Entre la luz y la tiniebla - El gozoso tributo de la conversión
El espacio espiritual que existe entre lo que se ve y lo que no se ve, entre la luz que ilumina nuestro paso y aquello que es oscuro y no nos deja ver el fin del camino, existe un espacio que ora nos conduce a la luz ora a la tiniebla. Según, entonces, manifestemos nuestra querencia a la fe o al mundo, tal espacio se ensanchará hacia uno u otro lado de nuestro ordinario devenir. Por eso en tal espacio podemos, entre la luz y la tiniebla, ser de Dios o del mundo.
El gozoso tributo de la conversión
Por causas relacionadas con la voluntad del Maligno, en muchas ocasiones la conversión, el venir a ser, discípulo de Cristo, acarrea consecuencias trágicas para la vida de la persona que así ha manifestado su querer ser.
Sin embargo, lo que es para el mundo trágico y terrible, la muerte, no deja de ser acontecimiento gozoso para quien sabe que le espera la vida eterna y la visión del definitivo reino de Dios.
En todo tiene que haber alguien que es el primero, una persona que inicia, con su hacer o suceder relacionado con él, un camino, una forma de ser, un destino.
Desde que Esteban dijera “¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! ¡Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo! ¡Como vuestros padres, así vosotros! ¿A qué profeta no persiguieron vuestros padres?” (Hch 7, 52-52), demostrando una conversión y un discipulado claro y contundente, sabía que había sellado su inmediato futuro son su conversión. Murió a pedradas mientras un tal Saulo aprobaba aquella sumaria ejecución.