ser tradicional, si se es obispo, es usar la propia autoridad para condenar el error, sancionar obstinados, prohibir panfletos, reprimir heteropraxis, remover cátedras, poner a los buenos y no a los malos en puestos de responsabilidad. La desistencia no es católica.
 
 

4.08.17

(201) Lo que pretende el situacionismo, II: difundir la ética de Judas

1.- Toda crisis de fe, en general, no es más que un abandono de la fe católica —a hechura de Judas, el protoapóstata. Porque la fe es la fe de la Iglesia, y la apostasía es rechazo de la fe de la Iglesia.

 

2.- Arrecia la necesidad de martirio, y se incrementa la infidelidad. Porque la apostasía, a estilo del Iscariote, es rechazo del martirio. 

 

3.- El situacionismo no es más que una evitación del martirio, una enajenación en la propia circunstancia; una autojustificación radical, que evita el testimonio, obviando la ley moral. Es la ética de Judas: un estado de pecado mortal habitual convertido en valor.

 

4.- Siendo la apostasía el más grave de todos los pecados, la moral de situación, en cuanto que la implica, es una de las más graves heterodoxias en teología moral.

 

5.- La justificación situacionista del uso de anticonceptivos no es más que la difusión de la infidelidad. La introducción en el matrimonio del horror al martirio.

 

6.- Trento, citando a San Agustín, enseña que «Dios, a los que una vez justificó por su gracia, no los abandona, si antes no es por ellos abandonado» (Dz 1537). Substituir la ley moral —que es la sabiduría misma de Dios— por los valores subjetivos de la propia circunstancia. He aquí el disparate sumo, la suprema desconfianza: es la sospecha de la gracia y el abandono de Dios.

 

7.- El ejemplo más elocuente: la apostasía masiva de bautizados, debida al uso de anticonceptivos, justificado con argumentos situacionistas. Es el beso de Judas de la Nueva Moral. El absolutismo de la propia situación.