Sydney-Madrid: del 8 al 11

El domingo pasado, 20 de julio, de madrugada (más o menos a las 4:45) Benedicto XVI dijo lo que todos estábamos esperando y que, a decir verdad, era un secreto a voces.

Madrid

Como ya se sabía había sido Madrid, capital de nuestra amada España, la que había sido elegida, por el Santo Padre, como sede para la celebración de la próxima Jornada Mundial de la Juventud que, es curioso, dura más de una jornada.

El año elegido ha sido el 2011 que es un año tan bueno como otro para que la juventud de todo el mundo católico se acerque a la ciudad del oso y el madroño y haga patente que la fe católica ni está muerta ni la van a enterrar los laicistas por falta de jóvenes.

Pero, ahora que han pasado unos días (no muchos, es cierto) desde que Benedicto XVI pronunciara la última homilía en la Santa Misa celebrada en el hipódromo de Randwick, ha de estar bien (para una mejor comprensión) un repaso, aunque no sea excesivamente extenso, de lo que el Papa alemán ha dicho y que va contra, directamente, la perversión de la fe y, sobre todo, el relativismo (que es un tema que preocupa a Benedicto XVI desde hace muchos, pero muchos años)

Veamos, al menos, tres momentos importantes de las intervenciones de Benedicto XVI, que son algo más que indicaciones porque, en realidad, son instrumentos para caminar desde aquel 20 de julio hasta el próximo agosto del 2011:

vigilia

1.-En la Vigilia del Sábado 19 de julio dijo, entre otras cosas, que “Los dones del Espíritu que actúan en nosotros imprimen la dirección y definen nuestro testimonio. Los dones del Espíritu, orientados por su naturaleza a la unidad, nos vinculan todavía más estrechamente a la totalidad del Cuerpo de Cristo (cf. Lumen gentium, 11), permitiéndonos edificar mejor la Iglesia, para servir así al mundo (cf. Ef 4, 13) Nos llaman a una participación activa y gozosa en la vida de la Iglesia, en las parroquias y en los movimientos eclesiales, en las clases de religión en la escuela, en las capellanías universitarias o en otras organizaciones católicas. Sí, la Iglesia debe crecer en unidad, debe robustecerse en la santidad, rejuvenecer y renovarse constantemente (cf. Lumen gentium, 4) Pero ¿con qué criterios? Con los del Espíritu Santo. Volveos a él, queridos jóvenes, y descubriréis el verdadero sentido de la renovación

Edificación de la Iglesia

Los católicos, como piedras vivas que somos de la Iglesia, la constituimos dándole consistencia y conformamos nuestras vidas según el Magisterio que emana de la Santa Madre Iglesia. Por tal razón no podemos quedarnos de brazos cruzados cuando, en las diversas situaciones por las que pasa nuestra existencia podamos apreciar que el edificio de la Iglesia se quiere resquebrajar a base de ataques y de maledicencias.

Por eso “Cultivar las evidencias morales esenciales, defenderlas y protegerlas como un bien común sin imponerlas por la fuerza, constituye a mi parecer una condición para mantener la libertad frente a todos los nihilismos y sus consecuencias totalitarias”.

Esto lo dice, Benedicto XVI, en “Verdad, Valores y Poder” y es, esencialmente, cierto.

2.-En el encuentro con obispos australianos, seminaristas, novicios y novicias, habló de un tema que mucho preocupa al Santo Padre: la preterición, el olvido, de Dios:

Y, sin embargo, la historia, también la de nuestro tiempo, nos demuestra que la cuestión de Dios jamás puede ser silenciada y que la indiferencia respecto a la dimensión religiosa de la existencia humana acaba disminuyendo y traicionando al hombre mismo. (…) Allí donde se empequeñece al hombre, el mundo que nos rodea queda mermado, pierde su significado último y falla su objetivo. Lo que brota de ahí es una cultura no de la vida, sino de la muerte. ¿Cómo se puede considerar a esto un «progreso»? Al contrario, es un paso atrás, una forma de retroceso, que en último término seca las fuentes mismas de la vida, tanto de las personas como de toda la sociedad

Dejar a Dios de lado en nuestras vidas

¿Qué extraña voluntad puede ser aquella que hace lo posible e imposible para que Dios desaparezca de nuestras vidas?

Seguramente, una que lo sea, digamos, bastante nigérrima porque, al fin y al cabo, el Creador, se quiera o no se quiera y se crea o no se crea en su existencia, sigue existiendo.

En realidad, hace falta tener mucho valor para atribuir a la casualidad la creación del Universo; mucho atrevimiento para negar el principio antrópico (según el cual todo está hecho en bien del ser humano, suprema creación de Dios) Se requiere una inteligencia superior que haya intervenido en llevar a cabo tal realización. Por eso “la cuestión de Dios jamás puede ser silenciada”, como ha dicho Benedicto XVI.

Dice, sobre esto, el Papa alemán, que “Dios en su naturaleza también es relación, según nos enseña la fe en la Trinidad” (“Dios y el Mundo”. Una conversación con Peter Seewald”) de aquí que “La relación de la persona es, en primer lugar, interpersonal, pero también ha sido configurada como una relación hacia lo Infinito, hacia la Verdad, hacia el Amor” (Ídem texto citado, de Peter Seewald, arriba)

Por eso, bien claro está que tenemos una relación con nuestro Creador, como no puede ser de otra forma, un, a modo, de hilo conductor que nos vincula, verticalmente, es decir, desde nosotros hacia Él pero, también, y esto es muy importante, de Él hacia nosotros. El hecho mismo de sentirnos hijos de Dios, de paso por este mundo para salvarnos (¡gran negocio, éste!) nos debería obligar a preguntarnos cómo podemos apreciar, ver, sentir, esa unicidad que tan difícil puede llegar a ser el apreciarla porque somos únicos si permanecemos en Él y únicos si, entonces, Él permanece en nosotros.

Tal relación, por tanto, no podemos olvidarla aunque, como dice Sta. Teresa de Jesús (En “Las moradas del castillo interior”) “Todo se nos va en la grosería del engaste u cerca de este castillo, que son estos cuerpos” (Moradas primeras, capítulo primero)

Misa

3.-En la Santa Misa del 20 de julio, conclusiva de la Jornada Mundial de la Juventud, nos ha dejado dicho que “El amor de Dios puede derramar su fuerza sólo cuando le permitimos cambiarnos por dentro. Debemos permitirle penetrar en la dura costra de nuestra indiferencia, de nuestro cansancio espiritual, de nuestro ciego conformismo con el espíritu de nuestro tiempo. Sólo entonces podemos permitirle encender nuestra imaginación y modelar nuestros deseos más profundos. Por esto es tan importante la oración: la plegaria cotidiana, la privada en la quietud de nuestros corazones y ante el Santísimo Sacramento, y la oración litúrgica en el corazón de la Iglesia. Ésta es pura receptividad de la gracia de Dios, amor en acción, comunión con el Espíritu que habita en nosotros y nos lleva, por Jesús y en la Iglesia, a nuestro Padre celestial

Ejercicio efectivo de la fe

Es voluntad nuestra tener en cuenta a Dios en nuestras vidas. Sin embargo, muchas veces se nos presentan obstáculos que pueden resultar insalvables si no tenemos una fe que haya penetrado en nuestro corazón hasta hacerlo de carne.

Es muy cierto lo que dice Benedicto XVI en su “Introducción al cristianismo” (que es una verdad, al menos, tan grande como una catedral) y que es lo siguiente: “En los creyentes existe ante todo la amenaza de la inseguridad que en el momento de la impugnación muestra de repente y de modo insospechado la fragilidad de todo el edificio que antes parecía tan firme

Por tanto, corre, por decirlo así, de nuestra cuenta, la formación, para que no permanezcamos en el estadio correspondiente, más o menos, a una práctica nula de efectividad profunda. Y junto a la formación, la inseparable oración que nos vincula, tan directamente, con Aquel que aceptamos en nuestras vidas como su semejanza que somos.

En resumidas cuentas

De lo dicho hasta ahora, podemos obtener tres conclusiones que son, a saber:

.-Somos, los católicos, parte integrante de la Iglesia y no podemos abandonarla ante el Maligno y sus diversas manifestaciones.

2ª.-No podemos desterrar a Dios de nuestras vidas porque quedarían vacías.

3ª.-Somos cristianos en cuanto admitamos que la oración nos hace libres ante el mundo y su mundanidad porque una adecuada formación nos ha dado tal seguridad.

Y es que, al fin y al cabo, Benedicto XVI ha trazado, sabiéndolo, el camino que va desde el 20 de julio de 2008 al mes de agosto de 2011 (según parece, entre los días 15 al 21)

2 comentarios

  
Ana
Hoy es la festividad de Magdalena, la mujer que encontró a Cristo en el sepulcro porque lo había buscado quizá nosotros no lo bucamos y lo desterramos porque estamos pendientes de las mil y una cosas que nos parecen tan necesarias y que nos estorban y nos hacen descuidar la oración en la que veremos que sólo hay una cosa necesaria
22/07/08 7:21 PM
  
Eleuterio
Ana

Muchas de las cosas que pasan, que nos pasan, en el mundo, son las que nos distraen de lo que, en verdad, como se puede decir, es nuestro verdadero "negocio" que no es otro que la salvación eterna.

La oración, como medio para llegar mejor a comprender a Dios, es un, digamos, instrumento para que entendamos mejor nuestra verdadera naturaleza.

Sin embargo, tenemos muchas distracciones que nos apartan, digo, de lo que es importante para nosotros, como personas creyentes.

No podemos olvidar eso ni, tampoco, que, por ser católicos no hemos de olvidar lo que tal realidad espiritual significa.

22/07/08 10:29 PM

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