InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Julio 2010, 10

10.07.10

Vírgenes, advocaciones - Presentación

Virgen María China

Nota previa: con este artículo doy comienzo a una serie que, sobre diversas advocaciones que sobre María, Madre de Dios y Madre nuestra, ha sugerido el Espíritu Santo, a los hijos de Dios. Valga, pues, la imagen de la Virgen María, digamos, China (Nuestra Señora de She Shan) que ilustra este primer artículo, para entender el amor que se le tiene a la Madre.

Por cierto, si alguien se extrañaba de que en un blog católico en el que se pretende defender la fe aún no hubiesen aparecido referencias extensas a la Madre de Dios puede quedarse tranquilo con lo que tiene que venir. No será suficiente pero, al menos, será algo.

Vayamos, pues, con la presentación de la serie.

Los cristianos reconocemos que María, Madre de Dios y Madre nuestra, tiene un lugar muy importante en nuestra vida. Además, los católicos sabemos que tal lugar lo ocupa también por ser intercesora nuestra y porque el Amor de Dios nos la ha entregado dotada de unas virtudes y cualidades que enriquecen su persona.

Por tanto, aunque la naturaleza humana de María, esencialmente igual a la nuestra (pues todo ser humano es semejanza de Dios) no es menos cierto que las cualidades que la adornan le conceden una situación espiritual privilegiada.

A este respecto, C.S. Lewis, en su “Mero cristianismo” apunta hacia algo que es muy importante cuando dice que “Las creencias católicas sobre este tema se sostienen no sólo con el fervor inherente a toda creencia religiosa sincera sino (muy naturalmente) con la peculiar y, por así decirlo, caballerosa sensibilidad que un hombre experimente cuando el honor de su madre o de su amada están en cuestión”.

Por eso mismo bien sabemos que:

María siempre nos cuida.

María siempre nos ayuda en nuestras necesidades.

María nos echa una mano para vencer las tentaciones.

María es nuestro socorro.

María es un don que Dios, graciosamente, entregó al mundo.

María es, sobe todo, Madre: de Dios y nuestra.

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