InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Categoría: En los altares

18.02.12

En los altares - Santa Bárbara

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Santa Bárbara

Maximiano, emperador romano de finales del siglo III, comandaba la suerte de Roma cuando, en la ciudad de Nicomedia un hombre de nombre Dióscoro, rico, mundano y supersticioso, además de pagano tenía la mala costumbre de adorar dioses que no existían. Es decir, estaba lo más alejado posible de ser un discípulo de Cristo.

Tenía una hija de nombre Bárbara a la que su padre, por miedo a que tuviera contacto con la gente encerró en una torre muy alta que hizo construir al efecto. Y decidió, creyéndose dueño de su vida y su persona, darla en matrimonio a un príncipe que se sentía atraído por todo el misterio que acarreaba la vida que llevaba la hija de Dióscoro.

Bárbara, sin embargo, no tenía intención de contraer matrimonio y así se lo hizo saber a su padre. Ella tenía la intención de mantenerse célibe y buscar al Único Dios verdadero, muy alejado de todos aquellos diosecillos que adoraba Dióscoro y que lo llevaban a la perdición directa.

Pero Bárbara no se arredró y continuó por el camino que se había trazado en el corazón. Hizo colocar una cruz en el baño y hizo construir una ventana más que, añadida a las dos existentes, simbolizaba, al menos para ella, la Santísima Trinidad. Se bautizó Bárbara y, siguiendo la forma de vida de Juan el Bautista, se alimentaba de miel y de langostas. Además, mostró un celo cristiano grande cuando se enfrentó a los ídolos que tenía su padre por adorables y, escupiéndoles, les dijo que “Todos aquellos que a los que vosotros habéis inducido en error y creen en vosotros serán como vosotros”.

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11.02.12

En los altares - S. José de Cupertino

Sobre la Virgen de Lourdes.

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Sanjosé de Cupertino

Corría el año 1603 cuando, en el pueblo italiano de Cupertino, nació un niño al que pusieron de nombre José. Sus padres eran pobres y tal fue así que nació en un cobertizo que estaba pegado a la casa porque, en el colmo de la desdicha, el padre de José no había podido pagar la cuota que pagaba por la casa donde vivían y se la habían embargado.

La infancia de José no fue nada agradable. Las circunstancias familiares de pobreza le hacían candidato a pasar hambre y a crecer con un desarrollo físico francamente mejorable.

Sin embargo, si bien en lo físico José era poca cosa, en lo espiritual abundaba en oración y en prácticas piadosas que no iban a pasar desapercibidas para Dios.

Las intenciones religiosas profundas de José pudieron apreciarse desde muy joven porque a los 17 años solicitó la admisión en los franciscanos. No fue admitido. Aunque lo fue en los capuchinos fue expulsado porque era algo distraído y, al parecer, pensaba en algo más que en las labores diarias que tenía que llevar a cabo.

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4.02.12

En los altares - Santa Marta

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Santa Marta

Marta era hermana de Lázaro y de María y, además, amiga de Jesús. Era, también, ejemplo del modo de comportarse, en determinadas ocasiones, un discípulo de Cristo.

En los Santos Evangelios aparece la persona de Marta en varias ocasiones. Pero en dos de ellas destaca la misma y manifiesta, por encima de otra consideración, qué ha de hacer un discípulo de Cristo, que no es otra cosa que servir y transmitir la fe que tiene en el Maestro.

Dice el evangelio de San Juan (11, 5) que “Jesús amaba a Marta y a su hermana María y Lázaro.

Los encuentros de Marta con Jesús son sintomáticos de la actuación de un discípulo. En uno de ellos sirve al Maestro por encima de todo. Lo recoge San Lucas ( 10, 38-40)

“Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.

A esto, Jesús le responde con amor pero no con verdad (10, 41-42).

“Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada.”

Y esta era, al fin y al cabo, una ocasión de gozo aunque Jesús tuviera que darle a entender qué (Quién) era lo que importaba.

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28.01.12

En los altares - S. Felipe Neri

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San Felipe Neri

Nació Felipe en Florencia (Italia) en 1515. Ya de pequeño mostraba gran afabilidad y alegría y era conocido por “Felipín el bueno”. Pero no sólo se mostraba así sino que, para demostrar que tenía un espíritu evangélico y que la pobreza la tenía como cualidad importante en el creyente, cuando, al morir su madre, su padre, Francisco Neri, lo envía a vivir con un tío rico, abandona toda riqueza y se va a roma con lo puesto. Confiará en Dios desde entonces sometiéndose a su entera Providencia.

En Roma vivió con un vecino de Florencia que lo conocía de aquella ciudad. Pero su vida era sencilla y sólo se alimentaba una vez al día y consistía, su comida, de agua, pan y unas aceitunas. Además, enseñaba a los hijos del propietario de la casa el cual afirmaba que tenían un comportamiento muy bueno desde que Felipe les daba clases.

Calmaba, pues, los corazones y mantenía una actitud de pobreza digna de quien estaba demostrando que era.

Pero Dios tenía reservada una misión muy especial para Felipe.

Al cabo de dos años comenzó a enseñar catecismo a las personas pobres de la zona porque en la ciudad donde vivía el Papa había gran ignorancia religiosas y, además, una corrupción en las costumbres necesitada de pronta corrección. Así, no pasaron menos de 40 años llevando aquella labor de catequista de todo el que lo necesitaba.

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21.01.12

En los altares - San Dionisio

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San Dionisio

Dionisio nació en Alejandría en el siglo III. Como en aquella época era muy común, era una de las personas que no conocía a Cristo y, por lo tanto, pagana. Sin embargo, tuvo una visión y, tras dedicarse durante un tiempo a estudiar la Santa Biblia se convirtió al darse cuenta de que la verdadera religión es la católica.

Siendo, como era, la de más fama la escuela de Alejandría en cuanto al estudio de la teología católica, Dionisio hizo sus estudios con gran provecho porque era tenido por un alumno que destacaba por su inteligencia y gran capacidad memorística. Tal fue así que en cuanto se graduó fue elegido para ejercer de director de tal centro teológico, cargo que llevó a cabo con el aplauso de todos los que le conocían durante 15 años.

Corría el año 247 cuando Dionisio fue elegido obispo de Alejandría. Sin embargo, como el Mal nunca descansa, empezaron por aquella época una nueva temporada de persecuciones contra los cristianos. Si bien en un principio la persecución fue incitada por sacerdotes paganos, la cosa pasó a mayores cuando el mismo emperador Decio se sumó a la persecución que, como era de esperar, mandó detener al obispo de Alejandría. Lo más curioso fue que sus perseguidores, que entendían que Dionisio había huido de Alejandría lo buscaron por todas partes menos en su casa de donde no se había movido.

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