En la Parroquia de Entrevías se ha nublado el Evangelio

El pasado 22 de noviembre publicaba Religión en Libertad una entrevista, extraída del Diario de Burgos, a Javier Baeza, uno de los tres sacerdotes de la Parroquia de Entrevías (Madrid) que, tiempo atrás, escandalizaran por su particular forma de celebrar las Eucaristías.

Dice el sacerdote cosas curiosas y otras, verdaderamente, contrarias a la liturgia y a todo lo que pueda considerarse una celebración eucarística que se atenga a lo establecido.

Porque, en realidad, la cosa sigue igual que entonces. Y, además, se ufana de ello.

Al parecer lo que hace lo hacen por un tema, digamos, de “cercanía” con el pueblo cristiano. Por “cercanía” no se visten para celebrar la eucaristía; por “cercanía” no dan formas para comulgar sino que hacen, más o menos, lo que les viene en gana; y así, por “cercanía”, hacen muchas cosas.

Por eso dice que “La realidad nos ha mostrado que los chavales del barrio equiparaban ir a la Iglesia con ir a un juicio: el cura revestido, los abogados revestidos, el fiscal revestido… Queríamos que hubiera cercanía”.

Es decir que se saltan, a la torera, por activa y por pasiva y por perifrástica, todas las normas que están puestas, es de suponer, no por capricho sino por una simple necesidad de correspondencia con la fe que se dice tener, y este señor, sacerdote él (pero no sé de qué religión) se permite el lujo de insistir en que hacen lo que hacen porque no quieren estar alejados del pueblo porque deben creer que el resto del pueblo cristiano (que debemos ser muchos millones en el mundo entero) no nos sentimos cercanos a la Eucaristía.

Seguramente, por eso dice que “El obispo de Madrid, como todos los poderes, es fuerte con los débiles y débil con los fuertes” porque debe creer que todo el mundo piensa de esa forma tan torcida de presentar los asuntos de la fe: con simplezas y frases hechas más propias para simples y cortos de entendimiento.

Arriba he dicho que, además de mantener que se siguen celebrando las Eucaristías de la forma “alternativa” a la ordinaria, se mantienen en sus trece de forma chulesca.

Pero, para decir esto ha de tener, Javier Baeza, alguna razón.

Y la tiene. O, al menos, eso cree porque lo que propone es, más que nada, absurdo, fuera de lugar o, simplemente, provocador.

Y se provoca cuando se dice que, en realidad, con la Iglesia, lo que hay que hacer es “cerrarla, pero como institución, ya que el Evangelio sigue teniendo pleno sentido”

Es decir, que lo mejor es acabar con la Iglesia a la que él mismo pertenece (¿o no?), dejarse acompañar, por ejemplo, con personas como Pedro Casaldáliga o Nicolás Castellanos y rematar la faena con un “No nos sentimos vinculados a una Iglesia así”.

Además, dice “Creo que es una institución que nubla mucho el Evangelio”. Y se refiere a la Iglesia católica.

Y, ante esto, ¿Qué podemos decir? y, también, ¿Qué pueden hacer personas como Javier Baeza y el resto de párrocos de la Parroquia de Entrevías?

Por lo primero, lo que podríamos decir es que deberían pensar, antes de actuar como actúan, qué fe dicen que profesan y qué significa eso para sus vidas; por lo segundo, y teniendo en cuenta la contumacia con la que actúan lo que podrían hacer es, simplemente, poner tierra de por medio, abandonar la Iglesia y fundar una ONG que se llamara, por ejemplo, “Iglesia de Entreviología” en la que desarrollaran su extraño sentido de lo cercano y progre, alejado de la Iglesia y nublado de espíritu.

Y no es, esto, echarlos, sino, simplemente, ser consecuentes.

Y es que a mí esto me parece muy grave aunque, por supuesto, yo soy, sólo, un retrógrado. Será eso.