InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Marzo 2010, 19

19.03.10

S. José y la fidelidad a Dios

S. José

José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús, entronca con el Antiguo Testamento por vía directa con el Rey David que fue, entre otras cosas, autor, según se le atribuye, de los Salmos que tantas veces hemos leído, meditado y pensado. Quiso Dios darle un antepasado que bendijera con gloria la historia del pueblo elegido. Prueba de esto es que el Ángel del Señor la llama “hijo de David”. Se entiende que es hijo por linaje.

Así, muchas generaciones después de que el pastor elegido por Dios para guiar a aquellas gentes, a veces tan infieles, viviera, nacería José, hijo, pues, de aquel Rey.

José, ante la situación que se le presentaba (el embarazo de María sin comprender cómo) podía actuar de dos formas: hacer como si nada hubiera sucedido y tomar por esposa a María o denunciarla públicamente para que se le aplicara la Ley. Esto último hubiera conllevado, con toda seguridad, la lapidación de María pues esa era la pena aplicable a la mujer adúltera (en caso de que lo hubiera sido, que sabemos que no, claro) ya que, aunque no habían contraído matrimonio aún sí que habían llevado a cabo los desposorios, momento a partir del cual se establecía un vínculo muy especial entre los que iban a ser marido y mujer y, seguramente, esa sería la calificación para ella de haber conocido su estado. Tan especial era que, a efectos legales, era como si ya estuvieran casados; al menos, a efectos de incumplimiento de normas.

Descartada la última posibilidad, pues José amaba y quería a María, optó por el repudio “secreto”. Esto es como si alguien, interiormente, hiciera lo mismo que en público, con los mismos efectos reales pero sin las consecuencias de la otra opción. Claro que para María ese repudio hubiera supuesto la vida misma que habría conservado pero, también, la pérdida del que iba a ser su marido.

Pero, claro, José quizá no contaba con Quien ve en lo secreto, perdona en lo secreto y actúa en lo secreto para bien de su semejanza: Dios.

Leer más... »