InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Diciembre 2017

6.12.17

Meditaciones de Adviento – Miércoles I de Adviento. El Profeta que anuncia, Juan

 

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Juan, acurrucado en las tinieblas de su prisión, iluminado tan sólo por una escasa luz y esperando en oración, escuchaba el relato que sus enviados le hacían de lo dicho por Jesús; y supo que su misión había sido cumplida. 

Su final, cuando así lo fuera, no había sido en balde; su vida, en el desierto, no habría devenido inútil ni falta de sentido. Que su predica, anunciando la venida del que bautizaría con Espíritu Santo, había tenido respuesta, era lo cierto. Aún retumba en sus oídos, y resuena en su corazón, aquella felicidad que le transmitieron, esa desilusión que Jesús no ansiaba de aquellos que lo encontrasen, esa ansia de conocimiento que de su amor emanaba hacia aquellos que le rodeaban, luz que tanto había buscado su pueblo y que llegaba, ahora, para inundar todos los corazones que quisieran acogerlo. 

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5.12.17

Meditaciones de Adviento – Martes I de Adviento. María, reina de la esperanza

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Cuando María esperaba el nacimiento de su hijo, Aquel a quien Gabriel diera en llamar Jesús y que fue el nombre que José le puso, se estaba fraguando, en su vientre, el primer Adviento. 

El primer Adviento tuvo que ser algo muy especial porque María sabía que quien iba a nacer era alguien más que un niño. Y eso, que siempre tuvo en su corazón como realidad buena, fraguó en su alma un amor eterno. 

Desde entonces hasta ahora, en cada momento de espera de Quien llega para traer la salvación, los hijos de Dios que así se han considerado hemos ido restañando las heridas que nos produce la vida reconociendo que la pequeñez de un nacido, en el regazo de su madre, ha venido a ser una esperanza cierta. 

Y ahora, ahora mismo, cuando ya estamos en el tiempo de preparación de nuestro corazón, es cuando podemos sostener, para nuestros adentros y para nuestra relación con el mundo que nos rodea, que Cristo viene para quedarse para siempre. 

Decimos, entonces que el Adviento, a pesar de ser antiguo, de aquel primero que María contempló, nuestro ser sabe y reconoce, en este tiempo especial, que esperamos a sabiendas que, en efecto, Dios viene, el Emmanuel se acerca. 

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4.12.17

Meditaciones de Adviento –Lunes I de Adviento. Siempre viene

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Con la ayuda y el favor de Dios, el que esto escribe va a tratar de meditar acerca del Adviento en el tiempo, llamado fuerte, que la Iglesia católica establece como tal para antes de la venida del Mesías. Son tres semanas en las que vamos a tratar de acercarnos a lo que, espiritualmente hablando, es un tiempo de gozo y de esperanza.

 

Siempre viene

 

Lo que anida en el corazón del creyente católico es saber que Dios nunca lo abandona. Es más, que nunca ha abandonado a la parte de la Creación que llamó semejanza suya. 

La esperanza es, como suele decirse, lo último que se pierde. Pero para un hijo de Dios que sabe que lo es y que se incardina en el seno de la Esposa de Cristo, es mucho más. 

Espera quien sabe que lo que ha de venir, vendrá. Es decir, tiene la seguridad de que verá el tiempo propicio de la llegada de lo esperado. Y goza, así, tan sólo con imaginar lo que será cuando llegue. 

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3.12.17

La Palabra el Domingo - 3 de diciembre de 2017

Mc 13, 33-37

 

“33’ Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento.34 Al igual que un hombre que se ausenta: deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena  al portero que vele; 35 velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada. 36 No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos.37      Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!’”

 

 

COMENTARIO

 

¡Hay que velar!

 

A lo largo de su predicación Jesús es muy claro que aunque muchos no lo entienden, otros no quieren entenderlo. Seguramente los primeros son los pequeños en la fe y, probablemente, los segundos son los conocidos como “sabios” de su tiempo (fariseos, etc.) que, por ser, precisamente, “sabios”, creen que se las saben todas. Y eso lo demuestran muchas veces a lo largo de las Sagradas Escrituras. 

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2.12.17

Serie “Al hilo de la Biblia- Y Jesús dijo…” – Lo que Dios quiere para nosotros sólo lo sabe el Padre

Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia? “ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuanto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Por otra parte, es bien cierto que Jesucristo, a lo largo de la llamada “vida pública” se dirigió en múltiples ocasiones a los que querían escucharle e, incluso, a los que preferían tenerlo lejos porque no gustaban con lo que le oían decir.

Sin embargo, en muchas ocasiones Jesús decía lo que era muy importante que se supiera y lo que, sobre todo, sus discípulos tenían que comprender y, también, aprender para luego transmitirlo a los demás.

Vamos, pues, a traer a esta serie sobre la Santa Biblia parte de aquellos momentos en los que, precisamente, Jesús dijo.

Lo que Dios quiere para nosotros sólo lo sabe el Padre

 

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Y Jesús dijo… (Hch 1, 7-8)

 

“Él les contestó: ‘A vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad, sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jesuralén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra’”.

 

Justo antes de ascender al Cielo, el Hijo de Dios instruyó a sus Apóstoles con lo que sería su porvenir.

No es nada extraño que aquellos hombres quisieran saber. La curiosidad pero, sobre todo, lo que habían visto estando al lado de su Maestro, les hacía pensar que estaría muy bien conocer. Pero Jesucristo sabía más que ellos.

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