InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Categoría: San Juan Pablo II

26.04.11

Beato Juan Pablo II.- Días de abril (1) : En un principio

Elección Juan Pablo II

Para cualquier católico del mundo que se precie de serlo y no quiera mirar para otro lado, esta semana es muy especial.

Tengo intención, por eso mismo, de dedicar, esta semana, cuatro artículos a la figura del próximo beato Juan Pablo II Magno porque fue grande en su vida entre nosotros y es grande, ahora, en su vida eterna.

El domingo 1 de mayo, día del trabajo (también espiritual) se va a beatificar a Juan Pablo II Magno. Es, además, el día de la Divina Misericordia que él mismo instituyó para celebrar el Segundo Domingo de Pascua. No es, pues, casualidad lo que sucederá tal Dies Domini (título, por cierto, de una Carta Apostólica del mismo Papa polaco).

Pero, conviene, para empezar de forma correcta, volver al principio.

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21.04.10

La herencia de Juan Pablo II Magno según algunos

Ser santo, o, mejor, ser declarado santo, no parece que todo el personal pueda soportarlo. Es más, que la Iglesia católica, fieles y jerarquía incluida, entiendan que determinadas personas merecen ser considerados de los mejores entre nosotros y ejemplos a seguir no acaba de gustarles.

Lo más curioso es que algunas de tales personas no se manifiestan casi nunca, siendo caritativo, a favor, en nada, de la Iglesia católica. Vamos, que le tienen una tirria y, yo creo, una envidia, bastante grande.

Una de tales personas es, siento repetirme con su nombre otra vez pero las cosas son como son, Juan G. Bedoya que desde su atalaya de “El País” predica siempre que puede contra todo lo que parezca e, incluso, sea, católico. Si, además, se trata de determinados pontífices, miel sobre hojuelas, pero miel caduca y hojuelas hechas con harina y huevos podridos que es, más o menos, a lo que huele el “Análisis” allí publicado.

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13.06.09

Juan Pablo II Magno - Europa (fin de la serie)

Serie “Juan Pablo II Magno

JPIIM

Este es el último artículo de la serie dedicada a Juan Pablo II Magno. Quedan, seguramente, pocos meses para que finalice el proceso de beatificación. Entonces, también valdrá la pena recordar la figura del Papa polaco.

Desde el primero de los artículos, dedicado al tema de “El hombre” hasta éste, dedicado a “Europa” se habrá podido comprobar que el Santo Padre que lo fuera antes de Benedicto XVI tuvo una amplitud de miras como pocas, seguramente, habrá habido en el seno de la Iglesia católica.

Vayamos, pues, con el último de los artículos dedicados, como digo, a Europa.

El Pensamiento de Juan Pablo II Magno acerca de nuestra patria común europea se contiene, a la perfección, en el Discurso que pronunció cuando recibió, en el Vaticano (2004), el Premio Internacional Carlomagno. En el mismo manifiesta lo que, en realidad, quisiera que fuera la vieja Europa.

Y dice lo siguiente:

“¿Cómo es la Europa que hoy se debería soñar? Permítanme trazar aquí un rápido bosquejo de la visión que tengo de una Europa unida.

Pienso en una Europa sin nacionalismos egoístas, en la que las naciones sean consideradas como centros vivos de una riqueza cultural que merece ser protegida y promovida para el beneficio de todos.

Pienso en una Europa en la que las conquistas de la ciencia, de la economía, y del bienestar social no se orienten a un consumismo sin sentido, sino que estén al servicio de todo hombre necesitado y de la ayuda solidaria para aquellos países que tratan de alcanzar la meta de la seguridad social. ¡Que Europa, que en la historia ha sufrido tantas guerras sangrientas, pueda convertirse en un agente activo de la paz en el mundo!

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30.05.09

Juan Pablo II Magno y España

Serie “Juan Pablo II Magno

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Es sabido que Juan Pablo II Magno sentía un amor especial por España. Por eso hizo, con seguro gozo, cinco viajes a nuestra patria (1982, 1984, 1989, 1993, 2003) y tuvo a bien hacernos llegar su mensaje de forma directa.

No olvidaba Juan Pablo II Magno la importancia que ha tenido España: “Vengo a una comunidad cristiana que se remonta a la época apostólica. En una tierra objeto de los desvelos evangelizadores de san Pablo; que está bajo el patrocinio de Santiago el Mayor, cuyo recuerdo perdura en el Pilar de Zaragoza y en Santiago de Compostela; que fue conquistada para la fe por el afán misionero de los siete varones apostólicos; que propició la conversión a la fe de los pueblos visigodos en Toledo; que fue la gran meta de peregrinaciones europeas a Santiago; que vivió la empresa de la Reconquista; que descubrió y evangelizó América; que iluminó la ciencia desde Alcalá y Salamanca, y la teología en Trento” (Madrid, 1982)

Por eso agradeció, en Madrid y en 1982, la “simpar actividad evangelizadora” realizada por los españoles. Debido a la misma “la porción más numerosa de la Iglesia de Cristo habla hoy y reza a Dios en español. Tras mis viajes apostólicos, sobre todo por tierras de Hispanoamérica y Filipinas, quiero decir este momento: ¡Gracias!, España; gracias, Iglesia en España, por tu fidelidad al Evangelio y a la Esposa de Cristo”.

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23.05.09

Juan Pablo II Magno. Buscando la unión

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Ecumenismo

Si hay un tema que ha distinguido, en los últimos decenios, la labor de la Iglesia católica por honrar la palabra de Cristo “Para que sean Uno” y hacerla, a ser posible, cierta, es el del ecumenismo.

Conviene no confundir tal término, y el sentido del mismo, con el llamado diálogo interreligioso. Así, mientras el primero busca la unidad entre los cristianos, el segundo viene a querer buscar unas relaciones correctas y buenas con otras religiones.

En la Encíclica Slavorum apostoli, de 1985, dejó escrito Juan Pablo II Magno que “Según las enseñanzas del Concilio Vaticano II, por Movimiento ecuménico se entienden las actividades e iniciativas que, según las variadas necesidades de la Iglesia y las características de la época, se suscitan y se ordenan a favorecer la unidad de los cristianos” (SA 14)

Por eso comprendió, Juan Pablo II Magno, que “El ecumenismo, el movimiento a favor de la unidad de los cristianos, no es sólo un mero ‘apéndice’, que se añade a la actividad tradicional de la Iglesia. Al contrario, pertenece orgánicamente a su vida y a su acción y debe, en consecuencia, inspirarlas y ser como el fruto de un árbol que, sano y lozano, crece hasta alcanzar su pleno desarrollo” (Encíclica Ut unum sint, US, de 1995, 20)

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