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22.07.15

“Reflexiones acerca del sentido de nuestra fe"- ¿Tenemos en cuenta a los mártires de hoy?

Proceloso viaje de la Esposa de Cristo

La expresión “Estos son otros tiempos” se utiliza mucho referida a la Iglesia católica. No sin error por parte de quien así lo hace. Sin embargo se argumenta, a partir de ella, acerca de la poca adaptación de la Esposa de Cristo a eso, a los tiempos que corren o, como dirían antiguamente, al “siglo”.

 En realidad siempre son otros tiempos porque el hombre, creación de Dios, no se quedó parado ni siquiera cuando fue expulsado del Paraíso. Es más, entonces empezó a caminar, como desterrado, y aun no lo ha dejado de hacer ni lo dejará hasta que descanse en Dios y habite las praderas de su definitivo Reino.

 Sin embargo, nos referimos a tal expresión en materia de nuestra fe católica.

¿Son, pues, otros tiempos?

 Antes de seguir decimos que Jesús, ante la dificultad que presentaba la pesca para sus más allegados discípulos, les mostró su confianza en una labor gratificada diciéndoles (Lc 5,4)

  ‘Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.’

Quería decirles Jesús que, a pesar de la situación por la que estaban pasando siempre había posibilidad de mejorar y que confiar en Dios era un remedio ciertamente bueno ante la misma.

El caso es que, como es lógico, las cosas han cambiado mucho, para el ser humano, desde que Jesús dijera aquellas palabras u otras de las que pronunció y quedaron para la historia del creyente católico como Palabra de Dios.  Por eso no es del todo extraño que se pueda lanzar la pregunta acerca de si estos son otros tiempos pero, sobre todo, que qué suponen los mismo para el sentido primordial de nuestra fe católica.

Por ejemplo, si de la jerarquía eclesiástica católica se dice esto:

Por ejemplo, de la jerarquía eclesiástica se dice:

Que le asusta la teología feminista.

Que es involucionista.

Que apoya a los sectores más reaccionarios de la sociedad.

Que participa en manifestaciones de derechas.

Que siempre ataca a los teólogos llamados progres.

Que deslegitima el régimen democrático español.

Que no se “abre” al pueblo cristiano.

Que se encierra en su torre de oro.

Que no se moderniza.

Que no “dialoga” con los sectores progresistas de la sociedad.

Que juega a hacer política.

Que no sabe estar callada.

Que no ve con los ojos del siglo XXI.

Que constituye un partido fundamentalista.

Que está politizada.

Que ha iniciado una nueva cruzada.

Que cada vez está más radicalizada.

Que es reaccionaria.

Y, en general, que es de lo peor que existe.

Lo mismo, exactamente lo mismo, puede decirse que se sostiene sobre la fe católica y sobre el sentido que tiene la misma pues, como los tiempos han cambiado mucho desde que Jesús entregó las llaves de la Iglesia que fundó a Pedro no es menos cierto, eso se sostiene, que también debería cambiar la Esposa de Cristo.

Además, no podemos olvidar el daño terrible que ha hecho el modernismo en el corazón de muchos creyentes católicos.

Por tanto, volvemos a hacer la pregunta: ¿son, estos, otros tiempos para la Iglesia católica?

 

“Reflexiones acerca del sentido de nuestra fe - ¿Tenemos en cuenta a los mártires de hoy?

Es bien cierto que nuestro Maestro Jesús, en aquellos tiempos en los que predicaba la Buena Noticia, dijo que se tendría que tener en cuenta algo muy importante: lo mismo que Él había sido perseguido (y lo sería hasta acabar con su vida en una Cruz) también lo iban a ser aquellos que quisieran seguirlo. Es más, que aquellos que lo seguían tendrían que enfrentarse muy pronto a su propia familia porque seguir al Hijo de Dios suponía eso: dejarlo todo sin mirar atrás.

Y, ciertamente, el Maestro que enseñaba con autoridad no es que hiciera una profecía (Jesús no era profeta, no lo olvidemos) sino que sabía lo que iba a pasar. Es decir, no puso sobre la mesa lo que podría pasar sino que, en efecto, iba a pasar.

Y así ha sido a lo largo de los siglos: desde que Esteban abriera el Cielo a los discípulos de Cristo muchos creyentes cristianos han dado su vida por amar al Hijo de Cristo, por confesar su fe pero, sobre todo, por no querer olvidarla o dejarla escondido ni siquiera por preservar su propia vida: ¿Si Cristo murió por mí qué puedo yo poner que sea mejor que eso?

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