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10.11.13

La Palabra del Domingo - 10 de noviembre de 2013

Biblia

Lc 20, 27-38

”27 Acercándose algunos de los saduceos, esos que sostienen que no hay resurrección, le preguntaron: 28 ‘Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno, que estaba casado y no tenía hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. 29 Eran siete hermanos; habiendo tomado mujer el primero, murió sin hijos; 30 y la tomó el segundo, 31 luego el tercero; del mismo modo los siete murieron también sin dejar hijos. 32 Finalmente, también murió la mujer. 33 Esta, pues, ¿de cuál de ellos será mujer en la resurrección? Porque los siete la tuvieron por mujer.’ 34 Jesús les dijo: ‘Los hijos de este mundo toman mujer o marido; 35 pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, 36 ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. 37 Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor = el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. = 38 No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven.’”

COMENTARIO

Tras la resurrección

No es nada extraño que quien tiene pensamientos excesivamente mundanos, o centrados en su relación horizontal, haga lo mismo al respecto de la vida que hay después de la muerte. Piensa de la misma lo mismo, con las mismas categorías que tiene en vida y que con las que vive. Por eso le preguntan a Jesús sobre el caso de la mujer que enviudad unas cuantas veces. ¿Qué pasará cuando resucite?

Aquellos que le preguntaban querían poner a Jesús en un brete o mala situación. Como no creían en la resurrección esperaban que el Maestro no supiera cómo responder a la situación, difícil, que le planteaban.

El cumplimiento de la Ley de Moisés que, en ese caso particular, era la que era, no estaba fuera de lugar sino que, para los hijos de Dios escogidos como pueblo por el Creador, era l más normal. Nadie esperaba otra cosa.

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