Juan Pablo II Magno - Penitencia y perdón

JPIIM

Es más que sabido que Juan Pablo II Magno tuvo que llevar a efecto, con toda ejemplaridad, la virtud del perdón cuando acudió a la prisión donde se encontraba Alí Agca, que tratara de matarlo plena Plaza de San Pedro, para, precisamente, perdonarlo aunque es seguro que ya hiciera eso desde el mismo momento que recibió el tiroteo.

Pero, también, reconocer lo que hemos hecho mal es el camino más directo hacia el cumplimiento de la voluntad de Dios.

Penitencia y perdón.

Así “Reconocer el propio pecado, es más –yendo aún más a fondo en la consideración de la propia personalidad-, reconocerse pecador, capaz de pecado e inclinado al pecado, es el principio indispensable para volver a Dios “(Exhortación apostólica Reconciliatio et paenitencia (13) RP, de 1984)

Por eso la “Penitencia está estrechamente unida a reconciliación, puesto que reconciliarse con Dios, consigo mismo y con los demás presupone superar la ruptura radical que es el pecado, lo cual se realiza solamente a través de la transformación interior o conversión, que fructifica en la vida mediante los actos de penitencia” (RP 4)

No cabe, por tanto, estimar innecesaria la penitencia ni, por tanto, la confesión, porque supone, más que nada, volver a unirse con Dios del que, voluntariamente, nos separamos.

¿Qué supone, por otra parte, la penitencia y el reconocimiento del pecado?

Sobre todo, supone “La conversión (metanoia), a la que cada ser humano está llamado” y que “lleva aceptar y hacer propia la nueva mentalidad propuesta por el Evangelio. Esto supone el abandono de la forma de pensar y actuar del mundo, que tantas veces condiciona fuertemente la existencia” (Exhortación apostólica Ecclesia in America (32), de 1995)

Pero, sobre esto, “No podemos olvidar que la conversión es No podemos, sin embargo, olvidar que la conversión es un acto interior de una especial profundidad, en el que el hombre no puede ser sustituido por los otros, no puede hacerse «reemplazar» por la comunidad. Aunque la comunidad fraterna de los fieles, que participan en la celebración penitencial, ayude mucho al acto de la conversión personal, sin embargo, en definitiva, es necesario que en este acto se pronuncie el individuo mismo, con toda la profundidad de su conciencia, con todo el sentido de su culpabilidad y de su confianza en Dios, poniéndose ante Él, como el salmista, para confesar: “contra ti solo he pecado’” (Sal 50, 6) (Encíclica Redemptor hominis, 20, de 1979)

Pero, como hemos dicho arriba, resulta, de todo punto necesario perdonar, como decimos en el Padre Nuestro, a los que nos ofenden.

Así, “El mundo de los hombres puede hacerse cada más humano, solamente si en todas las relaciones recíprocas que plasman su rostro moral introducimos el momento del perdón, tan esencial al Evangelio. El perdón atestigua que en el mundo está presente el amor más fuerte que el pecado “(Encíclica Dives in misericordia, 14, de 1980)

Y para eso, el ejercicio profuso del perdón ha de abrir el corazón, muchas veces de piedra y transformarlo en otro de carne, más proclive a comprender al prójimo y, si eso es posible, a ponerse en su lugar.

Sin embargo, muchas veces se piensa que perdonar es manifestar algún tipo de minusvalía espiritual porque denotaría como una, digamos, baja de nuestra tensión de seres al acecho de ataques.

Sin embargo, como muy bien dice Juan Pablo II Magno, “El perdón podría parecer una debilidad; en realidad, tanto para concederlo como para aceptarlo, hace falta una gran fuerza espiritual y una valentía moral a toda prueba. Lejos de ser menoscabo para la persona, el perdón la lleva hacia una humanidad más plena y más rica, capaz de reflejar en sí misma un rayo del esplendor del Creador” (Jornada Mundial de la Paz, 2002)

Al contrario, “La falta de perdón, especialmente cuando favorece la prosecución de conflictos, tiene enormes costes para el desarrollo de los pueblos. Los recursos se emplean para mantener la carrera de armamentos, los gastos de las guerras, las consecuencias de las extorsiones económicas. De este modo, llegan a falta las disponibilidades financieras necesarias para promover desarrollo, paz, justicia. ¡Cuánto sufre la Humanidad por no saberse reconciliar, cuántos retrasos padece por no saber perdonar!” (Jornada Mundial de la Paz, 2002)

Pero no es posible entender, como a veces se quiere hacer ver, que las religiones son un obstáculo para la paz. Muy al contrario, “El servicio que las religiones pueden ofrecer a favor de la paz y contra el terrorismo consiste precisamente en la pedagogía del perdón, porque el hombre que perdona o pide perdón comprende que hay una Verdad más grande que él, y que, acogiéndola, puede transcenderse a sí mismo”(Jornada Mundial de la Paz, 2002)

Por eso, Juan Pablo II Magno ejerció el perdón de una forma tan especial y comprendió, a la perfección su pedagogía.

10 comentarios

  
Ana
La penitencia también es una cura de humildad, ya que sabemos tanto y tenemos siempre tan presentes los defectos de los demás y lo que hacen mal, pues viene muy bien ver que todos necesitamos perdón. Por cierto que es pena que en muchas Iglesias esté de baja y den absoluciones colectivas. Pregun´te una vez el porqué y no me convenció nada
22/11/08 8:40 PM
  
Eleuterio
Ana

La verdad es que pedir perdón suele ser, la más de las veces, bastante difícil. Y es así porque, en general, nos cuesta trabajo reconocer que hacemos algo mal y que eso que hacemos va contra Dios. Y nos cuesta porque sabemos que Dios nos quiere y una persona siempre acaba sufriendo cuando sabe que ha hecho daño a alguien que le quiere (!mucho más si el el Creador!)

En cuanto a la penitencia, es cierto que muchas veces se hace algo difícil porque suele concurrir falta de tiempo del sacerdote o, simplemente, falta del mismo sacerdote.

En cuanto a lo de las absoluciones colectivas, ni siquiera sé si está permitido; es decir, si es válido. De lo que sí estoy seguro es de que no es muy recomendable esconderse en la comunidad eclesial para disimular el pecado porque debemos saber que Dios conoce nuestras acciones y, esconderse de las mismas es tan ridículo como lo era, para Adán esconderse de lo que había hecho junto a Eva e, incluso, como lo era esconderse a Caín después de haber matado a Abel.
22/11/08 8:52 PM
  
Ana
Pues a ver si el P. Morado no explica lo de las absoluciones colectivas, a mi me da mucha confianza.
Estoy de acuerdo en la comparación de Cín después del asesinato de Abel, es tontería esconder lo que Dios ya sabe
22/11/08 9:08 PM
  
Eleuterio
Ana

Sí, es una buena que el P. Morado nos explique eso de las absoluciones colectivas. Seguramente, entonces tendremos algo más claro.

Esconder a Dios... no es cosa muy normal eso, aunque a veces lo podamos intentar.
22/11/08 9:14 PM
  
Guillermo Juan Morado
Sobre el sacramento de la penitencia y, en concreto, sobre las absoluciones colectivas, se puede consultar una página muy documentada que está en la Red. Paso el enlace:

http://www.iuscanonicum.org/articulos/art024.html
22/11/08 10:30 PM
  
Guillermo Juan Morado
El Motu proprio Misericordia Dei especifica lo siguiente:

“a) «Para que un fiel reciba válidamente la absolución sacramental dada a varios a la vez, se requiere no sólo que esté debidamente dispuesto, sino que se proponga a la vez hacer en su debido tiempo confesión individual de todos los pecados graves que en las presentes circunstancias no ha podido confesar de ese modo».

b) En la medida de lo posible, incluso en el caso de inminente peligro de muerte, se exhorte antes a los fieles «a que cada uno haga un acto de contrición».

c) Está claro que no pueden recibir válidamente la absolución los penitentes que viven habitualmente en estado de pecado grave y no tienen intención de cambiar su situación.” (n. 7).

22/11/08 10:33 PM
  
Guillermo Juan Morado
"que se proponga a la vez hacer en su debido tiempo confesión individual de todos los pecados graves que en las presentes circunstancias no ha podido confesar de ese modo".


_________

Es decir, un fiel, aun recibiendo la absolución general - suponiendo que ésta se dé válidamente, si cumple los requisitos del Derecho - SIEMPRE TIENE LA OBLIGACIÓN de confesarse individualmente de los pecados graves que no haya podido confesar de modo individual.
22/11/08 10:36 PM
  
Guillermo Juan Morado
¿Ustedes se imaginan a un enfermo que prefiriese que el médico lo examinase a la vez que a otros cien enfermos? Seguro que cada enfermo preferiría, si pudiese escoger, que el médico lo examinase a él personalmente. Pues bien, recuerdo haber leído en un libro de J. Ratzinger - aún no era él Papa - que la "Penitencia es el lugar de máxima personalización de lo cristiano". Se predica para muchos, pero se confiesa a cada uno. La absolución general es un medio EXTRAORDINARIO, al que cabe recurrir - dentro de lo que permite el Derecho de la Iglesia - cuando no se puede, por razones objetivas, ofrecer el medio ORDINARIO, que es la confesión y la absolución individual. Da un poco de vergüenza confesarse, pero la persona se sabe "tocada" por la clemencia de Dios y escuchada en su problemática concreta, personal e intransferible.
22/11/08 10:44 PM
  
Ana
Pues porque lo hacen?¿que se gana?
En la parroquia nueva a pesar de que no hay sitio, ni se ha planteado, lo de la absolución colectiva y eso que tenemos que estar esperando fuera mientras los otros confiesan
22/11/08 11:28 PM
  
Eleuterio
Guillermo Juan Morado

La verdad es que el ejemplo del médico y el paciente es bastante clarificador de lo que supone recibir una absolución general. Seguramente para muchas personas recibirla de forma general les facilita lo "vergonzoso" que pueda haber en el hecho mismo de confesarse.

Sin embargo, tener una conciencia de tal vergüenza creo yo que es tener poca conciencia de la fe y de la misma reconciliación.
23/11/08 12:00 AM

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