InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Noviembre 2013

5.11.13

Un amigo de Lolo - Anhela Dios nuestra santidad

Presentación
Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Anhela Dios nuestra santidad

“Si la santidad no es noticia es porque a los periódicos sólo salta lo no habitual, lo sorprende. Ningún diario hace referencia a cómo la mano de Dios trabaja los corazones, porque eso ocurre a cada hora”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (568)

Lo que Dios quiere de nosotros, hijos suyos creados por Él, no es nada extraño ni debería resultar incomprensible para nadie. En realidad, el Creador sólo quiere, para nosotros, lo mejor y lo mejor es cumplir su voluntad.

Es posible que se pueda decir que un comportamiento así está en la posibilidad de tenerlo por parte de quien es egoísta. Sin embargo, en el caso de Dios no puede aplicarse tal calificación porque al haberlo creado todo y puesto todo en el lugar y circunstancias que les corresponde estar, es esperable que conozca el sí y el no de cada realidad.

Por tanto, Si Dios creyó que era “muy bueno” aquello que había creado a partir del barro (o de algo ya existente) sostener que por tal parte de la creación lo más conveniente es lo que Él crea que le conviene… no deja de ser, al contrario de lo que se puede sostener, una luz más grande u una prueba absoluta de confianza por su parte y hacia el hombre.

¿Qué nos conviene, pues?

Sencillamente dicho, nos conviene ser perfectos como nuestro Padre es perfecto.

Decir esto, así, puede parecer una humorada porque ¿quién va a ser perfecto como Dios lo es? Aunque, en realidad, o es eso lo que más importa pues ya sabemos que es, simplemente, imposible. Pero sí supone una pista de hacia dónde y cómo debemos ir hacia tal dónde.

Para quien tiene un modelo a seguir no tiene más que seguir al mismo para tratara de parecerse. Seguramente nunca será como el segundo pero, al menos, se “pulirá” en sus comportamientos y es hasta posible que se acerque a quien tanto admira mucho más de lo que, en principio, creía posible.

Algo así nos ha de pasar con respecto a Dios. Sabemos, a ciencia cierta y a corazón cierto, que jamás llegaremos a ser como Él (tal tentación fue la que medio entre el Maligno y el ser humano y a consecuencia de la cual entró la muerte en el mundo) pero tenemos muchos elementos que el Creador nos muestra y sobre los cuales podemos construir una vida santa, mirando a la perfección y teniéndola no como destino (al que nunca llegaremos como tal perfección) sino como un espejo donde mirarnos y tratar, al menos, de imitar lo que allí vemos.

La santidad es, pues, es un ser, un llegar a ser pero, por eso mismo, es un camino que debemos recorrer reconociendo siempre que nuestro destino es Dios.

No debería, por tanto, ser algo extraordinario el hecho de que quedara impregnado nuestro corazón con la palabra “santidad” y que eso supusiera un centro de gravedad sobre el que el que girase toda nuestra vida y todo nuestro querer ser mejores.

Seguramente Dios prefiere esto antes que otros comportamientos, digamos, más olvidadizos.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán

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Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa
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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Vernos libres de toda tentación es petición que debería ser unánime en todo corazón enamorado de Cristo.

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4.11.13

Serie Oraciones-Invocaciones – Plegaria silenciosa

Orar

No sé cómo me llamo…
Tú lo sabes, Señor.
Tú conoces el nombre
que hay en tu corazón
y es solamente mío;
el nombre que tu amor
me dará para siempre
si respondo a tu voz.
Pronuncia esa palabra
De júbilo o dolor…
¡Llámame por el nombre
que me diste, Señor!

Este poema de Ernestina de Champurcin habla de aquella llamada que hace quien así lo entiende importante para su vida. Se dirige a Dios para que, si es su voluntad, la voz del corazón del Padre se dirija a su corazón. Y lo espera con ansia porque conoce que es el Creador quien llama y, como mucho, quien responde es su criatura.

No obstante, con el Salmo 138 también pide algo que es, en sí mismo, una prueba de amor y de entrega:

“Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno”

Porque el camino que le lleva al definitivo Reino de Dios es, sin duda alguna, el que garantiza eternidad y el que, por eso mismo, es anhelado y soñado por todo hijo de Dios.

Sin embargo, además de ser las personas que quieren seguir una vocación cierta y segura, la de Dios, la del Hijo y la del Espíritu Santo y quieren manifestar tal voluntad perteneciendo al elegido pueblo de Dios que así lo manifiesta, también, el resto de creyentes en Dios estamos en disposición de hacer algo que puede resultar decisivo para que el Padre envíe viñadores: orar.

Orar es, por eso mismo, quizá decir esto:

-Estoy, Señor, aquí, porque no te olvido.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero tenerte presente.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero vivir el Evangelio en su plenitud.

-Estoy, Señor, aquí, porque necesito tu impulso para compartir.

-Estoy, Señor, aquí, porque no puedo dejar de tener un corazón generoso.

-Estoy, Señor, aquí, porque no quiero olvidar Quién es mi Creador.

-Estoy, Señor, aquí, porque tu tienda espera para hospedarme en ella.

Pero orar es querer manifestar a Dios que creemos en nuestra filiación divina y que la tenemos como muy importante para nosotros.

Dice, a tal respecto, san Josemaría (Forja, 439) que “La oración es el arma más poderosa del cristiano. La oración nos hace eficaces. La oración nos hace felices. La oración nos da toda la fuerza necesaria, para cumplir los mandatos de Dios. —¡Sí!, toda tu vida puede y debe ser oración”.

Por tanto, el santo de lo ordinario nos dice que es muy conveniente para nosotros, hijos de Dios que sabemos que lo somos, orar: nos hace eficaces en el mundo en el que nos movemos y existimos pero, sobre todo, nos hace felices. Y nos hace felices porque nos hace conscientes de quiénes somos y qué somos de cara al Padre. Es más, por eso nos dice san Josemaría que nuestra vida, nuestra existencia, nuestro devenir no sólo “puede” sino que “debe” ser oración.

Por otra parte, decía santa Teresita del Niño Jesús (ms autob. C 25r) que, para ella la oración “es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría”.

Pero, como ejemplos de cómo ha de ser la oración, con qué perseverancia debemos llevarla a cabo, el evangelista san Lucas nos transmite tres parábolas que bien podemos considerarlas relacionadas directamente con la oración. Son a saber:

La del “amigo importuno” (cf Lc 11, 5-13) y la de la “mujer importuna” (cf. Lc 18, 1-8), donde se nos invita a una oración insistente en la confianza de a Quién se pide.

La del “fariseo y el publicano” (cf Lc 18, 9-14), que nos muestra que en la oración debemos ser humildes porque, en realidad, lo somos, recordando aquello sobre la compasión que pide el publicano a Dios cuando, encontrándose al final del templo se sabe pecador frente al fariseo que, en los primeros lugares del mismo, se alaba a sí mismo frente a Dios y no recuerda, eso parece, que es pecador.

Así, orar es, para nosotros, una manera de sentirnos cercanos a Dios porque, si bien es cierto que no siempre nos dirigimos a Dios sino a su propio Hijo, a su Madre o a los muchos santos y beatos que en el Cielo son y están, no es menos cierto que orando somos, sin duda alguna, mejores hijos pues manifestamos, de tal forma, una confianza sin límite en la bondad y misericordia del Todopoderoso.

Esta serie se dedica, por lo tanto, al orar o, mejor, a algunas de las oraciones de las que nos podemos valer en nuestra especial situación personal y pecadora.

Serie Oraciones –invocaciones: Plegaria silenciosa

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3.11.13

La Palabra del Domingo - 3 de noviembre de 2013

Dies Natalis Lolo

Biblia

Lc 19, 1-10

“1 Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad. 2 Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. 3 Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. 4 Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. 5 Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: ‘Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.» 6 Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. 7 Al verlo, todos murmuraban diciendo: ‘Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.’ 8 Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: ‘Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo.’ 9 Jesús le dijo: ‘Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, 10 pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.’” .

COMENTARIO

Jesús vino a lo que vino

Hay personas que no conocen a Dios y, además, nadie se ha preocupado de decirles que existe y que es posible ser hijo considerándose como tal. A tales personas difícilmente les puede llegar, por tan grave falta, el Amor del Padre que, no obstante tenerlo por parte del Creador, no puede ser gozado por quienes no lo conocen ni han tenido posibilidad de conocerlo.

Otras personas como, por ejemplo, Zaqueo, sí conocen la existencia de Dios. Ante tal tesitura, podría aquel hombre haber actuado de dos formas: no queriendo conocer de verdad al Hijo de Dios o, al contrario, tratar de hacer todo lo posible para tener un conocimiento más cercano. Y eso hizo Zaqueo.

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2.11.13

Benditas las almas del purgatorio sean

Almas Purgatorio

“Debemos ayudar a los que se hallan en el purgatorio. Demasiado insensible seria quien no auxiliara a un ser querido encarcelado en la tierra; mas insensible es el que no auxilia a un amigo que esta en el purgatorio, pues no hay comparación entre las penas de este mundo y las de allí.”

En “Sobre el Credo” (5, 1. c., p. 73) dice Santo Tomás de Aquino esto acerca de las almas del Purgatorio y de la necesidad que tenemos de rezar por ellas.

Ciertamente, debemos partir de la verdad que dice que cuando morimos podemos tomar, digamos, tres caminos que nos lleva bien al Cielo, al Infierno o al Purgatorio. Bueno, en realidad, alguno de tales caminos lo tomaremos cuando seamos juzgados por Dios. Entonces veremos si ya estamos salvados, si estamos cerca de la salvación eterna o si para nuestra desgracia, lo que nos espera es el terrible Infierno.

Y el segundo día del mes décimo primero del año debemos un muy especial recuerdo a las almas de aquellos cuerpos que, tras el Juicio particular, han dado con su realidad en el Purgatorio o Purificatorio, que eso es y viene a significar.

Sobre el Juicio particular, dice el Catecismo de la Iglesia católica, lo siguiente:

1021 La muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo (cf. 2 Tm 1, 9-10). El Nuevo Testamento habla del juicio principalmente en la perspectiva del encuentro final con Cristo en su segunda venida; pero también asegura reiteradamente la existencia de la retribución inmediata después de la muerte de cada uno con consecuencia de sus obras y de su fe. La parábola del pobre Lázaro (cf. Lc 16, 22) y la palabra de Cristo en la Cruz al buen ladrón (cf. Lc 23, 43), así como otros textos del Nuevo Testamento (cf. 2 Co 5,8; Flp 1, 23; Hb 9, 27; 12, 23) hablan de un último destino del alma (cf. Mt 16, 26) que puede ser diferente para unos y para otros.

1022 Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de una purificación (cf. Cc de Lyon: DS 857-858; Cc de Florencia: DS 1304-1306; Cc de Trento: DS 1820), bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo (cf. Benedicto XII: DS 1000-1001; Juan XXII: DS 990), bien para condenarse inmediatamente para siempre (cf. Benedicto XII: DS 1002).

A la tarde te examinarán en el amor (San Juan de la Cruz, dichos 64).

La doctrina católica sabemos, pues, lo que nos dice al respecto de momento tan crucial de nuestra futura, y eterna, existencia.

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1.11.13

Eppur si muove - Gracias a los santos la Iglesia católica se mueve

Todos los Santos

Hoy es 1 de noviembre. Por tanto, también es el día en el que recordamos, más especialmente a cómo lo hacemos siempre, a los santos, a Todos los santos.

El papel que estos hermanos nuestros juegan a la hora del devenir diario de la Esposa de Cristo es más importante de lo que pudiera pensarse. Es más, bien podemos decir que gracias al papel fundamental que representan los santos en la vida del creyente católica, la Iglesia fundada por el Hijo de Dios, sigue caminando por el mundo y peregrinando hacia el definitivo Reino de Dios.

Empecemos diciendo que la santidad es un modelo o, lo que es lo mismo, es algo a lo que debe tender todo hijo de Dios. Por eso el ejemplo de los santos que, a lo largo de la historia, han sido tenido como tales, tiene tanta importancia. No es baladí que digamos, por tanto, que mirándonos en los santos podemos entender qué es, exactamente, eso de la santidad. Y eso es un motor que mueve.

También sabemos que, a resultas de la llamada Reforma Protestante, el papel de los santos no es tenido en cuenta por los cristianos que se suman a tal opción religiosa porque creen, y eso sí está bien, que Jesucristo es mediador entre el hombre y Dios (“Único es Dios, único también es el mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, verdadero hombre” (1 Tim. 2, 5). Sin embargo olvidan, por ejemplo, este texto del Apocalipsis (8, 3-4):

“Entonces vino otro Ángel y se paró delante del altar de los perfumes con un incensario de oro. Le dieron muchos perfumes para que los ofreciera con las oraciones de todos los santos… y la nube de perfumes, junto con las oraciones de los santos, se elevó de las manos del Ángel hasta la presencia de Dios”.

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