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25.10.16

Un amigo de Lolo – Cómo nos salvamos

Presentación

Lolo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

Libro de oración

 

En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.

 

Cómo nos salvamos

 

“¡Oh! Dejad de ensuciar nuestra gloria inmortal. De la criatura que ahora pisa la tierra nacen las alas que han de hacerle saltar al reino feliz. La tierra y nuestra circunstancia, el duro o alegre paso por el tiempo, es el instrumento de nuestro destino. Nos salvamos rozando -acariciando- a los hombres: aupándonos sobre el peso de las cosas; coloreando continuamente el corazón, porque la fe y el amor están pegados a nuestro cuerpo, como dos alas, con las que navegar siempre en esperanza. Cada uno de nosotros tiene una herida, incluso una cita en su cuerpo, pero el escalofrío de la muerte no cuenta en la señal positiva que Cristo hizo con dos travesaños. A ese que va a morir -aquel: un hombre-, el destino nunca le será una sorpresa, desde que vivió cada día sus limitaciones con esperanza. ‘Pilato -decía Guardini- se extrañó de lo pronto que había muerto Jesús. Al que parecía más fuerte y más vivo, la muerte le atacó con más violencia’.

¿Somos, así, de pasajeros, los hombres, como los gusanos?

Venga a nosotros la gloria que hay más allá de las palabras humillantes.” (Las estrellas se ven de noche, p. 63)

 

Nosotros, los hijos de Dios, estamos formados de cuerpo y alma. Esto, así dicho, pudiera parecer cosa de poca importancia aunque, en primer lugar, es algo que no sostienen los ateos ni aquellos que tienen de Dios y de su semejanza una imagen tibia o nebulosa.

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