InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Enero 2019

31.01.19

El rincón del hermano Rafael - "Saber esperar" - Llorar con razón y motivos

“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”

Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.

Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.

Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.

             

Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

  

“Saber Esperar” – Llorar con razón y motivos

 

“Déjame, Señor, llorar, pero llorar de ver lo poco que puedo hacer por Ti, lo mucho que te he ofendido estando lejos de la Cruz.

Déjame llorar el olvido en que te tienen los hombres, aún los buenos.”

 

Llorar, lo que se dice derramar lágrimas, lo hacemos por muchas cosas. A veces es por tribulaciones por las que podemos pasar; otras, es de alegría y gozo al ver, justo, lo contrario. Pero, en fin, que llorar no es una cosa que nos pase poco sino, muchas veces, mucho.

El hermano Rafael también llora, como podemos ver aquí. Pero no lo hace ante las circunstancias de la vida sino porque sabe que por Quien se llora merece mucho la pena.

San Rafael Arnáiz Barón llora, digamos que ante la Cruz de Cristo, por sí mismo. Pero también lo hace por muchos prójimos suyos.

Nuestro hermano en la fe sabe que sí, que ama mucho al Hijo de Dios, a Dios mismo, pero que no siempre puede dar todo lo que querría dar.

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30.01.19

Serie “Gozos y sombras del alma” - Sombras: El pecado

Gozos y sombras del alma

Cuando alguien dice que tiene fe (ahora decimos sea la que sea) sabe que eso ha de  tener algún significado y que no se trata de algo así como mantener una fachada de cara a la sociedad. Es cierto que la sociedad actual no tiene por muy bueno ni la fe ni la creencia en algo superior. Sin embargo, como el ser humano es, por origen y creación, un ser religioso (¿Alguien no quiere saber de dónde viene, adónde va?) a la fuerza sabe que la verdad (que cree en lo que sea superior a sí mismo) ha de existir. 

Aquí no vamos a sostener, de ninguna de las maneras, que todas las creencias son iguales. Y no lo podemos mantener porque no puede ser lo mismo tener fe en Dios Todopoderoso, Creador y Eterno que en cualquier ser humano que haya fundado algo significativamente religioso. No. Y es que sabemos que Dios hecho hombre fue quien fundó la religión que, con el tiempo se dio en llamar “católica” (por universal) y que entregó las llaves de su Iglesia a un tal Cefas (a quien llamó Pedro por ser piedra sobre la que edificarla). Y, desde entonces, han ido caminando las piedras vivas que la han constituido hacia el definitivo Reino de Dios donde anhelan estar las almas que Dios infunde a cada uno de sus hijos cuando los crea. 

El caso es que nosotros, por lo que aquí decimos, tenemos un alma. Es más, que sin el alma no somos nada lo prueba nuestra propia fe católica que sostiene que de los dos elementos de los que estamos constituidos, a saber, cuerpo y alma, el primero de ellos tornará al polvo del que salió y sólo la segunda vivirá para siempre. 

Ahora bien, es bien cierto que tenemos por bueno y verdad que la vida que será para siempre y de la que gozará el alma puede tener un sentido bueno y mejor o malo y peor. El primero de ellos es si, al morir el cuerpo, es el Cielo donde tiene su destino el alma o, en todo caso, el Purgatorio-Purificatorio como paso previo a la Casa del Padre; el segundo de ellos es, francamente, mucho peor que todo lo peor que podamos imaginar. Y lo llamamos Infierno porque sólo puede ser eso estar separado, para siempre jamás, de Quien nos ha creado y, además, soportar un castigo que no terminará nunca. 

Sentado, como hemos hecho, que el alma forma parte de nuestro propio ser, no es poco cierto que la misma necesita, también, vida porque también puede morir. Ya en vida del cuerpo el alma no puede ser preterida, olvidada, como si se tratase de realidad espiritual de poca importancia. Y es que hacer eso nos garantiza, con total seguridad, que tras el Juicio particular al que somos sometidos en el mismo instante de nuestra muerte (y esto es un misterio más que grande y que sólo entenderemos cuando llegue, precisamente, tal momento) el destino de la misma sólo puede ser el llanto y el rechinar de dientes… 

Pues bien, el alma, nuestra alma, necesita, por lo dicho, nutrición. La misma ha de ser espiritual lo mismo que el cuerpo necesita la que lo es material. Y tal nutrición puede ser recibida, por su origen, como buena o, al contrario, como mala cosa que nos induzca al daño y a la perdición. 

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29.01.19

Un amigo de Lolo – "Lolo, libro a libro" – Amor, de Dios

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

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Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “El sillón de ruedas”.

Amor, de Dios

 

“Dios tiene un solo apellido, que es Amor, siempre Amor, nada más que Amor, y todos sus actos hay que apostillarlos con estar cuatro letras milagrosas”.

 

Si hay un tema que es crucialmente importante para los hijos de Dios es el de la consideración que nuestro Creador tiene de nosotros o, mejor, de cómo actúa con relación a sus hijos.

Digamos, antes de seguir, que no se es hijo de Dios, espiritualmente hablando, tan sólo por haber nacido. Así dicho podría parecer que sí. Sin embargo, somos, sólo (y no es poco) “criaturas” del Padre del Cielo hasta que somos bautizados en el seno de la Esposa de Cristo. Entonces podemos ser considerados, en pura ley espiritual, “hijos de Dios” en sentido estricto. Y es que creemos que decir esto puede resultar, sobre todo, aclaratorio.

Pues bien, sabemos que Dios ama a sus criaturas y, claro, a sus hijos, que son semejanza suya y quieren ser así considerados.

El Beato Manuel Lozano Garrido, que conocía más que bien lo que significa la palabra Amor, así dicha con mayúscula, tuvo a bien dejar más que claro (aquí la utiliza hasta tres veces) lo que quiere decir, precisamente, tal palabra.

Resulta curioso, de todas formas, que nos diga Lolo que Dios tiene apellido. Y es que lo que ha de querer decirnos es que el mismo muestra la cualidad esencial del Todopoderoso: el Amor.

Cualquiera podría decir que sería posible pensar que Dios tiene más de un apellido pues sus cualidades son, sencillamente, infinitas. Sin embargo, la misma, Amor, contiene todo lo bueno y mejor que las demás puedan atesorar. Y bien que lo sabemos nosotros, por nuestra experiencia personal y, a lo mejor, por eso San Agustín dejó dicho eso de “Ama y haz lo que quieras”.

Todo, aquí, nos encamina hacia la plenitud del Amor de Dios. Por eso nos dice el Beato de Linares (Jaén, España) que sí, que Dios es Amor, que tal es su apellido. Pero se nos dice mucho más.

En primer lugar, que “siempre” es Amor. Por tanto, no podemos imaginar que, en algunos momentos (cuando menos mereceríamos ser amados por Quien nos ha creado)   olvida que nos ama y mira para otro lado cuando, precisamente, más necesitamos que mire hacia el nuestro. Y no. Dios, en tales ocasiones (cuando mostramos nuestra peor faz espiritual, cuando pecamos… y mucho que pecamos) es cuando más nos mira y más nos ama.

¿Quiere decir eso que Dios goza con nuestras caídas porque así nos ama más?

Ante esta pregunta sólo podemos responder que no porque, de lo contrario, sería como decir que, para hacer efectiva su bondad, su misericordia y, en fin, su Amor, Dios quiere que pequemos y eso, como bien podemos pensar, es absurdo y está fuera de lugar.

Pero también Dios es “nada más que Amor”. Y a tenor de lo dicho arriba, eso quiere decir que de su Amor parte todo lo que, de mejor, pueda acaecernos a sus hijos los hombres.

Es bien cierto que las cuatro letras que forman la palabra A-m-o-r son un puro milagro. Y es que no podemos considerar otra cosa que no sea cuando Dios nos perdona lo que, para nosotros sería imperdonable o cuando, al contrario de lo que podríamos merecer por nuestras acciones u omisiones, nos ama más que nunca. Y eso, se diga lo que se diga, es, sí, puro milagro, realidad maravillosa que, claro está, no entendemos ni entenderemos nunca hasta que estemos, en el Cielo, en Su presencia. Entonces, como diría San Pablo, no veremos como en un espejo…

Dios es Amor. Sí. Y bien que lo demuestra tantas y tantas veces en nuestra vida. Y, lo que es mejor, no tiene la más mínima intención de cambiar. Y es que la perseverancia divina es así.

 

 

  

Eleuterio Fernández Guzmán

 

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

27.01.19

La Palabra del domingo - 27 de enero de 2019

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Lc 1, 1-4; 4, 14-21

 

 

“1 Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros, 2       tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, 3 he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo, 4 para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.14 Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región. 15 Él iba enseñando en sus sinagogas, alabado por todos. 16 Vino a Nazará, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura.17 Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito:18      ‘El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva,  me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos  y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos’ 19 y proclamar un año de gracia del Señor’.  20 Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. 21 Comenzó, pues, a decirles: ‘Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy.’”

 

COMENTARIO

 

Admirados de la Verdad

 

Aquel hombre, que era médico y al que, por tanto, se le supone una educación y formación elevada (mucho más que la de los apóstoles escogidos por Jesús) sabía que su labor debía cimentarse sobre datos concretos y no sobre elucubraciones. Por eso, cuando empieza a escribir el relativo de la vida de Cristo lo hace advirtiendo acerca de eso. 

Suponemos que aquel Evangelio lo escribía para un tal Teófilo. Sería, como bien dice el propio Lucas, persona importante. Por eso le pone sobre la pista de que el trabajo que va a enviarle está hecho a conciencia porque ha investigado “diligentemente” y no ha dejado nada a la casualidad o a la imaginación. Sabemos, por tanto, que San Lucas escribe este Evangelio y los Hechos de los Apóstoles consciente de lo importante que es hacerlo bien. 

Lo que hace Lucas es confirmar lo que han escrito otros. Lo decimos porque escribe diciendo que hace lo que hace para que conozca Teófilo “La solidez de las enseñanzas que has recibido” y no dice, por ejemplo, para “decirte lo que verdaderamente sucedió”. Y es que aquel hombre, médico, sabe que lo que han escrito otros es cierto y lo que él hace es, por eso mismo, confirmarlo tras una ardua investigación. 

Escribe, por tanto, acerca de aquel hombre que, llamado Jesús, había sido enviado por Dios. Y lo hace poniendo un ejemplo de cómo, en efecto, aquel hombre, aquel Maestro, reconocía que era, en efecto, el Hijo de Dios. 

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26.01.19

Ventana a la Tierra Media - Algo (apenas un apunte) sobre Tolkien

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Elen síla lúmenn’ omentielvo!

¡Una estrella brilla sobre la hora de nuestro encuentro!

(Salutación de los Elfos en la Tierra Media)

  

Por muy, digamos, “desconocido” que pueda resultar J.R.R. Tolkien para muchas personas, lo bien cierto es que nos encontramos ante un autor al que otros autores han dedicado mucha atención y sobre los que bien podríamos decir aquello que encabeza este artículo, la forma de saludo de los Primeros Nacidos. 

Se dirá, claro está, que se trata de aquellos que, a su vez, conocen la obra del profesor de Oxford. Y, como eso es una verdad tan grande como un troll de los bosques, no podemos objetar nada. Que, además, tienen el gozo de haber leído a tan importante escritor, tampoco es algo que suponga descubrir la Tierra Media ni nada por el estilo. 

Sin embargo, no es menos cierto (es más, si cabe) que de aquello que muchos han escrito sobre la obra y milagros de nuestro católico autor, podemos aprender mucho porque mucho es lo que debemos aprender acerca de tan insigne personaje. 

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