InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Mayo 2009

6.05.09

Volver a empezar no es sólo un título

En determinadas ocasiones se nos presenta la posibilidad (no siempre esto es posible) de decidir sobre algo y, también, en determinadas ocasiones, podemos hacer una cosa o la otra.

Ahora mismo, a partir de ya, el que esto escribe puede repetir el título de aquella película de José Luis Garci y que no es otro que “Volver a empezar” con un sentido algo extraño.

La extrañeza del caso no es que se vuelva a empezar sino que, en realidad, se siga haciendo lo mismo pero con un espíritu que es, más que nunca, libre.

La libertad, don de Dios, sólo se tiene cuando se alcanza. Como un valor fundamental de la existencia de un ser humano define, a la perfección, la dignidad del mismo. Así, cuando somos libres porque no nos sometemos a nada ni a nadie que nos fuerce a ser sometidos, manifestamos una dignidad propia de un hijo de Dios.

Somos, así, hijos de Dios… ¡y lo somos!, como dice el evangelista Juan en una expresión acertada y gozosa.

Sin embargo, y al contrario, cuando decidimos que de nuestra vida y comportamiento, ser libres es, sólo, un traje espiritual que nos ponemos a nuestra conveniencia y a nuestro gusto nos quitamos, entonces no somos libres sino que, al contrario, manifestamos la peor de las esclavitudes que es la que emana de las circunstancias de nuestra existencia, la que nos ata a otro a otros y a sus intereses que, a lo mejor, confundimos con los nuestros en un afán de mimetismo con la realidad.

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1.05.09

El padre, y obrero, José

San José

El 1 de mayo de 1955, Pío XII, en la Plaza de San Pedro, vino a manifestar una gran verdad (que contenía una esperanza en el futuro) que la cristiandad entera ya conocía desde hacía casi dos mil años: “el humilde obrero de Nazaret, además de encarnar delante de Dios y de la Iglesia la dignidad del obrero manual, sea también el próvido guardián de vosotros y de vuestras familias".

Así se instauró, desde aquel día, una festividad muy querida por los hijos de Dios: la celebración del padre putativo de Jesucristo, Hijo del Hombre y hermano nuestro, en cuanto entregado al mundo del trabajo y, también, ejemplo espiritual a seguir.

Sobre la figura de san José se ha escrito, a lo largo de la historia, muchas palabras. Hablan, muchas de ellas, de la especial entrega del marido de María; de lo que tuvo que comprender o de lo que, en principio no entendía, de sus dudas.

Por ejemplo, la persona de José, Padre, Santo, tiene una singular importancia para el Opus Dei.

Por eso, escribe, San Josemaría, en “Es Cristo que pasa”, en su número 50, lo siguiente:

Para comportarse así, para santificar la profesión, hace falta ante todo trabajar bien, con seriedad humana y sobrenatural. Quiero recordar ahora, por contraste, lo que cuenta uno de esos antiguos relatos de los evangelios apócrifos: El padre de Jesús, que era carpintero, hacía arados y yugos. Una vez —continúa la narración— le fue encargado un lecho, por cierta persona de buena posición. Pero resultó que uno de los varales era más corto que el otro, por lo que José no sabía qué hacerse. Entonces el Niño Jesús dijo a su padre: pon en tierra los dos palos e iguálalos por un extremo. Así lo hizo José. Jesús se puso a la otra parte, tomó el varal más corto y lo estiró, dejándolo tan largo como el otro. José, su padre, se llenó de admiración al ver el prodigio, y colmó al Niño de abrazos y de besos, diciendo: dichoso de mí, porque Dios me ha dado este Niño.

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