InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Categoría: Serie José María Iraburu

11.06.11

Serie José María Iraburu - 11- Por obra del Espíritu Santo

El Espíritu Santo es la más ignorada de las tres Personas divinas. El Hijo se nos ha manifestado hecho hombre, y hemos visto su gloria (Jn 1,14). Y viéndole a Él, vemos al Padre (14,9). Pero ¿dónde y cómo se nos manifiesta el Espíritu Santo?
Por otra del Espíritu Santo (O.-E.S.)
Introducción
José María Iraburu

En el principio…

Por obra del Espíritu Santo

El mismo Génesis (1) dice que “La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas”. Entonces, el mismo Espíritu del Creador aparece como parte de la creación.

Sin embargo, como muy bien dice el P. Iraburu, el Espíritu Santo no es que sea más o menos desconocido sino que es, directamente, ignorado. Es más, es la que se ignora más. Y se hace la pregunta que encabeza este artículo que es, precisamente, el punto de donde ha de partir el conocimiento del Espíritu Santo.

Dice, además, que “Aquella ignorancia de los primeros cristianos efesios, «ni hemos oído nada del Espíritu Santo» (Hch 19,2), viene a ser ya una precaria tradición entre los cristianos hasta el día de hoy” (2).

Pero, como es de esperar, el mayor o menor conocimiento del Espíritu Santo, resulta crucial para un creyente. Es más, autores como Santo Tomás de Aquino, Juan de Santo Tomás o el papa León XIII “muestran, con otros muchos autores, que la vida espiritual cristiana alcanza su perfección solamente cuando llega a ser mística, es decir, cuando en ella predomina el ejercicio habitual de los dones del Espíritu Santo” (3). De aquí que “La ignorancia de los dones del Espíritu Santo, y en general de la vida sobrenatural en su forma pasiva-mística, implica un desconocimiento de la verdadera vida cristiana” (4) a lo que añade que “Quien sólo la conoce por las descripciones de su fase ascética inicial, ignora lo que la vida cristiana es en plenitud” (5).

Revelación del Espíritu Santo

Es claro que cuando Dios se revela a Israel no lo hace en el sentido de lo que se considera el misterio de la Santísima Trinidad. Así, “La Escritura antigua suele hablar del Espíritu divino en cuanto fuerza vivificante de la creación entera, ya desde su inicio (Gén 1,2; 2,7)” (6) como hemos referencia arriba. Pero “desde el fondo de los siglos, anuncia la Escritura que, en la plenitud de los tiempos, Dios establecerá un Mesías, en el que residirá con absoluta plenitud el Espíritu divino (Is 11,1-5; 42,1-9)” (7).

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4.06.11

Serie José María Iraburu - 10: Lecturas y libros cristianos

Hay que leer, sencillamente, para
convertirse y practicar lo leído

Lecturas y libros cristianos (L.-l.c)
1.- Lecturas cristianas
José María Iraburu

Algo antes de empezar
Lecturas y libros cristianos

Este es un libro de necesaria comprensión para llevar una vida cristiana, aquí católica, digna de ser así llamada y no de cualquier forma puramente aparente.

Sobre esto dice el P. Iraburu que “Si la dietética corporal suscita, con toda razón, tantos estudios y escritos, la dietética espiritual, es decir, la alimentación de la mente y del corazón por las lecturas, debe ser considerada con atención aún mayor. En este sentido, la historia de las lecturas y libros cristianos, el análisis de su situación actual, así como la consideración de su futuro previsible y deseable, constituye un tema muy importante, que merecería estudios más profundos.” (1)

Y a ello se pone José María Iraburu.

Lecturas

Un cristiano, por decirlo de forma castiza, ha de ser una persona “leída” en materias relacionadas con su fe. Eso lo que, en general, quiere decir es que quien se considere discípulo de Cristo no puede quedarse con una fe infantil o aquella que conoció en su época de catecúmeno. Formarse a través de la lectura de buenos libros cristianos debería ser prioridad para quien se dice hijo de Dios.

Apunta, al respecto, el P. Iraburu que “Leer la Biblia y los demás libros santos es uno de los rasgos fundamentales de la vida espiritual cristiana. El creyente, si quiere serlo de verdad, ha de alimentar su fe con la Palabra divina. El orden, claramente establecido por el Apóstol, es éste: ‘el justo vive de la fe’ (Rm 1,17); ahora bien, ‘la fe es por la predicación, y la predicación por la palabra de Cristo’ (10,17)” (2).

Vivir, por tanto de la fe no puede hacerse con un conocimiento limitado, muy limitado o limitadísimo del contenido de la misma porque el cristiano sabe que “El hombre ‘vive de toda palabra que sale de la boca de Dios’ (Dt 8, 3; Mt 4,4)” (3).

Y si la boca de Dios habla y el corazón de Dios inspira, por ejemplo, a los profetas, textos sagrados y, luego, mueve a manifestar por escrito pensamientos que proceden del ser de Dios, el cristiano no puede permanecer ciego ante lo que se pueda decir en libros cristianos.

Leer, pues, es necesario pero, sobre todo, es obligado.

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28.05.11

Serie José María Iraburu 9- Infidelidades en la Iglesia

Casi siempre se difunden a través de un lenguaje
deliberadamente impreciso, ambiguo eufemístico,
en el que quizá podrá ser aceptable lo que se dice,
pero no lo que se quiere decir,
que es lo realmente comunicado

Infidelidades en la Iglesia (I.-e)
1.- Disidencia

José María Iraburu

Infidelidades en la Iglesia

Empezar por la realidad

El P. Iraburu, al expresar lo que aquí se ha traído como cita introductoria, se refiere al error. Por eso este libro es tan importante: determina qué pasa en materia de doctrina católica con ciertas actuaciones de los que deberían defenderla y transmitirla y las razones por las que pasa. Además, aquí lo que conviene saber es que casi siempre se mira para otro lado cuando se deja entrar el humo de Satanás en la Iglesia católica por parte de quien lo insufla.

La disidencia…

El Concilio Vaticano II y, en concreto el beato Juan XXIII que lo convocó sabía cuál era unos de los fundamentos del mismo: “la Iglesia quiere que el Concilio ‘transmita la doctrina pura e íntegra, sin atenuaciones, que durante veinte siglos’ ha mantenido firme entre tantas tormentas. Los errores nunca han faltado. Y «siempre se opuso la Iglesia a estos errores. Frecuentemente los condenó con la mayor severidad. En nuestro tiempo, sin embargo, la Esposa de Cristo prefiere usar de la medicina de la misericordia más que de la severidad. Piensa que hay que remediar a los necesitados mostrándoles la validez de su doctrina sagrada más que condenándolos” (1).

Por lo tanto, si bien se prefería mostrar lo correcto antes que condenar los errores, lo bien cierto es que la voluntad de la Iglesia católica ha sido, desde entonces, claramente determinada hacia la preservación de la doctrina.

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21.05.11

Serie José María Iraburu 8- Sacralidad y secularización

No saldremos de las miserias de la secularización
como no sea reafirmando en la Iglesia
la orientación bíblica y tradicional

Sacralidad y secularización (S.-s)
Introducción

José María Iraburu

Planteamiento

Sacralidad y secularización

Hace unos veinticinco años, en torno al 1970, es decir, poco después del concilio Vaticano II, se produjo en amplios sectores de la Iglesia un cambio brusco de dirección y de estilo de vida. Si antes, en las relaciones Iglesia-mundo, predominaba el contraste, incluso el enfrentamiento, entonces iba a inaugurarse una época nueva de conciliación. Si la tradición católica, por ejemplo, había dibujado al paso de los siglos una figura de sacerdote y de religioso distinta de los hombres seculares, se imponía ya un cambio de clave ideológica y espiritual, que diera la primacía a una asimilación sin miedos de la secularidad… En realidad ese cambio venía gestándose hace siglos, desde el Renacimiento y la Reforma protestante, y más concretamente desde la Ilustración, el liberalismo y el modernismo… Ahora tomó el nombre de ‘teología de la secularización’” (1).

Las palabras, éstas, con las que da comienzo el P. Iraburu su libro “Sacralidad y secularización” dicen mucho del contenido del mismo pero, sobre todo, del origen mismo del fenómeno secularizador que viene padeciendo la Iglesia católica desde hace unos decenios.

Sin embargo, es bien cierto que no todo el fenómeno secularizador tiene, en puridad, un sentido negativo sino que existe una “teología de la secularización conciliable con la doctrina y la tradición de la Iglesia” (2). A tal teología no se va a referir José María Iraburu en este libro sino, lógicamente a aquella que no es conforme con la doctrina o la tradición de la Iglesia católica.

Son importantes, pues, los aspectos sagrados de la vida de los seres humanos porque le dan una consistencia sin los cuales estaría, seguramente, vacío y sin rumbo fijo. Por eso resulta de radical importancia reconocer que se ha ido produciendo una secularización que, afectando a la Iglesia católica, la ha ido privado de aquello que la caracterizaba.

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14.05.11

Serie José María Iraburu 7- Síntesis de la Eucaristía

La Iglesia siempre ha comprendido que
su centro vivificante está en la eucaristía,
que hace presente a Cristo, continuamente,
en el sacrificio pascual de la redención

Síntesis de la Eucaristía (S.-e)
Introducción
José María Iraburu

Lo que más importa y lo que pasa

Síntesis de la Eucaristía

En orden a la importancia que pueda tener la Eucaristía para la Iglesia católica es de suponer que cualquiera comprende que la misma es, básicamente, esencial y que sin ella no se entiende nada de lo que es el catolicismo.

Por eso “La Iglesia siempre ha comprendido que su centro vivificante está en la eucaristía, que hace presente a Cristo, continuamente, en el sacrificio pascual de la redención. En la santa misa, el mismo Autor de la gracia se manifiesta y se da a los fieles, santificándoles y comunicándoles su Espíritu” (1).

Sin embargo, a pesar de lo que pueda creerse, lo bien cierto es que abunda mucho el desconocimiento de la Santa Misa y, en general, de lo que la misma supone para el creyente.

Así, “son pocos los cristianos que tienen acerca de la eucaristía un conocimiento de fe suficiente” (2). Ante esto sólo se puede decir que, en todo caso dado el tal desconocimiento, “Todos debemos ser muy conscientes de que la mejor formación espiritual cristiana está en aprender a participar plenamente de la eucaristía“(3). Sin embargo, por desgracia, resulta importante no desconocer, olvidar o, simplemente, ignorar que “que esta renovación de los fieles en temas litúrgicos no se ha producido sino muy escasamente” (4). Y esto porque “Todavía la mayor parte de los cristianos de hoy apenas entiende nada de lo que en la liturgia, concretamente en la eucaristía, se está celebrando” (5).

Y así están las cosas: “muchos cristianos no entienden suficientemente el acto litúrgico en el que, con su mejor voluntad, están participando” (6).

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