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17.12.13

Un amigo de Lolo - Contemplar a Cristo

Presentación
Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Contemplar a Cristo

“Si será fácil colaborar en una redención que basta con ‘estar’ en silencio al pie de la Cruz ”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (716)

En más ocasiones de las que debería convenir creemos que las palabras que pueden salir de nuestra boca pueden contentar a Dios porque nos creemos muy aptos para manifestar lo que sentimos sin por ello avergonzarnos de lo que podamos estar diciendo.

Y, sin embargo, debe bastar con un mirar con el corazón abierto a recibir el influjo salvador del Hijo de Dios. Basta con sostener la mirada de Quien se entregó por nosotros y basta, si es que somos capaces, con querer cumplir lo que sus heridas nos dicen a cada uno de nosotros.

A Cristo lo colgaron y lo subieron en alto porque quería demasiado. Es más, quería que se cumpliese la Ley de Dios y eso, en verdad, era mucho más de lo deseaban aquellos que, al final, consiguieron su muerte con aquel terrible e injusto “¡Crucifícalo!”.

A Jesús lo podemos contemplar porque quedó, para siempre, la imagen de su muerte fijada en el corazón de todos los que, desde entonces, nos consideramos hermanos suyos. Y ahí está para siempre, para toda la eternidad hasta que vuelva en su segunda venida.

Contemplamos, por ejemplo, porque queremos que cada una de sus yagas sean, para nosotros, causa de luz frente a la tiniebla en la que muchas veces nos encontramos. Pero también porque aquella sangre que aún pueden verse en las muchas cruces que, desde entonces, han representado una muerta tan sobrenatural como aquella.

Y contemplar en silencio. No decir nada más que lo que de nuestro corazón pueda salir para agradecer por tanto que hizo aquel Maestro que enseñó una doctrina santa, quiso que se tuviese en cuenta por ser voluntad de Dios y pretendió, que era mucho para su tiempo, que lo que había dicho su Padre fuese la forma ordinaria de comportarse de sus hijos. Y por eso, injustamente por eso, murió.

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