InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Marzo 2011

11.03.11

Eppur si muove - ¿Tienen alma los seres humanos procedentes de fecundación in vitro?

lazo

Hoy es 11 M y no podemos, por menos, que recordar a las personas que cayeron en manos del Mal hace, ahora, 7 años. Dios las acogió, seguro, con Amor y misericordia. Espero que haya perdonado a las personas, aún sin saber sus nombres, que perpetraron aquel dominíaco atentado.

Sea, pues, el recuerdo por aquellas 193 víctimas y, en especial, por la que siempre olvidan al citar 192 sin tener en cuenta el ser humano que una madre llevaba en su seno, hijo, también, de Dios, desde su concepción.

Alabado sea Dios que perdona lo que tanto nos cuesta perdonar.

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A lo mejor el tema que traigo hoy a InfoCatólica puede parecer algo
difícil de entender que se pueda discutir sobre el mismo. Sin embargo, a raíz de unos comentarios al respecto del mismo hace unos días me ha parecido interesante plantear si los seres humanos no son engendrados, digamos, de forma natural y lo son, por ejemplo, in Vitro, tienen alma o no la tienen.

De todas formas, no parece poco importante que haya muchas personas de las que, a lo mejor, se predica que no tienen alma pues a fecha de 2009 se estima en 50.000 las fecundaciones in vitro llevadas a cabo, por ejemplo, en España. Imaginemos en el resto del mundo el número de personas que pueden haber nacido por tal método.

El planteamiento es claro: ¿Tienen alma o no la tienen tales personas?

Un comentarista, en un artículo de “Entre la luz y la tiniebla” sostuvo que “El aborto es un crimen porque todo ser humano que llega a la tierra por vía natural tiene un alma inmortal (no los fabricados en laboratorios, experimentos genéticos porque estos no tienen alma)” en expresión que es legítima mantener y expresar.

Es decir, entendía que las personas, digamos, “fabricadas” mediante la fecundación in vitro, no tienen alma.

Pero a mí esto me parece muy injusto, precisamente, para los seres humanos que, sin culpa por su parte, han venido al mundo, al parecer, sin alma. Es como si hubiesen sido dejados de la mano de Dios y que el Creador se desentendiera de tan “especial” descendencia.

Pues no puedo estar de acuerdo con esto.

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10.03.11

Entre la luz y la tiniebla - Corazones de piedra o de carne

El espacio espiritual que existe entre lo que se ve y lo que no se ve, entre la luz que ilumina nuestro paso y aquello que es oscuro y no nos deja ver el fin del camino, existe un espacio que ora nos conduce a la luz ora a la tiniebla. Según, entonces, manifestemos nuestra querencia a la fe o al mundo, tal espacio se ensanchará hacia uno u otro lado de nuestro ordinario devenir. Por eso en tal espacio, entre la luz y la tiniebla, podemos ser de Dios o del mundo.

Corazones de piedra o de carne

Yo les daré un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que caminen según mis preceptos, observen mis normas y las pongan en práctica, y así sean mi pueblo y yo sea su Dios”.

El profeta Ezequiel (11, 19-20) escribe que el Espíritu le hizo decir, o lo que es lo mismo, escribir, que el Creador iba a proceder de tal manera con el pueblo de Israel: vendrían a ser, de tal manera, un nuevo grupo de elegidos por Dios en el que predominara no ya la dureza del corazón sino, al contrario, lo que se predica de Dios y es que tiene “raham” o entrañas de misericordia.

Eso era lo que el Padre quería suscitar entre los suyos: un corazón nuevo, una nueva forma de ser, un nuevo renacer de entre las tinieblas de la perdición que habían hecho que obraran “según las normas de las naciones que os circundan” (Ez 11, 12) y no de acuerdo a los preceptos de Dios cuyas “normas no habéis guardado” (Ídem anterior).

Eso es lo que, precisamente, también se nos pide a nosotros, los discípulos de Cristo y, por lo tanto, hijos de Dios sujetos espiritual y materialmente a tal filiación divina.

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9.03.11

Ad pedem litterae - Padre Fortea - El hábito eclesiástico

Al pie de la letra es, digamos, una forma, de seguir lo que alguien dice sin desviarse ni siquiera un ápice.

En “Ad pedem litterae - Hermanos en la red” van a ser reproducidos aquellos artículos de católicos que hacen su labor en la red de redes y que suponen, por eso mismo, un encarar la creencia en un sentido claro y bien definido.

Ad pedem litterae - Padre Fortea - El hábito eclesiástico

Padre Fortea

Por ser un tema, creo, bastante importante (el hecho de que el sacerdote se identifique como sacerdote para que se sepa quién es y qué supone lo que es), el artículo del Padre Fortea “El hábito eclesiástico” abunda en la importancia de que quien tiene que llevar hábito eclesiástico, lo lleve.

El hábito eclesiástico

El hábito eclesiástico es un signo de consagración para uno mismo, nos recuerda lo que somos, recuerda al mundo la existencia de Dios, hace bien a los creyentes que se alegran de ver ministros sagrados en la calle, supone una mortificación en tiempo caluroso

El sacerdote al mirarse en el espejo o en una foto, y verse revestido de un hábito eclesiástico piensa: tú eres de Dios.

Bajo la sotana, el sacerdote viste como el común de los hombres. Pero revestido con su traje talar, su naturaleza humana queda cubierta por la consagración.

El que viste su hábito eclesiástico es como si dijera: el lote de mi heredad es el Señor.

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8.03.11

Entre la luz y la tiniebla - La hermosa costilla de Adán

El espacio espiritual que existe entre lo que se ve y lo que no se ve, entre la luz que ilumina nuestro paso y aquello que es oscuro y no nos deja ver el fin del camino, existe un espacio que ora nos conduce a la luz ora a la tiniebla. Según, entonces, manifestemos nuestra querencia a la fe o al mundo, tal espacio se ensanchará hacia uno u otro lado de nuestro ordinario devenir. Por eso en tal espacio, entre la luz y la tiniebla, podemos ser de Dios o del mundo.

Hoy, 8 de marzo, se celebra el Día Internacional de la Mujer

La hermosa costilla de Adán

Entonces Yahveh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. De la costilla que Yahveh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó: ‘Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada.’ Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne.Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro”.

El texto del Génesis (2, 21-25) refleja un momento de la historia de la humanidad creada por Dios realmente maravilloso. Dios crea a Eva, la madre de toda la especie humana, de un sueño del primer hombre, padre de todos los hombres que tuvieron que venir. Por eso de ish, varón, creó Dios a ‘isshá, varona o, dicho de otra forma, mujer que “del varón ha sido tomada” y es lo que hace expresar, a un personaje de Las Crónicas de Narnia (de CS Lewis), en referencia a los que serían reyes de aquel reino, que eran “Los hijos de Adán y las hijas de Eva” pues así eran esperados desde tiempos inmemoriales los hombres y, entre otras cosas, así nos consideramos.

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7.03.11

Entre la luz y la tiniebla -¿Por qué duele tanto la Verdad?

El espacio espiritual que existe entre lo que se ve y lo que no se ve, entre la luz que ilumina nuestro paso y aquello que es oscuro y no nos deja ver el fin del camino, existe un espacio que ora nos conduce a la luz ora a la tiniebla. Según, entonces, manifestemos nuestra querencia a la fe o al mundo, tal espacio se ensanchará hacia uno u otro lado de nuestro ordinario devenir. Por eso en tal espacio, entre la luz y la tiniebla, podemos ser de Dios o del mundo.

¿Por qué duele tanto la Verdad?

Con agradecimiento, porque percibimos la felicidad a que estamos llamados, hemos aprendido que las criaturas todas han sido sacadas de la nada por Dios y para Dios: las racionales, los hombres, aunque con tanta frecuencia perdamos la razón; y las irracionales, las que corretean por la superficie de la tierra, o habitan en las entrañas del mundo, o cruzan el azul del cielo, algunas hasta mirar de hito en hito al sol. Pero, en medio de esta maravillosa variedad, sólo nosotros, los hombres —no hablo aquí de los ángeles— nos unimos al Creador por el ejercicio de nuestra libertad: podemos rendir o negar al Señor la gloria que le corresponde como Autor de todo lo que existe”.

Escribió, en Amigos de Dios (24), san Josemaría el texto aquí traído. No es poco lo que dice porque, en realidad, es el centro de lo que, en muchas ocasiones, se lleva a colación para hacer de menos a la Verdad.

La verdad, Verdad suprema es que Dios existe. Tiene, además, una Ley que sus criaturas (creación Suya es todo) tienen que cumplir pero que, a veces, no es excesivamente comprensiva con los devenires del mundo.

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