¿Qué relaciones entre el Estado y la Iglesia?

Dad al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios” (Mt 22:21)

Esto, dicho por Jesucristo cuando le mostraron una moneda para ver si lo cogían en un renuncio o expresaba alguna reticencia a pagar los impuestos a Roma, indica, muy bien, el sentido que la separación que ha de existir entre la Iglesia y el Estado ha de tener.

Quizá pueda parecer mentira para algunas personas pero, desde que Jesús dijera aquello de “Dad al César… ” ya sabía la Iglesia que entre ella misma y lo que era el poder civil establecido había una línea de separación que no era conveniente cruzar para invadir el terreno de la otra parte.

Cierto es, también, que a lo largo de la historia de la Iglesia y del Estado, muchas veces, no se ha producido tal separación pero es que, mirándolo bien, las circunstancias históricas eran, verdaderamente, muy otras. Sin embargo, el principio fue bien establecido por Jesucristo y, claro, otra cosa es lo que el hombre haya hecho con él.

El Cardenal Rouco Varela, en la disertación que llevó a cabo en la ceremonia de ingreso en la Real Academia de Doctores, el 25 de junio pasado, dijo, al respecto de la expresión de Cristo recogida en Evangelio de Mateo, que “Desde ese momento se iniciaba, con la Iglesia por Él fundada, la historia de una fórmula de vida religiosa y social en la que se rechaza y supera simultáneamente el modelo del monismo antropológico, cultural y jurídico en el que lo “religioso” es absorbido por lo “político” y/o viceversa, monismo vigente en todas las culturas y constelaciones jurídico-políticas conocidas hasta entonces, sin excluir la del pueblo de Israel, pueblo portador de una experiencia religiosa singular, expresada en el reconocimiento de un solo Dios verdadero, Creador y Señor del universo y el único Santo

El texto de la disertación, por otra parte, lo podemos encontrar en la Agencia Zenit y resulta conveniente su lectura para tener una visión, digamos, completa, de lo que ha sido la evolución de las relaciones entre el Estado y la Iglesia desde aquella primera expresión de la separación entre uno y otra.

Comprendo, por otra parte, que es un tanto extenso y que ahora, con el calor del verano, quizá no esté al alcance de todas las paciencias pero ahí lo dejo como algo importante que es conveniente leer y, si es posible, alcanzar a comprender en su totalidad.

Por eso, y además, la Constitución pastoral Gaudium et spes (76), del Concilio Vaticano II, dejó dicho que “la comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su propio terreno

Por lo tanto, bien sabemos que la expresión de Jesucristo consigue dos cosas: rechazar y superar el “modelo del monismo antropológico, cultural y jurídico en el que lo “religioso” es absorbido por lo “político” y/o viceversa

Y esto habría de ser tenido en cuenta, en lo sucesivo.

Sin embargo, a pesar de que exista tal separación (desde aquel entonces) no es menos cierto que las relaciones entre el Estado y la Iglesia católica han de existir porque no se entiende ninguna organización pública que no tenga en cuenta las creencias mayoritarias de una población ni, tampoco, que una organización como la que fundó Cristo se separe del mundo en el que está por no relacionarse con quien, de facto, gobierna, de forma material, sus vidas.

Así, son necesarias tales relaciones.

De tal punto son necesarias que el Compendio de la doctrina social de la Iglesia, en su número 425 indica que “La recíproca autonomía de la Iglesia y la comunidad política no comporta una separación tal que excluya la colaboración: ambas, aunque a título diverso, está al servicio de la vocación personal social de los mismos hombres

Y frente a esto, existe la voluntad laicista de que se reduzca lo más posible tal relación porque se entiende, desde una concepción equivocada de la laicidad (que, en realidad, es laicismo) que lo mejor para el Estado es que prevalezca éste por encima de la Iglesia porque entiende la teoría política (sobre todo desde la Revolución Francesa, origen de muchos males para la humanidad por mucho que también hubieran muchos aspectos positivos) que no cabe sometimiento a un poder, digamos, superior (a Dios) sino que el hombre, con su Ley positiva se vale para regirse a sí mismo, olvidando (gran error) que no fue creado por sí mismo sino por Quien tiene la posibilidad de hacerlo.

En las relaciones que deben existir entre la Iglesia y el Estado (sin las cuales el Estado no puede ser Estado porque estaría falto de una de las partes más importantes que constituyen el sentir de su población) ha de respetarse, por parte del último, la “libertad de expresar su juicio moral sobre estas realidades, cuantas veces lo exija la defensa de los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas” (Compendio… 426)

Pero muchas veces da la impresión de que, de parte del Estado (del actual que en España gobierna) no se entiende que tal derecho sea posible y, si es estima real, se hace todo lo posible para que no se ejerza.

Sobre este asunto, a diferencia de lo que pasa con el pensar del Estado (del actual que en España gobierna) la Iglesia entiende, a la perfección, cuál es la situación que existe entre el primero y la segunda. Por eso dice lo que dice (aunque pocos la oigan):

Con el fin de prevenir y atenuar posibles conflictos entre la Iglesia y la comunidad política, la experiencia jurídica de la Iglesia y del Estado ha delineado diversas formas estables de relación e instrumentos aptos para garantizar relaciones armónicas. Esta experiencia es un punto de referencia esencial para los casos en que el Estado pretende invadir el campo de acción de la Iglesia, obstaculizando su libre actividad, incluso perseguirla abiertamente o, viceversa, en los casos en que las organizaciones eclesiales no actúen correctamente con respecto al Estado” (Compendio… 427)

Por tanto, es fácil ver que las relaciones entre la Iglesia y el Estado son, además, de necesarias, posibles. Y para que tal posibilidad sea factible se ha tomar en serio, por parte del segundo, que tal posibilidad es factible y no dejarlo todo convertido en simples teorías y en simples proposiciones de intenciones.

Tanto a nivel económico, como cultural, como jurídico, como en otros aspectos que constituyen las posibilidades en las que se puede expresar la relación citada en este artículo, han de ser encauzadas en el conocimiento de su necesidad y no de una mera concesión estatal ni tampoco en algo que es posible hacerlo o no es posible, como si no importase lo más mínimo.

La Iglesia católica sabe, y reconoce, que las relaciones con el Estado las ha de llevar a cabo siguiendo el principio recogido en el Evangelio de San Mateo citado arriba y más que conocido.

El problema viene cuando de parte del Estado (del actual que en España gobierna, anticlerical y contrario a lo católico) se cree que la composición personal que constituye el objetivo de su gobierno, no tiene en cuenta su aspecto espiritual y se deja de llevar (el Estado) por un despotismo que está fuera de lugar, hace mucho tiempo que pasó a la historia (aunque a veces no lo parezca) y se convierta en algo rancio con amargo sabor a caduco, a podrido, a muerto.

4 comentarios

  
Ana
Lo triste es que la relación es un laicismo beligerante y muy agresivo. Solo hablan de la Iglesia para criticar y también haymuchas cosas buenas que son públicas y no voy a enumerar y mucho bien oculto.
Casi parece que quisieran tenernos en la Iglesia metidos ,quietecitos y calladitos
22/08/08 11:51 PM
  
Miguel Serrano Cabeza
1) El Reino de España.

El Código Civil, en vez de regular los tipos de uniones que quieran establecer entre sí los ciudadanos mayores de edad, define en qué consiste el matrimonio.

Y a todo el mundo le parece bien. A veces a unos les molesta porque no incluye las relaciones homosexuales. A veces a otros les molesta precisamente porque las incluye. O porque no incluye la poligamia. O la poliandria.

Sin embargo el problema está en otra parte: el Estado no es quién para definir qué es o qué no es un matrimonio. Para eso están las creencias de sus propios ciudadanos. Creencias acerca de las que el Estado no tiene nada que legislar aparte de la protección de su libre ejercicio.

2) El Estado Vaticano.

Por otra parte, no deja de resultar un tanto surrealista que un acuerdo de derecho internacional entre Estados miembros de la ONU provoque efectos fiscales en el ejercicio de un sacramento.

Si uno se casa en España por el rito católico el matrimonio religioso lleva aparejada la obligación legal de realizar una notificación civil que tiene efectos fiscales.

Sin embargo, si uno se casa en España por el rito ortodoxo el matrimonio religoso es igualmente válido para la Iglesia Católica (no existe amancebamiento) pero carece de efectos fiscales al no llevar aparejada la obligación legar de realizar esa misma notificación civil.
23/08/08 1:35 AM
  
Eleuterio
Ana

Es eso lo que quieren exactamente, que nos quedemos callados para que no perturbemos la vida laicista que nos quieren imponer.

Y nuestra obligación es no permitir que eso pase.


23/08/08 11:58 AM
  
Eleuterio
Miguel Serrano Cabeza

Tiene Ud. razón cuando dice que al Estado sólo le corresponde proteger el ejercicio de los derechos fundamentales. El problema es que, muchas veces, creen las personas que tienen a su cargo la administración del Estado que eso no puede ser porque les da la impresión que quitan algún de poder.

Además, la diferencia que Ud. acaba de hacer notar sobre el matrimonio católico y el ortodoxo no deja ser extraña. Al fin y al cabo se trata de un matrimonio religioso.

23/08/08 12:02 PM

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