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27.01.24

La Palabra del Domingo - 28 de enero de 2024

Resultado de imagen de SAnta BibliaComo es obvio, hoy no es domingo 28 de enero de 2024 sino sábado, 27. Esto lo decimos porque publicamos hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, de domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del día siguiente, domingo.


También lamento no haberme dado cuenta de que publicando este comentario a determinada hora de España aún es viernes en la América hispana. Por eso, y por cumplir con el horario y que las cosas sean razonables, es publicado este comentario ahora, a esta hora en España cuando ya es sábado en América. Y a lo mejor es posible que haya quien piense que decir esto no hace falta pero con franqueza digo que creo es necesario y más que necesario.  



Mc 1, 21-28


 “21 Llegan a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. 22 Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. 23 Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: 24 ‘¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios.’ 25 Jesús, entonces, le conminó diciendo: ‘Cállate y sal de él.’ 26 Y agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y salió de él. 27 Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros: ‘¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen.’ 28 Bien pronto su fama se extendió por todas partes, en toda la región de Galilea”.


      
COMENTARIO

La doctrina sabia del Hijo de Dios


Jesús continúa su labor. Es de suponer que iba con sus recientes discípulos, y así “llegan a Cafarnaúm” . 

Como diría el Mesías que no había venido a abolir la Ley y los Profetas sino a dar cumplimiento (Mt 5, 17), nada mejor que acudir al lugar donde tenía expresión natural ese hacer lo que la Ley indicaba: la sinagoga, lugar de culto, reunión y difusión de la norma de Moisés y del resto de Sagradas Escrituras hasta entonces tenidas como tales. 

Pero el hecho de ir a la sinagoga era, para Jesús, un medio directo y práctico de hacer explícita su enseñanza; era, como dijo, el dar verdadero cumplimiento a la Ley de Dios. Porque allí no se limitaba, sobre todo, a leer los textos disposición de los asistentes. Allí enseñaba, es decir era rabbí (maestro). 

Y como enseñar es explicar lo que se sabe, aprendido y aprehendido lo mejor posible, su enseñanza, derivada directamente de su naturaleza divina, no podía ser otra que la verdadera Palabra de Dios. De ahí que lo hiciera con “autoridad”, pero no sólo con autoridad, sino “como quien” la tenía. Es expresión, como quien, determina, claramente que otros no la tenían. Estos, los escribas, eran percibidos, incluso por muchos de sus oyentes, como presuntos entendidos en la Ley de Dios. Y digo “entendidos” porque parece que sólo enseñaban con potestas, es decir, con potestad, derivada de su situación social y jurídica. Vamos, con ese poder, al fin y al cabo. Sin embargo, esa superioridad legal no lo era moral para muchos ya que, casi con toda seguridad, en su vida no había total concordancia entre lo que decía y lo que hacían. 

Sin embargo, estas primeras apreciaciones de aquellos que oían a Jesús, este enseñar con autoridad, ya determinaba, a las claras, una conducta correcta, una actitud de vida que concordaba, aquí sí, con lo que salía de su boca, que era lo que salía de su corazón. No obstante era la boca de Dios. 

Vivir en Nazaret: JESÚS PODEROSO EN PALABRAS Y OBRAS

Vemos, pues, que Jesús, por una parte, para no ser tachado de contrario a la Ley, como no podía ser de otra forma, y como él mismo dijo, cumple con el precepto del sábado de acudir a la sinagoga. Pero, para no desmentirse a sí mismo, para dejar claro Quién era, da a la Palabra de Dios (entonces contenida en las Sagradas Escrituras y que hoy llamamos, más en concreto, Antiguo Testamento) un significado no distinto, sino exacto y verdadero. De aquí ese como quien tiene autoridad, pues bien sabían sus oyentes, con toda seguridad personas sencillas del pueblo y dotadas de ese “instinto” de autenticidad en el comportar de quien enseña (aunque, claro, también habría escribas y fariseos) que suple al conocimiento de lo enseñado, que esa forma de transmitir les llegaba, que era así como ellos querían que fuese su enseñanza. 

De ahí su pasmo del que luego diremos algo. 

Jesús no tenía, únicamente, un frente en el que luchar: el de la Palabra, el de la difusión de la Verdad, el del convencimiento oratorio, sustentado en parábolas y en el dominio de las Sagradas Escrituras. Jesús era, también, obra, Jesús también había de convencer con los hechos, y no sólo de comportamiento, de, llamemos, unidad de vida (entre lo que se dice y lo que se hace: si dice que es manso, lo ha de ser, si dice que es humilde, lo ha de demostrar, etc.). 

Un tema muy cercano a todos nosotros, que lleva inscrito la humanidad en su propia naturaleza, es la lucha del bien contra el mal. Esto es algo tan obvio que no es necesario que alargue más el tema: ahí tenemos a Caín y a Abel, desde entonces; es más, desde sus propios padres, tentados por el incumplimiento de la voluntad de Dios, no nos ha abandonado esta dualidad tan real para el hombre pero de la que a veces hemos sacado buenas lecciones para el futuro. Y digo esto porque es la sinagoga, también aquí, donde se da uno de estos casos con los que el Mesías tuvo que enfrentarse: el maligno poseyendo almas de personas, abocándolas al desastre espiritual y, muchas veces, físico, queriendo destruir lo que toca. 

Sin embargo, el mal, constituido por ese espíritu inmundo que posee ese hombre reconoce el poder que ostenta Jesús. No pregunta quién es porque lo sabe: el santo de Dios; pregunta qué ha ido a hacer allí. Lo que hemos de entender es que esa pregunta viene determinada a que Jesús haga efectiva la misión para la que se ha encarnado. Al fin y al cabo lo que podemos ver es que Cristo, dotado de un poder, el poder de Dios, es consciente de su naturaleza, también divina, y ha de manifestarla, cumplir la voluntad del Padre, hacer patente su dominio, también, en ese lado del hombre. Sobre todo en ese que es el que separa al hijo –hombre- del Padre –Dios-. 

Jesús, así, cuando ordena, severamente, al espíritu, salir de su posesión no hace más que reivindicar la propiedad de la persona: es de Dios, y por lo tanto, ese estado transitorio de enajenación espiritual (es enajenación en el sentido de que es a otro a quien se le entrega el alma) ha de cesar con su presencia. O, lo que es lo mismo, la Palabra puede delimitar una existencia alejada de esa malicia y de esa oscuridad en la que podemos encontrarnos bien por abandono de Dios o, sencillamente, por no querer acercarnos, conscientemente, al Padre. 

La respuesta de Jesús es: sí, he venido a destruiros, pues vuestro poder no ha de prevalecer sobre el mundo; yo, que soy el Santo de Dios, como dices, y por eso yo, que hago el bien y, tú, que eres el mal, no has de prevalecer, porque está escrito. No, no tenéis nada conmigo y sí contra mí.

Permítanme utilizar un símil que bien puede acercarnos, de modo didáctico, a la comprensión de este texto de Marcos. A modo de estructura transmisora de una realidad (como puede ser una narración novelada o una obra de teatro) estos 28 versículos del capítulo 1 de este evangelista presentan lo siguiente: una presentación en la que se llega a Cafarnaúm y se produce un primer asombro por lo que dice Jesús; un nudo en el que tiene lugar la desposesión del espíritu maligno del cuerpo del hombre y un desenlace, en el que se afirma lo dicho en la presentación y, una vez descubierta la doctrina del Mesías se deja caer que su fama abarcó toda Galilea. 

Ahora vayamos a lo del pasmo. 

¿Qué sería lo que causaba tanto asombro, pasmo, a los oyentes de Jesús en la sinagoga? Muchos eran los que, seguramente, mencionaban textos sagrados en aquel mismo lugar, muchos eran los que, llevados de la inspiración del Espíritu Santo, clamaban por el bien del hombre dando explicación de la Ley de Dios. 

Sin embargo, algo había en la persona de Jesús, algo que llenó los corazones de los presentes. Y no se manifestaron a sí mismos, interiorizando un ánimo alterado. No. Se preguntaban unos a otros. No fueron meros receptores de la Palabra. No. Surgió, entre ellos, el diálogo. Fue más allá de sus personas su pensamiento. 

Y así, como primera conclusión, podemos apreciar el benéfico impulso de Cristo: su Verbo transmite, cuando se recibe adecuadamente y con corazón abierto, la necesidad de comunicación (recordemos a la samaritana en el pozo de Sicar, recogido en Jn 4, 1-43, que, rauda, y dejando el cántaro, corrió, presa del entusiasmo de haber encontrado al Mesías, a contárselo a sus vecinos). Su Verbo, es Palabra que irradia, extendiéndose a todos los que quieren encontrar luz en el camino de su vida. 

Pero queda, aún, la confirmación (en ese desenlace del que hablaba antes) de lo que para los escuchantes suponía aquello que Jesús decía. Esto, la doctrina del Maestro, era considerada como nueva. Pero esa novedad no podía serlo en el sentido de ruptura con la Ley de Dios (pues si así lo hubiera sido los mismos oyentes lo habrían intuido y, seguro, denunciado). Esa novedad sólo lo era en cuanto a que, en sus palabras, encontraban otra “forma” de decir lo que habían oído tantas veces, o lo que lo mismo, idéntico contenido de las sagradas palabras les parecía verdad, real, no simulado. 

Y esa simulación, o hacer ver que otros han de aceptar lo que se dice por la autoridad social que se ostente, no era lo que apreciaban en el Mesías. Porque, como he dicho antes, lo que dice lo refrenda con los hechos. No sólo enseña, teóricamente hablado, una doctrina que, para ellos, es nueva, sino que manda a los espíritus inmundos. Esta facultad de poder manifestar determinada voluntad a quien todos consideran especies que no son de este mundo, perjudiciales para ellos en su sentido más práctico y que estos le obedezcan (no porque Jesús sea el Príncipe de las tinieblas, como dijeran para acusarlo sus enemigos, sino por todo lo contrario) es lo que, al fin y al cabo, más asombra a las personas que oyen sus palabras. De una doctrina nueva, de una autoridad expuesta con franqueza sólo puede derivar el control sobre lo que es contrario a esa autoridad y a esa doctrina. 

El pasmo es, pues, justificado, pues no sólo ordena a la inmundicia sino que, ésta, le obedece. Esa obediencia causaría tal estupor, o asombro, que no es de extrañar que el resultado fuera la difusión de sus actos a toda la zona circundante. Galilea recibía su fama y lo que decía esta era, por una parte, terrible para los detentadores del poder espiritual (porque se trataba de una verdadera interpretación de la Ley de Dios; era, por otra parte, la única real y posible) y, era, por otra, esperanzadora para todos aquellos que deseaban, anhelaban más bien, el advenimiento del esperado, de quien tantos profetas, cuyos textos muchos sabrían de memoria, habían dado noticia. 

Y eso, para los sencillos que lo descubrieron, era algo nuevo, pero tan antiguo, como su misma fe. 

 
PRECES 

Pidamos a Dios por todos aquellos que no reconocen el poder de Dios.


Roguemos al Señor.
 

Pidamos a Dios por todos aquellos que no reconocen la autoridad suprema de Cristo.
 

Roguemos al Señor.
 

ORACIÓN
 

Padre Dios; ayúdanos a reconocerte como Creador y Todopoderoso.

 
Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

  
Eleuterio Fernández Guzmán

 

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
 
Panecillo de hoy:

 

Misericordia quiero y no sacrificios es lo que hace entender Cristo.

 

Para leer Fe y Obras.


Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

20.01.24

La Palabra del Domingo - 21 de enero de 2024

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Como es obvio, hoy no es domingo 21 de enero de 2024 sino sábado, 20. Esto lo decimos porque publicamos hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, de domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del día siguiente, domingo.


También lamento no haberme dado cuenta de que publicando este comentario a determinada hora de España aún es viernes en la América hispana. Por eso, y por cumplir con el horario y que las cosas sean razonables, es publicado este comentario ahora, a esta hora en España cuando ya es sábado en América. Y a lo mejor es posible que haya quien piense que decir esto no hace falta pero con franqueza digo que creo es necesario y más que necesario.  



Mc 1, 14-20


 “Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: ‘El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva.’ Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran  pescadores. Jesús les dijo: ‘Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres.’ Al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca  arreglando las redes; y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él.”



COMENTARIO

Saber seguir a Cristo 

Juan, como sabemos, anunció que Jesucristo era el Cordero de Dios. Entonces, aquellos que no querían que nada cambiase, lo capturan y encarcelan porque era demasiado peligroso para sus egoístas intereses. De la prisión ya no saldría sino dando testimonio de su martirio. Había sido testigo cualificado del amor de Dios y ejemplo a seguir por todos aquellos que quieren ser fieles a su Padre del Cielo. 

Pero el Bautista ya había cumplido la voluntad del que le envió. Entonces, el Hijo de Dios comienza su labor de proclamación de la Buena Noticia.
 
¿Cuál era?: el Reino de Dios ha llegado como anticipación del que lo es definitivo; con Él se cumple el designio de Dios, ya está aquí la plenitud de los tiempos y todo lo que debía pasar. Pasó cuando el Creador quiso que pasara. 

Jesús se dedica a proponer la posibilidad de aceptar su mensaje porque ese mensaje proviene de Dios, porque eso que dice sale de la misma boca de Abbá. Y no lo hace obligando: Dios ha dado libertad a sus hijos y eso lo sabe más que bien quien la ha aceptado en su vida. 

Jesús no propone las cosas de cualquier forma. No: primero pide conversión y luego, sólo luego, creer en la Buena Nueva. Esa conversión, es decir, ese venir a ser otra cosa distinta de lo que se era, resulta primordial ante lo que se propone. Él pide creer después de haber transformado el corazón de piedra y no aceptar antes de modificar o cambiar ese que no es músculo sólo sino residencia y templo del Espíritu Santo.  Y no dice, taxativamente, que el Reino de Dios ya está aquí sino que está cerca. Con esto entendemos que quiere decir que estamos en camino de ese Reino y  que, cuanto hagamos ahora, con esa conversión, ha de servirnos para entender la vida del Mesías y su comportamiento entre aquellos otros nosotros de los primeros tiempos. 

Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en  el Evangelio" - Evangelio - COPE

Y si ese tiempo ya se ha cumplido, aceptar ese hecho incontrovertible, sólo puede ser causa de bienestar espiritual y de crecimiento interior, de ese interior de donde podemos ver las cosas de Dios y desde donde podemos ser capaces de vislumbrar la naturaleza de ese hombre nuevo que ya no puede escanciar su hacer en aquel odre viejo de su estado anterior a la conversión. 

Y caminando, porque a Dios se llega pisando la tierra en la que vivimos y siendo conscientes de nuestra propia situación, recorre el mar de Galilea conocedor de la necesidad de hacerse con la compañía de aquellos que, voluntariamente, quisieran seguirlo; buscaba una primera comunidad; anhelaba, ya, la unión de lo que estaba separado del Padre Eterno. 

Jesús era conocedor que, entre los próximos, los más cercanos a él, encontraría a los que buscaba. No debía ir muy lejos. Y allí estaban Simón y Andrés, hermanos y pescadores. 

Podemos preguntarnos por qué el Mesías buscó, y encontró, a los que serían sus Apóstoles, entre personas sencillas y no recurrió, como pudiera parecer lógico para según que corazones, a los que detentaban el poder religioso, sabedor como era de que estos tenían un conocimiento de la Ley mejor que estos no formados trabajadores del mar. 

Sin embargo, cuando bendijo al Padre “porque  has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños” (Mt 11,25) sabía que, en cuanto a corazón, a comportamiento y a comprensión, estas últimas personas tenían un campo mejor labrado; eran, por así decirlo, tierra fértil, aunque rugosa, donde plantar su semilla, pues, quizá, y precisamente por eso, no tenían un conocimiento profundo de la Ley y no habían sido corrompidos por las interpretaciones torticeras de los que se decían ellos mismos, fieles practicantes de la voluntad de Dios. Además, tampoco su nacimiento se verificó en un palacio sino, al contrario, en un lugar más que pobre. 

Y allí estaban Simón y Andrés, pescadores. Cuando Jesús les dice que les haría pescadores de hombres no hacía más que trasponer la labor de un hombre del mar a su nueva labor: mientras que el pescador, en aquellos años, echaba la red para ver qué caía, sin uso de las técnicas de hoy en día, el pescador de hombres “siembra”, ya en tierra ya en mar, para que, eso sí, sin saber cuándo, fructifique aquello que ha sembrado. Y la red es la Palabra de Dios. 

Y a ellos les llama para que vayan con Él. La promesa seguro que fue extraña para aquellos rudos hombres, dados a soles y a soledades, pues la expresión misma pescador de hombres no resulta excesivamente clarificadora. Pero, sin dudarlo, se van con Jesús. Dejaron las redes, no miraron atrás y acompañaron al Mesías sin importarles el futuro. Les importó el ahora, el descubrir a alguien que les sugiere, y de qué forma no sería, que el ser otra clase de pescador será mejor para ellos. 

Les había, pues, salvado aunque bien sabemos que eso estaba muy lejos de haber sido comprendido en aquel momento. 

Y Cristo continúa su marcha, perseverando en su intención de renovar el mundo con la sangre nueva que transforme. Y da un paso más. Pensemos que Simón y Andrés eran pescadores dependientes de sí mismos, para sí mismos, trabajaban, en su oficio, sin ostentar algún tipo de empresa que les pudiera dar alguna situación de superioridad social. 

Sin embargo, cuando se encuentra con Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, lo hace con personas que, formando parte de la familia de su padre, éste sí tiene un negocio, por decirlo así. Dice el texto que estaban en la barca “con los jornaleros”, es decir con trabajadores contratados para llevar a cabo esta labor diaria. Por lo tanto, podemos pensar que Santiago y Juan sí contaban con un mayor facilidad de vida, con un, incluso, prestigio social, dentro de su pueblo. En este sentido, abandonan más. 

Es cierto que hay diferencias, digamos, de vida, entre unos discípulos y otros. Pero hay algo en lo que coinciden: lo siguen a Jesús dejándolo todo pues, por muy sencilla que pudiera ser aquella vida de pescadores, era la vida que tenían y aquello era su todo. 

Cristo es el Camino, por eso le seguimos y vamos tras Él, ya lo dijo Él mismo. Y nosotros, tras sus huellas, seguimos sus pasos. Vamos tras Él porque sabemos que, con Él, toda verdad es cierta  porque es la Verdad y la vida no se nos escapará porque es la Vida. La verdadera Vida, la eterna.

PRECES

Pidamos a Dios por todos aquellos que no quieren escuchar a Jesús.

Te lo pedimos, Señor.

Pidamos a Dios Por todos aquellos que no quieren comprender que ha llegado el final de los tiempos.

Te lo pedimos, Señor.

ORACIÓN     

Padre Dios; ayúdanos a seguirte como hicieron aquellos primeros discípulos tuyos.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

  
El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

  

Eleuterio Fernández Guzmán

 

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 
Panecillo de hoy:

 Y lo dejaron todo por Él.

 Para leer Fe y Obras.


Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

 

 

13.01.24

La Palabra para el domingo - Domingo, 14 de enero de 2024

Resultado de imagen de SAnta BibliaComo es obvio, hoy no es domingo 14 de enero de 2024 sino sábado, 13Esto lo decimos porque publicamos hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, de domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del día siguiente, domingo.

También lamento no haberme dado cuenta de que publicando este comentario a determinada hora de España aún es viernes en la América hispana. Por eso, y por cumplir con el horario y que las cosas sean razonables, es publicado este comentario ahora, a esta hora en España cuando ya es sábado en América. Y a lo mejor es posible que haya quien piense que decir esto no hace falta pero con franqueza digo que creo es necesario y más que necesario.  


Jn 1, 35-42
 
 
“Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: ‘He ahí el Cordero de Dios’. Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: ‘¿Qué buscáis?’. Ellos le respondieron: ‘Rabbi’ – que quiere decir ‘Maestro’ - ‘¿dónde vives?’. Les respondió: ‘Venid y lo veréis’. Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron aquel día. Era más o menos la hora décima.
 
Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Este se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: ‘Hemos encontrado al Mesías’, que quiere decir Cristo.  Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: ‘Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas’, que quiere decir ‘Piedra’".
 

COMENTARIO

Quien tenía que venir

Quien lea el texto del evangelista Juan se dará cuenta que a Juan, el Bautista, se le había comunicado cuál era la finalidad de su labor y qué, sobre todo, tenía que anunciar. 

Cuando da testimonio es porque es testigo de la venida del Mesías. Él, a lo mejor el único que así aprecia tal cosa, ve al Espíritu Santo bajar sobre Jesús cuando sale de las aguas del Jordán tras el bautizo. Fue, con toda seguridad, una gracia de Dios otorgada a quien se le había dicho lo que tenía que hacer y lo había hecho. 

Había pasado un día desde que Jesús se acercó al Bautista para que le limpiara las impurezas que su alma podía tener. Bien sabemos que eso debía ser, sobre todo, para dar ejemplo, porque es bien cierto que el Hijo de Dios no tenía pecado ni podía tenerlo. Tenía, sin embargo, que cumplir la misión que le había sido encargado (“para eso he salido” diría en una ocasión) que no era otra que hacer cumplir la Ley de Dios y la conversión del corazón era uno de sus principales motivos de vida.

Volviendo a lo dicho arriba, cuando Juan comunica, a los que le oyen, que se le había dicho lo que tenía que pasar es porque es fiel a la voluntad de Dios y que, aunque no sintiese fuerzas espirituales para desatar las sandalias a Jesús, hizo lo que tenía que hacer. 
Este es el Cordero de Dios - Instituto Id de Cristo Redentor
Pero lo que más nos ha de importar es lo que dice Juan de Jesús. Dice que es el “Cordero de Dios” y, además, que “quita el pecado del mundo”. 

Como Cordero de Dios llevaría una vida mansa que, al final, determinaría una muerte también mansa; como perdonador de los pecados tenía tal facultad donada por Dios de limpiar el alma de tales manchas. 

Además, diría, en otra ocasión, también otras cosas como, por ejemplo, que Jesús ya existía antes que él mismo. No es que hubiese nacido antes porque, sabemos que Cristo nació unos meses después de su primo e hijo de Isabel y Zacarías sino que existía desde siempre, desde el Principio… 

También podemos deducir que la vida de Jesús, que se da en llamar, secreta (en cuanto no pública) así lo fue porque su primo, el que saltó en el vientre de Isabel cuando María la visitó tras la Anunciación y el que debió jugar en su infancia muchas veces con él, no sabía que era el Mesías hasta que aconteció el episodio del bautismo. Sabía que tenía que venir pero, en realidad, no cuándo ni en qué momento que es, exactamente, lo que nos pasa a sus discípulos porque tampoco sabemos cuando volverá y tenemos que estar preparados para tal momento como lo estuvo Juan el Bautista: fiel y atento a la voluntad de Dios. 

Quién tenía que venir vino pero los suyos, como dicen las Sagradas  Escrituras, no lo recibieron.  

No extraña nada, sin embargo, que hubiera quien quisiera conocer más de aquel al que Juan había llamado el Cordero de Dios. Y le preguntan. Le preguntan porque deben haber visto algo espiritual en aquella persona así llamada. 

Y Jesucristo no los rechaza sino que, al contrario, los invita a ir con Él. 

No sabemos dónde fueron pero sí podemos imaginar lo que escucharon de su boca y que de corazón de carne sólo podía salir, como sin duda salieron, palabras que los llenaron de gracia. Y ellos habían encontrado al Enviado de Dios, al Mesías. 

PRECES

Pidamos a Dios por aquellos que no son capaces de darse cuenta de lo que Cristo puede suponer en sus vidas.

Te lo pedimos, Señor.

Pidamos a Dios por los que no confían en la misión por la que había sido enviado el Hijo de Dios al mundo.

Te lo pedimos, Señor.

ORACIÓN
 
Padre Dios; danos fuerza para seguir a Tu Cordero, nuestro hermano Jesucristo.


Gracias, Señor, por poder  transmitir esto

 
Eleuterio Fernández Guzmán
 
Panecillos de meditación
 
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
 
Panecillo de hoy:
 
Escogidos por Dios escogieron a Dios.
 

Para leer Fe y Obras.

6.01.24

La Palabra del Domingo - Domingo, 7 de enero de 2024

Resultado de imagen de SAnta Biblia

Como es obvio, hoy no es domingo 7 de enero de 2024 sino sábado, 6. Esto lo decimos porque publicamos hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, de domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del día siguiente, domingo.


También lamento no haberme dado cuenta de que publicando este comentario a determinada hora de España aún es viernes en la América hispana. Por eso, y por cumplir con el horario y que las cosas sean razonables, es publicado este comentario ahora, a esta hora en España cuando ya es sábado en América. Y a lo mejor es posible que haya quien piense que decir esto no hace falta pero con franqueza digo que creo es necesario y más que necesario.  


Mc 1, 7-11


“Y proclamaba: ‘Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.’ 

Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a él. Y se oyó una voz que venía de los cielos: ‘Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.’”


COMENTARIO

Presentación al mundo

Hacía muchos siglos que el pueblo judío esperaba la llegada del Mesías; mucho tiempo en el que, orando y pidiendo, reclamaban a Dios el cumplimiento de su promesa de enviar a un Salvador. Y Juan estaba allí. 

El Bautista ya había sido elegido por Dios para ser el último profeta de la Antigua Alianza y en eso se encontraba, bautizando, cuando los que asistían a esa sanación del alma en el agua del Jordán, río bendecido por el Creador, necesitaban conocer si él, Juan, el hijo de Isabel y Zacarías, era el que ellos esperaban. 

Pero Juan fija su atención en la especie de bautizo que él ofrece y el que ofrecerá, pues no es obligación para nadie, Jesús, el Mesías que, por otra parte, no es él, como trata de hacerles comprender a aquellos que están, quizá, cegados por los signos que hace pero, sobre todo, por lo que dice a quienes demandan auxilio espiritual. 

El bautizo de Juan, el que antecede al Cristo, es de agua. Con él se perdonan los pecados. No es que los perdone Juan sino que él es instrumento de ese perdón. Algo muy distinto de lo que hará Jesús, luego, en su vida pública. Esa inmersión, que proporciona a aquellos que la reciben un espíritu perdonado, les hace más fuertes ante las asechanzas del maligno, pero eso no les proporciona la vida eterna pues para eso tendrá que venir el Mesías, para cargar con los pecados de todos y él, Juan, no era esa persona, Dios, tan esperada. 

Por eso el que viene es más fuerte que Juan. Pero su fuerza no es una fuerza física (como muchos querían que fuera el Mesías) sino una fuerza espiritual. Por el bautismo con fuego, con el que quema, de verdad y para siempre el pecado del mundo lo ha de traer Aquel que todos esperan. Y ese no es él, Juan. 

El que viene, el Cristo, bautizará con Espíritu Santo además de con fuego. Eso, que es una forma distinta de bautismo tiene, en sí misma, una diferencia radical, o sea, de raíz, de base, esencial. Entre bautizar con agua y bautizar con Espíritu Santo existen dos mundos distintos. Bautizar para el mundo y bautizar para el Reino de dios; bautizarse para sobrevivir aquí y bautizarse para vivir en la eternidad. Esas son las diferencias. Y esas diferencias, favorables, no las traería él, Juan. Y lo sabía. 

Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo.

Juan, por eso, no se siente capaz, su humildad se manifiesta en esto, de desatarle las sandalias. Porque él no es el Mesías. No es él, aunque sea su primo y haya jugado muchas veces con Jesús, seguramente, en su infancia. 

Y como si de una profecía se tratase, cuando Jesús, cumpliendo con la voluntad de Dios, como le dijera al mismo Juan cuando éste se negó a bautizarle pretextando lo de las sandalias, al salir del agua se le aparece el Espíritu Santo en forma de paloma, al igual que cuando Dios creaba su Espíritu sobrevolaba las aguas (lo dice el Génesis que puede ser todo lo alegórico que se quiera pero, al fin y al cabo, ha de decir algunas exactitudes y verdades esenciales). Esto confirma lo dicho por Juan a los que le preguntaban dando lugar, así, a la presentación, de Jesús, al mundo. Al mundo físico, porque al espiritual sería presentado en Caná, en las bodas. Este aparecer a la pública visión dando a entender quién es, pues es lógico que antes ya fuera conocido como el hijo del carpintero, traerá a nosotros, tras la experiencia del desierto, al hijo de Dios del que el Creador dice, aquí mismo, que es su “hijo”, o sea, su descendencia, y que entonces, ahora, lo ha “engendrado”. De aquí que el Credo diga de Jesús, que es “engendrado” y “no creado”. Creados somos los demás y por eso, por filiación divina, hermanos del Cristo. 

En este año que acaba de empezar, ahora que aún tenemos planes que cumplir, debemos fijarnos en dos realidades: primera, en la obediencia de Juan que, aunque no se sienta capaz, hace lo que le dice su primo, a la sazón el Mesías; y, por otro lado, a lo dicho por Dios: que Jesús es su Hijo. Y esto es, claro, mucho; y esto ha de suponer, también, mucho para nosotros porque ahí está nuestra salvación.  

PRECES 

 

Pidamos a Dios por aquellos hermanos nuestros que no comprenden la misión que Juan tuvo que llevar a cabo.

Te lo pedimos, Señor.

Pidamos al Todopoderoso por todos aquellos que no aceptan la misión que tuvo que llevar a cabo Jesucristo tras su bautizo.

Te lo pedimos, Señor.
 
ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a recibir tu Espíritu y, además, a que nos llene el corazón y nos conduzca. 
 
Gracias, Señor, por poder transmitir esto 

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

  
Eleuterio Fernández Guzmán

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
 
Panecillo de hoy:

 

Juan sabía bien Quién iba a venir tras él; al menos, cómo iba a ser Su bautizo.


Para leer Fe y Obras.


Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

 

30.12.23

La Palabra del Domingo - Domingo, 31 de diciembre de 2023

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Como es obvio, hoy no es domingo 31 de diciembre de 2023 sino sábado, 30. Esto lo decimos porque publicamos hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, de domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del día siguiente, domingo.


También lamento no haberme dado cuenta de que publicando este comentario a determinada hora de España aún es viernes en la América hispana. Por eso, y por cumplir con el horario y que las cosas sean razonables, es publicado este comentario ahora, a esta hora en España cuando ya es sábado en América. Y a lo mejor es posible que haya quien piense que decir esto no hace falta pero con franqueza digo que creo es necesario y más que necesario.  


Lc 2, 22-40


“Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: = Todo varón primogénito será consagrado al Señor =  y para ofrecer en sacrificio = un par de tórtolas o dos pichones =, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.  Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo.   Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él,  le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: ‘Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz;  porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos,  luz para iluminar a los gentiles  y gloria de tu pueblo Israel. ‘Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: ‘Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción – ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos  corazones.’  Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones.  Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.  Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.  El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él”.

COMENTARIO

Familia Sagrada, Sagrada Familia

No se puede decir que la familia, la Sagrada Familia, no cumpliese con lo establecido en la Ley de Dios. Ya desde bien pequeño hacen ver a Jesús que ha de ir por ese camino. Luego, claro está, nada extraña que dijera el Mesías que no había venido a derogar la Ley de Dios sino a que se cumpliese porque era, exactamente a lo que había venido. 

Pues bien. En aquel momento correspondía acudir al Templo de Jerusalén para presentar al recién nacido. Sería consagrado a Dios, por ser el primer nacido de María (y único, por cierto) y correspondía hacer una ofrenda. En el caso de aquella pobre familia una que era, en efecto, pobre. 

Pero en aquel histórico momento de la historia de la salvación había dos personajes que estaban llamados a ser importantes. Ambos eran ancianos y los dos servían en el Templo a la espera de la llegada del Mesías. Pero ya no tendrían que esperar más porque Dios había decidido que lo vieran aquel mismo día. 

Simeón y Ana. Dos servidores de Dios que merecían el premio mejor. Y lo iban a tener pues aquellos que buscan al Creador lo acaban encontrando aunque sea en los últimos días de sus vidas en la Tierra. 

Ambos se dieron cuenta, seguro que por inspiración del Espíritu Santo, que aquel niño era uno que lo era muy especial. Simeón se dio cuenta porque el Espíritu de Dios le había soplado en su corazón que debía acudir, aquel día también, al Templo.  Y así, acudiendo, cumplió con la voluntad del Todopoderoso (¡Alabado sea por siempre!). 

Pero Simeón no se conforma con ver aquel momento sino que, cumpliendo las veces de profeta, viene a decir lo que va a pasar con Jesús: muchos actuarán llevados por Él; otros, no lo querrán para nada. Y para María también tiene algo: algo terrible va a pasar con aquel Niño recién nacido y ella lo contemplará atravesándose una espada el alma o, lo que es lo mismo, se verá aquejada por un dolor terrible en el corazón.

El peregrino: La presentación del Señor en el Templo.

Aquel hombre, en efecto y como él mismo dice, puede morir tranquilo. Se ha cumplido la Palabra de Dios que le había sido revelada en el sentido de que no moriría hasta que viese al Mesías. ¿Qué más podía esperar Simeón que no fuera morir e ir al seno de Abraham? Todo se había cumplido. 

Algo parecido la pasa a Ana. Aquella anciana también estaba esperando ver aquel día… y lo vio. No extraña, por tanto, que anduviese por allí alabando a Dios y diciendo a todo el que quisiera escucharla que había visto al Mesías. 

¿Y luego, qué paso? 

Bien que lo dice el evangelista-médico: la sabiduría y la gracia de Dios estaban con el Niño. Y la historia de la salvación había empezado su última etapa. 

PRECES

Por todos aquellos que no esperan la llegada de Dios a sus vidas.

Roguemos al Señor.

Por todos aquellos que rechazan al Niño porque les compromete el corazón.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a recibir al Niño que pronto nacerá con todo el amor del que seamos capaces de dar y mostrar.

 
Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

  
El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

Eleuterio Fernández Guzmán

 

 

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
 
Panecillo de hoy:

 

Simeón y Ana son testigos de lo que pasó y certifican la divinidad del Niño.


Para leer Fe y Obras.


Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.