(280) Concepto personalista de libertad como autodeterminación. Problemas y equívocos

El personalismo incorpora a su concepto de libertad el concepto de autodeterminación, que no es propio del pensamiento clásico y tradicional católico, pues procede del pensamiento moderno. Esto tensiona la doctrina católica y produce equivocidad, generando confusión y dando problemas, sobre todo a la teología moral.

Es un concepto poco claro, que por su ambigüedad puede más o menos entenderse en un sentido correcto, pero también malentenderse y dar lugar a errores.

Además, una interpretación en sentido antimetafísico, o asimilado al concepto de libertad negativa, como en Hegel, puede utilizarse para justificar tesis incompatibles con el magisterio de la Iglesia.

 

1. El concepto de libertad según la doctrina católica

—1.1. Libertad como facultad de elección del bien

La doctrina tradicional de la Iglesia enseña que la libertad es «la facultad de elegir entre los medios que son aptos para alcanzar un fin determinado, en el sentido de que el que tiene facultad de elegir una cosa entre muchas es dueño de sus propias acciones.» (León XIII, Libertas praestantissimum 5, 1888).

Hay que dejar claro que la elección voluntaria de un medio malo no es un acto propio o capacidad de la libertad, sino una posibilidad que supone un abuso, un indicio de albedrío, pero como la enfermedad es indicio de vida.

Especifica León XIII en el mismo punto de la encíclica Libertas, utilizando la doctrina tomasiana: 

«Pero así como la posibilidad de errar y el error de hecho es un defecto que arguye un entendimiento imperfecto, así también adherirse a un bien engañoso y fingido, aun siendo indicio de libre albedrío, como la enfermedad es señal de la vida, constituye, sin embargo, un defecto de la libertad. De modo parecido, la voluntad, por el solo hecho de su dependencia de la razón, cuando apetece un objeto que se aparta de la recta razón, incurre en el defecto radical de corromper y abusar de la libertad.»

«El Doctor Angélico se ha ocupado con frecuencia de esta cuestión, y de sus exposiciones se puede concluir que la posibilidad de pecar no es una libertad, sino una esclavitud.»

La libertad, por tanto, para el pensamiento clásico, es la capacidad de elegir el bien, siendo la elección del mal un abuso posible. Necesita radicalmente de la ley moral, necesita de la razón, necesita de la gracia. 

1.2. La gracia, auxilio eficacísimo de la libertad

Libertas, 6 realiza una síntesis espléndida, en su concisión y precisión, del papel de la gracia, en sintonía además con la tradición tomista hispánica:

Enseña Leon XIII que los auxilios de la gracia son «aptísimos para dirigir y confirmar la voluntad del hombre». La gracia divina «iluminando el entendimiento y robusteciendo e impulsando la voluntad hacia el bien moral, facilita y asegura al mismo tiempo, con saludable constancia, el ejercicio de nuestra libertad natural.»

Combate el prejuicio voluntarista que presupone que la gracia reduce la libertad, afirmando, de acuerdo con la doctrina tomasiana, que: «es totalmente errónea la afirmación de que las mociones de la voluntad, a causa de esta intervención divina, son menos libres.». Y aporta la explicación de ello:

«Porque la influencia de la gracia divina alcanza las profundidades más íntimas del hombre y se armoniza con las tendencias naturales de éste, porque la gracia nace de aquel que es autor de nuestro entendimiento y de nuestra voluntad y mueve todos los seres de un modo adecuado a la naturaleza de cada uno. Como advierte el Doctor Angélico, la gracia divina, por proceder del Creador de la Naturaleza, está admirablemente capacitada para defender todas las naturalezas individuales y para conservar sus caracteres, sus facultades y su eficacia.»

Añadimos, además, que la gracia santificante cualifica la voluntad humana para realizar actos libres sobrenaturales y meritorios. El estado de gracia, cuya pérdida es el peor mal que puede sufrirse, eleva la libertad humana a un plano de esplendorosa claridad, en que se participa de los méritos de Nuestro Señor y se puede, incluso, gracias a los dones del Espíritu Santo, actual al modo sobrehumano.

 

—1.3. Ser dueño de las propias acciones no significa ser causa primera ni actuar como creador de sí mismo.

Es imposible autodeterminarse en este sentido. El concepto, sin embargo, favorece equívocos. Porque la libertad proporciona al ser humano el señorío sobre sus acciones:

«La libertad, don excelente de la Naturaleza, propio y exclusivo de los seres racionales, confiere al hombre la dignidad de estar en manos de su albedrío y de ser dueño de sus acciones.» (Libertas,1)

Pero esto no implica que la voluntad pueda autodeterminarse, dado que 1) necesita del juicio previo de la razón, que le propone un bien; 2) necesita de la ley moral que la guíe y de la gracia que la sostenga, 3) está inserta en un orden metafísico determinado por Dios mismo, y 4) es facultad de la causa segunda, que no es causa primera y no puede actuar por sí sola.

«No puede autodeterminarse si por autodeterminarse se quiere significar darse a sí misma otro ser o modificar la propia esencia, o autodefinir la propia naturaleza o darse un fin último distinto del que Dios mismo ha impreso en la naturaleza humana creada y elevada.

El ser humano es causa segunda, Dios puede actuar en él, con él y a través de él, moverlo libremente al bien, o permitirle pecar y perderse. Pero, en cuanto causa segunda, ni puede modificar su ser, ni darse otra esencia de la que tiene, ni redefinir su naturaleza según la propia voluntad, ni ser por sí misma ley para sí misma, sin deberse a la ley eterna.

 

2. Concepto moderno de libertad como autodeterminación. Pico de la Mirandola. Hegel. Ilustración. Marxismo

2.1. La autodeterminación en el humanismo nacido del nominalismo. Pico de la Mirandola

El concepto moderno de libertad va unido al concepto de autodeterminación de la propia naturaleza, radicando en ello la dignidad humana. Tal es la doctrina humanista, expuesta por Pico de la Mirandola con estas palabras:

«Tomó por consiguiente al hombre así construido, obra de naturaleza indefinida, y habiéndolo puesto en el centro del mundo, le habló de esta manera: Oh Adán, no te he dado ni un lugar determinado, ni un aspecto propio, ni una prerrogativa peculiar con el fin de que poseas el lugar, el aspecto y la prerrogativa que conscientemente elijas y que de acuerdo con tu intención obtengas y conserves. La naturaleza definida de los otros seres está constreñida por las precisas leyes por mí prescritas. Tú, en cambio, no constreñido por estrechez alguna te la determinarás según el arbitrio a cuyo poder te he consignado»  (Discurso sobre la dignidad del hombre, 1486)

—2.2. La autodeterminación en el pensamiento moderno. Voney. Hegel. Marx

-La libertad ilustrada.- La libertad negativa, la libertad como autodeterminación, encuentra su formulación más expresiva en el panfleto Las ruinas de Palmira o Meditación sobre las revoluciones de los imperio, del filósofo y viajero ilustrado Volney (1757 -1820), que dice:

«el hombre es el ser supremo para el hombre».

-La libertad protestante y hegeliana.-  La Modernidad entiende la libertad no como libertad para elegir el bien, sino como poder y derecho de autodeterminarse a fines subjetivos propios. Danilo Castellano, con mucho acierto e insistencia, incide en la importante definición de Hegel como la descripción más exacta de libertad moderna: la libertad de querer que «está determinada en sí y por sí porque no es otra cosa que el autodeterminarse». Resalta, además, el origen protestante del concepto.

Explica el profesor de Udine:

«La primera y principal cuestión es la de la libertad. A este propósito, no es casual que hayamos apuntado al protestantismo y al gnosticismo. Para ellos la libertad es pura autodeterminación del querer. Lo recuerda Hegel en una página espléndida de sus Vorlesungen über die philosophie dergeschichte (23). El mismo Hegel que, como se ha dicho, es el laicizador magistral de Lutero y que afirma fundadamente que «esta libertad procede inmediatamente del principio de la iglesia evangélica». Lo que significa que también Lutero y la iglesia evangélica están impregnados de racionalismo, aunque en el caso de Lutero lo sea (al menos aparentemente) de una versión pesimista.» (Danilo Castellano, ¿Es divisible la Modernidad? , Verbo, núm. 515-516 (2013), 445-472.)

-La libertad marxista.-  Medio siglo más tarde, en su Crítica de la filosofía del derecho de Hegel de 1843, Karl Marx se apropia del lema ilustrado y lo amplifica de esta forma:

«Y para el hombre la raíz es el hombre mismo. La prueba evidente del radicalismo de la teoría alemana, o sea, de su energía práctica, es que parte de la decidida superación positiva de la religión. La crítica de la religión desemboca en la doctrina de que el hombre es el ser supremo para el hombre»

-La libertad liberal.-  Es la libertad moderna en cuanto pura autodeterminación de la subjetividad. Esta concepción de la libertad coincide con la libertad liberal tal y como la condena la Iglesia, y que el P. José María Iraburu describe con trazos expresivos y potentes:

«es la afirmación absoluta de la libertad del hombre por sí misma; es la afirmación soberana de su voluntad al margen de la voluntad de Dios o incluso contra ella. Es, pues, un rechazo de la soberanía de Dios, que viene a ser sustituida por la de los hombres». (36) Cardenal Pie, obispo de Poitiers –IV el relativismo liberal vigente)

 

3. Concepto personalista de autodeterminación. Karol Wojtyla

El concepto de libertad en Karol Wojtyla va unido al concepto de autodeterminación, que expone de forma difícil y brumosa en Persona y acción (1969), por lo que puede ser malinterpretado en diversos sentidos y dar lugar a confusión. Lo exponemos citando de La estructura personal de la autodeterminación, 1974:

«Para comprender la estructura personal de la autodeterminación, hay que partir de la experiencia del ser humano.»

«El punto de partida de un análisis de la estructura personal de la autodeterminación es el tipo de experiencia de la acción humana que incluye la experiencia vivida del bien y el mal moral como un elemento esencial y de especial importancia»

«un elemento en la experiencia integral del ser humano que distingue de manera decisiva la actividad o la acción de una persona de todo lo que simplemente sucede en la persona. Defino este elemento como autodeterminación.»

«Todo esto, entra orgánicamente de alguna manera en la experiencia de la autodeterminación, a pesar de que se da a conocer en diversos grados en esta experiencia, dependiendo en cierta medida de la madurez personal de la acción. Cuanto mayor es esta madurez, más vívidamente experimento la autodeterminación. Y cuanto más vívidamente experimento la autodeterminación, más pronunciadas pasan a ser mi eficacia y mi responsabilidad en mi experiencia y en mi consciencia.»

«La autodeterminación, como una propiedad de la acción humana que sale a la luz en la experiencia, dirige la atención, de quienes analizan dicha acción, a la voluntad. La voluntad es el poder de la autodeterminación de la persona.»

«Cuando digo que la voluntad es el poder de autodeterminación, no tengo en cuenta la voluntad sola, en una especie de aislamiento metódico destinado a revelar el dinamismo propio de la voluntad. Más bien, tengo necesariamente en cuenta aquí toda la persona. La autodeterminación se lleva a cabo a través de los actos de la voluntad, a través de este poder central del alma humana. Y sin embargo, la autodeterminación no es idéntica a estos actos en cualquiera de sus formas, ya que es una propiedad de la persona como tal.»

«La autodeterminación – o, en otras palabras, la libertad – no se limita a la dimensión accidental, sino que pertenece a la dimensión sustancial de la persona: es la libertad de la persona, y no sólo la libertad de la voluntad, aunque es sin duda la libertad de la persona a través de la voluntad.»

«La autodeterminación, por lo tanto, y no sólo la eficacia del yo personal, explica la realidad de los valores morales»

«La autodeterminación, por el contrario, apunta hacia el interior, hacia el sujeto, que, deseando ese valor, eligiéndolo, simultáneamente se define a sí mismo como un valor: el sujeto se convierte en “bueno” o “malo”. Los seres humanos no sólo determinan su propia actividad, sino también se determinan sí mismos en términos de una cualidad esencial.»

«Así, la autodeterminación corresponde al devenir del ser humano como ser humano. A través de la auto-determinación, el ser humano se vuelve cada vez más un “alguien” en el sentido ético»

«En virtud de la autodeterminación, experimento en la forma relativamente más inmediato que yo soy una persona.»

Como explica Juan Manuel Burgos en El personalismo de Karol Wojtyla, la libertad en el personalismo no es sólo elección sino también autodeterminación:

«6. La libertad no es sólo elección, sino autodeterminación de la persona a través de sus elecciones, lo cual resulta antropológicamente posible por la estructura de autodominio y autoposesión característica de la persona. Otra de las grandes aportaciones de la antropología wojtyliana.»

Por el contexto general de su obra, creemos que Karol Wojtyla utiliza el concepto con fines ortodoxos, y es ajeno a su intención proporcionarle acepciones antimetafísicas. Pero es un hecho que plantea algunos cuestionamientos, tiñe de experiencialismo la cuestión, y no aclara la doctrina tradicional, antes bien la complica, a nuestro juicio.

 

4. Mounier. Marcel. Frankl. Guardini

-Para Emmanuel Mounier el ser humano es existencia creativa, libertad que se crea a sí misma como en una aventura de espontánea liberación. En este autor parece haber una equiparación entre libertad y espontaneidad subjetiva. 

«Aquí encuentra el profesor Castellano la raíz liberal de Mounier, en su identificación de libertad con subjetividad y personalidad, de la libertad como espontaneidad y liberación de la persona y de la humanidad» (Juan Fernando SEGOVIA, El personalismo, de la modernidad a la posmodernidad, Verbo 463-464, Madrid 2008, p.319).

La supuesta autonomía humana es vista, por Mounier, como espíritu de independencia: «Una persona es un ser espiritual constituido como tal por su forma de subsistencia y de independencia en su ser» (Emmnanuel MOUNIER, Manifiesto al servicio del personalismo, Taurus, Madrid 1967, p.p. 75-76).

Mounier no gusta usar la palabra sustancia, por cosista, y aunque no es antisustancialista, prefiere entender al ser humano como «un proyecto que se hace realidad mediante el ejercicio de la libertad» (Juan Manuel BURGOS, El personalismo, Palabra, Madrid 2000, p. 61).

-Para Gabriel Marcel el ser humano «es un ser que se construye a sí mismo en el camino de la vida» (Juan Manuel BURGOS, op.cit., p.90). 

-Para el psiquiatra personalista Viktor Frankl  la autodeterminación es característica esencial de la persona. En el apéndice conceptual de El hombre en busca de sentido, afirma que «el hombre, en última instancia, es su propio determinante. Lo que alcance a ser […] lo ha de construir por sí mismo» (Herder, Madrid 2004, p.153).

-Para Romano Guardini la capacidad consciente de autoposeerse y disponer de uno mismo es condición, incluso, de existencia, llegando a afirmar, en clave heideggeriana, que sólo existe quien es libre, y es libre quien dispone de sí:

«De “existencia”, en el sentido antedicho, sólo se puede hablar refiriéndonos al hombre. El cristal, la planta, el animal, están ahí, sin lugar a dudas, pero no existen. » 

«Existencia significa, en definitiva, que esta comprensión de sí mismo depende de la capacidad que uno tiene de disponer de sí; esa originaria fuerza interior, esa capacidad de automoción que llamamos “libertad” y que se activa a partir del momento en que se tiene conocimiento. » (La existencia del cristiano, BAC, Madrid 1997, pp.6-7)

 

5. Concepto personalista de libertad como autodeterminación

5.1. Es una aportación del existencialismo:

«Un existencialismo, en suma, que acepta que el hombre tiene esencia, pero que subraya que está entregado a su libertad, que es capaz de autodeterminarse  y es por eso un proyecto abierto y dramático que depende de cada persona» (Juan Manuel Burgos, El personalismo, Palabra, Madrid 2000, p-35)

5.2. Supone la definición de fines personales propios, y por tanto de autoteleología

«Para el personalismo, la libertad no se sitúa sólo en el nivel de la acción, sino que ocupa un puesto más esencial y radical en el ser personal. La libertad, ante todo, hace a la persona dueña de sí, por lo que, al modificar el mundo, se modifica también a sí misma, se autodetermina y orienta su destino en un sentido entre muchos posibles. Y más allá todavía, permite a la persona decidir lo que quiere ser, forjar su proyecto de vida y orientar toda su existencia a la consecuención de ese proyecto que sólo existe en su interior» (Juan Manuel Burgos, op.cit., p-173)

—5.3. La autoteleología supone una crisis de la dimensión jurídica de la libertad:

«El concepto (personalista) de persona contiene implícita –y de modo irrenunciable– la condición de ser libre, con fines propios, personales, individuales, que sólo ella puede perseguir o a ella solamente conciernen. Luego, la dignidad hace a la persona. Ahora bien, la dignidad del hombre aquí mentada no dice de su carácter de creatura sino de la libertad de determinarse y desarrollarse en el sentido que quiera, como un valor supra jurídico, anterior al derecho, al que se impone.» (Juan Fernando Segovia, El difuso personalismo, Verbo 483-484 (2010), p. 219)

 

6. Concepto de autodeterminación y Amoris laetitia

6.1. Utilización del concepto de autodeterminación para justificar Amoris laetitia

Rodrigo Guerra, por ejemplo, explica filosóficamente las tesis de Amoris laetitia apelando a la autodeterminación personalista y a su norma de acción. 

En El carácter personalista de “Amoris laetitia. (Conferencia leída en el IV Congreso Iberoamericano de Personalismo Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla 28-30 de agosto de 2017), afirma:

«En las siguientes líneas exponemos algunos elementos procedentes de la filosofía de Karol Wojtyla/Juan Pablo II que pueden ayudar a comprender el pensamiento de Jorge Mario Bergoglio/Francisco, particularmente el expresado en la Exhortación apostólica Amoris Laetitia».

Y defiende la continuidad que existe entre ambos Pontífices:

«Este ejercicio lo hacemos no sólo para mostrar algunas de las razones que amparan nuestra convicción respecto de que existe verdadera continuidad orgánica y fidelidad creativa entre los últimos Pontífices sino para exhibir algunos de los fundamentos filosóficos que se encuentran implícitos en la enseñanza del Papa Francisco y que ameritan una consideración más detenida.» 

La continuidad, sin embargo, se ha de buscar entre documentos magisteriales. La obra personalista de Karol Wojtyla no es magisterio, sino una filosofía privada con la que se puede discrepar, y que tiene defectos y plantea problemas al pensamiento clásico. La continuidad se ha de buscar respecto a Veritatis splendor, síntesis espléndida de la teología moral tradicional.

A continuación, fundamenta la tesis del cap. VIII de Amoris laetitia en la autodeterminación, relacionandola con la norma personalista de acción:

«Al contrario, las personas ejercemos nuestra peculiar causalidad autodeterminada con la mediación esencial de la conciencia y la voluntad. Por ello, la libertad es irreductible a las formas de causalidad eficiente propias de los entes no-personales. Por ello, las personas humanas, particularmente cuando están heridas, es preciso “acogerlas y acompañarlas con paciencia y delicadeza”.» 

En Para comprender Amoris Laetitia. Premisas y argumentos, respuesta a dudas y objeciones, camino y esperanza (medellín 168 / Mayo - Agosto (2017), vincula también la teología de fondo de la exhortación apostólica con la norma personalista de la acción:

«De hecho, el amor en la mente de Francisco vuelve a aparecer con una estructura intrínseca de respeto incondicional por la persona humana como persona. Esto es lo que Karol Wojtyla llamaba “norma personalista de la acción” y que Francisco vuelve a colocar en el corazón de su reflexión como la mirada que permite acoger a la persona»

—6.3. La autodeterminación y el párrafo final de Amoris laetitia

El párrafo que cierra la exhortación apela a la superación de los propios límites y a la autotranscendencia, en pos de la plenitud. Parece que aplica difusamente el concepto de autodeterminación a la familia, por el cual parece que el matrimonio no es una realidad dada sino un proyecto por hacer: «Porque, como recordamos varias veces en esta Exhortación, ninguna familia es una realidad celestial y confeccionada de una vez para siempre» (AL325)

Parece que se dice que la naturaleza misma del matrimonio es algo que debe superarse o autotranscendenserse: 

«Todos estamos llamados a mantener viva la tensión hacia un más allá de nosotros mismos y de nuestros límites, y cada familia debe vivir en ese estímulo constante. Caminemos familias, sigamos caminando. Lo que se nos promete es siempre más. No desesperemos por nuestros límites, pero tampoco renunciemos a buscar la plenitud de amor y de comunión que se nos ha prometido.» (AL 325)

Parece, en definitiva, que a tenor de lo expresado en el cap. VIII, la unión irregular es una realidad que puede autodeterminarse como matrimonio, o al menos aspirar a ese ideal.

 

El personalismo en general, o mejor dicho los personalismos, tienen elementos positivos y aprovechables. Pero también padecen notables defectos de definición. 

Nos parece que, aunque puede ser utilizado de forma ortodoxa, el concepto en general de libertad como autodeterminación trae muchos problemas, por su ambigüedad y equivocidad. Tiene un sabor antropocéntrico difícil de evitar, y un trasfondo conceptual experiencialista y antimetafísico que permanece aun después de matizaciones y distinciones.

Es difícil, además, usarlo sin reduccionismos doctrinales, que aproximan indebidamente el concepto católico de libertad al concepto moderno de libertad negativa (liberal, ilustrada o marxista), sobre todo en su acepción hegeliana. Es una terminología confusa que no casa bien con el pensamiento tradicional, que es más objetivo y realista.

Puede confundir a personas poco formadas, haciendo creer que, de alguna manera, Dios es un mero espectador de nuestras acciones, o que está en nuestra mano llegar a ser lo que queramos. ¿No es éste, acaso, el sueño de la Modernidad?

David Glez. Alonso Gracián
 

16 comentarios

  
Forestier
En el S. XX en el que se ha profundizado con excelencia el "Actus Essendi" tomista, también se ha profundizado de forma excelente sobre la cuestión de la libertad, uno de los dones maravillosos que Dios nos ha dado de forma radical.. Entre estos filósofos se podrían citar a Cornelio Fabro, Aimé Forest, Etienne Gilson, Carlos Cardona, etc. Y una de las premisas más claras en las que se ha profundizado, es que en el ser humano la libertad en el mismo plano electivo, para hacer el bien, pero también para hacer el mal. No admitir eso ha sido una de las causas de la falta de asunción y honestidad de las propias culpas y el saber pedir perdón a los que hemos ofendido y a Dios, especialmente en la confesión. Dices "la elección voluntaria de un medio malo no es un acto propio o capacidad de la libertad, sino una posibilidad...", pienso que es una reflexión propia de la escolástica decadente, que sería incapaz de explicar laterrible realidad del infierno, entre otras muchas cosas, pues el tema da para largo y hay lo dejo... pero pienso que es fructífero conocer las hondas reflexiones sobre la libertad de excelentes filósofos católicos contemporáneos.

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A.G.:
Lo explica León XIII de forma luminosa, apelando, además de a Santo Tomás, a San Agustín:

la voluntad, por el solo hecho de su dependencia de la razón, cuando apetece un objeto que se aparta de la recta razón, incurre en el defecto radical de corromper y abusar de la libertad. Y ésta es la causa de que Dios, infinitamente perfecto, y que por ser sumamente inteligente y bondad por esencia es sumamente libre, no pueda en modo alguno querer el mal moral; como tampoco pueden quererlo los bienaventurados del cielo, a causa de la contemplación del bien supremo. Esta era la objeción que sabiamente ponían San Agustín y otros autores contra los pelagianos. Si la posibilidad de apartarse del bien perteneciera a la esencia y a la perfección de la libertad, entonces Dios, Jesucristo, los ángeles y los bienaventurados, todos los cuales carecen de ese poder, o no serían libres o, al menos, no lo serían con la misma perfección que el hombre en estado de prueba e imperfección.


La elección del mal, aun siendo voluntaria, es una enajenación querida, por así decir. Y esto no es propio de la libertad, que es una facultad creada por Dios y por tanto para el bien voluntario, no para el mal voluntario, que siempre es una falta, una carencia, una privación de bien. Es una posibilidad, pero no una capacidad.

El Compendio del Catecismo recoge esta doctrina tradicional y la expone muy bien:

363. ¿Qué es la libertad?

1730-1733
1743-1744

La libertad es el poder dado por Dios al hombre de obrar o no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar de este modo por sí mismo acciones deliberadas. La libertad es la característica de los actos propiamente humanos. Cuanto más se hace el bien, más libre se va haciendo también el hombre. La libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a Dios, Bien supremo y Bienaventuranza nuestra. La libertad implica también la posibilidad de elegir entre el bien y el mal. La elección del mal es un abuso de la libertad, que conduce a la esclavitud del pecado.


La persona, cuando elige el mal, corrompe y desordena su libertad, eso sí, al hacerlo voluntariamente, deliberadamente, ha de asumir las consecuencias de sus actos, y darse cuenta de que se enajena por su propia culpa. El concepto de libertad lo mismo para el bien que para el mal, pertenece más bien al nominalismo luterano, procede del concepto de libertad como potencia absoluta. Sin embargo, sabemos que la libertad no es potencia absoluta sino potencia ordenada, a imagen de la libertad divina, que no puede querer el mal.

Forestier, a mí también me interesa la filosofía católica, y créame, soy lector voraz de ella. Gilson me gusta mucho, más aún me gusta Cornelio Fabro, cuya lectura ha sido muy beneficiosa para mí y, si ha leído mi blog, verá que hay huellas de su obra en mis artículos. Tiene Ud. razón en que leer a filosofos católicos es fructífero. Unos más que otros. Álvaro D´Ors, por ejemplo, es filósofo de enorme lucidez. Caturelli es un maestro. Juan Fernando Segovia, Danilo Castellano, Leopoldo Eulogio Palacios, el P. Alfredo Saenz, Dalmacio Negro, Etc. tenemos grandes filósofos católicos en nuestra cultura hispánica. También es muy bueno Thomas Molnar, y el P. Poradowski., Eudaldo Forment, Canals, Etc.
24/07/18 7:18 PM
  
Néstor
En un sentido hay que reconocer que el pecado es una capacidad de la libertad, porque si un acto no es libre no es pecado.

Hay que distinguir entre la libertad en general y la libertad finita. La primera es la capacidad de elegir entre bienes finitos.

"Libre" ahí quiere decir a la vez "voluntario" y "no necesario", y por tanto, "contingente", Todo eso hace posible la elección.

La segunda es lo mismo, pero con el agregado de la finitud, que hace posible el fallo de la libertad.

Ese fallo consiste en la elección libre de un mal, o más precisamente, de un bien fuera del orden al fin último.

Por tanto, ese fallo consiste en el querer voluntario y no necesario (y por tanto, libre) de un mal o, más precisamente, de un bien fuera del orden al fin último.

Saludos cordiales.
24/07/18 8:57 PM
  
Néstor
Por tanto, parece que lo mejor es decir que el pecado es una capacidad de la libertad finita, no en tanto que libertad, sino en tanto que finita.

Saludos cordiales.
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A.G.:
Me parece más correcto decir que es posibilidad, precisamente por ser finita. Al ser finita, puede darse que elija mal. Esta elección del mal es un indicio de libertad, pero como la enfermedad es indicio de vida. Si fuera capacidad, sería una aptitud, o cualidad de la libertad, y si fuera una aptitud no conduciría a su enajenación y corrupción sino a su perfeccionamiento. Porque cuando algo es una capacidad de algo, contribuye a que se perfeccione. Sin embargo, la elección mala contribuye al deterioro de la libertad. Por eso león XIII recalca que es indicio de libertad pero no como la salud, sino como la enfermedad, y la enfermedad no es una capacidad o cualidad humana, sino un mal, una privación, una posibilidad.

24/07/18 9:05 PM
  
Luis Fernando
Dices:
El concepto de libertad en Karol Wojtyla va unido al concepto de autodeterminación, que expone de forma difícil y brumosa en Persona y acción (1969), por lo que puede ser malinterpretado en diversos sentidos y dar lugar a confusión.

Digo:
Qué generosidad y moderación en el juicio. "Por ser vos quien sois", supongo.

Por cierto, buena parte de lo que aparece citado de "La estructura personal de la autodeterminación" es, ni más ni menos, que Amoris Laeittia. Lo peor de Amoris Laeitita. Lo heterodoxo.

Curioso en quien luego, por gracia de Dios, fue el autor de Veritatis Splendor
24/07/18 10:27 PM
  
Luis Fernando
Vaya, tras poner mi anterior comentario, leo que Rodrigo Guerra usa precisamente ese argumento:

En las siguientes líneas exponemos algunos elementos procedentes de la filosofía de Karol Wojtyla/Juan Pablo II que pueden ayudar a comprender el pensamiento de Jorge Mario Bergoglio/Francisco, particularmente el expresado en la Exhortación apostólica Amoris Laetitia


Pues eso... que no iba yo muy desencaminado.
24/07/18 10:34 PM
  
Luis Fernando
A ver, Rodrigo, repite conmigo este párrafo veinte veces:

La continuidad, sin embargo, se ha de buscar entre documentos magisteriales. La obra personalista de Karol Wojtyla no es magisterio, sino una filosofía privada con la que se puede discrepar, y que tiene defectos y plantea problemas al pensamiento clásico. La continuidad se ha de buscar respecto a Veritatis splendor, síntesis espléndida de la teología moral tradicional.



Viente... y si no te queda claro, treinta.

Es que no se puede ser tan listo, tan listo, que se engañe a la gente presentando continuidad entre una filosofía no magisterial y un texto presuntamente magisterial contrario al magisterio previo
24/07/18 10:38 PM
  
Adriana
Alonso esto es una consulta. Hace poco alguien me recomendó leer un análisis de Edith Stein desde el personalismo. Cómo tengo dudas no lo he hecho, pues quiero saber si la obra de ella - La locura de la Cruz - y sus escritos están influenciados por esta corriente, o la supera....yo quiero leer sus obras me siento algo de desconfianza por mi inseguridad respecto a tema personalista. Si conoces la obra de ella, cuál es tu análisis o posición al respecto? Gracias de antemano.

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A.G.:
Pues no todo lo de Edith Stein me parece de igual calidad. La ciencia de la cruz, por ejemplo, me parece un libro bello y profundo. No soy experto en esta autora, así que no podría decirle más.
24/07/18 10:42 PM
  
Juan Andrés
"No entramos, por ahora, en el papel que tiene la gracia, tanto santificante como actual, en el ejercicio de la libertad". Es que para un ignorante como el suscripto, sin esto es casi imposible formalizar el distingo que haces o poder abstraerse en la parcialización objeto del artículo. El punto de partida es aquello respecto a que "sin Mi no podéis hacer nada" y partiendo de esto y la acción de la gracia cualquiera entiende a León XIII y la doctrina clásica; no ocurre lo mismo con las filosofías idealistas existencialistas de las que estaba imbuido el modernismo y el mismo Juan Pablo II y sus sucesores. El discurso clásico es de lenguaje prístino de allí que es razonable la afirmación de Bourmaud en Cien Años de Modernismo en relación a que "el lector que cree que el Papa (refiriéndose a JPII) habla por todos se engaña enormemente. Al contrario, el mensaje pontificio está cifrado para que sólo puedan comprenderlo los iniciados". El abandono de las filosofías realistas y la formalización de teologías ininteligibles (para iniciados dijo aquel autor) basadas en principios erróneos idealistas o existencialistas ha oscurecido todo el panorama y trasladado toda esta invención racional pura a la praxis "pastoral" redunda en un liberticidio contrario al mensaje de Cristo. Por eso también es fácil de entender para cualquiera Etienne Gilson cuando afirma: "Tal es la libertad del realista, porque no tenemos más que dos caminos: o sujetarnos a los hechos y ser libres de nuestro pensamiento, o, liberándonos de los hechos, caer en la esclavitud de nuestro pensamiento. Volvámonos, pues, a las cosas mismas que aprehende el conocimiento, y a la relación de nuestros conocimientos con las cosas por ellos aprehendidas, a fin de que la filosofía, guiándose cada vez mejor por ellas, pueda progresar de nuevo". Toda esta soberbia intelectual basada sólo en el pensamiento mismo del hombre y el yo necesariamente se traslada a la pastoral o praxis, porque van siempre juntos, y como no está basada en la Verdad asentada en lo real sino en puro pensamiento, termina en lo que un autor (Carlos Daniel Lasa) ha denominado "el totalitarismo pastoral: "la pastoral totalitaria se mantiene a través de una vigilancia explícita sobre el ejercicio del pensar. Los pastores posmodernos se proclaman anticlericales y abiertos, aunque ejercen una férrea disciplina sobre el pensamiento de sus fieles, a los cuales mantienen siempre alejados de cualquier cuestionamiento dirigido a su pastoral posmoderna del pluralismo y del consenso. La crisis de la Iglesia católica, en consecuencia, es una crisis de la inteligencia cristiana; para superarla será preciso tener un excesivo cuidado en el cultivo no sólo de la teología sino también de la filosofía. Nos preguntamos en este punto: ¿llegará algún día en que se tomará en serio la formación filosófica de los que aspiran a pastorear el pueblo de Dios?, ¿llegarán a comprender que la verdad no es una cuestión anecdótica sino la savia de la existencia?" Si la realidad de esa Verdad se distorsiona con pensamientos puramente humanos y luego esa nueva verdad o paradigma se trata de trasladar a la pastoral, fracasa porque no está asentada en Aquella pero como se insiste obstinadamente hay que caer en la imposición que, como el comunismo por ejemplo, se derrumba por no asentarse sobre la Roca, única realidad. Sino fuera porque la Iglesia de Cristo es una realidad sobrenatural bajo el mando de Dios hace rato que hubiera sucumbido. Espero se entienda.

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A.G.:
Juan Andrés,

tiene usted razón en la importancia de la doctrina de la gracia para este tema. No he entrado en ella, porque como sabe he escritos muchos artículos al respecto en este blog. No obstante, es verdad que es bueno al menos mencionarlo brevemente por su importancia, así que voy a incluir un apartado incidiendo en ello.

También tiene usted razón cuando dice:

La crisis de la Iglesia católica, en consecuencia, es una crisis de la inteligencia cristiana


Es precisamente lo que vengo exponiendo en este blog. Hay que distinguir la obra privada de un autor de su magisterio pontificio cuando es Papa. Como Pontífice, en general, SJPII confirma en la verdad católica, más allá de cuestiones de estilo. A veces, en su magisterio utiliza nociones personalistas, pero en un marco de confirmación de la verdad católica, en general. Ahí tiene ese esplendido documento que es Veritatis splendor.


La crisis actual es una crisis teològica y filosófica, propiciada por la inconvencia de haber introducido en el pensamientos católico valores, nociones y principios procedentes de la modernidad.

La ruptura explícita en teología moral empieza con las tesis de Amoris laetita. Creo que hay una continuidad entre AL y algunos presupuestos personalistas. Pero no hay continuidad con el magisterio anterior, como Veritatis splendor.
25/07/18 12:36 AM
  
Néstor
Bien, hay también una acepción de "capaz" que indica "capacidades" negativas:

[persona] Que está en tales condiciones que se puede esperar o temer de ella que se atreva a hacer determinada cosa.
"no creo que sea capaz de agredirnos; con tal de conseguir lo que quiere, es capaz de pasarse el día llorando; ¿a que soy capaz de comerme doce flanes?"

El asunto es que esa posibilidad o capacidad está en la misma libertad finita, pero no por ser libertad, sino por ser una libertad finita.

Ese distingo es el que consigue salvar los dos escollos: 1) El de los que dicen que la libertad es la capacidad de elegir entre el bien y el mal 2) El de los que dicen, sin más, que la posibilidad de elegir el mal no es parte de la libertad creada.

Saludos cordiales.
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A.G.:
Néstor, no me convence lo de capacidades (negativas) para el mal, me parece que confunde y nos aparta de la naturaleza de la libertad.

Una capacidad, es decir, una aptitud, es una cualidad que hace que un objeto sea apto, adecuado o acomodado para cierto fin. La elección del mal no es capacidad porque no ordena al fin último, antes bien lo contraría.

La elección del mal no es capacidad porque no es aptitud que hace al hombre apto para alcanzar su fin. Creo que es más consistente afirmar que es sólo posibilidad.

Presentarlo como aptitud, aun negativa, es una forma de darle entidad al mal, creo que aparta del sentido metafísico y antropológico de la cuestión y confunde acerca de la naturaleza del mal, que no es un fin al que tender mediante una aptitud sino una privación o carencia de bienes y de auténtico fin.
25/07/18 7:34 PM
  
Juan Andrés
Y si Alonso, dentro de todo el campo ideológico y filosófico imperante en la Iglesia desde los años 60 en adelante, Humanae Vitae y Veritatis Splendor son un misterio de la Providencia...
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A.G.:
El ministerio petrino es fuente de gracias, para la confirmación en la fe de los fieles. Y esos dos textos magníficos que citas son buena prueba de ello.
26/07/18 1:38 PM
  
Alonso Gracián
Juan Andrés,

he introducido un breve pasaje sobre el papel de la gracia. Espero sea de su agrado, y sirva para completar el post. Además, es de justicia remitir a los lectores interesados en el tema a la magnífica serie Gracia y Libertad, del P Iraburu, en Infocatólica, y sobre todo a este:

(71) Gracia y libertad –VI. Santo Tomás de Aquino
26/07/18 2:47 PM
  
Néstor
El asunto de fondo es que no se puede decir sin más que la persona que peca no es libre, porque entonces no peca.

Es necesario, por tanto, ante todo entenderse en una definición de la libertad. Ésta debe poder abarcar tanto a la libertad divina, que es incapaz de pecar, como igualmente la libertad humana de Nuestro Señor Jesucristo, que igualmente es incapaz de pecar, como la libertad creada en general y fuera de ese caso excepcional, que no es incapaz de pecar.

Tiene sentido decir que Dios es incapaz de pecar, y no lo tendría si la capacidad misma de pecar no existiese en general o no tuviese sentido.

Y no ser incapaz de pecar, por doble negación, es ser capaz de pecar.

Por tanto, es bueno hablar del "libre albedrío", que es lo que tienen en común todos esos casos, también cuando la creatura racional peca.

Es claro que existe una libertad del pecado, por la gracia, que es incompatible con el pecado mismo, pero ese es otro tema.

Saludos cordiales.

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A.G.:
Se comete pecado mortal cuando en materia grave, con deliberado consentimiento y pleno conocimiento, se abusa de la libertad y se la desordena, desorientándola de su fin último. No habría abuso de la libertad si no hubiera libertad, eso es evidente. Como es evidente que un cuerpo no puede estar enfermo si no está vivo. Lo explica León XIII.

Cito del Catecismo, que reitera la terminología tradicional que utilizo:

1732 Hasta que no llega a encontrarse definitivamente con su bien último que es Dios, la libertad implica la posibilidad de elegir entre el bien y el mal, y por tanto, de crecer en perfección o de flaquear y pecar. La libertad caracteriza los actos propiamente humanos. Se convierte en fuente de alabanza o de reproche, de mérito o de demérito.

1733 En la medida en que el hombre hace más el bien, se va haciendo también más libre. No hay verdadera libertad sino en el servicio del bien y de la justicia. La elección de la desobediencia y del mal es un abuso de la libertad y conduce a la esclavitud del pecado (cf Rm 6, 17).


Cuanto más bien se hace, más libre.
Si pecar fuera propio de la libertad, cuanto más mal se hiciera, más libre se sería.

Sin embargo es al contrario. Que cuanto más mal se hace, menos libre se es. Luego pecar no es una capacidad propia de la libertad, sino una posibilidad y un abuso.

Explicarlo en estos términos es doctrina tradicional.

Libertas 5 es muy clara:

"Si la posibilidad de apartarse del bien perteneciera a la esencia y a la perfección de la libertad, entonces Dios, Jesucristo, los ángeles y los bienaventurados, todos los cuales carecen de ese poder, o no serían libres o, al menos, no lo serían con la misma perfección que el hombre en estado de prueba e imperfección."


Esta forma de explicarlo es propia también del pensamiento clásico hispánico:

"Pues como Dios posee formalmente libre albedrío, éste debería definirse de modo universal, aunque análogo, para que se pudiese aplicar tanto a Dios como a las criaturas, que fueron creadas a imagen de Dios gracias a la potestad de su libre arbitrio"

"De lo dicho se deduce que el libre arbitrio es tanto más perfecto cuanto más alejado está del pecado y de todo aquello que le desvía del fin último" (Báñez, Apología, c.13, 2-3)
26/07/18 5:27 PM
  
Juan Andrés
Leído Iraburu. Santo Tomás explica bien el asunto desde un punto de vista más racional. Quiero contarle una experiencia personal de quien no ha estudiado teología ni filosofía pero ávido lector y puedo entender bastante, aunque no todo, o no mucho. De esa experiencia, regalo del Pater, pude advertir (y a entender eso de hacerse niños ante Él), y podría equivocarme, que en realidad parece que estamos frente a una especie de sistema de engranajes, quizás como una caja de cambios, que no se pueden separar. La fe, y la gracia en su vertientes, la voluntad, la Verdad, el libre albedrío basado en el entendimiento,funcionan juntos; cuando algún componente falta, la esclavitud del pecado. La gracia empuja y la fe nos impulsa a participar del sistema aceptando voluntariamente; a medida que esto ocurre la Verdad empieza a hacerse más diáfana y constituye otro engranaje, y cuando esa Verdad empieza a resplandecer se nos aumenta la fe y la inhabitación del ES nos regala más gracias y en tanto todo esto va ocurriendo junto y la Verdad es evidente la libertad no puede menos que atenerse racionalmente a ella por su evidencia, y por fe, y la elección libre de esa Verdad es casi su contingencia necesaria aunque a pesar de verlo se pueda, y de hecho ocurre porque somos pecadores, poner un freno al sistema porque tenemos tendencia caída a ello. Es muy difícil explicarlo como experiencia personal pero todo trabaja junto. Quizás el hecho de saber que cuando el Señor retira todo atisbo de gracia que pueda haber el faraón se vuelve duro de corazón y, al decir de San Pablo, quedamos librados a nuestros vicios y pasiones, es decir, salido Dios, ya no hay libertad alguna, todo es esclavitud. Lamento no tener capacidad para explicarlo más claramente. Un cordial saludo.
27/07/18 1:50 AM
  
Néstor
Por eso hay que distinguir entre libre albedrío en general o como tal, y libre albedrío finito, y en cuanto tal.

Cuando el Magisterio separa libertad y pecado, habla de lo primero, cuando admite la posibilidad de su unión, habla de lo segundo.

Porque si cuanto más grave es el pecado, menos libre albedrío hay, entonces la suma gravedad del pecado coincidiría con la ausencia del pecado, lo cual es obviamente absurdo.

El abuso del libre albedrío no puede entenderse como eliminación del libre albedrío, porque entonces el pecado sería imposible. Ni siquiera como disminución del libre albedrío, porque entonces el pecado sería menos imputable cuanto más grave fuese.

Es abuso, porque pervierte la finalidad del libre albedrío, no porque impida o atenúe su ejercicio.

En general, cuando se opone libertad y pecado, se habla más de la finalidad del libre albedrío que de su existencia. Es en ese sentido que hay que entender el texto de Báñez.

También, obviamente, en el sentido de que a consecuencia del pecado las pasiones se enseñorean más del alma, pero de un modo culpable "in causa" precisamente debido al libre albedrío con que se cometió la falta.

La posibilidad de apartarse del bien pertenece a la esencia de la libertad creada y finita como tal. Es lo que dice el Catecismo:

"Hasta que no llega a encontrarse definitivamente con su bien último que es Dios, la libertad implica la posibilidad de elegir entre el bien y el mal".

Y obviamente que eso no lo dice respecto de la libertad divina ni, por tanto, de la libertad en general.

En el caso de la libertad humana de Nuestro Señor Jesucristo, la imposibilidad de apartarse del bien no se debe a la naturaleza misma de esa libertad humana, sino al hecho de que su Sujeto personal es el Verbo de Dios.

Saludos cordiales.

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A.G.:

Cuando se dice que «La posibilidad de pecar no es una libertad, sino una esclavitud.« (Libertas praestantissimum, 5) no se quiere decir que sea una destrucción de la libertad, sino una servidumbre, la servidumbre del pecado, de la que nos advierte Nuestro Señor Jesucristo:

«y conoceréis la verdad, y la verdad os librará.
Respondiéronle ellos: Somos linaje de Abraham, y de nadie hemos sido jamás siervos; ¿cómo dices tú: Seréis libres?'
Jesús les contestó: En verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es siervo del pecado.(Jn 8, 32-34)


Nuestro Señor, precisamente, viene a liberarnos de esta servidumbre, de esta esclavitud. Es una esclavitud real, no una destrucción de la libertad como creía Lutero, sino una esclavitud al pecado, como enseña la doctrina de la Iglesia, y contra la cual nos advierte el Redentor. Por eso el Concilio de Trento, en su ses. VI sobre la justificación, cap.I, dice:

«Ante todas estas cosas declara el santo Concilio, que para entender bien y sinceramente la doctrina de la Justificación, es necesario conozcan todos y confiesen, que habiendo perdido todos los hombres la inocencia en la prevaricación de Adán, hechos inmundos, y como el Apóstol dice, hijos de ira por naturaleza, según se expuso en el decreto del pecado original; en tanto grado eran esclavos del pecado, y estaban bajo el imperio del demonio, y de la muerte, que no sólo los gentiles por las fuerzas de la naturaleza, pero ni aun los Judíos por la misma letra de la ley de Moisés, podrían levantarse, o lograr su libertad; no obstante que el libre albedrío no estaba extinguido en ellos, aunque sí debilitadas sus fuerzas, e inclinado al mal.»


No debemos entender, pues, esta servidumbre como una destrucción del albedrío, como lo entendía Lutero, sino en el sentido en que León XIII lo explica citando Santo Tomás, In Ioannem 8 lect.4 n.3.:

«Sobre las palabras de Cristo, nuestro Señor, el que comete pecado es siervo del pecado[3], escribe con agudeza: "Todo ser es lo que le conviene ser por su propia naturaleza. Por consiguiente, cuando es movido por un agente exterior, no obra por su propia naturaleza, sino por un impulso ajeno, lo cual es propio de un esclavo. Ahora bien: el hombre, por su propia naturaleza, es un ser racional. Por tanto, cuando obra según la razón, actúa en virtud de un impulso propio y de acuerdo con su naturaleza, en lo cual consiste precisamente la libertad; pero cuando peca, obra al margen de la razón, y actúa entonces lo mismo que si fuese movido por otro y estuviese sometido al dominio ajeno; y por esto, el que comete el pecado es siervo del pecado"» (Libertas, 5)


27/07/18 2:53 AM
  
Luis Fernando
... no obstante que el libre albedrío no estaba extinguido en ellos, aunque sí debilitadas sus fuerzas, e inclinado al mal.

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Pues oye... parece que la cosa está bastante clara.

Toca poner lo que al final de las antiguas películas de "jolivud": The end.
27/07/18 10:33 AM
  
Néstor
Incluso ese texto de Santo Tomás hay que entenderlo bien, porque no puede querer decir que el que peca no peca por sí mismo, sino movido por otro.

Lo que hace ahí Santo Tomás es distinguir dos formas de actuar que proceden del sujeto mismo, no de otro, y de su libre albedrío: aquella que es conforme con la naturaleza del sujeto, y aquella que la contraría.

Por eso dice que la segunda es "como si" el sujeto fuese movido por otro, porque su acción va en contra de su mismo ser.

Saludos cordiales.

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A.G.:
Ciertamente la acción mala va contra el propio ser, por eso es como una autoenajenación, como un dejar de ser dueño de las propias acciones. Por eso es un abuso de una facultad propia, que se manipula para un fin impropio.

Es un "como si" magistral, que da mucha fuerza a la imagen. Refleja bien el abuso, el ir contra uno mismo, el auto-enajenarse, ese "espejismo de unas ilusorias apariencias" (Libertas 1).

El que elige el mal es como si fuera movido por otro, no por su propia naturaleza. Por eso la elección del mal no es una capacidad propia de la naturaleza sino una privación posible, un defecto voluntario y deliberado.

"Es lo que había visto con bastante claridad la filosofía antigua, especialmente los que enseñaban que sólo el sabio era libre" (Libertas, 5), porque al pecar se actúa "lo mismo que si fuese movido por otro" (In Ioannem 8 lect.4 n.3).

Y "porque su acción va en contra de su mismo ser" como bien dices, por eso mismo no es una capacidad de su ser, sino una privación, una carencia, una posibilidad, una "perdición voluntaria".

Es expresivo como lo explica San Josemaría:

"Obrar mal no es una liberación, sino una esclavitud [...] Manifestará quizá que se ha comportado conforme a sus preferencias, pero no logrará pronunciar la voz de la verdadera libertad: porque se ha hecho es­cla­vo de aquello por lo que se ha decidido, y se ha decidido por lo peor, por la ausencia de Dios, y allí no hay libertad"( Homilía La libertad, don de Dios, en Amigos de Dios, 37.)


Es en definitiva la enseñanza del Aquinate, que afirma, sin por ello, dada la materia grave, negar la existencia de un pleno conocimiento y un deliberado consentimiento en el pecado mortal, que "Querer el mal no es libertad, ni parte de la libertad, sino un cierto signo de ella" (Cuestiones disputadas. Sobre la verdad, q. 22, a. 6, in c).

Eudaldo Forment explica esto en este post:

"La libertad humana no consiste esencialmente, sin embargo, en elegir entre el bien y el mal, aunque puede decirse, que en la libertad humana se elige entre el bien y el mal. No obstante, cuando el hombre hace el mal, no obra, en sentido propio, con libertad.

La posibilidad de elegir el mal no es auténtica libertad. Si se eligen los medios adecuados, que conducen a su fin concreto idóneo, que ha sido también elegido, se actúa propiamente con libertad, porque el resultado es un bien para el sujeto de la libertad. En cambio, si no elige el verdadero fin último concreto, o toman unos medios inadecuados, se pierde en realidad la libertad, porque no se obtiene un bien.

Al no conseguirse un bien, en la mala elección, se pierde libertad. Como todas las elecciones tienen como finalidad el bien, puede decirse que cuando se elige el mal, por perjudicar siempre a su autor, este mal quita libertad.

Con el mal no se pierde totalmente la libertad, pero queda afectada la integridad de la libertad. El mal no remueve de la libertad su primer elemento, su voluntad del bien, ni tampoco el segundo, la elección. Si, en cambio, el tercer elemento de la libertad, el fin, que es el verdadero bien. Con el mal, queda modificada la finalidad esencial de la libertad, el bien propio, y, con ello, ya no hay auténtica libertad.

La elección que otorga la posibilidad del bien y del mal no constituye, por tanto, esencialmente a la libertad en sí misma. Declara, por ello, Santo Tomás: `Querer el mal no es libertad, ni parte de la libertad, sino un cierto signo de ella"».
29/07/18 7:19 PM

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