El verdadero y único voto útil
De vez en cuando se llama a los ciudadanos a expresar sus opiniones en materia política. Los católicos sabemos, debemos saber, que no somos de este mundo pero que estamos en él. Por tanto, no podemos quedarnos al margen del funcionamiento general del mismo. Y acudir a votar es una obligación de las llamadas graves. Y lo es porque del resultado de las elecciones muchos bienes espirituales pueden correr peligro. ¡Si, también bienes espirituales!
El caso es que cuando se nos llama a votar podemos incurrir en un error muy común: olvidamos qué es lo que pensamos en materia religiosa.
Nosotros, los católicos (a quien va dirigido esto) debemos tener presente muchas cosas a la hora de escoger a quien damos nuestra confianza. Y es que pretender hacer como que no tuviera importancia tal gesto de elección es más que grave.
Es posible, en este sentido, caer en una trampa. Tiene nombre pero sentido distinto (y equivocado) al que, de verdad, se da: voto útil.
Lo útil es aquello que sirve, de lo que se puede obtener fruto. Y en materia política también hay realidades de las que se puede sacar fruto. Y no nos referimos a la corrupción y al dinero intrínsecamente unido a ella.
El caso es que corre por el mundo político la idea según la cual el voto útil es aquel que permite que gane las elecciones el partido que nos gustaría que ganara como por apuntarse al bando vencedor. Al parecer, sólo hay que tener en cuenta eso, que gane, sin ver más allá de lo que eso implica.
Esto lo decimos porque no es cierto que el voto útil sea aquel que permita ganar “al mal menor” pues todo mal es, por sí mismo, mayor y grande.