La Palabra del Domingo - 11 de enero de 2008. “Mi hijo amado, mi predilecto”

Santa Biblia

Mc 1, 7-11: Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto

7 “Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias.

8 Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo".

9 En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán.

10 Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma; 11 y una voz desde el cielo dijo: “Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección".

1Jn 5,1-9. El Espíritu, el agua y la sangre.

1 Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a aquel que da el ser ama también al que ha nacido de él.
2 En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos.
3 Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados,
4 pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe.
5 Pues, ¿quien es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
6 Este es el que vino por el agua y por la sangre: Jesucristo; no solamente en el agua, sino en el agua y en la sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la Verdad.
7 Pues tres son los que dan testimonio:
8 el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres convienen en lo mismo.
9 Si aceptamos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios, pues este es el testimonio de Dios, que ha testimoniado acerca de su Hijo.

MEDITACIÓN


1.-
Para el día de hoy, fiesta del Bautismo del Señor, el Calendario Litúrgico ofrece la posibilidad de escoger entre el texto del evangelio de Marcos y la primera carta de Juan. El caso es que no se trata de un exceso sino de un complemento que viene a darnos a conocer, mejor, este singular hecho de la vida de Jesús. El sentido de purificación de la ceremonia del agua tiene, en Juan, un origen para la vida de los hijos de Dios totalmente significativo y confirmatorio.

2.-Como resulta, casi siempre, recomendable, empezar por el principio (aludo a Juan en su Evangelio) me parece que es de destacar el hecho mismo de la presencia de Dios, mediante su Espíritu en dos hechos que se unen, así, en el pasar de los siglos y que dan a entender, con esto, dos creaciones, dos comienzos, dos “principios”. Por una parte, cuando en Gn 1 se habla de caos y confusión también se hace mención de un viento, palabra que también se traduce como espíritu, que sobrevolaba las aguas. Por otra parte recoge Marcos (1,10) el hecho de que en cuanto salió del agua (Jesús) vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a él.

Aquí vemos, ese es al menos mi pensamiento, que Dios establece, antes, y conforma, ahora, la creación antes de ‘âdam (palabra que viene de suelo ‘adâmah, de donde procede, de barro, el hombre) su espíritu (el de Elohim) aleteaba por encima de las aguas; luego, cuando Jesús emergió del Jordán, el mismo Espíritu lo sobrevoló; es más, vino a Él.

Antes, cuando la tierra era imperfecta y aún no se habían formado, por la mano de Dios, seres y elementos, sólo sobrevolaba; ahora, el Hijo ha perfeccionado al hombre y aquel, el Espíritu, lo conforma.

3.-He dicho antes que el hecho de que pueda hacerse uso de los textos del Evangelio viene a completar la visión que podemos tener de este bautismo del Señor. Hay que decir, desde ahora mismo, que mientras el texto de Marcos es más descriptivo, el de Juan es, o tiene, un sentido, más teológico y profundo: el primero sirve para ver, el segundo para comprender.

4.- En el Evangelio de Marcos encontramos a Juan llevando a cabo su labor de bautista. En el Jordán, mediante la inmersión en sus aguas (esta es la imagen que mejor puedo imaginar) quedaban las almas limpias de los pecados cometidos. Y era así porque Juan era profeta y, por tanto, hablaba, por su boca, por inspiración del Espíritu Santo. Su vida, austera y sumida en la oración, era ejemplo palpable de la entrega a Dios.

Con este texto evangélico apreciamos el hecho mismo del bautismo como comienzo de una vida pública bastante entregada a los demás, comienzo de su misión mesiánica, comienzo de un nuevo principio, ya superado al antiguo recuerdo de Adam. Como luego dijera Cristo (recogido en Jn 3,3) “te aseguro que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios“. Grave imposición para quien deseara contemplar las praderas eternas.

5.-La voz de Dios, interviniendo en ese pasaje, como en otros, como en la transfiguración donde, con una expresión similar, indicó su complacencia por su Hijo y exhortó a escucharlo (Mt 17,5).

De esto podemos inferir que la voluntad de Dios ese esa, y así la manifestó en este acontecimiento tan importante para la historia de la humanidad: de las aguas nacía un nuevo día, la buena noticia del reino de Dios comenzaba a tomar forma.

6.-Es en la 1ª carta de Juan (5, 1-9), el otro texto propuesto por el Calendario Litúrgico, el que, quizá, nos permite comprender mejor el hecho del bautismo y su verdadero significado para los creyentes en Cristo Jesús.

En esa voluntad de Dios, en ese este es mi hijo amado, y su aceptación por parte de los creyentes, radica (o hecha raíz) la fe más exacta el que cree que Jesús es el Cristo (1 Jn 5,1) ha de ser consecuente con ello: ha de cumplir los mandamientos de Dios, pues el Hijo los cumple, ha de vencer al mundo porque ha nacido de Dios como el Hijo que, en el Jordán, se manifestó.

El hecho de la existencia, para un cristiano, ha de tener esa nacencia: del agua bautismal, de donde surgimos, incorporándonos, al cuerpo de Cristo, cuando se nos infunde el Espíritu Santo, viento suave, brisa de Dios (recordemos, aquí, a Elías en la montaña esperando la manifestación del Padre) y momento que hemos de confirmar en una continua confesión de fe, a través de una aceptación básica de la Ley de Dios y a través de un hacer su voluntad.

La boca de Juan, precursor del Mesías, no deja de manar alabanzas desde el Reino de Dios; su agua no cesa de limpiarnos de nuestros pecados, purificada por la acción del Espíritu Santo, Espíritu de Dios que nunca cesa de inspirar nuestro ser.

ORACIÓN

Padre Dios; que el Bautismo de Tu Hijo sea, también, Bautismo para nuestro corazón de piedra.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto

El texto bíblico ha sido tomado del Servicio de Biblia de www.catholic.net

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