Aborto: una aberrante, y políticamente correcta, normalidad

En un Editorial del pasado 16 de mayo, el diario laicista El País se manifestaba de una forma, digamos, acorde con un pensamiento útil para la muerte del inocente.

Estaba, por así decirlo, al orden del día y dando a entender que lo que es un atentado contra la vida puede ser considerado como la normalidad más… aberrante.

Y, sin embargo, todo su articulado tiende a crear las condiciones legales y sanitarias para que la siempre traumática decisión de abortar se haga con la máxima responsabilidad, disponiendo la mujer de información y asesoramiento suficientes para seguir adelante o para reconsiderar su decisión y volverse atrás

Se utilizan términos que, vistos desde una perspectiva ordinaria, resultan de lo más normal: condiciones legales, información, asesoramiento y otras por el estilo.

Se hace así para dar a entender que el aborto, como ya se ha dicho, es un tema aceptado por la sociedad y que, ahora, sólo se trata de “mejorar” la normativa vigente.

Sin embargo, las condiciones legales de la muerte del nasciturus no pueden abarcar el mismo fin del ser inocente porque van contra la naturaleza de lo que, en régimen ordinario, tendría que suceder y que no es otra cosa que el ser humano viera la luz del día.

Sin embargo, la información que se facilita es, nadie lo duda, la más adecuada para que el aborto se acepte.

Sin embargo, asesorar en materia de vidas ajenas (la del nasciturus lo es) no puede entenderse como si se tratara de comentarle a la mujer embarazada que ha de cuidarse más o menos la dieta y lo que, en su vida ordinaria, no haga esfuerzos extraordinarios.

Todo esto no es lo mismo ni puede considerarse igual. Es, al contrario, el ejemplo más claro de lenguaje malintencionado y abusador de la realidad de las cosas.

Pero es una singularidad de la España democrática que las leyes modernizadoras en materia de moral y costumbres sean iniciativa de la izquierda y que la derecha política se oponga por principio, aunque luego termine por aceptarlas

Aquí se traza el camino equivocado. Cuando alguien pretende que pase por moderno el hecho de matar a quien no ha nacido bajo no sé qué excusas legales y legitimadas por los votos electorales, se está haciendo un flaco favor al respeto al derecho a la vida. No es tal cosa nada moderno sino, muy al contrario, retrógrado porque nos retrotrae a períodos pasados de la historia de la humanidad donde la vida del ser humano, nacido o no, valía lo que su circunstancia de vivencia indicara.

Y, sin embargo, en algo sí tienen razón: al final, la derecha (véase el Partido Popular) terminó por aceptar el tema del aborto. Es más, ha hecho mucho más porque fue el partido político que procuró que la píldora del día después pudiera administrarse en España.

Y esto es una grave acusación aunque se trate de revestir, el consentimiento del PP, como algo bueno y benéfico para la sociedad.

Que las menores de 16 y 17 años decidan (tengan la última palabra) sobre su embarazo no es incompatible con que se propicie la colaboración de los padres y el apoyo familiar”.

¡Qué poca conciencia de la evolución y del conocimiento de lo que se ha de hacer a tal edad!

Aunque, claro, eso no es “incompatible” con la colaboración de los padres en la toma de tal decisión. ¡Qué gran libertad ofrecen los sociatas a los padres!: permitir “opinar” en la muerte de un inocente pero sin que eso pueda tener valor en la decisión final de la menor.

Aberración tras aberración, la nueva ley sobre el asesinato-aborto tiene todas las de la ley para ser considerada una ley intrínsecamente perversa.

Y reconoce por fin que es la mujer, y nadie más, quien debe decidir sobre algo tan íntimo como su embarazo. Sin tutelaje de terceros, pero con toda la ayuda y asistencia necesarias”.

¡Apareció el derecho al aborto!

¿Un derecho a matar? Sólo una sociedad asilvestrada o llevada al estado salvaje puede permitir que eso suceda; sólo quien no tiene a consideración la vida ajena puede establecer tal cosa.

¡Íntimo un embarazo! Sí, lo es, pero de la intimidad del nasciturus y no tanto de la madre pues aquí se trata de la vida del primero y no de la segunda. Por eso jamás puede ser un derecho llevar a cabo la aniquilación de quien ha de nacer.

Y todo esto con un talante políticamente correcto que asquea y que llama a decir, bien a las claras, que no tenemos un Ejecutivo político, sino de matarifes.

¡Ah!, y a todo esto lo llaman Aborto responsable

Aunque aquí, para responsables, los responsables de tal irresponsabilidad. Con nombres y apellidos.

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