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23.01.18

(242) Volver la mirada al pensamiento clásico de la Iglesia

El modernismo es ante todo enajenación de la mente católica en la mente moderna. Introduciendo ideas nuevas en los esquemas tradicionales, los desvirtúa sometiéndolos a una labor de derribo, o más bien de borrado de datos, y usurpa así el mando del pensar.

 

En esta re-configuración de la mente católica juega un papel fundamental la concepción subjetivista de la realidad que posee el pensamiento moderno, que es transfundida al pensamiento católico como una neometafísica parásita.

Pero el catolicismo, no lo olvidemos, no es moderno, sino bíblico-tradicional, vive de Escritura y Tradición y tradiciones. Piensa, o debe pensar, con la prudencia del derecho eclesiástico y el rigor del magisterio, que es función tutorial de la Iglesia, Madre y Maestra. 

 

1.- La trampa de las ideas.-  El pensamiento moderno hiper-racionaliza la realidad. ¿Cómo? Recurriendo a un absolutismo de las ideas. Es el verdadero antecedente de lo que Benedicto XVI calificaría de dictadura del relativismo. Su bandera no es otra que un nuevo paganismo humanista, en que se politeízan los valores individuales y se des-esencia la Creación. No podemos caer en esta trampa, ni para dar razón de nuestra esperanza.

 

2.- La posmodernidad no contradice la modernidad, antes bien es su Simbionte. Ánomos y Ánfíbolos, sus dioses.

 

3.- La nueva revolución.- El pensamiento posmoderno subvierte la realidad recurriendo, también, a la sedición de las ideas, que en este caso deviene irracionalismo. Es por una cuestión de valores, ahora, que se deciden las esencias, traspasando la autoridad del Creador a la voluntad subjetiva, que exige soberanía, que exige autonomía, que exige ontofobia al pensamiento católico.