InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Mayo 2012, 07

7.05.12

Meditaciones sobre El Credo.- 2.- Creo en Jesucristo, su Hijo, nuestro Señor

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Explicación de la serie

El Credo

El Credo representa para un católico algo más que una oración. Con el mismo se expresa el contenido esencial de nuestra fe y con él nos confesamos hijos de Dios y manifestamos nuestra creencia de una forma muy concreta y exacta.

Proclamar el Credo es afirmar lo que somos y que tenemos muy presentes en nuestra vida espiritual y material a las personas que constituyen la Santísima Trinidad y que, en la Iglesia católica esperamos el día en el que Cristo vuelva en su Parusía y resuciten los muertos para ser juzgados, unos lo serán para una vida eterna y otros para una condenación eterna.

El Credo, meditar sobre el mismo, no es algo que no merezca la pena sino que, al contrario, puede servirnos para profundizar en lo que decimos que somos y, sobre todo, en lo que querríamos ser de ser totalmente fieles a nuestra creencia.

La división que hemos seguido para meditar sobre esta crucial y esencial oración católica es la que siguió Santo Tomás de Aquino, en su predicación en Nápoles, en 1273, un año antes de subir a la Casa del Padre. Los dominicos que escuchaban a la vez que el pueblo aquella predicación, lo pusieron en latín para que quedara para siempre fijado en la lengua de la Iglesia católica. Excuso decir que no nos hemos servido de la original sino de una traducción al castellano pero también decimos que las meditaciones no son reproducción de lo dicho entonces por el Aquinate sino que le hemos tomado prestada, tan sólo, la división que, para predicar sobre el Credo, quiso hacer el mismo.

2.- Creo en Jesucristo, su Hijo, nuestro Señor

Jesucristo

Siguiendo con la meditación sobre el Credo, es muy cierto que afirmar que Cristo es Hijo de Dios y que, además, es Señor nuestro, es sostener lo que, en verdad, llena nuestra vida de descendencia divina.

Decimos, en el Credo Niceno-Constantinopolitano, que Jesús fue “engendrado” y no creado por Dios. Por eso tenemos por cierto que el Emmanuel es Hijo Único del Creador en cuanto tal relación establecida entre estas dos personas de la Santísima Trinidad y no porque creamos que el ser humano no tenga tal filiación divina.

Pero Jesús, antes de aparecer entre nosotros con una realidad humana débil y mortal ya estaba en la eternidad en el seno del Padre. Y esto lo describe el evangelista Juan cuando dice (Jn 1, 1) que “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. O un poco después (1,4) cuando se establece entre nosotros: “Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad”, para certificar algo que es fundamental tener como verdad y siempre presente (1, 18) y que es que“ A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado”.

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